Estudios Bíblicos
Estudios Bíblicos Prédica de Hoy: Segunda Carta a Timoteo
Estudio Bíblico Texto: 2 Timoteo
INTRODUCCIÓN
Esta otra carta dirigida a Timoteo, junto con la de Tito, forma parte de las llamadas “Epístolas Pastorales” con temas propios de este oficio. La autoría de esta carta, como la primera, es de Pablo.
En la introducción, el apóstol se identifica como el remitente, dirigiéndose a Timoteo a quien llama “amado hijo”. La paternidad de la carta solo pudo ser de un hombre como Pablo, quien tenía todas las credenciales para escribir esta otra obra, donde incluye nuevos temas con consejos propios para quienes ejerzan el ministerio pastoral.
Pablo escribió esta carta desde una celda fría y húmeda de los calabozos romanos. Por supuesto allí no disfrutaba de las comodidades de una casa alquilada, como la tuvo en su primer encarcelamiento en Roma (Hechos 28:30–31). Si se confirma que Pablo estuvo todo ese tiempo en esos calabozos usados por el emperador para presos comunes, aquellos días debieron ser muy penosos, porque de acuerdo con la historia, las cárceles eran sótanos donde bajaban a los prisioneros con cuerdas a través de un agujero en el techo, llegando a dormir en el mismo piso duro.
Las circunstancias en las que Pablo llegó por segunda vez a Roma se desconocen, pero fue desde ese lugar donde escribió estas cartas pastorales. De acuerdo con el contenido de 2 Timoteo 4:9–13, cuando envió la carta, algunos de sus amigos habían estado con él, sobre todo Lucas, su médico inseparable, y tanto Timoteo como Marcos podrían verlo todavía, si es que llegaban a tiempo. Pablo contó con muchos de sus discípulos en su labor como apóstol y misionero.
La fecha de la carta pudo ser en el año 67 d. C, porque coincide con el reinado de Nerón, bajo cuyo mandato la tradición dice que Pablo fue ejecutado, cortándole la cabeza.
2 Timoteo continúa tocando alguna de las situaciones difíciles que todavía estaban pasando en la
iglesia de Éfeso. Era probable que algunos casos de orden prácticos se habían resuelto, pero estaba latente todavía una fuerte amenaza contra la enseñanza apostólica.
La carta parece indicar que en la provincia de Asia, muchos cristianos rechazaban la autoridad de Pablo por estar preso. Y es en medio de toda esa delicada situación que Pablo escribe, destacando su preocupación por la conservación de la buena doctrina, pero también porque ve a Timoteo en la necesidad de tener un mejor ánimo para el trabajo, a no avergonzarse del evangelio y a seguir predicando la Palabra.
Aunque esta es una epístola pastoral, y no doctrinal como Colosenses, Pablo se asegura que Cristo sea el personaje principal sea Jesucristo, como para contrarrestar las falsas creencias del gnosticismo que ya había hecho presencia en medio de los hermanos. Hay un total de 83 versículos de la carta donde aparece el nombre Cristo, y unas 55 referencias cuando se usa el nombre de Señor.
Esto nos permite decir que entre los grandes objetivos de 2 Timoteo es el transmitir la fe en Jesucristo a todas las generaciones, siendo esto la mejor herencia dejada como iglesia.
Este mensaje de fe en Cristo, Pablo lo usará para dar palabras de ánimo, de advertencia, de estrategia, de promesas y de ejemplo en toda la carta. Estamos en presencia de otra carta extraordinaria, la última que Pablo escribiera, y donde el apóstol revela su estado de ánimo, indicándoles a su joven pastor la necesidad de apresurarse para venir y verlo pronto. El deseo de Pablo para ver a Timoteo es porque se sentía abandonado por muchos.
Claramente dijo: “en mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon”, pero también añadió estas palabras: “el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas” (2 Timoteo 4:16-17). Él estaba seguro de que había “peleado la buena batalla”, y añadió: “me está guardada una corona de justicia” (verss. 7-8).
Todo esto nos hace ver la importancia de estudiar esta carta, cuyo contenido será de inmensa bendición para cada creyente, pero especialmente para los que tenemos la sagrada misión del trabajo ministerial, en todas las formas como este se haga.
Bienvenidos a este su nuevo estudio. Disfrutemos de la exquisites de esta carta. Acompañemos a Pablo desde la cárcel en Roma, mientras espera el momento de su partida. Disfrute esta carta también.
Pablo, apóstol de Jesucristo… a Timoteo “Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús, a Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor”.
Escribir dos cartas a la misma persona revela el profundo afecto de Pablo por su joven pastor. La manera cómo en la primera carta presentó tantos temas personales, indican el “cuidado pastoral” del apóstol para alguien que comenzaba en el ministerio, y ahora los continúa en esta. El término para hoy sería una “mentoría” para un ministerio exitoso. Ayudar en la vida de nuevos pastores es la mejor inversión.
“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios…”. Pablo se llamó a sí mismo “apóstol de Jesucristo”. Los anteriores apóstoles fueron escogidos por el Señor al mismo comienzo de su ministerio (Marcos 3:13-19), pero a Pablo lo escogió después de haber resucitado (Hechos 9). En este sentido, Pablo va a defender su apostolado porque un grupo de falsos apóstoles dudaban de su llamado. Pero Pablo sabía que su llamamiento no fue por voluntad humana, sino por la voluntad de Dios.
Pablo no fue apóstol por su propia voluntad. Contrario a esto, él creía estar haciendo la “voluntad de Dios” al ser perseguidor de los discípulos de Jesucristo. Sin embargo, fue en el camino a Damasco, cuando el Señor se le apareció y le preguntó por qué le perseguía, y esta fue su respuesta fue: Señor, ¿qué quieres que yo haga? (Hechos 9:6).
A partir de allí se sometió a la exclusiva voluntad de Dios. Y aunque ahora escribe desde la cárcel, lo hace con autoridad divina. El escribir desde una prisión en Roma es una comprobación de la comisión divina, porque el Señor le había dicho que sería testigo delante de reyes y gobernantes (Hechos 9:15-16).
“… según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús…”. La promesa del futuro para Pablo, acompañada en el mismo llamamiento, era la vida eterna. Pablo habla con entusiasmo sobre la promesa de la vida y de la resurrección, eso es, la promesa de volver a la vida y ser levantados de entre los muertos con excelsa gloria, porque él sabía en quien había creído. Y estas palabras cobran más relevancia y brillo al saber del tiempo final que le resta (4:6).
“… a Timoteo, amado hijo…”. Eso era Timoteo para Pablo, un verdadero “amado hijo”, o un “hijo en la fe” como también le llama (1 Corintios 4:17). La manera cómo Timoteo creyó en el Señor, su sentido de obediencia, y los cuidados que dispensó por la vida de Pablo incluyendo el posible viaje a Roma para atenderlo en sus necesidades, lo calificaban como a ese “hijo amado”.
“Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor”. Este “hijo amado” primeramente es saludado con la palabra “gracia” (perdón no merecido y favor que transforma), luego misericordia (afecto tierno, mostrado amor para alguien que está en una situación difícil), y la paz (la conciencia de sentirse perdonado por Dios a través de Cristo) que llega a ser la bendición generada por la gracia y la misericordia. Timoteo era un recipiente de estos dones del cielo, todos dador por medio “de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor”.
Una fe no fingida
“Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día; deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo; trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.” (2 Timoteo 1:3-5).
Si hay un pasaje lleno de intimidad familiar en las dos cartas dirigidas a Timoteo es este. El recuerdo de la infancia que Pablo tenía de su “amado hijo en la fe” va del testimonio de su conversión, como discípulo, hasta una figura paterna, vista en el deseo de verlo hasta mencionar a su abuela Loida y su madre Eunice. Hay una ternura hogareña en las palabras de Pablo.
“Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia…”. Pablo es un hombre profundamente agradecido y en todas sus cartas, la gratitud es como su sello distintivo.
En este contexto, la gratitud de Pablo es por la fe preciosa de su amado Timoteo, a quien elogia como a ningún otro en sus escritos. Su gratitud está respalda por una “limpia conciencia”, con el recordatorio de sus ancestros, pero ahora respaldada por su vida entrega a Cristo y su ministerio.
“… de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones…”. Pablo era un hombre de una vida de oración profunda, constante e intercesora. Al lector le asombra cómo Pablo siempre hace referencia en sus oraciones por los hermanos de las iglesias, y ahora lo vemos orando por Timoteo en donde la palabra “sin cesar” y “noche y día” nos hablan de su oración intercesora por su discípulo, seguramente para que tuviera éxito en su pastorado, pues Pablo conocía las ovejas de Éfeso.
Pero ¿cuál era el real propósito de Pablo al orar por Timoteo? El deseo de verlo, porque Pablo no olvidaba sus lágrimas cuando tuvieron que separarse por causa del ministerio. El asunto es que Timoteo le era muy útil a Pablo y la separación trajo esos sentimientos encontrados. Como Pablo está preso en Roma, los recuerdos de su discípulo debieron ser recurrentes, debido a su próxima ejecución, y esta sería la razón por la que Pablo desea verlo provisto (4:9).
“… trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti…”. Pablo tuvo en su ministerio discípulos cuya fe fue fingida; entre esos casos tenemos a Himeneo y Alejandro (1 Timoteo 1:20). Pero Timoteo era heredero de una autentica fe sembrada en su vida por la tierna y firme influencia de su abuela Loida y de su madre Eunice. Pablo reconoce que hizo su trabajo con Timoteo, pero resalta la labor de esas madres piadosas en la formación de aquel hijo en la fe.
Pablo da por sentado que, cuando un hijo es formado por madres verdaderamente cristianas, los tales son influenciados por una fe verdadera, llegando a ser obreros piadosos y de grandes testimonios para quienes ministran. Quienes hemos tenido abuelas y madres piadosas reconocemos el trabajo de esa influencia del hogar. Madres piadosas producen hijos piadosos.
El don de Dios que está en ti
“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:6-7).
Timoteo definitivamente fue como el “hijo mimado” de Pablo. En la entrega anterior le vimos recordando los cuidados maternales (abuela y madre) que tuvieron para con él en su infancia, pero también los cuidados “paternales” con los que él apóstol lo prohijó en su conversión.
Cuando escribió a los filipenses esto dijo de él: “pues a ninguno tengo del mismo ánimo…” (Filipenses 2:19-22). Fue por esa cercanía a él que ahora lo anima con el presente consejo.
“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios…”. La expresión “por lo cual” sugiere que, debido a esa “fe no fingida” labrada por sus madres, Timoteo debe avivar la llama del don recibido en su conversión. ¿Se estaría enfriando Timoteo en el ministerio? La verdad es que no se sabe por qué Pablo le aconseja esto, pero los obreros del Señor como cualquier otro creyente, necesitan el consejo oportuno para mantener vivo la razón misma de su llamado.
Sobre este particular, el comentarista Reuss dice: “Este don le da fuerza a toda su acción, permanece en él en todas las angustias y luchas que le acarrea su cargo, le comunica gozo y ánimo en todas las dificultades”. Los que somos pastores sabemos ciertamente que es ese don recibido la razón principal para mantenernos activo y enfrentar el desánimo en el ministerio.
Pablo conocía muy bien a Timoteo y el don que poseía (al parecer Timoteo tenía el don de la enseñanza), y por alguna información recibida este don estaba bajando. Y esto no parece raro, porque en la carta anterior ya le había recordado esto: “No descuides el don que está en ti, que te fue concedido por profecía con la imposición de las manos del presbiterio” (1 Timoteo 4:14).
Pablo sabía de la timidez de su discípulo, y de sus enfermedades, de allí esta recomendación.
Este texto también nos revela que Dios capacita con habilidades para trabajar efectivamente, dándonos confianza, valor y perseverancia en nuestro servicio al Señor. Pero también nos recuerda la necesidad de desarrollar y utilizar los dones provisto por Dios. Esto significa que si no usamos los dones recibidos nos tornamos débiles o inútiles. Por lo tanto, y por amor a la obra, el mandato es a mantener vivo el fuego del don de Dios ya recibido.
“… que está en ti por la imposición de mis manos…”. Pablo le recuerda con esto a Timoteo de las manos del concilio (presbiterio) que estuvo presente, no para transferirle el don a través de las manos, sino una ratificación y confirmación que fue el Espíritu Santo quien se lo dio “por medio de profecía…” de acuerdo con el texto previamente citado.
A este respecto, el comentarista Stibbs observa correctamente: “a Timoteo no se le recomienda que busque una nueva gracia, se le recuerda la gracia que ya ha recibido”.
El don espiritual lo da el Espíritu.
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía…”. Otra vez, Pablo pareciera estar describiendo cierta debilidad en su amado “hijo en la fe”, seguramente debido a su carácter o a sus continuas enfermedades. De esta manera Pablo le recuerda a Timoteo del amor, poder y dominio propio con los que también fue capacitado, y que la cobardía no es parte del ministerio.
