Los Héroes de la Fe

Jose R. Hernandez

Updated on:

Los Héroes de la Fe

Los Héroes de la Fe

5
(6)

Estudios Bíblicos

Estudios Bíblicos Prédica de Hoy: Los Héroes de la Fe

Lectura Bíblica: Hebreos 11

Tema: Viviendo con Certeza en lo Invisible

Introducción

Cuando abrimos la carta a los Hebreos y llegamos al capítulo 11, nos encontramos con una frase que desafía toda lógica humana: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (vers. 1)

Detengámonos aquí un momento. No sigamos adelante todavía. Lee esas palabras otra vez. ¿Certeza? ¿Convicción? Es fácil leerlas rápido y seguir adelante, pero… ¿qué significan realmente? Porque si somos sinceros, la fe —esa certeza de lo invisible— nos cuesta. Nos desafía. Nos inquieta.

Vivimos en un mundo donde necesitamos pruebas para creer:

  • Si nos dicen que va a llover, miramos el cielo buscando nubes o revisamos la aplicación del clima.
  • Si nos prometen un trabajo, esperamos la carta o el correo de confirmación.
  • Cuando alguien nos dice “confía en mí”, inmediatamente pensamos: “Muéstrame por qué debo confiar.”

Es nuestra naturaleza humana. Necesitamos ver para creer. Pero la fe no funciona así. La fe —como nos enseña la Escritura— es caminar confiando en Dios antes de ver el resultado. Es creer en Sus promesas aunque nuestras circunstancias griten lo contrario.

Pensemos en esto: cuando Dios llamó a Abraham, no le mostró un mapa. Cuando pidió a Noé que construyera un arca, no le dio señales de lluvia. Cuando prometió a Sara un hijo, su cuerpo ya no tenía fuerzas humanas para concebir. Pero en cada caso, la fe hizo lo imposible:

  • Su fe le dio a Abraham el valor de caminar hacia lo desconocido.
  • La fe sostuvo a Noé durante años de burla y soledad.
  • La fe permitió que Sara sonriera con gozo ante lo que un día le pareció ridículo.

Y aquí viene la pregunta incómoda, la que no podemos evitar:

¿Qué significa esto para ti y para mí?

Porque, hermanos, vivimos en tiempos donde nuestra fe también está siendo probada. Quizás no nos pidan construir un arca o dejar nuestra tierra natal, pero enfrentamos situaciones donde Dios nos llama a creer en lo que no podemos ver.

  • Oramos por un milagro de sanidad cuando el diagnóstico no cambia.
  • Le pedimos dirección a Dios cuando no hay claridad en nuestro futuro.
  • Nos aferramos a Sus promesas cuando todo a nuestro alrededor parece oscuro.

¿Y qué hacemos en esos momentos? Esa es la clave de Hebreos 11. Este capítulo nos presenta a hombres y mujeres como tú y yo: personas comunes con una fe extraordinaria. Personas que, a pesar de sus dudas y luchas, decidieron creer en Dios. Por eso los llamamos “héroes de la fe.” No porque fueran perfectos —porque no lo eran— sino porque confiaron en un Dios perfecto.

Hoy, vamos a caminar junto a ellos. Vamos a estudiar sus vidas y dejar que su fe nos inspire. Porque te aseguro algo: su historia también puede ser la nuestra. La fe que cambió sus vidas es la misma fe que puede cambiar la tuya.

¿Estás listo para dar este viaje de la mano de estos héroes? ¿Listo para descubrir cómo vivir con certeza en lo invisible? Abramos ahora nuestras Biblias, nuestros corazones, y juntos, profundizar en el mensaje de Hebreos 11.

I. Abel: La Fe que Adora con lo Mejor

Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.” (vers. 4)

a. La Primera Generación Después de la Caída

La historia de Abel no es solo un relato del inicio de la humanidad, sino un reflejo de la lucha espiritual que todos enfrentamos: cómo respondemos a Dios en medio de nuestra naturaleza caída. Abel y Caín eran los hijos de Adán y Eva, la primera generación que nació después del pecado original.

Imagínate un poco la realidad de Abel:

  • Sus padres vivieron en el Edén, pero él no. Nunca vio ese paraíso perfecto donde Dios caminaba con los hombres.
  • Creció oyendo relatos de un mundo perdido y de la promesa de un Salvador (Génesis 3:15).
  • Y a pesar de no haber experimentado la perfección del Edén, creyó en Dios. Creyó lo suficiente como para presentarle lo mejor de su trabajo.

¿No es eso extraordinario? Abel vivió en una tierra marcada por la maldición, rodeado de espinas, sudor, y fatiga (Génesis 3:17-19), pero su corazón no se amargó. En lugar de enfocarse en lo que había perdido, eligió adorar.