Timoteo debió recordar, en esto, como Pablo fue un modelo de coraje. De esto último, el comentarista Trentham, citado en el Comentario Mundo hispano, ha dicho lo siguiente: “este joven siervo de Cristo tenía causas justificadas para tener gran temor, porque él había visto a Pablo apaleado, fracturado y apedreado; sin embargo, la fe genuina le va a conferir una vigorosa confianza en Dios que domina los temores”. (Juan Carlos Cevallos and Rubén O. Zorzoli, Comentario Bíblico Mundo Hispano, Tomo 22: 1 Y 2 Tesalonicenses, 1 Y 2 Timoteo Y Tito (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2009), 210.
Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo
“Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos…” (2 Timoteo 1:8-9).
Pablo ha venido aconsejando a su discípulo en varias etapas de su vida, entre las que aparece el cuidado de su delicada salud con lo del vino, así como la tendencia de su timidez cuando le habló de avivar el fuego del don de Dios en su vida. La preocupación de Pablo es que todas estas “debilidades” menguaran la eficacia de su ministerio, hasta el punto de afectar su tarea principal como predicador de la Palabra de Dios. El llamado de Pablo es a mantenerse combatiendo.
“Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor…”. No sabemos si fue la misma timidez de Timoteo que lo había llevado a una paralización de su tarea ministerial, y Pablo supo la vergüenza que estaba experimentando Timoteo al momento de compartir su testimonio de Cristo. Timoteo era pastor en el corazón mismo de la idolatría de Éfeso, guardiana de la gran diosa Diana, y el temor que rechacen el mensaje de Cristo pudo traer esa vergüenza.
“… participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios…”. Para animar a Timoteo, Pablo se pone como ejemplo de ser “un prisionero de Cristo” por testificar de su Señor. De esta manera el apóstol invita a Timoteo a participar de las aflicciones en lugar de evitarlas. Sufrir por el evangelio no está en el ambiente del “evangelio de prosperidad”, tan amado por los modernos predicadores. Pablo no se avergonzaba de aquel evangelio porque es poder de Dios (Romanos 1:16).
“… quien nos salvó y llamó con llamamiento santo…”. El evangelio de poder es el encargado de traer la salvación y el llamado santo. Pablo destaca estas dos acciones, tanto en su vida como la de Timoteo. El resultado directo del “poder de Dios” a través del evangelio, es el ser librado del mayor de todos los males (el pecado), pero a su vez disfrutar de la mayor posesión de todas las bendiciones celestiales, incluyendo el llamado para vivir una vida santa, exclusiva para Dios.
“… no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo…”. Pablo ha dicho que la salvación no puede ser hecha por las obras; aseverar esto es hacer vana la cruz de Cristo, y a su vez sería la peor valoración al amor de Dios, manifestado a través de su Hijo Cristo. El asunto es que la salvación no puede estar basada en nuestros logros, sino en el propósito soberano de Dios.
Esta verdad es dicha por Pablo en Romanos 8:28; 9:11; Efesios 1:11. La salvación es totalmente suya.
“… y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús…”. La salvación que descarta toda participación humana (salvación por obras), es una exclusividad de Dios, manifestado por medio de la gracia encarnada en Cristo, quien fue el Cordero de Dios sacrificado “antes que el mundo fuese”. Ese es el sentido de la frase final del texto “ante de los tiempos de los siglos”. No ha sido cualquier cosa nuestra salvación. De este evangelio y salvación, Timoteo no debe avergonzarse.
El cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad “…. pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles” (2 Timoteo 1:10-11).
Jesucristo fue el mensaje central de Pablo después de haberle conocido en el camino de Damasco. Todas sus cartas, incluyendo las pastorales, nos muestran que el tema dominante del apóstol es Cristo, aunque esté dando algún consejo a un pastor, o exhortando a alguna de las iglesias. Observe cómo en un solo texto nos presenta a Cristo en su dimensión terrenal, muriendo por nuestros pecados, para luego mostrarnos la inmortalidad que nos espera.
“…. pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo…”. De acuerdo con el versículo anterior aquella gracia de Dios había estado escondida desde antes de la fundación del mundo y permaneció como un misterio en la antigua dispensación, pero “ahora ha sido revelada o manifestada”. La palabra para manifestación es “epifanía” y siempre ha estado relacionada con la primera y segunda venida de Cristo (Lucas 1:78-79; 1 Timoteo 6:14).
Willian Hendriksen, hablando de la frase “nuestro Salvador Cristo Jesús”, dice: “Cuando uno piensa en la gracia, naturalmente piensa en nuestro Salvador divinamente ungido por Dios (de donde se le llama Cristo, el Ungido) para la tarea específica de salvar, eso significa el nombre Jesús: “ciertamente salvará” a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21)”. Comentario Al Nuevo Testamento: 1 Y 2 Timoteo Y Tito (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 264–265.
“… el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad…”. Cristo, en su primera venida, cuando derroto a la muerte, la puso fuera de acción, y la hizo inefectiva. De esta manera, el regalo de la gracia, revelado en Cristo, fue acabar con la muerte eterna. El resultado final es que, la oscuridad de la muerte, donde vivimos, sacó “a luz la vida y la inmortalidad” por la muerte misma de Cristo, haciéndonos parte de la inmortalidad donde Cristo vive ahora.
Pablo finalmente habla que la “luz” y la “inmortalidad” son la esencia del evangelio de Cristo.
Ese evangelio ofrece perdón a quienes lo aceptan y los rescata del castigo por el pecado, cuya consecuencia es la muerte eterna. Pero ese evangelio también nos libra del poder del pecado, y un día, cuando estemos con Dios, seremos salvos de la presencia del pecado. Por esta poderosa razón el creyente no debe avergonzarse de este evangelio.
“… del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles”. Del poderoso evangelio encarnado en la obra redentora de Cristo, Pablo se reconoce como un portavoz en la primera línea del combate. Frente a los temores de Timoteo, por las exigencias mismas del ministerio, le recuerda que, si bien está preso, él fue “constituido” con asignación divina, como: predicador, apóstol y maestro, no de cualquier mensaje, sino del evangelio de Cristo.
Un depósito guardado en los cielos “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros” (2 Timoteo 1:12-14).
En no pocas ocasiones Pablo habla de haber sufrido por causa del evangelio, pero su sufriendo no era estoico, pues su causa era la más digna que mortal alguno pudiera enfrentar. Y tales sufrimientos eran visto por Pablo como necesarios antes de irse con su Señor, cuya seguridad la describe como un depósito (término bancario) asegurado en el cielo. Pablo nos deja en este texto la seguridad de la salvación del creyente, al hablar de una vida segura más allá del sol.
“Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo…”. Los sufrimientos de Pablo fueron reales, de hecho, en su misma conversión se le profetizó cuánto sufriría por el Señor (Hechos 9:16). Cuando uno lee a Lucas, narrando el ministerio de Pablo en el libro de los Hechos, su sufrimiento fue una nota constante hasta llegar a Roma para el martirio final. En 2 Corintios 11:23-29) encontramos al hombre que sufrió por causa del evangelio, pero sin
avergonzarse.
“… porque yo sé a quién he creído…”. Esta porción del texto contiene un mundo de teología. La conversión y convicción de Pablo, además de ser uno de los casos más notorios y sonados del Nuevo Testamento, es un ejemplo para todos los que vinieron después de él, y darnos la certeza también de saber en quién hemos creído. Con estas palabras vemos a un hombre convencido del tierno amor y la absoluta fidelidad de Dios al dar a Jesucristo como el Salvador.
“… poderoso para guardar mi depósito para aquel día”. No hay sombras de dudas en la salvación cuando se tiene un encuentro como lo tuvo Pablo con Cristo. En todo caso, una gran certeza de la vida eterna es lo que gobierna el corazón de un verdadero creyente. Los “depósitos” terrenales se pierden, por diferentes razones, pero los celestiales están seguros, porque allí “ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mateo 6:20). Dios custodia mi depósito en el cielo.
Bob Utley comentando la frase «es poderoso para guardar» dice que es una maravillosa expresión descriptiva de Dios (ver Romanos 16:25; Efesios 3:20; Judas v. 24). ¡Dios no solo es poderoso, sino que está dispuesto a proteger nuestra profesión de fe en Cristo (ver 1 Pe 1:4–5) y nuestro fiel estilo de vida! La salvación es iniciada por Dios, producida y consumada por él. Lo mismo sucede con la vida cristiana” (Las Cartas Pastorales a Timoteo Y Tito: El Cuarto Viaje Misionero de Pablo. Lecciones Bíblicas Internacional, n.d.), 2 Ti 1:12. “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste…”. Pablo pasa de esa encumbrada teología, donde habla de su seguridad eterna, para volver al consejo terrenal a su discípulo, animándolo a retener toda la enseñanza que de él ha recibido. Timoteo fue increpado a guardar “las sanas palabras”, porque Pablo sabía del error latente que estaban trayendo los falsos maestros.
Un discípulo verdadero es una copia exacta de un maestro verdadero, y eso fue Pablo. ¿Cómo debería Timoteo retener esas sanas palabras? Pues a través de “la fe y amor que es en Cristo Jesús”. Esta frase nos indica que para respaldar efectivamente las “sanas palabras” del evangelio debe haber un respaldo personal de mi fe en Dios y en el amor que dispenso a mi Señor Jesucristo. En este sentido el creyente depende de Dios para que el Espíritu Santo hable a través de su enseñanza. Su predicación, debe estar respalda con el toque del amor en Cristo.
“Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”. Pablo ya ha hablado de un depósito celestial, pero le aconseja a su discípulo de guardar un depósito terrenal, ¿a qué se refiere? Es el depósito del Espíritu Santo. La idea del texto es que los creyentes deben guardarlo, pero el Espíritu Santo sigue siendo el medio y el poder por el cual esto se deposita. Es responsabilidad del creyente ser un “deposito santo” por ser morada del Espíritu Santo.
Jesús ascendió al cielo, pero nos dejó la promesa “del otro Jesús”, el Espíritu Santo. Pablo le dice a Timoteo, y con eso nos da la seguridad, que ese Espíritu ahora “mora en nosotros”. Amen.
Figelo y Hermógenes, los desertores
“Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes. Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas, sino que cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló. Concédale el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día. Y cuánto nos ayudó en Éfeso, tú lo sabes mejor” (2 Timoteo 1:15-18).
Pablo termina este capítulo con una visible decepción, pero también con una nota de gratitud. Ambas reacciones del espíritu fueron el producto de la inversión hecha en la vida de sus discípulos, tocándole vivir el dolor que trae al corazón la deserción de aquellos en quienes se había invertido, pero también el gozo por la demostración de amor de los discípulos agradecidos.
“Ya sabes esto, que me abandonaron… Figelo y Hermógenes”. Este texto es muy revelador. Pablo habla de haber sido abandonado por un gran grupo de hermanos:“todos los que están en Asia”. No sabemos las razones y los detalles de ese abandono, pero un buen grupo de ellos se volvieron en contra de Pablo. Tampoco tenemos información de este Figelo y Hermógenes, como tampoco sabemos las razones del abandono de Demas y Alejandro, mencionados 2 Timoteo 4:10 y 14. Muchos de nosotros también hemos sentido esta decepción.
El comentarista Stanford Orth tiene dos probables causas para estas deserciones: “Es posible que los que no querían asociarse con Pablo también rechazaran algún aspecto de su doctrina y, por eso, el apóstol relaciona los dos problemas: la falta de lealtad y el no mantener la sana doctrina” (Estudios Bı́blicos ELA: Toma La Estafeta (2da Timoteo) (Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C., 1993), 45.
Cuando vemos esta abrupta revelación, y pensando en toda esta gente que abandonó a Pablo en Asia, es probable que la exhortación hecha a Timoteo (1:10), encaja allí, cuando le pidió a su discípulo no avergonzarse de él por estar prisionero, como lo estaba haciendo esta gente, pensando que Pablo ya no era un héroe de la fe, sino un prisionero dejado en Roma. Si esto fue así, entonces muchos no estaban dispuestos a seguir siendo fiel a alguien que estaba preso.
“Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo…”. Contrario a los otros, ahora tenemos a uno de sus discípulos fieles, a quienes Pablo no ahorra su tinta para describir sus virtudes y cualidades como un servidor suyo. Este es el caso de Onesíforo. Pablo destaca dos grandes cualidades en este discípulo: su don como consolador y su diligencia en ayudar. El amor por su maestro lo llevó hasta sus prisiones para consolarlo y darle la mayor asistencia posible.
El hecho de que Pablo dedique estos tres versículos para describir el ministerio de este hombre de Dios, es para presentar a Timoteo, y a los lectores de la carta, como un auténtico ejemplo de lealtad de quien era su mentor en medio de las circunstancias más adversas, las críticas de los desertores, y los peligros de un lugar como Roma. En conclusión, imitemos a Onesíforo en su amor y valor, en lugar de la cobardía de Figelo y Hermógenes en su abandono al apóstol.