¿Y tú? ¿Has sentido alguna vez que la vida te ha dado menos de lo que esperabas? Tal vez has crecido en un hogar difícil o enfrentas desafíos que no pediste. Pero fíjate en Abel: él demostró que la verdadera adoración no depende de nuestras circunstancias, sino de nuestra fe en quién es Dios.

b. La Diferencia Entre las Ofrendas: El Corazón Detrás del Sacrificio

Cuando leemos Génesis 4, la diferencia entre las ofrendas de Abel y Caín salta a la vista: Caín ofreció “del fruto de la tierra.” Una descripción vaga, casi indiferente. No vemos intención de dar lo mejor. Abel, en cambio, ofreció “de los primogénitos de sus ovejas, lo mejor de ellas.”

Aquí hay algo que no podemos pasar por alto: Abel escogió lo primero y lo mejor. Lo que más valor tenía. Y no lo hizo porque Dios lo necesitara (Salmo 50:10-12 nos recuerda que todo le pertenece a Él), sino porque Abel entendía que la adoración genuina exige lo mejor de nosotros.

Jesús lo dijo claramente en Mateo 6:21: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” El sacrificio de Abel fue aceptado porque reflejaba un corazón lleno de amor, reverencia, y fe en Dios.

Caín, en cambio, ofreció algo sin pasión, sin sacrificio verdadero. Por eso, Dios miró primero el corazón antes que la ofrenda. Porque, como dice 1 Samuel 16:7, Dios no mira lo que el hombre mira: “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.

Detengámonos un segundo aquí. ¿Qué clase de sacrificios le estamos presentando a Dios hoy?

  • ¿Le damos lo mejor de nuestro tiempo, o apenas un minuto cuando estamos cansados?
  • ¿Le damos lo mejor de nuestros talentos, o solo lo que nos sobra?
  • ¿Es nuestra adoración intencional, sincera, y nacida de la fe?

Abel nos enseña que la adoración verdadera comienza en el corazón. No importa si nuestra “ofrenda” parece pequeña a los ojos del mundo. Lo que importa es si proviene de un corazón que ama y confía en Dios.

c. El Precio de la Fe: La Envidia y el Sacrificio de Abel

Lamentablemente, la fe de Abel y su adoración sincera despertaron la ira de su hermano Caín. Génesis 4:8 nos dice que Caín, dominado por la envidia, llevó a Abel al campo y lo mató. Aquí hay algo profundo que debemos notar: la fe verdadera incomoda a quienes viven en incredulidad. La ofrenda de Abel expuso la indiferencia de Caín. Y en lugar de arrepentirse, Caín respondió con enojo.

Jesús habló de esto siglos después en Juan 3:19-20: “La luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.

La fe de Abel fue una luz que reveló la oscuridad en el corazón de Caín. Y esa misma dinámica se repite en nuestro mundo hoy:

  • Cuando vives con integridad, expones las mentiras del sistema corrupto.
  • Cuando adoras a Dios con fervor, incomodas a quienes viven para sí mismos.
  • Cuando eliges la fe, molestas a quienes prefieren la duda.

La historia de Abel nos recuerda que la fe auténtica no siempre es aceptada, pero siempre es vista y honrada por Dios. La vida de Abel fue breve, pero su testimonio perdura. El versículo 4 lo dice claramente: “muerto, aún habla por ella.” Abel ya no está, pero su fe todavía nos enseña a adorar a Dios con lo mejor, aun cuando nadie más lo entienda.

d. Aplicación Práctica: Nuestra Adoración Hoy

La historia de Abel nos llama a reflexionar: ¿Qué significa adorar con lo mejor en nuestro tiempo? Tal vez no ofrecemos sacrificios de animales, pero la adoración sigue siendo el centro de nuestra relación con Dios. Como dijo el Señor en Juan 4:23: “Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.

Adorar en espíritu y en verdad significa:

  • Darle nuestras primicias: Lo mejor de nuestro tiempo, talentos, y recursos.
  • Venir con sinceridad: No con corazones divididos o motivaciones egoístas.
  • Ofrecer sacrificios de alabanza: Aun en momentos de dolor, como dice Hebreos 13:15: “Ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza.

La fe de Abel nos desafía a preguntarnos: ¿Qué le estoy ofreciendo a Dios hoy? ¿Es mi adoración genuina y llena de fe?

II. Enoc: La Fe que Camina con Dios

Por la fe Enoc fue trasladado para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (verss. 5-6)

a. Un Hombre que Vivió Diferente en un Mundo que Iba de Mal en Peor

La Biblia menciona a Enoc en solo unos cuantos versículos, pero lo que sabemos es suficiente para hacernos reflexionar profundamente. En Génesis 5:24, encontramos estas palabras: “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.

Ahora, piensa en esto: Enoc vivió en una época difícil. No era un mundo “neutral” en cuanto a la fe. Era un tiempo en que la humanidad estaba corrompiéndose rápidamente. Si leemos Génesis 6:5, que describe los días de Noé, dice: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.