“Concédale el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día”. Curiosamente el nombre de Onesíforo significa “el que trae provecho”, y por el testimonio dejado por Pablo, este hombre honró su nombre. De esta manera, la oración de Pablo por él es para que el Señor le conceda su misericordia. Las recompensas no se hacen esperar para los hombres fieles, y este discípulo se caracterizó por una visible fidelidad.
La naturaleza del ser humano tiende a ser egoísta, e ingrata, en lugar de ser agradecidos. Pablo experimentó el impacto del abandono, así como su Señor Jesucristo también lo había experimentado con la traición de Judas. Los pastores experimentamos también la deserción de los hermanos, pero también la lealtad de unos muchos de ellos.
Esforzándose en la gracia del Señor Jesucristo “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:1-2).
Pablo dedicó todo el capítulo anterior para recordarle a su “amado hijo en la fe” todos los recursos espirituales de los cuales era poseedor. Lo transmitido por la instrucción en la Palabra a través de la diligencia temprana de su abuela Loida y su madre Eunice, así como el “don de Dios que está en ti”, lo lleva ahora a demandar de Timoteo su compromiso de trabajo. Es como si Pablo le dijera: “Timoteo, no hay excusas para hacer la obra, es hora de trabajar”.
“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”. Ya Pablo ha dejado claro la fragilidad de su discípulo en textos anteriores, de esta manera, seria fútil y de poco sentido pedir a Timoteo esforzarse por sí mismo. El esfuerzo requerido es en la gracia de Cristo. Y este principio sigue siendo el mismo para todos nosotros. La obra del Señor demanda nuestro esfuerzo, pero a través de su gracia, porque no podemos hacer la voluntad de Dios confiando en nosotros mismos.
Vidal Valderrama, comentando esta exhortación de Pablo, ha dicho: “Puesto que para afrontar las pruebas es necesaria la gracia del Señor, un discipulador debe hablar con autoridad a sus hijos espirituales, a los cuales—y por el amor que les tiene—debe dar órdenes sin titubeos” (Comentario Bı́blico Del Continente Nuevo: 1 Timoteo, 2 Timoteo, Tito (Miami, FL: Editorial Unilit, 1996), 139.
“Lo que has oído de mí ante muchos testigos…”. El versículo 2 de este texto ha sido tomado para hablar de las cuatro generaciones de discípulos, y la “generación Pablo” es la primera que dio inicio a la revolución más grande de seguidores de Cristo que se conozca hasta hoy. Pablo aparece como el primer discipulador, pidiéndole a Timoteo seguir su ejemplo, discipulando a otros, como ya Pablo lo había hecho. Este será el inicio de la “visión del discípulo en cadena”.
“… esto encarga a hombres fieles…”. Después de la “generación Pablo” viene la “generación Timoteo”, y él ha sido llamado, de acuerdo con esta “cadena discipular”, para preparar a los “hombres fieles”. ¿Qué significa todo esto? Que Timoteo debería escoger a hombres con una comprobada solvencia de fidelidad para la continuidad de la obra del Señor. Los “hombres fieles” son aquellos con una devoción por el Señor, dispuestos para ser discipulados, porque ellos harán lo mismo llegando a ser transmisores para el futuro (Efesios 6:21; Colosenses 1:7).
“Que sean idóneos para enseñar también a otros”. Con la generación “otros” se completa el ciclo en el discipulado. Alguien dijo que hay cristianos fieles que no saben enseñar, y hay cristianos muy capaces para enseñar pero que no son fieles”. Entonces ¿a quién escoger? El pastor conoce a esos hombres y mujeres fieles, quienes a su vez son idóneos. Ellos deben ser los encargados de transmitir a esos “otros” lo ya recibido, y de esa manera no se rompe la cadena.
El discipulado multiplicador es la estrategia bíblica que nos asegura un crecimiento integral, balanceado y sustentable en el tiempo. La llamada “generación Pablo” es tomada en una iglesia por el pastor, este a su vez debe involucrar a sus “Timoteos”, ellos a su vez tendrán a los “hombres fieles”, y estos seguirán con la generación “otros”.
Mantener esa visión de esa cadena nos asegura formar una generación de discípulos fieles, idóneos y comprometidos en la iglesia. Soldado, atleta y agricultor (primera parte) “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (1 Timoteo 2:3-4) Pablo era un maestro en el arte de las figuras literarias, como el símil o las metáforas, para mostrar enseñanzas fáciles de seguir. En este solo texto se vale de tres actividades distintas, tales como la del soldado, el atleta y el agricultor para mostrar cómo la perseverancia y la disciplina son aliadas necesarias para un ministerio victorioso.
“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo”. Si alguien sabía sobre el sufrimiento era Pablo, por tal razón, el ejemplo dado a Timoteo como un “soldado” era para que considerara los sufrimientos y las penalidades como parte de su ministerio. Pero no sería como cualquier soldado, sino un buen soldado. En el tiempo de Pablo los buenos soldados eran modelos de la obediencia máxima, lealtad perfecta y una devoción hasta el sacrificio.
Si alguien conocía a un soldado era Pablo, porque no fueron pocas las veces que él permaneció atado con una cadena a ellos. En Efesios 6:10-20 usa esa figura para invitar al creyente a ponerse “la armadura del soldado” con la que ilustra la necesidad de estar preparados, porque la lucha del creyente no es contra carne ni sangre, sino contra principados y potestades. A Timoteo también se le invita a ponerse la armadura del soldado para defender su ministerio.
“Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida…”. Un soldado tiene una misión doble: defender a su patria y ser fiel al jefe que está por encima de él. Y cuando Pablo aplica esta verdad al ministerio, la idea no es tanto enredarse en una vida de placeres, sino más bien en evitar aquellas actividades personales que ocupen su pensamiento, su tiempo y el esfuerzo que sólo debe ser dedicado a Dios. El sentido de esta oración es la de tener un equilibrio en todo.
El término “enredarse” sugiere la idea de no llevar consigo demasiado armamento que pudiera estorbarle al momento del combate. La meta del soldado era agradar al que lo incorporó al batallón. Timoteo sabía que, como un “buen soldado”, debería agradar a Jesucristo quien lo alistó para su batalla. La vida militar está envuelta en una actividad militar, así también, la vida pastoral demanda una actividad pastoral, y como buenos soldados, somos llamados a cumplirla.
Vidal Valencia comenta esta figura, diciendo: “El cristiano sufrirá penalidades, pruebas, hambre, peligros, trabajos, cansancios, persecuciones y tal vez hasta prisión. Su conducta se compara a la de un soldado siempre listo para marchar, ir al frente, pasar peligros, y aun morir si fuera necesario” (Comentario Bı́blico Del Continente Nuevo: 1 Timoteo, 2 Timoteo, Tito (Miami, FL: Editorial Unilit, 1996), 141.
Soldado, atleta y agricultor (segunda parte)
“Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente” (2 Timoteo 2:5).
Las figuras del símil con las que Pablo está comparando el carácter, la disciplina y la determinación de Timoteo para su ministerio, son un fiel reflejo de su propio modelo de vida, porque, en efecto, Pablo fue un soldado en su sufrimiento, un atleta en la constancia de su meta y un agricultor en la constante siembra del evangelio (1 Corintios 3:6). Un ministro de Jesucristo no sería fiel, como Pablo califica a Timoteo, si no vive a la altura de estas tres disciplinas.
“El que lucha como atleta…”. Pablo tenía un conocimiento cercano de los juegos olímpicos, especialmente los célebres juegos ístmicos de la Grecia antigua. Era tal su conocimiento que llegó a decir: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura…” (1 Corintios 9:26). El atleta se prepara para la carrera, y él sabe que una vez en ella, debe luchar por el premio anhelado. El sentido de esto es una lucha constante en el ministerio, sin parar, hasta su final.
La “lucha legítimamente”. En la misma figura del ministro como “atleta”, se le presenta la tentación de luchar de una manera no legitima; eso es, usando métodos que al final lo desacreditaran. No son pocos los atletas que han sido descalificados, aun ganando, por haber usado métodos “ayudadores” en la competencia. “Luchar legítimamente” es hacerlo de acuerdo con las normas establecidas. La transparencia en el ministerio será la mejor carta de presentación.
Según las costumbres antiguas, los atletas deberían entrenarse por los menos unos diez meses antes de las competencias. Ese tiempo incluía ejercicios necesarios, y los competidores solían someterse a una dieta especial, debidamente vigilada antes de participar. Si estos requisitos no eran previamente guardados, y nadie podía inscribirse, y menos competir. Lo sabido hasta ahora es que, si alguien luchaba ilegítimamente, sería descalificado, aun habiendo ganado la carrera. Ese principio sigue hasta el día de hoy. En no pocos juegos olímpicos se han descalificado a los atletas que ganan haciendo fraudes.
“… no es coronado”. La meta final del competidor es la corona. En los juegos olímpicos (a propósito en esto hace apenas unos días se realizaron los juegos olímpicos en Francia), la medalla es la meta de cada atleta. Nadie se prepara y compite solo para hacer una carrera; debe haber un premio, una corona, una medalla, porque no tendría sentido la carrera. En la vida cristiana todos competimos en la “carrera que tenemos por delante”, pero con la diferencia que la corona será para todos y ya está segura.
En este sentido, nuestra carrera, además de ser legitima, la hacemos puesto los ojos en Jesús (Hebreos 12:2–3); pero a su vez, lo hacemos absteniéndonos de todo lo que impida nuestra carrera, para recibir al final una corona incorruptible, y no corruptible, como el mundo la da.
Pablo en sus últimos días, estando a punto de morir, dijo con satisfacción: He acabado la carrera
(2 Ti. 4:7). Con estas mismas palabras debiéramos acabar nuestra lucha como creyente y como ministros de la palabra de Dios.
Soldado, atleta y agricultor (tercera parte)
“El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero. Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo” (2 Timoteo 2:6-7).
Pablo finaliza esta parte con la figura del agricultor. Esta comparación fue para recordarle a Timoteo la importancia del esfuerzo y la paciencia como virtudes necesarias para el trabajo ministerial. Una diferencia entre el atleta y el agricultor es que, mientras a uno se le demanda velocidad para ganar la corona, al agricultor se le demanda paciencia para obtener los frutos. Al final, la idea de estas tres figuras es mostrarnos que, el esfuerzo y la disciplina dejan sus frutos.
“El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero”. La manera como está construida esta oración sugiere el posible contraste con un agricultor indolente, quien no prepara la tierra ni se esfuerza en cuidar la semilla y la planta hasta ver el fruto. Los labradores antiguos y en algunos casos hasta hoy, se les demandaba un esfuerzo arduo.
Tengo en mis memorias a mi padre como un campesino, quien trabajaba de “sol a sol”hasta ver el fruto de su trabajo. No fueron pocas las ocasiones que disfruté con él ayudándolo a sembrar y después disfrutar del fruto de sus siembras.
“… debe trabajar primero”. Como la comparación de Pablo es para aplicarla al ministerio, la palabra clave es trabajar. En esto también está implícito el vocablo “cansarse”, hasta llevar a la persona a una “labor ardua y esforzadamente”. Y para que Timoteo entendiera la figura, Pablo mismo se puso como ejemplo como hacedor de tiendas (1 Corintios 4:12). La idea de la figura es presentar las demandas del ministerio como el de un agricultor, quien se esfuerza arduamente.
“… para participar de los frutos…”. Este es el fin de quien siembra con esperanza. Nada produce más gozo en un agricultor que el ver el nacimiento del fruto de su tierra. Y de igual manera, nada produce más gozo en la vida de un ministro como cuando ve que se cumple lo dicho por Pablo: “Yo sembré, y Apolos regó, pero el crecimiento lo da Dios”. Y así como el agricultor tiene su recompensa en el fruto, el obrero del Señor será también recompensado.
“Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo”. Esta exhortación no es aislada, ni de menos importancia al final la sección. Pablo, usando tres analogías amonesta y advierte a su joven pastor a poner atención a lo valioso de su ministerio y a poner su entendimiento en todo, con el propósito de aplicar lo dicho por su maestro, quien era un hombre dirigido por su Señor en todo. El anhelo de Pablo era para que su discípulo viviera bajo el señorío de Cristo.
El comentarista Reuss, ha resumido estas figuras, diciendo: “La prontitud para el sufrimiento es para todo cristiano una característica del auténtico seguimiento de Cristo. La entrega plena e incondicional para seguir de cerca a Cristo, juntamente con el ánimo de soportar todo lo duro y difícil, es lo único que conduce a la meta”. Acuérdate de Jesucristo “Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio, en el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; mas la palabra de Dios no está presa. Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2:8-10).
Pablo sabía de la persecución a la que podía ser sometido su discípulo, pues él mismo en este texto revela su condición como preso por predicar a Cristo. Pablo era realista al darle a Timoteo esa palabra de ánimo, sobre todo por su condición frágil como ya lo ha hecho notar anteriormente. Cuando somos llevados a hacer algo distinto en la vida cristiana, contrario a lo que somos, aquí tenemos el recordatorio de Jesucristo, la razón más grande para seguir adelante.
“Acuérdate de Jesucristo…”. Como si no fuera suficiente los tres ejemplos anteriores para imitar (soldado, atleta y labrador),aquí tenemos el ejemplo supremo (Jesucristo) para llevar adelante la tarea. La palabra “acuérdate” es importantísima en esta oración, porque ella ayuda al ministro del Señor a saber del respaldo que tiene a la hora de la aflicción. Ninguna ayuda será mejor que la Suya, frente a todo sufrimiento, decepción, desánimo o fracaso ministerial.
¿Qué quiso comunicar Pablo con el ejemplo de Jesucristo? Al señalar que Jesucristo fue del linaje de David, resucitado de los muertos, reveló con esto la grandeza y el triunfo del Señor. Era la comprobación profética de Cristo como el auténtico Mesías. Jesucristo nació rey por el linaje de David, fue avergonzado con una corona de espinas, pero resucitó victorioso coronado de gloria. Así pues, su muerte dio vida, su cruz le dio una corona y su humillación le condujo a la exaltación.
El comentarista William Hendriksen, citando las palabras de Pablo “acuérdate de Jesucristo resucitado de los muertos”, dice: Habiendo sido resucitado de una vez por todas de la esfera en la cual reina la muerte, Jesucristo ahora permanece para siempre como el resucitado; por eso se llama el que vive según la visión de Apocalipsis 1:17, 18.
“… en el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor”. Pablo era un apóstol, no era un “malhechor”. Esa palabra se usaba para calificar a los ladrones, asesinos, traidores y otros semejantes. Curiosamente esta palabra usada por Pablo se menciona dos veces en el NT, y la primera vez fue usada para los acompañantes de Jesús en su crucifixión (Lucas 23:32–33), y ahora Pablo la usa para hablar de la humillación a la que está siendo expuesto.
“… mas la palabra de Dios no está presa”. El evangelio siempre estará libre, aunque sus portavoces estén presos. Es más, y en el caso de Pablo, la palabra de Dios fluyó con tanta libertad, que Pablo habla de la cantidad de presos alcanzados por Cristo. Acordémonos de la conversión masiva en la cárcel de Filipo, incluyendo al carcelero y su familia. Pablo “engendró” a Onésimo en la cárcel (Filemón 1:10), y nos ha dejado este testimonio de los frutos de su sufrimiento en la cárcel de acuerdo con Filipenses 1:12-14.
“Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos…”. Aquí está la razón del sufrimiento de Pablo. Él amó tanto a los hombres, como Cristo lo había amado también a él. Pablo aceptaba esos sufrimientos, no como un estoico, sino con el propósito de que los escogidos conocieran a Cristo y fueran salvados. Esta inversión era sabia. Pablo sabía que esos sufrimientos eran pasajeros comparados con la gloria venidera que estaba a punto de manifestarse (2 Corintios 4:17).
Vale la pena cualquier sufrimiento en el evangelio si el resultado es la conversión de los perdidos. No será lo mismo sufrir por nuestras faltas, que sufrir por las faltas de otros.
Él no puede negarse a sí mismo
“Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará. si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2:11-13).
El presente texto al parecer fue citado por Pablo como parte de un antiguo himno cristiano para quienes llevaban la cruz del sufrimiento. Y si esto fue así, hay una armonía con los textos previos que nos hablan del sufrimiento de esos hombres de Dios, por causa del evangelio, quienes expusieron sus vidas hasta la muerte.
Es un texto admirable, donde la preposición “si” nos conecta con una inigualable promesa, dándolas como ciertas, no por nuestra fidelidad, sino por la del Señor.
“Palabra fiel es esta…”. Con esta expresión Pablo anticipa la importancia y la seguridad de las declaraciones siguientes. Cada frase, precedida de un “si” condicional, nos revela las benditas recompensas que esperan a los cristianos que han sufrido por Cristo Jesús y su evangelio. Pablo no soslaya la realidad de las penalidades, pero al final valen la pena por la corona que nos espera.
Otra vez, esta “palabra fiel” no es dada por los hombres, sino por el Dios de esas promesas. “Si somos muertos con él, también viviremos con él”. Si este texto fue usado como parte de un himno litúrgico (algunos creen que era usado en el bautismo), Pablo identifica esta relación espiritual del creyente con el Señor en sus sufrimientos, asegurándonos que, así como Cristo murió y venció, nosotros también moriremos, pero de igual manera “viviremos con él”.
Stanford Orth, en su comentario bíblico, dice: “Esta primera línea es muy parecida a Romanos 6:8 que dice que el creyente se identifica con Cristo en su muerte y también en su resurrección. El poema que Pablo cita tiene esta base bíblica para decir que la muerte es el camino que lleva a la vida” (Estudios Bı́blicos ELA: Toma La Estafeta (2da Timoteo) (Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C., 1993), 69.
“Si sufrimos, también reinaremos con él”. La gramática de este texto da por sentado los sufrimientos del creyente. Pero nuestros padecimientos no se quedan como en el estoicismo, sin esperanza. La promesa más bien es que, para quienes padecen serán consolados con la seguridad de que reinarán con Cristo en el futuro. Esa misma promesa la dijo Pablo en Romanos 8:17: “si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.
“Si le negáremos, él también nos negará”. Las declaraciones previas fueron positivas, pero ahora nos encontramos con una advertencia negativa, y muy seria. Pablo sabía de personas que al final negaban a Cristo. No todos son capaces de soportar el sufrimiento por causa de Cristo, y al final terminan dejando el Camino. Ya Jesucristo nos había advertido de la no entrada al cielo por el Padre a aquellos que también le negaron en la tierra (Mateo 10:33).
“Si fuéremos infieles, él permanece fiel”. Si bien la cláusula anterior contiene una advertencia solemne, en esta otra se retoma el mensaje de esperanza. “Infieles” es una palabra dada para describir la inestabilidad espiritual, así como la conducta fluctuante del creyente. Y aunque esto es una realidad, pues lo contrario debería ser una fidelidad constante, la promesa de Dios es que “, él permanece fiel”.
¿Por qué Dios permanece fiel? Porque “Él no puede negarse a sí mismo”. Dios es perfecto en su carácter y en sus atributos, por lo tanto, ninguna acción nuestra estará en conflicto con Su carácter. Si bien los hombres fallamos en cuanto a fidelidad, Dios permanece fiel a sus promesas, esperando nuestro arrepentimiento. Dios no puede negarse a sí mismo; eso es, Él no cambia su modo de ser porque nosotros si cambiamos siempre. Él es un Dios inmutable (He. 13:8).
El llamado de este himno antiguo es a ser fiel en todo al Señor, porque Él permanece siempre fiel rodeándonos con su inagotable amor y renovando cada día sus misericordias. Como obrero que no tiene de qué avergonzarse “Recuérdales esto, exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes. Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:14-15).
En esta otra carta Pablo ha seguido dándole consejos a su joven pastor a través de varios temas que incluyen doctrinas, analogías, y hasta advertencias. Ahora nos lleva en estos textos por senderos de sabiduría, para que enseñar al ministro a ser sabio en la comunicación del evangelio.
Su énfasis se centrará en el pastor como un maestro aprobado. He aquí su recomendación. “… exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras”. Se sabe que una de las leyes de la enseñanza es la repetición, y Pablo es un maestro en esto, por eso comienza esta parte con la palabra “recuérdales”. Esta forma imperativa tiene el propósito de comunicar un deber pastoral, expresado como una orden. Solo en este texto tenemos seis de estos imperativos: Recuérdales (15), procura (15), evita (v.16), huye (v. 22), sigue (v. 22), desecha (v.23).
¿Qué debe recordarles Timoteo a sus hermanos? Que, poniendo al Señor como testigo, no entren en discusiones sobre palabras, como aquellas interminables de las genealogías, las tradiciones, días, comidas, bebidas, reposo, preceptos, etc. Es un llamado a no perder el tiempo en esto, y le aconseja más bien a dedicarse a las doctrinas fundamentales de la salvación.
“… lo cual para nada aprovecha…”. Estas discusiones de acuerdo con el consejo de Pablo, el único provecho es para la perdición de los oyentes; y esto ha sido cierto para cada época. Cuando el ministro del Señor se enfrasca en esas discusiones donde solo hay posiciones y criterios humanos, pierde de vista los asuntos más importantes, especialmente los que apuntan a la real edificación del cuerpo de Cristo y el de alcanzar al perdido para Cristo.
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado…”. Este, por cierto, es una de las partes más desafiantes de este texto. Es como si Pablo le dijera a Timoteo: “En lugar de entrar en esas discusiones estériles, asegúrate de estar aprobado delante del Señor”. ¿Y cómo saber que soy un obrero “aprobado?”. Todo dependerá de cómo uso la Palabra de Dios. Si la uso para las contiendas vanas, estoy descalificado, pero si la uso para edificación, estaré aprobado delante de Dios.
“…, como obrero que no tiene de qué avergonzarse…”. Este texto es como la prueba de fuego del ministro. Si bien es importante ser aprobado delante de los hombres, más lo será delante de Dios, a quien vamos a dar cuenta. Por tal razón, debemos procurar que nuestros actos o acciones no nos avergüencen cuando estemos delante del tribunal de Cristo. El contexto nos emplaza al uso adecuado de la Palabra, y no que el mal uso de ella me traiga vergüenza.
“…que usa bien la palabra de verdad” ¿Cuál es el sentido de esta declaración? El obrero que aspira ser aprobado debe procurar con diligencia hacer un buen uso de la Biblia. Como maestro de la Palabra debo ser cuidadoso, celoso al exponerla, fiel a su contenido, esperando que al estudiarla, enseñarla o predicarla, sea un exponente fiel, para que solo Ella haga el trabajo de conversión en el incrédulo, y para la edificación al cuerpo de Cristo.
William Hendriksen comenta: “El hombre que usa correctamente la palabra de verdad, no la cambia, no la pervierte, no la mutila ni la distorsiona, ni hace uso de ella con un propósito malo en el pensamiento. Por el contrario, interpreta las Escrituras en oración y a la luz de las Escrituras. Aplica su sentido glorioso, en forma valiente y con amor, a situaciones y circunstancias concretas, haciéndolo para la gloria de Dios, la conversión de los pecadores y la edificación de los creyentes”.
El fundamento de Dios es firme
“Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad. Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos. Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (1 Timoteo 2:16-19).
En la anterior entrega quedamos hablando del “obrero aprobado”. Si el énfasis de esa aprobación se califica en la manera cómo el ministro usa la Palabra de Dios, el presente texto toca las advertencias de seguir otro camino, incluyendo la desviación de dos “discípulos” mencionados por Pablo. De ser así, los dos textos están íntimamente conectados, con el agregado de la firmeza que nos da Dios para quienes solo seguimos su camino sin desviación alguna.
“Mas evita profanas y vanas palabrerías…”. Pablo ha venido presentando una advertencia muy seria a su joven pastor, para evitar “las conversaciones inútiles y necias” como traduce la NTV (Nueva Traducción Viviente”. La razón para mantenerse a distancia de esto es porque quien esto sigue va en un camino prolongado de iniquidad. Era un hecho la presencia de los falsos maestros con sus doctrinas en la iglesia, y esta advertencia solo se detenía usando “la palabra de verdad”. “… de los cuales son Himeneo y Fileto…”. Pablo ha hablado de “la palabra de verdad”, pero ahora introduce la palabra que “carcome” (destruye y corroe), y quienes estaban haciendo esto eran un tal Himeneo y Fileto. No se sabe quiénes eran estos hombres, pero el resultado de desviarse de la verdad los delata, por haber incurrido en la herejía respecto a la negación de la doctrina de la resurrección, la más grande verdad para la fe y la unidad de la iglesia. A estos hombres Timoteo debería evitar.
William Hendriksen hace esta pregunta: “¿Pretenden estos pseudomaestros estar avanzando, estar haciendo progreso? “Cierto”, dice Pablo. “Ellos avanzarán … hacia más impiedad”. ¡Extraña forma de avanzar! Ellos avanzarán derecho hacia adelante con firmeza, quitando todo obstáculo, avanzando hacia su meta: un aumento de la impiedad. Pablo sabía usar la ironía en forma efectiva”.
“Pero el fundamento de Dios está firme…”. Esta es una palabra muy alentadora. Es cierto que seguirán apareciendo hombres reprobados en sus creencias, charlatanes y herejes, pero hay un fundamento firme sobre el cual la iglesia se ha construido, y ese fundamento es Cristo (1 Corintios 3:11). Como lo dijo el salmista, si Dios está en medio de ella, esa ciudad no será conmovida (Salmos 46:5). Pero, además, su reino no puede ser conmovido (Hebreos 12:28).
“… teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos…”. Nos gozamos al saber que el fundamento de Dios tiene un sello (no solamente una inscripción). Este sello puede indicar autoridad o protección, como el sello de la tumba de Jesús fue sellada (Mateo 27:66). Otros piensan en una marca de propiedad de acuerdo con (Cantare 8:6). En fin, ese sello es divino, y Dios conoce a los suyos, pues ellos han sido sellados con el Espíritu Santo (2 Corintios 1:22).
“Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo”. Los que “son suyos”, e invocan Su nombre, deben apartarse de toda iniquidad. Estas no son palabras de advertencias, sino de los anhelos divinos. Los que somos de Cristo, y no comulgamos con las doctrinas desviadas como Himeneo y Fileto, debemos optar por el camino de la santidad.
La seguridad del creyente está garantizada por el sello, pero su vida debe parecerse a uno que ya ha sido sellado. La seguridad y la pureza están completamente unidas, por esta razón la Biblia nos advierte acerca de quiénes no entrarán en el reino de los cielos (Mateo 7:23-24).
Instrumento para honra
“Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” (2 Timoteo 2:20-21).
Hemos dicho que Pablo es un maestro en las analogías, como lo fue nuestro Señor Jesucristo, usando ejemplos cotidianos para enseñar verdades eternas. En el texto anterior nos habló de un “fundamento firme”, como el de un edificio sobre el cual se edifica la fe; ahora nos presenta la figura de una “casa grande” con todos sus utensilios, unos para usos honrosos y otros para usos viles. El propósito de esta ilustración es mostrar a Timoteo el impacto de una vida que se santifica para el Señor.
“Pero en una casa grande…”. Para Pablo la “casa grande” es la iglesia, y al referirse a sus “utensilios” de oro, plata, madera y barro, es una manera de representar a todos los miembros de esa “casa” en su fortaleza, siendo unos fuertes y otros débiles. Si a esto le agregamos el uso de los dones (los utensilios para ser usados), veremos como unos son usados para servicios más elevados y otros para los más humildes, pero todos necesarios para el buen funcionamiento de la iglesia.
“… y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles”. Si seguimos a Pablo en su pensamiento anterior de los que se desviaron de la fe, tales como Himeneo y Fileto, podemos encontrar alguna conexión entre los creyentes verdaderos (los de usos honrosos), y los que se desvían en sus doctrinas erradas (los de usos viles). Aquí también podemos clasificar a los creyentes fieles y a los infieles, al momento de usar sus vidas para honra o para la deshonra.
“… si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra…”. El mensaje central de toda esa metáfora es la necesidad de la limpieza para un mejor uso. Esto significa que en Dios siempre habrá esperanza. Esto nos revela la importancia de cambiar (ser limpiado), si nos hemos apartados, de allí el condicional “si alguno se limpia”. Quien esto hace será promovido a un nivel de vida espiritual con una mayor vida santificada y útil para el Señor.
William Hendriksen, comenta esto, diciendo: “Ahora, si alguno se limpia efectivamente, será utensilio para honra. La realidad surge de la figura: una vasija de mala calidad siempre será una vasija de mala calidad, pero la gracia de Dios capacita al pecador para ser santo, un utensilio para honra. Tal persona, habiéndose limpiado, está santificada” (Comentario Al Nuevo Testamento: 1 Y 2 Timoteo Y Tito (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 306.
“… y dispuesto para toda buena obra”. Este es el fin de lo expuesto por Pablo en el uso de esta metáfora. Al final no importa cuál sea el utensilio (oro, plata, madera o barro), el énfasis recae en la necesidad de la limpieza. En efecto, si el servicio ministerial de cada miembro de la iglesia es importante, la limpieza de todo creyente deberá ser indispensable. Una vida limpia delante del Señor tiene la garantía de ser usada poderosamente en esta “casa grande”.
Huye de las pasiones juveniles
“Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor. Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas” (2 Timoteo 2:22-23)
Siguiendo con la metáfora de los utensilios de la “casa grande”, Pablo prosigue con una larga exhortación a su joven discípulo, en el sentido de continuar limpiándose de “estas cosas”, para convertirse en un instrumento adecuado al servicio del Señor. Y ahora, en ese mismo contexto, le demanda a Timoteo a tener un sumo cuidado, pues por ser joven, las tentaciones están presentes, y estas se oponen a la limpieza del corazón. Por esta razón, Timoteo debe estar alerta.
“Huye también de las pasiones juveniles…”. Este texto casi siempre es interpretado a la luz de los pecados sexuales, pero esto va más allá que esos deslices de la carne, para referirse también a la falta de madurez. Una juventud sin la dirección del Espíritu puede ser arrogante, indulgente, ambiciosa y hasta necia. La pasión permitida en nuestras vidas debiera ser la del Espíritu, para acometer la obra del Señor, porque la pasión de la carne nos pone fuera de este propósito.
El sentido de la palabra “huir” es el de ponerse a salvo del peligro espiritual que lo amenaza. De hecho, Pablo menciona otras cosas de las que debemos huir, tales como la idolatría, la inmoralidad y del amor al dinero (1 Corintios 10:14; 6:18; 1 Timoteo 6:10–11). Este es un mandato para actuar de una manera radical cuando enfrentamos estos peligros. La idea es no ceder ni negociar con el enemigo, o jugar con fuego. Hay que alejarse rápido del peligro.
Vidal Valencia comenta así: “Aquellos que asisten a reuniones de maldad asegurando que no caerán, a la larga terminan manchados. Timoteo debe huir de los deseos juveniles, y la mejor manera de hacerlo es estar ocupado con Cristo en los negocios del Padre, haciendo su voluntad”.
“… y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz…”. Si hay cosas malas de las que debemos huir, ahora tenemos cuatro cosas buenas para seguir: justicia, fe, amor y la paz. El sentido de estas palabras es que Timoteo siga corriendo su carrera en esta dirección, porque en la medida que haga esto no habrá cabida para otra pasión. Cuando nuestro ministerio está envuelto en estas pasiones espirituales, habrá siempre un deseo de perseguir estas virtudes para agradar a Dios.
“… con los que de corazón limpio invocan al Señor…”. Pablo retoma la palabra “limpio” para seguir en el uso del utensilio que Dios puede utilizar. Hay un empeño apostólico para que el joven ministro cuide su corazón de malas influencias y lo presente limpio para adorar a su Dios, pero a su vez para realizar su trabajo con la seguridad de éxito. Un corazón limpio será siempre un mejor instrumento en las manos del Señor para ser usado en su obra.
“Pero desecha las cuestiones necias e insensatas…”. Además de huir de las pasiones juveniles, Timoteo debe desechar aquello que no le edifica, y entre esas cosas están las llamadas “cuestiones necias e insensatas”. ¿A qué se refiere Pablo con esto? Es un llamado repetitivo para que Timoteo no se rebaje al nivel de los falsos maestros y pierda su tiempo en esas contiendas vanas e inútiles de sus errores doctrinales, sus pecados y sus desviaciones.
En resumen, hay dos cosas de las cuales Timoteo debería huir: de las pasiones juveniles, y de las discusiones sin frutos donde otros (los falsos maestros) andaban consumiendo su tiempo. Contrario a esto, seguir la justicia, la fe, el amor y la paz es andar en pos de un corazón limpio. Nada le hace más bien a la vida cristiana y ministerial que vivir en estas virtudes cardinales.
Cómo debe ser un siervo del Señor
“Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él” (2 Timoteo 2:24-26).
Pablo cierra este capítulo recordándole a Timoteo otras cualidades, además de las ya mencionadas en 1 Timoteo 3. La juventud de Timoteo lo podía incitar a actuar como lo estaban haciendo muchos falsos maestros, y caer con ellos en la diatriba de cuestiones “necias e insensatas”, que era el estilo de vida de estos hombres apartados de la fe. Contrario a esto, Timoteo debe ser un pastor de un carácter ejemplar para ayudar a corregir a otros.
“Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso…”. A Timoteo se la ha comparado como un solado, atleta y agricultor; ahora Pablo lo llama “siervo del Señor”. Por cierto, algunos destacados lideres del Antiguo Testamento se les llamó “siervo de Dios”, incluyendo al mismo Mesías. Con este nuevo nombre se honraba a Timoteo en su servicio al Señor. Y por esa posición de siervo, Timoteo no debe ser un “boxeador”, o rencilloso, que es la traducción de esta palabra.
“… sino amable para con todos…”. Esta cualidad debiera ser un sello distintivo de todo creyente, pero más en la vida de un ministro de Dios. La amabilidad es esa cualidad que nos evita ser ásperos, rudos y mal humorados al momento de tratar a otros. En el caso de un pastor, la amabilidad es como su rostro externo. El pastor debe ser como Demetrio y no un Diotrefe en su relación con los demás. Se sabe que mucha gente se queda en una iglesia por la bondad del
pastor.
“… apto para enseñar, sufrido…”. Entre los tantos dones conferidos a un pastor, el de la enseñanza debe ser notorio. No es lo mismo enseñar alguna clase que ser “apto para enseñar”.
Esto habla de sus cualidades y su preparación. Timoteo tenía que corregir muchas cosas dentro de la iglesia, y una recta enseñanza haría la diferencia en su ministerio, aunque esto lo pasara por el sufrimiento. No todos en la iglesia aceptan la corrección, de allí la manera cómo enseñamos.
“… que con mansedumbre corrija a los que se oponen…”. La situación en la iglesia de Éfeso debió ser muy difícil para el joven Timoteo. Todas estas cualidades de las cuales debería ser poseedor Timoteo las necesitaba aplicar al momento de enseñar. Para los que se le estaban oponiendo en el ministerio, Timoteo debería corregirlo, pero con mansedumbre. La corrección con mansedumbre genera más frutos que una actitud hostil, dura y sin amor.
Cuando se unen la amabilidad y la mansedumbre en la corrección dejamos a Dios que le conceda a los extraviados de la fe que “se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo”. Pablo pareciera decirle a Timoteo que, por medio de su trabajo de corrección, está dejando a Dios su final respuesta a esos quienes quedaron atrapados en los “lazos del diablo”, hasta escapar de su cautivad. ¡Qué privilegio nos concede el Señor en ayudar en esto!
William Hendriksen comenta al respecto: “Esta esperanza puede haber sido expresada de una manera vacilante (“posiblemente … pueda darles”) porque para los seguidores del error el contradecir había llegado a ser un hábito. Aun el oír la verdad les es difícil. Si se iba a producir un cambio, nadie sino Dios podría producirlo. Es el anhelo ferviente de Pablo que pueda todavía efectuarse esa gran transformación”.
El error en la vida de otros debe corregirse con amabilidad y mansedumbre.
Los hombres amadores de sí mismos
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos Evita” (2 Timoteo 3:1-5).
Con este nuevo capítulo Pablo habla de los “tiempos peligrosos”. Su visión de ese escenario radica en el comportamiento de los hombres, pero no de cualquiera de ellos, sino de algunos con apariencia de piedad, y hasta envueltos en la vida de la iglesia, pero cuyos propósitos no son para ayudarla en su edificación y santidad, sino para aprovecharse de ella. A quienes así viven, y actúan, Pablo recomienda a Timoteo evitarlos por el bien de su propio ministerio y de la iglesia.
“En los postreros días vendrán tiempos peligrosos”. La frase de inicio de este capítulo “debes saber esto”, es una especie de información confidencial que Pablo maneja, como si le estuviera recordando a su discípulo el no confiarse en que todo está normal en Éfeso, con los problemas desapareciendo, sino más bien prepararse para esos “tiempos peligros” que se avecinan, como nubarrones, cuya finalidad es el enrarecer aún más el ambiente espiritual de la iglesia.
“Porque habrá hombres amadores de sí mismos…”. Con esta frase, Pablo va a revelar un total de 19 características de estos hombres malvados. La presente lista solo puede ser comparada con Romanos 1:29–31. Estos hombres con semejante naturaleza y estilo de vida están reprobados.
Como todos parten de ser “amadores de sí mismos”; eso es, una corrupción más bajo, moral y espiritualmente, sus vidas solo pueden ser vistas en lo dicho por Pablo: “No hay quien haga o bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:12). No hay tiempo en este estudio para hacer una descripción de cada uno de estos pecados, pero bien le haría al lector analizar estas características, para ver que, el resultado final de estos hombres con sus pecados, carecen de vida espiritual. Tales hombres no tienen amor hacia Dios, a la revelación en Jesucristo, y a su pueblo. Pablo llega a la conclusión que todos estos hombres, por no tener al Espíritu Santo, están propensos a la perdición eterna.
“… amadores de los deleites más que de Dios…”. Esta breve oración pareciera definir el dominio del corazón de estos hombres. El deleite de ellos no es Dios, sino su otro dios, “los deleites” de la carne. La construcción de la frase no sugiere la idea de un amor por Dios en cierta medida. Mas bien significa que no aman a Dios en absoluto. En el deleite de la carne y del mundo no hay cabida para amar a Dios, porque al final no podemos servir a dos señores.
“… que tendrán apariencia de piedad…”. Esto es lo más peligroso y al final lo más revelador.
Quienes así viven son la más clara referencia a la hipocresía en la vida cristiana, porque quieren que otros los vean como hombres devotos a Dios. Sin embargo, en su vida interna, y con su conducta, niegan la eficacia de su fe. La recomendación a Timoteo es para tener discernimiento e identificar a personas como esas y hasta evitar tener con ellos alguna compañía.