Aunque no tenemos detalles específicos de cómo era la sociedad durante la vida de Enoc, la progresión lógica indica que la maldad ya había comenzado a enraizarse profundamente. Era un mundo donde Dios se iba convirtiendo en un extraño, en alguien que ya no importaba. Es aquí donde Enoc sobresale. Mientras todos se apartaban de Dios, él decidió caminar con Dios. No fue fácil. Imagina por un momento cómo lo habrán visto sus contemporáneos:

  • “¿Por qué Enoc sigue hablando de Dios?”
  • “¿Por qué no es como nosotros?”
  • “Ese hombre vive en otro mundo.”

Y sí, Enoc vivía en otro mundo. Vivía en comunión con el Señor cuando todos los demás estaban perdidos en lo temporal y lo terrenal.

¿Te suena familiar? Hoy vivimos en tiempos parecidos:

  • Creencias antiguas son ridiculizadas.
  • Valores cristianos son tachados de “anticuados” o “inconvenientes.”
  • Los que deciden vivir conforme a la voluntad del Señor son vistos como diferentes, extraños.

Pero Enoc no cedió. Y esa es una de las grandes marcas de la fe: caminar con Dios, aunque todos a nuestro alrededor caminen en la dirección opuesta.

b. ¿Qué Significa Realmente “Caminar con Dios”?

La expresión “caminar con Dios” puede sonar abstracta, pero es profundamente práctica. Caminar con Dios implica:

  • Relación Diaria: Pasar tiempo con Él en oración y en Su Palabra, no como un ritual, sino como una conversación viva.
  • Obediencia en la Vida Cotidiana: Buscar la voluntad del Señor, aun en las decisiones más pequeñas.
  • Dependencia Constante: Confiar en que Él nos guía y sostiene, aun cuando no entendemos Su camino.

Piénsalo así: caminar con alguien implica que vas en la misma dirección. Si dos personas caminan juntas pero una toma otro camino, eventualmente se separan. Así pasa con Dios. Caminar con Él significa alinearnos a Su dirección, no a la nuestra.

El profeta Amós lo expresó bien en Amós 3:3: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” Caminar con Dios también significa andar en Su luz. El apóstol Juan escribió: “Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad.” (1 Juan 1:6)

Esto nos confronta: ¿Cómo estamos caminando hoy? ¿Nos acercamos más a Dios con cada paso que damos, o nos estamos alejando poco a poco?

c. La Recompensa de la Fe: Enoc Fue Traspuesto

El versículo 5 nos dice algo extraordinario: “Por la fe Enoc fue trasladado para no ver muerte.” En otras palabras, Enoc no murió. Un día, simplemente desapareció. El Señor, en Su soberanía, lo llevó consigo. ¿Por qué? Porque Enoc agradó a Dios. Su vida fue un testimonio de comunión, fe y obediencia. No porque fuera perfecto, sino porque su corazón estaba en el lugar correcto.

Este acto —que el Señor se llevara a Enoc— es un hermoso anticipo de lo que también nos espera a nosotros como creyentes. En 1 Tesalonicenses 4:17, el apóstol Pablo describe cómo, en el día del regreso del Señor, aquellos que caminan con Él serán llevados a Su presencia: “Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Así como Enoc no vio muerte, un día los que caminan con Dios serán llevados a Su presencia, y no habrá más lágrimas, sufrimiento ni pecado.

d. Caminar con Dios en Nuestros Días: Aplicación Práctica

La historia de Enoc nos llama a una pregunta personal y profunda: ¿Estamos caminando con Dios? Porque esto no sucede automáticamente. Requiere una decisión diaria. En medio de las distracciones, el pecado y las voces que nos alejan del Señor, necesitamos intencionalmente:

  • Buscar a Dios en oración y en Su Palabra.
  • Rendir nuestra voluntad y dejar que Él marque el ritmo de nuestro caminar.
  • Vivir con fe y valentía, sabiendo que la recompensa no está en este mundo, sino en la eternidad.

Enoc nos recuerda que es posible caminar con Dios, aun cuando todo a nuestro alrededor parece alejarse de Él. Y aunque este mundo no lo entienda, el Señor ve, honra y recompensa la fe de los que le buscan.

III. Noé: La Fe que Obedece Contra Toda Lógica

Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.” (vers. 7)

a. Un Mandato Extraordinario en un Mundo que No Comprendía

La historia de Noé siempre nos impacta. Imagínate esto: un hombre recibe instrucciones de Dios para construir un arca enorme porque vendrá un diluvio que cubrirá toda la tierra. Hasta ese momento, nunca había llovido. La tierra era regada por un vapor (Génesis 2:5-6), así que un diluvio era algo inconcebible. Ahora, visualiza a Noé trabajando día tras día, año tras año, construyendo un arca gigantesca en medio del desierto. Los demás se habrán burlado de él sin descanso:

  • “¿Qué estás haciendo, Noé? ¿Estás loco?”
  • “¿Lluvia? ¿Diluvio? ¡Nunca ha pasado algo así!”
  • “Eres un fanático. Deja de perder tu tiempo.”

Si miramos con ojos humanos, la obediencia de Noé parecía absurda. Pero aquí está la clave: la fe no depende de lo que podemos ver ni entender. La fe se basa en lo que Dios ha dicho. Romanos 10:17 nos recuerda: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” Noé escuchó la voz de Dios, creyó en Su palabra, y actuó en consecuencia.

b. La Paciencia de una Fe Persistente

El proceso de construir el arca no fue rápido ni sencillo. La Biblia no nos da un número exacto de años, pero según Génesis 6:3, muchos estudiosos calculan que Noé trabajó en el arca durante casi 100 años. Piénsalo: un siglo entero dedicado a una misión que no tenía sentido para nadie excepto para Noé y su familia. Aquí hay algo que debemos entender: la fe verdadera no es solo obediencia instantánea; es obediencia persistente.

  • Noé no abandonó la obra cuando las burlas crecieron.
  • Noé no perdió la paciencia cuando el diluvio no llegaba.
  • Noé no dejó de creer cuando sus ojos no veían señales.

¿Cuántos de nosotros abandonamos la fe cuando las cosas no ocurren rápidamente? Oramos por un milagro, pero cuando no vemos resultados inmediatos, nos cansamos. Queremos que Dios actúe a nuestro ritmo, pero el tiempo de Dios no es el nuestro. El Señor nos desafía a confiar en Él con la misma paciencia y perseverancia que tuvo Noé. Como dice Habacuc 2:3: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.

La fe de Noé nos enseña a confiar en las promesas del Señor, aunque parezca que tardan en cumplirse.

c. La Obediencia Que Salva

El versículo 7 dice que Noé construyó el arca “para salvar a su casa.” Esto nos muestra algo profundo: nuestra obediencia no solo nos impacta a nosotros, sino también a quienes nos rodean.

Por la fe de Noé:

  • Su familia fue salvada del diluvio.
  • Se preservó la creación de Dios.
  • Surgió una nueva oportunidad para la humanidad.

Nuestra fe y obediencia tienen un efecto en cadena. Cuando decides seguir al Señor y obedecerle, aunque parezca ilógico, tu testimonio puede:

  • Inspirar a otros a buscar a Dios.
  • Salvar a tu familia del diluvio espiritual del mundo moderno.
  • Dejar un legado de fe que impactará a generaciones futuras.

El Señor lo dijo de manera clara en Mateo 7:24-25: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.Noé construyó su arca en obediencia a la voz de Dios, y su fe fue la roca que salvó a su familia.

d. La Advertencia de los Días de Noé

No podemos hablar de Noé sin recordar que el Señor mismo comparó sus días con los tiempos previos a Su regreso.

En Mateo 24:37-39, Él dijo: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.

¿Qué nos dice esto? Que vivimos en tiempos similares a los de Noé. La gente vive preocupada por lo temporal, ignorando las advertencias del Señor.

  • Muchos se burlan del mensaje del evangelio.
  • La maldad sigue creciendo en el mundo.
  • Los corazones se endurecen y se alejan de Dios.

Pero, al igual que Noé, los héroes de la fe son aquellos que permanecen firmes y obedientes, sin importar lo que el mundo piense.

e. Aplicación Práctica: Construyendo Nuestra Arca Hoy

La historia de Noé nos deja un desafío: ¿Qué arca estamos construyendo?

  • ¿Estamos obedeciendo a Dios aun cuando no entendemos Su plan?
  • ¿Estamos preparando a nuestras familias para los tiempos difíciles?
  • ¿Estamos viviendo con la expectativa de Su regreso?

El Señor nos llama a construir “arcas” de fe en medio de un mundo incrédulo:

  • Un hogar fundado en Su Palabra.
  • Una vida de oración y comunión constante con Él.
  • Un testimonio que inspire a otros a buscar refugio en Su gracia.

IV. Abraham: La Fe que Deja Todo y Camina Hacia lo Desconocido

Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida, como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” (vers. 8-10)

a. Un Llamado que Requiere Abandonarlo Todo

La vida de Abraham es una de las historias más fascinantes en toda la Biblia. En Génesis 12:1, Dios le dice a Abraham: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.” Detengámonos aquí un momento. ¿Te imaginas lo difícil de este llamado? Abraham tenía que dejar:

  • Su tierra natal: la región de Ur de los caldeos, un lugar próspero y desarrollado para su época.
  • Su familia y sus raíces: las conexiones, las tradiciones, lo que él conocía y amaba.
  • Su estabilidad y seguridad: Abraham no recibió detalles claros sobre adónde iba. Solo tenía una promesa y la voz de Dios.

Piensa en esto. Abraham no tenía un mapa, no tenía un plan detallado, y no había garantías de éxito visibles. Humanamente, era un salto al vacío. Pero Abraham obedeció. Salió confiando únicamente en la palabra del Señor. ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a hacer lo mismo? Porque aquí está la realidad: la fe genuina siempre nos llama a dejar algo atrás. Para seguir a Dios, a veces tenemos que dejar:

  • Viejos hábitos o pecados que nos atan.
  • Relaciones que nos alejan del propósito del Señor.
  • Comodidades y seguridades que nos impiden caminar por fe.