Stanford Orth aplica esto, diciendo: “Este versículo nos recuerda que es relativamente fácil participar en las actividades y costumbres cristianas y aun guardar algunas normas de conducta que se esperan de un cristiano. Es posible hacer todo eso sin que el corazón se someta a Dios y sin que la conducta en la familia y las relaciones interpersonales sean dominadas por él”. Estudios Bı́blicos ELA: Toma La Estafeta (2da Timoteo) (Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C., 1993), 102.
La insensatez que será manifestada
“Porque de estos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias. Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad. Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también estos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe. Mas no irán más adelante; porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquellos” (2 Timoteo 3:6-9).
La vida corrupta de esos hombres que se habían instalado en la iglesia, descrita de esa manera tan maligna y perversa, sigue moviendo la pluma de Pablo para referirse a ellos en la manera cómo se introducen sutil y ocultamente en las vidas de los demás, usando el engaño para lograrlo. Como sus intenciones son de continuo al mal, parecidos a los hombres antediluvianos, se valen de sus astucias aprendidas para seducir y atraer a otros a sus falsas enseñanzas.
“Porque de estos son los que se meten en las casas…”. Si seguimos a Pablo en su análisis de los falsos profetas, una de sus astucias al parecer era seducir a las mujeres (independientemente del método), como a seres más vulnerables, y aun aprovechándose de tales debilidades (concupiscencias), las arrastran a sus propias enseñanzas, quizás con el propósito, a través de ellas, alcanzar también a sus maridos. Pablo no especifica esto, pero estaba en el ambiente.
“Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad”. Estas son las características de estas mujeres. Por cuanto no terminan de ubicarse en la verdad, son presas fáciles de tales engañadores. Y por tener esas diversas pasiones carecen de solidez moral y espiritual. Tienen una comezón de oír insatisfecha (4:3), y por tales razones siempre están aprendiendo, y consumiendo cualquier cosa sin logran conocer la verdad.
“… así también estos resisten a la verdad…”. El ejemplo previo de resistencia por un tal Janes y Jambre no es ubicado en el libro de Éxodo, sin embargo, la referencia pudo ser a lo hechiceros, quienes, tratando de imitar a Moisés, presentaron fuerte resistencia a la verdad de las plagas. Los antitipos representados en esos hombres se cumplen en la vida de los nuevos engañadores, cuya principal característica es oponerse a la verdad. La oposición a la verdad siempre ha tenido éxito. ¿Quiénes son estos hombres? Pablo los califica como “hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe”.
Como tales maestros no enseñan la verdad, aun cuando se consideren conocedores de ella, sus entendimientos están corrompidos. Una ilustración aplicada para ellos seria que Dios los ha probado como un orfebre prueba un metal para comprobar su legitimidad, dando como resultado que no son genuinos maestros de la verdad.
“Mas no irán más Adelante…”. Pablo añade la insensatez como la razón por la que estos hombres no irán muy lejos. Lo bueno de esta nota es que, si bien estos hombres aparecen en las iglesias con sus falsas enseñanzas, la verdad vencerá, y permanecerá para siempre. Quienes se resistan a la verdad tendrán una trayectoria temporal. Si bien las falas doctrinas “florecen”, al final se marchitan y desaparecen como aquellos en el tiempo de Moisés.
Frente a todo esto decimos: El fundamento sólido de Dios permanece firme y para siempre. Los piadosos perseguidos “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución; mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2 Timoteo 3:12-13).
En lista de Pablo de las que Timoteo debería ser un imitador (versss. 10-11), se resalta el tema del sufrimiento como consecuencia de las persecuciones. Guardando la distancia con los sufrimientos de Cristo, porque los suyos fueron únicos, podemos concluir que Pablo fue un “siervo sufrido”. Y él lo sabía, porque en su llamamiento ya había una sentencia previa, cuando el mismo Cristo le dijo a Ananías “porque yo le mostraré cuando le es necesario padecer por el evangelio” (Hechos 916).
“Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo…”. Pablo le recomienda a Timoteo la piedad como un ejercicio mejor para un ministro (1 Timoteo 4:8-10). Pero ahora les recuerda que, quienes esto viven, deben prepararse para las persecuciones. Para el tiempo cuando Pablo escribe a Timoteo la persecución por seguir a Cristo era notoria, porque si alguien sabía de eso era Pablo, “el perseguidor original”, solo que ahora él mismo es perseguido.
William Hendriksen, dijo: “Las cicatrices son el precio que todo creyente paga por su lealtad a Cristo. Estas son también sus credenciales delante de Dios”.
La diferencia de los creyentes pasados, y los de hoy, es que quienes confesaban a Cristo como el Señor, entraban en la arena de la persecución, y en la mayoría de ese terreno estaban los defensores del Cesar, el único “Señor” digno de pleitesía. Quienes permanecían firmes en no negar su fe, se exponían al maltrato, a la cárcel y hasta la muerte. Seguramente, esto fue lo que dio origen a la muy conocida frase: “La sangre de los mártires es la semilla del evangelio”.
“… mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor…”. Contrario a los piadosos, a los hombres malos y engañadores les irá peor, aunque en la “apariencia” les esté yendo bien. Pablo ya ha descrito a estos hombres en el mismo contexto de este pasaje, y si bien es cierto que esos son los hombres usados por Satanás para perseguir a los cristianos, con su engaño y astucia, su final será peor por sus hechos, obras y carácter.
Hablando de estos hombres malos, el comentarista Trentham, ha dicho: “Están en aquel abismo donde los hombres que no descansan en el sólido fundamento de la comunión con Dios, deben estar para siempre”.
En alguna oportunidad un pastor predicando sobre este texto, advirtió a su iglesia con esta verdad: “Uno puede ser cristiano nominal sin sufrir muchos problemas, pero quienes desean ser genuinos deben pagar el precio del sufrimiento, aun cuando se les asegura el poder libertador de Dios”. Y a esto añadimos las palabras de Jesús, dijo: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan…” (Mateo 5:11).
Jesús mismo nos pidió llevar nuestra propia cruz, y la cruz ha sido sinónimo de sacrificio. Toda la Escritura es inspirada por Dios “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:14-15).
Pablo, después de haber dedicado todo un texto para describir el carácter de los hombres malos y engañadores, a los cuales Timoteo no debería imitar, ahora le anima a seguir aquellas cosas donde ha sido instruido por su abuela Loida y por su madre Eunice. Timoteo tiene varios modelo para copiar, incluyendo al mismo Pablo, pero las Sagradas Escrituras es el mayor de ellos, porque lo harán un hombre “enteramente preparado para toda buena obra”.
“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste…”. De acuerdo con la costumbre judía, los padres estaban en la obligación de instruir a sus hijos en la ley cuando ellos cumplían los cinco años. Esto va cónsono con lo dicho por Pablo en 2:2 y su “abuela Loida y … tu madre Eunice” (1:5). De esta manera a Timoteo se le recuerda que “desde la niñez” había sido moldeado por las Sagradas Escrituras, y es en ellas donde debe persistir en su aprendizaje.
¿Cuáles fueron esas “Sagradas Escrituras?”. El término «Sagradas Escrituras» significa literalmente «escritos sagrados». Es un término que se aplica a algo sagrado, o separado y distinto a los demás escritos. Eran las Escrituras con las señales de Su autor divino, el Santo de Israel. Esas Escrituras con la revelación del “único y sabio Dios” y ahora del Señor Jesucristo, Timoteo debería seguirlas, guardarlas, enseñarlas y aplicarlas a su vida y ministerio.
“… las cuales te pueden hacer sabio para la salvación…”. En el v. 9 Pablo habló de la insensatez de los hombres malos y engañadores, quienes usaban su conocimiento para el fraude y el engaño, pero a Timoteo se le anima a andar en el conocimiento de la Palabra, porque ella le hace sabio, en contraste con la insensatez de los engañadores, para la salvación. De esto podemos deducir que mientras hay un conocimiento que engaña, hay otro que nos salva.
Pero ¿cuál es ese conocimiento? El conocimiento de las Sagradas Escrituras que muestran “la fe que es en Cristo Jesús”. Las Escrituras deben conducirme a Cristo; si no encuentro a Cristo en el conocimiento de lo leído, sigo perdido. Dios habiendo hablado en el pasado, usando sus métodos, como los profetas, ahora nos han hablado por Jesucristo (Hebreos 1:1-3). La salvación es dada por Jesucristo, y de esa salvación Timoteo debería echar mano (1 Timoteo 6:12).
El comentarista Reuss ha dicho: “Estas le muestran el camino de la salvación eterna, si las lee a la luz de la fe revelada y otorgada en Cristo y conservada en comunión con Cristo”.
A fin de que el hombre de Dios sea perfecto
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).
Cuando hablamos de la inerrancia de la Palabra de Dios, este ha sido uno de los textos más usados, porque pone sin atajos la revelación del Libro de donde tomamos la fuente de nuestro conocimiento, sabiduría y salvación de nuestras almas. La Biblia es el Libro de Dios cuyo propósito es mostrarnos el eterno amor de Dios por el hombre al profetizar desde el mismo comienzo (Génesis 3:15) a su Hijo Cristo, quien sería dado a conocer después en el tiempo.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios…”. Hubo para el tiempo de Pablo otras “escrituras” que eran fuente de conocimiento, usadas por los “hombres malos y engañadores” para confundir a los creyentes, pero Pablo le ha recordado a Timoteo que desde la niñez había sido instruido en las Sagradas Escrituras, de las cuales nos revela con un solo plumazo, que ella es “inspirada por Dios”. Muchos libros tienen su fuente de inspiración, pero el de la Biblia viene del soplo divino.
De esta manera lo da a conocer Trentham: “Las Escrituras son el producto de la intervención de Dios en el plano de la historia humana y de su encuentro con su pueblo y sus profetas”.
“… y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia…”. Interesante que Pablo no solo da por sentado la fuente de inspiración de la Biblia, sino su inmediata eficacia en la vida de aquellos a quienes ella confronta. En efecto, la Palabra de Dios tiene la sagrada misión de enseñar las verdades eternas, confrontar los corazones endurecidos, corregir nuestras desviaciones morales y espirituales e instruir en la justicia correcta, la que viene de Dios.
“… a fin de que el hombre de Dios sea perfecto…”. Esto es como el resultado del trabajo de la Palabra de Dios en nuestras vidas. Si aplicamos a nuestro carácter lo anterior, entonces “el hombre de Dios” quedará completo y preparado para glorificarle cumpliendo un servicio noble y hermoso. La Palabra de Dios es útil para que el obrero de Dios sea útil “para toda buena obra”.
William Hendriksen comenta esto, diciendo: “El ideal por realizarse es ciertamente glorioso. El poder para lograrlo viene de Dios. Por eso, que Timoteo permanezca firme. Que permanezca en la verdadera doctrina, aplicándola cuando quiera que la oportunidad se presente” (Comentario Al Nuevo Testamento: 1 Y 2 Timoteo Y Tito (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 343.
Aunque los hombres malos y engañadores se empeñan en seguir torciendo las Escrituras, ella sigue siendo la Palabra de Dios, y la fuente de nuestra devoción diaria, y es a través de ella donde se nos confronta con nuestros pecados, y a su vez una invitación a seguir edificándonos sobre Cristo, como su fundamento, para que nuestra fe sea cada día más firme como ancla del alma.
Que prediques la palabra
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:1-2).
De los diez grandes consejos dados por Pablo a Timoteo, este último pareciera ser el más grande e importante de todos. Como ya se sabe, Pablo va a hablar de su pronta muerte cuando se refiere a “el tiempo de mi partida está muy cercano” (4:6). Ante esa realidad, y como lo hizo su Maestro después de la resurrección con su Gran Comisión, Pablo exhorta a Timoteo a predicar la Palabra.
Con esto le dice a todo ministro, que la evangelización debiera ser la razón de nuestro ministerio. “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo…”. Esta exhortación está llena de urgencia y prontitud; al final, esto fue la vida misma del apóstol. Interesante que este encargo parece seguir la forma de un juramento judío, donde se pedían a tres testigos para tener validez legal. En este caso, el poner a Dios y a Cristo como esos “testigos” reviste una gran solemnidad, porque el ministerio de Timoteo será juzgado cuando Cristo regrese.
“… que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino…”. Esta solemne declaración nos revela dos doctrinas centrales del evangelio: una que Cristo volverá, y la otra, el juicio final para los vivos y los muertos. Con esto, el consejo de Pablo a Timoteo toma un carácter aún más grande y profundo. Literalmente es poner sobre Timoteo el peso del compromiso dentro de lo que será la manifestación con el juicio que traerá el Señor Jesucristo.
“… que prediques la palabra…”. La solemnidad de lo expresado antes lleva a Pablo a la exhortación más grande de todas las anteriores, que Timoteo predique la Palabra. Y si alguien fue ejemplo de esto fue Pablo. Siendo un recién convertido ya era un fervoroso evangelista (Hechos 9:15). Pablo hizo suya la “locura de la cruz” como su bandera para la predicación del evangelio.