El Señor lo expresó con toda claridad en Lucas 9:23: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” La fe de Abraham nos desafía a preguntarnos: ¿Qué estamos dispuestos a dejar atrás para seguir al Señor?

b. Fe en la Promesa, No en lo Visible

Abraham no solo dejó todo, sino que vivió como extranjero en la tierra que Dios le prometió. El versículo 9 dice que habitó en tiendas, como alguien que no tenía un hogar permanente. ¿No es esto sorprendente? Dios le prometió una herencia, pero Abraham nunca poseyó la tierra en vida. Vivió en tiendas mientras esperaba el cumplimiento de la promesa. Aquí aprendemos algo poderoso: la fe no busca recompensas inmediatas. La fe confía en las promesas de Dios, aun cuando no se ven.

La Biblia nos dice en 2 Corintios 5:7: “Porque por fe andamos, no por vista.” Abraham entendía que sus ojos físicos no determinaban la fidelidad de Dios. Él esperaba algo más grande, algo eterno: “…la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” (vers. 10) En otras palabras, Abraham no vivía solo para este mundo. Su esperanza estaba en algo mucho más duradero: el reino eterno de Dios.

Nosotros, al igual que Abraham, somos peregrinos en esta tierra. Pedro lo dice en 1 Pedro 2:11: “Amados, os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma.Vivimos en un mundo temporal, pero nuestra verdadera ciudadanía está en los cielos.

c. La Prueba de la Fe: El Sacrificio de Isaac

La fe de Abraham fue probada de la manera más extrema en Génesis 22, cuando Dios le pidió que sacrificara a su hijo Isaac, el hijo de la promesa. Este evento desafía toda lógica. Isaac era el cumplimiento de la promesa que Dios le había dado a Abraham. Y ahora, Dios le pide que lo entregue.

¿Te imaginas lo que Abraham debió haber sentido? La angustia, la confusión… Pero aquí es donde la fe de Abraham brilla aún más. Sin entender el “por qué,” Abraham obedeció. El versículo 17 dice: “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito.

Abraham creyó que Dios podía resucitar a Isaac si era necesario (vers. 19). Su confianza en el Señor era total. Aquí vemos que la fe verdadera implica entrega total y absoluta. Nosotros también enfrentaremos momentos en los que Dios nos pedirá que entreguemos algo valioso:

  • Un sueño que hemos tenido toda la vida.
  • Un recurso o posición que nos da seguridad.
  • Nuestra propia voluntad y planes personales.

La pregunta es: ¿Confiaremos en que el Señor tiene un propósito más grande, aunque no lo entendamos? Porque, al final, Dios siempre provee. En el caso de Abraham, el Señor detuvo su mano y le mostró un carnero como sacrificio. Por eso Abraham llamó a ese lugar “Jehová-jireh” (Dios proveerá).

d. Vivir Como Abraham en Nuestros Días

La historia de Abraham nos desafía a vivir una fe que:

  • Obedece, aun cuando no entiende.
  • Espera, aun cuando no ve resultados inmediatos.
  • Confía, aun cuando todo parece perdido.

Nuestra sociedad valora lo inmediato: gratificación instantánea, resultados rápidos, recompensas visibles. Pero la fe que agrada a Dios es una fe que espera pacientemente en Sus promesas. Como dice Isaías 40:31: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” ¿Estamos dispuestos a esperar y confiar, como lo hizo Abraham?

V. Sara: La Fe que Espera lo Imposible

Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.” (vers. 11)

a. La Realidad de lo Imposible

Imagina a Sara por un momento. La Biblia nos dice en Génesis 18:11 que ella ya había pasado la edad de tener hijos. Humanamente, su cuerpo no podía concebir. Además, Sara no era joven—tenía cerca de 90 años cuando Dios reiteró Su promesa de darle un hijo. Si nos ponemos en su lugar, ¿no nos parecería ridículo? La misma Sara se rio cuando escuchó al Señor decir que tendría un hijo: “Rióse, pues, Sara entre sí, diciendo: Después que he envejecido, ¿tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?” (Génesis 18:12).

¿Quién no reaccionaría así? Es lógico. La promesa parecía absurda. Pero aquí está la diferencia: la fe no se basa en lo que podemos ver ni en lo que podemos hacer, sino en la fidelidad de Dios. Sara aprendió, aunque al principio dudó, que Dios no tiene límites. Lo que es imposible para nosotros no es nada para el Señor. Como dice Lucas 1:37: “Porque nada hay imposible para Dios.¿Hay algo en tu vida hoy que parezca imposible? Tal vez un diagnóstico médico, una relación rota, un sueño olvidado. La historia de Sara nos recuerda que la fidelidad de Dios no está limitada por nuestra realidad humana.

b. La Paciencia en la Espera

La promesa de un hijo no llegó de inmediato. De hecho, pasaron años y años antes de que se cumpliera. Cuando Dios llamó a Abraham y le prometió descendencia en Génesis 12, él tenía 75 años. Fue 25 años después que Isaac finalmente nació. ¿Puedes imaginar esperar tanto tiempo? La espera es difícil. Sara lo experimentó. En su impaciencia, ella decidió tomar el asunto en sus manos y le dio a su sierva Agar a Abraham, lo que resultó en el nacimiento de Ismael (Génesis 16). Pero este no era el plan de Dios.

Aquí aprendemos una lección importante: la fe también implica esperar en los tiempos de Dios. A veces, intentamos acelerar el plan del Señor porque nos impacientamos, pero esto solo genera más problemas. La impaciencia de Sara creó conflictos y dolor en su familia. La Biblia nos dice en Isaías 40:31: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” Dios tiene Su tiempo perfecto. La fe verdadera no solo confía en la promesa, sino que también confía en el tiempo del Señor.

c. Creer en la Fidelidad del que Prometió

El versículo 11 nos revela la clave de la fe de Sara: “Porque creyó que era fiel quien lo había prometido.” La confianza de Sara no estaba en su cuerpo ni en sus circunstancias; estaba en la fidelidad de Dios. Aquí está la gran verdad: nuestra fe no está en la promesa, sino en el que promete. ¿Cuántas veces dudamos porque miramos nuestras limitaciones? Decimos:

  • “No puedo hacerlo.”
  • “No tengo los recursos.”
  • “Es demasiado tarde para mí.”

Pero el Señor nos dice en Jeremías 32:27: “He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?Sara nos enseña que la fidelidad de Dios es la base firme de nuestra fe. Aunque al principio dudó y se rio, al final creyó. Y como resultado, recibió la promesa y fue parte de los héroes de la fe.

d. La Risa que se Convirtió en Gozo

¿Recuerdas que Sara se rió cuando escuchó la promesa? Esa risa inicial fue de duda, quizás hasta de incredulidad. Pero cuando Isaac nació, esa risa se transformó en gozo. En Génesis 21:6, Sara dijo: “Dijo entonces Sara: Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo.

La misma mujer que se rio de incredulidad ahora se reía de alegría. Aquí hay una lección hermosa: Dios puede transformar nuestras dudas en gozo, nuestra tristeza en celebración, y nuestras imposibilidades en milagros. La risa de Sara es un recordatorio de que Dios cumple lo que promete.

e. ¿Qué Promesas Esperamos Hoy?

La historia de Sara nos deja con una pregunta personal: ¿Qué promesas estamos esperando hoy?

  • Tal vez estás esperando la restauración de tu familia.
  • Tal vez esperas que Dios abra una puerta en tu trabajo o ministerio.
  • Tal vez has estado orando por la salvación de alguien que amas.

La fe de Sara nos invita a confiar en el Señor aun cuando todo parece imposible. No porque nosotros podamos, sino porque Él puede. Como dice el apóstol Pablo en 2 Timoteo 2:13: “Si fuéremos infieles, Él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.No te rindas. No dejes de orar. No pierdas la esperanza. Si Dios ha prometido algo, Él lo cumplirá.

VI. Moisés: La Fe que Escoge lo Eterno

Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.” (verss. 24-27)

a. Un Príncipe en el Palacio: Entre el Lujo y la Decisión

La vida de Moisés es una de las más extraordinarias de toda la Biblia. Piensa en su situación:

  • Moisés fue criado como príncipe de Egipto, hijo adoptivo de la hija de Faraón.
  • Disfrutaba del lujo, el poder y la comodidad de una de las civilizaciones más ricas y avanzadas del mundo antiguo.
  • Desde el punto de vista humano, lo tenía todo: educación, prestigio y acceso a los mayores tesoros de Egipto.

Sin embargo, Moisés enfrentó una decisión difícil. Por un lado, podía seguir viviendo como un príncipe egipcio, gozando de todo lo que el mundo le ofrecía. Por otro, podía identificarse con el pueblo de Dios—un pueblo que, en ese momento, era esclavo, humillado y maltratado.

¿Qué hubiera hecho la mayoría de nosotros? Humanamente, la decisión parece obvia. ¿Por qué dejaríamos una posición de poder y prestigio para enfrentar sufrimiento? Pero en los versículos 24-27 encontramos que Moisés rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón. Decidió ser contado entre los oprimidos porque su fe miraba más allá de lo temporal.

b. El Costo de Seguir a Dios

La decisión de Moisés no fue fácil ni gratuita. Elegir identificarse con el pueblo de Dios implicó:

  • Rechazar el pecado y la comodidad: Moisés abandonó los “deleites temporales del pecado” (vers. 25). Egipto simboliza el mundo y todo lo que este ofrece: placer, poder y riquezas.
  • Aceptar el sufrimiento: Se unió a los esclavos hebreos, enfrentando las mismas dificultades y humillaciones.
  • Renunciar a los tesoros de Egipto: Una riqueza incalculable y una vida de privilegios quedaron atrás.

¿Por qué Moisés tomó una decisión tan radical? El versículo 26 nos da la respuesta: “Porque tenía puesta la mirada en el galardón.” La fe de Moisés le permitió ver más allá del aquí y el ahora. Él entendía que lo eterno es infinitamente más valioso que lo temporal. Aquí es donde nos confronta la historia de Moisés: ¿cuántas veces sacrificamos lo eterno por lo temporal?

  • Elegimos el éxito mundano a costa de nuestra relación con Dios.
  • Comprometemos nuestros valores para encajar o ser aceptados.
  • Buscamos comodidad, evitando las dificultades que vienen al seguir a Cristo.

El Señor nos dejó esta advertencia en Mateo 16:26: “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” La fe nos lleva a tomar decisiones difíciles. Nos invita a rechazar lo que el mundo ofrece cuando esto nos aleja de Dios. Así como Moisés, necesitamos mirar más allá.

c. “Como Viendo al Invisible”

El versículo 27 describe algo impresionante sobre la fe de Moisés: “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.” ¿Qué significa “ver al Invisible”? Moisés no podía ver físicamente a Dios, pero su fe era tan firme que vivía como si lo viera delante de él. La presencia del Señor era real para Moisés.

En nuestra vida cristiana, también enfrentamos momentos donde necesitamos “ver al Invisible.” Por ejemplo:

  • Cuando obedecemos al Señor sin entender Su plan, confiando en que Él está al control.
  • Cuando elegimos la integridad en nuestro trabajo, aun cuando nadie nos está mirando.
  • Cuando perseveramos en la oración, creyendo que Dios escucha, aunque no veamos respuestas inmediatas.

El apóstol Pablo lo expresó así en 2 Corintios 4:18: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” La fe nos permite sostenernos cuando todo a nuestro alrededor parece incierto, porque vemos lo invisible:

  • El carácter fiel de Dios.
  • Sus promesas eternas.
  • La recompensa que nos espera en Su presencia.

d. La Aplicación para Hoy: ¿Qué Estamos Escogiendo?

La historia de Moisés nos confronta directamente:

  • ¿Qué estamos escogiendo hoy?
  • ¿Estamos aferrándonos a las comodidades y riquezas de este mundo, como si fueran eternas?
    ¿O estamos dispuestos a tomar decisiones difíciles por nuestra fe, mirando hacia lo eterno?

Vivimos en un mundo que ofrece “deleites temporales” por todas partes. La cultura nos dice:

  • “Persigue el éxito a cualquier costo.”
  • “Haz lo que te haga feliz, sin importar las consecuencias.”
  • “Tú eres lo más importante.”

Pero la fe nos llama a un camino diferente. Como Moisés, debemos escoger lo eterno sobre lo temporal. Debemos estar dispuestos a sacrificar, a renunciar, y a sufrir si es necesario, sabiendo que la recompensa del Señor es mayor que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer.

Jesucristo lo dijo claramente en Juan 12:25: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.

e. Vivir con la Mirada en el Galardón

Moisés pudo dejar todo atrás porque su mirada estaba puesta en el galardón eterno. No se aferró a lo que Egipto le ofrecía porque entendía que había algo infinitamente mejor esperándole. Nosotros también tenemos una promesa: la vida eterna en la presencia de Dios. El apóstol Pablo dijo en 2 Timoteo 4:7-8:
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día.

Si vivimos con la mirada en el galardón, nuestras decisiones cambiarán. Elegiremos:

  • La verdad sobre la mentira.
  • La integridad sobre el compromiso.
  • La eternidad sobre lo temporal.
  • Como Moisés, viviremos como viendo al Invisible.

VII. Otros Héroes: La Fe en Medio de la Adversidad

¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.” (verss. 32-40)

a. Una Galería de Fe: Héroes Olvidados pero Poderosos

El escritor de Hebreos hace una pausa en su detallada explicación de héroes individuales y menciona a otros por nombre o de forma general. Parece casi como si el tiempo le faltara, y no es difícil entender por qué. La historia de la fe está llena de hombres y mujeres que, en medio de pruebas y adversidades, creyeron en Dios y perseveraron.

Entre los mencionados encontramos nombres familiares y otros menos conocidos:

  • Gedeón: El juez que, con solo 300 hombres y la dirección del Señor, venció al ejército madianita (Jueces 7).
  • Barac: Quien, junto con Débora, libró a Israel del poder de Sísara (Jueces 4).
  • Sansón: Usado por Dios para derrotar a los filisteos a pesar de sus debilidades y fallas personales (Jueces 15-16).
  • Jefté: Un líder inesperado que confió en Dios para obtener la victoria sobre los amonitas (Jueces 11).
  • David: El rey conforme al corazón de Dios, que enfrentó gigantes y reinos en nombre del Señor (1 Samuel 17).
  • Samuel y los profetas: Voces de Dios en medio de un pueblo rebelde, quienes anunciaron la verdad sin temor.