Su más grande deseo es que su discípulo encarne su misma pasión por el evangelio.
William Hendriksen comentando esto, dice: “Pablo da este encargo final y solemne en la víspera de su muerte. Dirige la atención de Timoteo hacia Dios y Cristo Jesús, en cuya presencia se da y recibe el encargo. Pone a Timoteo bajo el juramento de cumplir el encargo. Es a Dios y al Salvador Ungido que Timoteo (y Pablo también, por supuesto) tendrá que rendir cuenta”.
“… que instes a tiempo y fuera de tiempo…”. Esto habla de la disponibilidad para predicar la palabra. Es una exhortación llena de prioridad y con un gran sentido de la urgencia. No hay “vacaciones” para quien predica este mensaje. A tiempo y fuera de tiempo es una manera de exigirnos a nosotros mismos aprovechar cada oportunidad para hablarles a otros de Cristo. La idea de esta exhortación es predicar, ya sean o no sean favorables las circunstancias.
Como lo dice Easton: “Sigue tu labor, oigan o no te oigan los hombres”
Y para completar el mandato de predicar esa palabra, Pablo le recomienda a Timoteo hacerlo con estos imperativos: convence, reprende y exhorta con toda paciencia y enseñanza (vers. 2c). El convencer es para quien esté equivocado, aunque sea un creyente. La expresión reprende va en la dirección de corregir a aquellos que no se conforman a la ética cristiana. Y exhorta sería como el llamado al arrepentimiento a los pecadores, para poner su fe en Jesucristo.
“… exhorta con toda paciencia y doctrina”. Con esta oración Pablo cierra su consejo. Ciertamente la predicación de la palabra debe estar seguida de exhortación, pero esto debe hacerse con “paciencia y doctrina”. ¿Cuál es la idea de esto? Que al confrontar a alguien con la Palabra debe ser con palabras bondadosas, no con impaciencia ni brusquedades, sino con palabras llenas de amor, buscando conquistar siempre el corazón endurecido por el pecado. La predicación de esa palabra abarca todo lo anterior expuesto para que ella sea eficaz.
Pero tú sé sobrio en todo… cumple tu ministerio
“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:3-5).
Pablo va terminando su segunda carta a Timoteo y quiere asegurarse que él cumpla todo su deber ministerial, especialmente el de predicar el evangelio. Estos próximos versículos son un fuerte incentivo para seguirlo haciendo, porque el peligro de los falsos maestros con sus falsas doctrinas, estaban a la orden del día, y muchos eran sus seguidores. La mentira siempre ha tenido más seguidores que la verdad. La predicación de la sana doctrina es la más grande necesidad.
“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina…”. Esto pasó ayer y sigue siendo hasta hoy, porque los hombres se niegan a oír la sana doctrina. Y lo dicho por Pablo acá, ya el Señor lo había profetizado cuando habló de la proliferación del error antes de su segunda venida (Mateo 24:24-25). Con esto se confirma que los hombres no soportarán la verdad, porque la sana doctrina tiene como fin promover la salud espiritual, confrontando el error.
“… sino que teniendo comezón de oír…”. La expresión “comezón de oír” es un verbo activo cuyo significado es “hacer cosquillas”, y en su aplicación sería el deseo de tener maestros que se adapten a sus propios caprichos con sus desviaciones. La generación de hoy vive esta experiencia.
El deseo de ir tras la mentira de modernos charlatanes sigue teniendo más seguidores, porque hay un “atractivo seductor” en la mentira, como la voz que engañó a Eva en el huerto. ¿Quiénes son estos seductores del oído? Son maestros del mal que, al estar gobernados por sus propias concupiscencias, enseñando los que le agradan, convierten el evangelio en libertinaje, trayendo como resultado el apartar de la verdad a quienes debieran oírla, por escuchar “fábulas de viejas” en lugar de seguir la sana doctrina.
“Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones…”. Pablo regresa otra vez a su “hijo en la fe” para decirle que, en lugar de imitar a los falsos maestros, se dedique a vivir de una manera consagrada, cumpliendo estos finales consejos:
“Sé sobrio”. En contraste con los que solo tienen “apariencia de piedad”. Se le pide a Timoteo ser “sobrio”, o sea, “serio”, “controlado” y “despierto”. Esto habla de ser integro delante de su congregación, ante quien se debe como modelo y ejemplo, porque todos ellos lo están imitando.
“Soporta las aflicciones”. Contrario a los hombres egoístas, los mencionados en una larga lista en el capítulo 3:2-5, Timoteo debería enfrentar con paciencia algún sufrimiento tal como Pablo ya lo sufría. Los que ven en el evangelio un medio para conseguir ganancia, sin tomar en cuenta lo mencionado por Pablo, son falsos maestros.
Jesús había dicho: “en el mundo tendréis aflicción”, y el ministro del evangelio debe estar preparado para cuando lleguen esos momentos.
“Haz obra de evangelista”. La tarea principal de un ministro es la ganar almas para Cristo, y eso debe ser su más encomiable labor sacrificada, diligente y llena de entusiasmo. En este sentido se le recomienda a Timoteo corregir a los hombres, incluyendo a los de los versículos 3-4, “por si quizá Dios los concediera que se arrepintiesen para conocer la verdad” (2:25). Esta debe ser una obra impostergable.
“Cumple tu ministerio”. Este mandato es el resumen y la cumbre de los demás. Pablo pareciera decirle a Timoteo, “chequea todo lo dicho hasta acá, acuérdate de todos los ejemplos dados, y cúmplelos. Tu trabajo es desempeñar totalmente lo encargado. Así como yo lo hecho, hazlo tú. No falles”. Pablo sembró en Timoteo un modelo de ministerio, y él debería cumplirlo.
William Hendriksen lo resume así: “No debe permitir que nada lo detenga, pero debe cumplir su ministerio del evangelio al máximo: predicando la palabra, estando preparado a tiempo y fuera de tiempo, redarguyendo, reprendiendo y amonestando con toda paciencia y doctrina” (Comentario Al Nuevo Testamento: 1 Y 2 Timoteo Y Tito (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 353.
Me está guardada la corona de justicia
“Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:6-8).
Con este texto entramos a la despedida de Pablo de su vida terrenal, porque se aproxima la entrada a la patria celestial. Como un sentenciado a la pena capital, Pablo pareciera saber que, en el calendario de Nerón ya estaba el día cuando iba a ser reducido de tamaño, porque le cortarían la cabeza, según la tradición. Pero el sacrificio del apóstol, igual que el de su Maestro, no apuntaba al final de un fracasado, sino a la coronación de un vencedor.
“Porque yo ya estoy para ser sacrificado…”. Pablo utiliza la figura del “sacrificio” recordando a los animales traídos como ofrendas de olor grato delante de Dios, y donde el vino era derramado como libación (Números 15:1-10), encima del animal muerto. La visión de su muerte no era como la de un convicto culpable de delitos y pecados, sino la de un triunfador, cuyo sacrificio se convertirá en olor fragante delante de su Señor.
“… y el tiempo de mi partida está cercano”. Esta es otra de esas extraordinarias metáforas usada por Pablo cuyo significado sería doble, evocando por lado el sentido de apartarse, pero a su vez de quedar libre. Pablo habla de la hora que “ha llegado” como una sentencia ya juzgada, pero a su vez puesta en un calendario. Aquella lucha que tuvo de “estar con Cristo”, o quedarse “en la carne” ya no era una opción (Filipenses 1:23, 24). Esta era su tiempo para ir a su nuevo hogar.
De acuerdo con el comentarista Trentham, “para Pablo la muerte era la liberación de una verdadera servidumbre; sin embargo, Pablo estaba tan cerca de Cristo que le era imposible discernir entre el golpe del verdugo y el resplandor del ropaje de Cristo”.
Y mientras la hora de su partida llega, Pablo resume su vida de entrega y trabajo bajo tres metáforas ya usadas por él antes en los juegos olímpicos:
“He peleado la buena batalla”. Mientras que, para algunos luchadores su competencia era una batalla más, para Pablo era una “buena batalla”. Para Pablo su vida de lamentaciones, esfuerzos y sufrimientos han quedado en el pasado, frente a la seguridad de la lucha bien ganada.
Su “buena batalla” fue librada porque sus ojos siempre estuvieron en Cristo, el autor de su salvación “He acabado la carrera…”. Pablo siguiendo sus metáforas, y como si fuera un atleta, nunca se paró en el camino, ¡sino que ha llegado a la meta! Como humano al fin, seguramente fue tentado a abandonar la carrera de acuerdo con el testimonio de 2 Corintios 11:23–27. Sin embargo, el objeto de Pablo fue siempre terminar su misión apostólica como una carrera con su Señor.
“He guardado la fe”. En esta misma carta Pablo nos habló de Himeno y Fileto quienes abandonaron su fe (2 Timoteo 2:17); pero él, con una satisfacción que ofrece la tarea hecha, nos habla de haber guardado fielmente la fe. Esta debe ser la meta final de nuestro ministerio. Es tan fácil desviarse y abandonar la fe de nuestros antepasados. Pero en el ejemplo de Pablo encontramos las razones poderosas para guardar el gran “depósito de la fe”.
“Por lo demás, me está guardada la corona de justicia…”. No todos los competidores de las olimpiadas se llevaban el premio, pero este no era el caso de Pablo. Si de algo estaba seguro era su premiación final. Esa confianza se basada al saber que su Señor era “un juez justo”. No todos los jueces son justos, el suyo lo es, y Él no olvida lo hecho en su nombre (Hebreos 6:10). Y este premio también es para todos los que “aman su venida”. Vayamos hasta el final.
Clemente de Roma, cerca del año 96, escribió: “Pablo, por causa de celos y contiendas, mostró el camino para alcanzar el premio por la paciencia; siete veces llevó cadenas, fue exiliado, apedreado, fue heraldo del evangelio tanto en el oriente como en el occidente, ganó noble fama por su fe, enseñó la justicia por todo el mundo y, habiendo llegado a los límites occidentales, testificó delante de los gobernadores. Así partió del mundo y fue llevado al lugar santo, siendo el más grande ejemplo de paciencia”.
Procura venir pronto a verme
“Procura venir pronto a verme, porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Solo Lucas está conmigo. (2 Timoteo 4:9-12).
Estos últimos versículos de la carta son una especie de epílogo donde vemos a Pablo con poco de frustración, desencanto y reconocimientos para aquellos quienes fueron sus compañeros de su largo viaje misionero. La cantidad de discípulos nombrados, y el toque personal asignado a cada uno de ellos, describiendo su carácter, solo pudo ser apuntado por alguien que conoció muy bien a sus discípulos, y los trata de acuerdo con las cosas hechas.
“Procura venir pronto a verme…”. Estas palabras son dirigidas a Timoteo. Hemos mencionado que cuando Pablo escribió esta carta estaba preso en Roma y anteriormente hablamos de las circunstancias por las que estaba pasando Pablo en la prisión. Cuando habló que su “partida” a la patria celestial “está cercana”, persiguió una gran soledad, porque le hacía falta la compañía y apoyo de alguien como su discípulo amado. La palabra “pronto” revela la urgencia y su deseo.
“… porque Demas me ha desamparado, amando este mundo…”. Demas no fue alguien como Himeneo y Fileto, sino un discípulo de Pablo quien estuvo con él en diferentes ocasiones, acompañándole en sus viajes misioneros, y hasta en este encarcelamiento. De esta manera, cuando Pablo habla de haber sido “desamparado” por Demas, el sentido del verbo es haber dejado al apóstol en una situación difícil, cuando más lo necesitó.
William Hendriksen comenta esto, diciendo: “Mucho puede decirse en apoyo del punto de vista que Demas, amando este mundo, nunca perteneció a la compañía de los que aman la aparición de Cristo. Nótese el agudo y probablemente intencional contraste entre el que amó este mundo (verx. 9) y los que aman la Epifanía (vers. 8). Además, en ninguna otra parte aparece una palabra de la restauración de Demas” (Comentario Al Nuevo Testamento: 1 Y 2 Timoteo Y Tito (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 360.
“Solo Lucas está conmigo”. En esta descripción de la soledad del apóstol ha hablado de otros dos grandes acompañantes (Cresente y Tito), quienes se habían ido, no abandonándolo, sino en una misión ya planificada. Y es en este contexto que Pablo habla de su “medico amado”. Lucas aparece como el compañero inseparable. Como ya sabemos, Pablo sufrió de muchas dolencias, y el temer a su “médico de cabecera”, siempre le fue muy oportuno.
Solo Lucas estaba con él y eso revela mucho la fidelidad de aquel discípulo. No hubo otro más cercano a Pablo como Lucas. Lo acompañó en sus travesías misioneras, siendo siempre leal al apóstol, al evangelio, y al Señor. Estuvo con Pablo en el segundo viaje misionero, en Troas y en Filipos. Y al parecer se unió otra vez a Pablo en el tercer viaje misionero de acuerdo con Hechos 20:6. Pablo necesita de un doctor y un amigo, y Lucas llegó a ser ambas cosas, de allí sus palabras.