Cada uno de estos hombres enfrentó circunstancias imposibles, enemigos poderosos y sus propias limitaciones, pero su fe fue lo que los sostuvo y les dio la victoria. ¿Y qué tienen en común todos ellos? Que en medio de sus luchas:

  • Confiaron en Dios.
  • Actuaron con valentía.
  • Obedecieron la voz del Señor.

Esto nos enseña algo fundamental: la fe no elimina la adversidad, pero nos da la fuerza para atravesarla.

b. Fe que Produce Victoria: Cuando la Promesa se Cumple

El autor de Hebreos describe cómo, por la fe, algunos experimentaron victorias extraordinarias:

  • “Conquistaron reinos.” Gedeón y David vencieron ejércitos imposibles de derrotar.
  • “Taparon bocas de leones.” Recordemos a Daniel, quien fue librado en el foso de los leones porque confió en Dios (Daniel 6:16-22).
  • “Apagaron fuegos impetuosos.” Los amigos de Daniel —Sadrac, Mesac y Abed-nego— no fueron consumidos por las llamas cuando se negaron a adorar al ídolo del rey (Daniel 3:16-27).
  • “Recibieron resurrección.” Mujeres como la viuda de Sarepta vieron a sus hijos volver a la vida gracias al poder de Dios (1 Reyes 17:17-24).

Estas historias nos llenan de esperanza porque nos muestran que Dios todavía obra milagros en medio de las dificultades. La fe puede mover montañas, abrir puertas cerradas y transformar lo imposible en posible. En Mateo 17:20 el Señor nos dice: “Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.” Pero el pasaje no se detiene en las victorias visibles. También nos muestra otra cara de la fe… una que a menudo ignoramos.

c. Fe que Persevera en Medio del Sufrimiento

Después de describir las victorias, Hebreos 11 continúa con una lista de sufrimientos que enfrentaron otros héroes de la fe:

Mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto, prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados.” (verss. 35-37)

Esta parte nos confronta porque muestra que la fe no siempre nos libra del sufrimiento. A veces, la fe significa permanecer firmes, aunque no veamos el milagro que esperamos.

Pensemos en esto:

  • Jeremías, el profeta, fue rechazado y perseguido toda su vida, pero nunca dejó de anunciar la palabra de Dios.
  • Isaías, según la tradición judía, murió aserrado por proclamar la verdad.
  • Los discípulos de Cristo sufrieron azotes, prisiones y la muerte porque no renunciaron a su fe en el Señor.

¿Por qué lo hicieron? Porque su fe miraba más allá de este mundo. Como dice Hebreos 11:35: “No aceptaron el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.”

d. ¿Qué Nos Enseña la Fe de Estos Héroes?

Los héroes de Hebreos 11 nos dejan lecciones profundas:

La fe produce victoria, pero también nos sostiene en el sufrimiento. No siempre veremos resultados inmediatos, pero Dios honra la fidelidad de quienes confían en Él.

El mundo no entiende la fe. El Versículo 38 dice: “De los cuales el mundo no era digno.” A menudo, los que viven por fe serán rechazados o incomprendidos, pero son tesoros preciosos en las manos del Señor.

Nuestra recompensa es eterna. Estos héroes de la fe soportaron todo porque tenían puesta su mirada en la eternidad. No vivían para este mundo, sino para el que había de venir.

Pablo lo explica perfectamente en Romanos 8:18: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

e. Aplicación Práctica: Nuestra Fe Hoy

Hoy, Dios nos llama a tener una fe como la de estos héroes:

  • Una fe que confía en Su poder para traer victoria.
  • Una fe que persevera en medio de las pruebas y no renuncia cuando todo parece perdido.
  • Una fe que mira más allá de este mundo y se aferra a las promesas eternas del Señor.

Pregúntate:

  • ¿Estoy viviendo una fe que solo busca respuestas inmediatas, o una fe que persevera en el sufrimiento?
  • ¿Pongo mi mirada en lo eterno, como lo hicieron estos héroes de la fe?

El Señor no nos promete una vida sin dificultades, pero sí promete estar con nosotros en cada paso del camino. Como dijo el Señor en Juan 16:33: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

Conclusión

¿Qué Clase de Fe Estamos Viviendo?

Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.” (verss. 39-40)

a. La Fe que Trascendió Generaciones

Al llegar al final de Hebreos 11, el escritor resume una verdad impactante: estos héroes de la fe vivieron, lucharon, y murieron creyendo en las promesas de Dios, aun cuando no las vieron cumplidas en vida.

Esto nos enseña algo fundamental: la fe no siempre ve el resultado inmediato, pero siempre confía en el carácter de Dios.

  • Abel ofreció lo mejor, pero su vida fue arrebatada.
  • Enoc caminó con Dios y fue llevado sin ver muerte, anticipando nuestra esperanza en la vida eterna.
  • Noé obedeció y construyó el arca cuando todo parecía absurdo, salvando a su familia.
  • Abraham y