Porque me es útil para el ministerio
“Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio. A Tíquico lo envié a Éfeso. Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos.” (2 Timoteo 4:11-13).
Una cárcel siempre será un lugar para tener a la soledad como compañera permanente, y Pablo no fue ajeno a esa realidad, aunque eventualmente estuvo asistido por alguien, entre los que aparece Lucas. Sin embargo, Timoteo pareciera ser un discípulo excepcional para Pablo. Las palabras “procura venir pronto”, y después “procura venir antes del invierno”, son reveladoras acerca de la importancia de la compañía de un obrero y discípulo como Timoteo.
“Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio”. Este es un texto por demás interesante. En la historia del libro de los Hechos 15:36-41 se nos habla de la separación de Pablo y Bernabé, y la causa fue porque a Pablo no le pareció bien llevar a Marcos,por ser un “desertor” del ministerio. Al parecer Marcos había abandonado la obra misionera, y Bernabé se empeñaba en llevarle. De esta manera, el Marcos que fue inútil en aquella ocasión, ahora, dice Pablo “me es útil para el ministerio”.
Pablo aprovechó la venida de Timoteo a Roma para traerle algunas cosas, y entre ellas le pide traer consigo a quien llamarán también “Juan Marcos”. Aquel discípulo de Bernabé, de Pedro y de Pablo ha pasado la prueba del fracaso, y por cuanto ha experimentado un cambio para mejor, Pablo lo considera útil, pero, además, por cuanto Marcos conocía muy bien a Roma, Pablo ve ahora en este hombre a un ministro apto para el servicio allí. Un primer fracaso no siempre es determinante para no triunfar en el futuro. Marcos aprendió la lección y Pablo lo llama ahora para usarlo en Roma.
“A Tíquico lo envié a Éfeso”. Aunque Pablo estaba preso, el calabozo llegó a ser su “oficina” administrativa para los negocios del reino. Eso lo vemos con todas esas “movidas” estratégicas que ahora hace, incluyendo esta de enviar a Tíquico, llamado “hermano amado, fiel ministro y consiervo en el Señor” (Colosenses 4:7). Es posible que Pablo, al enviarlo a Tiquico a Éfeso pudo ser para suplir la ausencia de Timoteo, mientras él iba a Roma para visitarlo.
“Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas…”. La palabra “capote” era una referencia a una frazada de lana rústica, con un solo hueco para meter la cabeza, llegándole a servir tanto para el frio como para la lluvia. Estos son detalles muy personales de Pablo, y al ponerlo en la carta que llevará Tíquico a Éfeso, nos deja ver no solo al misionero y teólogo, sino al ser humano.
“… y los libros, mayormente los pergaminos.” Pablo le había dicho previamente a Timoteo: “Ocúpate en la lectura.” Cuando le pide traerle sus libros le está recordando cual debiera ser uno de los principales deberes de un ministro. Alguien lo explicó así. “El hombre que nunca lee no será leído nunca; el que nunca cita no será citado nunca. El que no quiere usar los pensamientos de los cerebros de otros hombres, demuestra que no tiene un cerebro propio”.
Guárdate tú también de él “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos. Guárdate tú también de él, pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras” (2 Timoteo 4:14).
Hemos hablado de Pablo como un hombre de profundos conocimientos teológicos, vistos en muchas de sus cartas, tales como: Romanos, Efesios, Colosenses, por mencionar algunas. Pero aun cuando su pluma fue usada para encumbrarse a las “profundidades de Dios”, Pablo era un pastor con un corazón dedicado al cuidado de sus discípulos. Vea como al final menciona a tantos nombres, incluyendo aquellos que le hicieron mal. De ellos hablamos aquí.
“Alejandro el calderero me ha causado muchos males…”. A lo largo del Nuevo Testamento nos encontramos con unos cinco hombres que llevan el nombre “Alejandro”, siendo muy popular para la época (Marcos. 15:21; Hechos 4:6; 19:33, 34; 1 Timoteo 1:19, 20; 2 Timoteo 4:14). Algunos sostienen que, el Alejando de los “muchos males”, pudo ser un acusador romano, quien pudo unirse al juicio donde Pablo fue sentenciado a la muerte.
Pablo habla de los “muchos males” causados por este hombre, pero no nos deja los detalles. En todo caso, esta expresión viniendo de Pablo (no acostumbrado a hablar de si mismo), debió ser algo sumamente fuerte, de allí la recomendación dada luego a Timoteo. Otros piensan que esos males pudieron ser causados por su arresto, acusado de algún delito. Es probable que Pablo fue arrestado en Troas donde dejó su capote, y este Alejando haya participado en esto.
“… el Señor le pague conforme a sus hechos”. Así es, Pablo nunca tomó la justicia ni la venganza por su propia mano. Él sabía del Dios “juez justo” quien no olvidará lo que Alejandro haya hecho, y el pago será conforme “a sus hechos”. En esta actitud vemos a Pablo imitando a su Maestro “quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23).
“Guárdate tú también de él…”. Cuando Timoteo llegara a Roma se iba a encontrar con este hombre. Lo más probable sería que Alejandro lo buscaría, por ser coparticipe de la misma causa con Pablo, y podría hacerle mucho daño. La advertencia revela un peligro muy real y latente con este mal hombre. Pablo pensó en el carácter de Timoteo a quien este hombre podía arrastrar. La oposición a “nuestras palabras” revelaba el carácter perjudicar de ese Alejandro.
Vidal Valencia, comenta este texto, diciendo: En muchas regiones no faltan los Alejandros, enemigos del evangelio y de los siervos de Dios. Probablemente parte de los muchos males fue aportar elementos contra Pablo en su juicio. Sin embargo, el apóstol no toma represalias, sino que lo deja en manos del Juez justo (v. 8). Cuando el Señor regrese, Alejandro recibirá retribución conforme a sus hechos (Gálatas 6:7).
Alguien dijo: “Estar advertido de antemano es armarse con tiempo”, y esto es lo que Pablo le recomienda a Timoteo para cuando llegue a Roma. El ministerio no está exento de peligros, y el tener que lidiar con aquellos “alejandros” se constituye en todo un desafío que nos conduce a ponernos de rodilla y pedir a Dios sabiduría para saber cómo actuar en esos casos.
Pero el Señor estuvo a mi lado
“En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león. Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (2 Timoteo 4:16-18).
Esta es la parte final de esta carta pastoral. Y aunque Pablo pareciera dejarnos una visible “soledad” en sus palabras, por el abandonado de sus compañeros de milicia, también podemos notar el perdón para ellos. Pero Pablo afirma que el Señor nunca lo abandonó, lo cual lo lleno de confianza, seguridad y esperanza, aún en sus días finales. Pablo contó siempre con la presencia del Señor.
“En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado…” Que Pablo haya dicho estas palabras nos revela una decepción nunca vista en el apóstol, al decir que “todos me desampararon”. Este juicio enfrentado por Pablo era determinante, porque las acusaciones hechas contra los cristianos, carentes de todo fundamento por estar prejuiciada por una especie de rebelión contra el imperio, pudo adelantar el juicio, y nadie estuvo a su lado para la defensa.
Pero, ¿a quiénes se estaba refiriendo Pablo que no estuvieron en su primera defensa? ¿Quiénes deberían estar con él y lo abandonaron? La verdad es que no hay una respuesta clara. Pablo no pudo estar hablando de sus discípulos, porque ya había hablado de Lucas, su inseparable compañero, y los otros que había enviado en misión. Como quiera que haya sido, aquellos que le prometieron estar en su juicio, defendiéndolo, lo abandonaron, sin embargo Pablo pide al final “no les sea tomado en cuenta”.
“Pero el Señor estuvo a mi lado…”. La verdad es que cuando el Señor está a nuestro lado, no hace falta más compañía, y esa fue la experiencia del apóstol. Con esto vemos que no sólo la presencia de Dios acompañaba a Pablo, sino también Su fortaleza. Para Pablo esto era suficiente por su propósito de predicarle a todos los que estaban en Roma, y esa tarea la está cumplirá hasta el final con la fortaleza del Señor. Si el Señor está con nosotros no importa quién nos abandone.
“Así fui librado de la boca del león”. Según esta metáfora, si Pablo escapó de la muerte en aquel juicio, tuvo más oportunidad para seguir trabajando para el Señor. Pero ¿quién es el león? ¿Satanás? ¿El Emperador Nerón? ¿La muerte o el peligro? Lo más probable es que “el león” acá es una manera enigmática de referirse al emperador, pero no podemos estar seguros. Lo cierto es que la muerte a Pablo no vino en aquel juicio. En todo caso, era Dios quien determinaría eso.
“Y el Señor me librará de toda obra mala…”. Satanás no logró frustrar al apóstol de un supuesto “abandono”. Pablo no se queja por la condición de estar preso, y a punto de ser sacrificado. En todo caso, Pablo tiene la seguridad de ser librado por el Señor de “toda obra mala”, y de esta manera, al salir de la cárcel, por una muerte futura, será preservado para su reino celestial”. Esto significa que estamos siendo salvos todos los días, y también salvados del temor a morir.
“A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.” No podía haber una manera mejor para terminar esta carta. Por todo lo expuesto hasta ahora, el Señor es digno de recibir la gloria, no por cierto tiempo, sino “por los siglos de los siglos”; eso es, una eternidad sin ningún fin. El Señor Jesucristo esté con tu espíritu
“Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo. Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo dejé en Mileto enfermo. Procura venir antes del invierno. Eubulo te saluda, y Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos. El Señor Jesucristo esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros. Amén” (2 Timoteo 4:19-21).
Con estos versículos llegamos al final de esta segunda carta a Timoteo, dentro de las llamadas “cartas pastorales”. Como termina casi todas sus cartas, Pablo le dedica una buena parte de su conclusión a saludar a muchos hermanos. Pablo no olvidaba los nombres de los hermanos.
Contrario a eso más bien los nombra, destacando algunas de sus trabajos, virtudes y hasta agradecimientos por ellos, lo cual revelaba su corazón pastoral.
“Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo”. Estos son los primeros en la lista del saludo apostólico. Prisca y Aquila, son los mismos “Priscila y Aquila”, quienes trabajaron arduamente con Pablo en sus distintos viajes misioneros (Hechos 18:18; 18:26; Romanos 16:3), a parte de haber ayudado a Apolo a fijar mejor su fe (Hechos 18:24–26), con la iglesia que estaba en su casa (1 Corintios 16:19). Este matrimonio es un ejemplo de servicio al Señor.
“… la casa de Onesíforo”. De este hermano Pablo ya había dado su reconocimiento en (2 Timoteo 1:15) diciendo que Onesíforo había mostrado misericordia por él cuando estuvo en la mazmorra romana. Al parecer esto lo hizo una y otra vez. La referencia a “la casa” puede ser una donde toda la familia se había determinado en buscar, ayudar y confortar al apóstol en sus prisiones.
“Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo dejé en Mileto enfermo”. Este Erasto parece ser aquel que en el tercer viaje misionero fue enviado (en el viaje de ida) con Timoteo a Macedonia de acuerdo con Hechos 19:22, mientras que Trófimo fue alguien que en el mismo viaje (en el regreso) junto con Timoteo acompañó a Pablo de acuerdo con Hechos 20:4, 5. Su otra intervención aparece en Hechos 21:29 a quien acusaban de apoyar a Pablo en el templo.
“Procura venir antes del invierno”. Los inviernos que iban desde la Fiesta de los Tabernáculos hasta la Fiesta de la Pascua se estaba aproximando, y por lo tanto la navegación se hacía peligrosa.
Pero la otra razón para que Timoteo llegara antes del invierno pudo ser que el día de la ejecución se aproximaba con rapidez (2 Ti. 4:6). Si Timoteo demoraba su viaje, lo más probable era que ambos no se verían. Además, Pablo necesitaba su manto, según el versículo 13.
“Eubulo te saluda, y Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos”. Estos fueron otros hermanos a quienes Pablo saluda y por quienes seguramente guardaba especiales recuerdos, y aunque no se mencionan las cosas hechas por ellos, el solo hecho de nombrarlos pasaron a ser parte de estos escritos sagrados, que después de más de dos mil años los seguimos leyendo.
“El Señor Jesucristo esté con tu espíritu”. El espíritu de Timoteo necesita ser fortalecido, porque su tarea era grande, no solo como pastor en Éfeso, sino ahora en su viaje a Roma y todo lo iba a significar ese tiempo con Pablo, incluyendo su posible muerte. Timoteo iba a enfrentar nuevos tiempos de sufrimientos, por lo tanto, requería que su espíritu fuera fortalecido por el Señor.
“La gracia sea con vosotros. Amén”. Hermosa manera de cerrar esta carta. No podemos vivir sin la gracia divina, porque ella ha sido dada para la salvación, preservación y guía para la vida diaria.
Que nos falte lo demás, pero que jamás nos falte la gracia de Dios. Bendito sea nuestro Dios por su don inefable, y Su gracia es la manifestación de ese don. Amén
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Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA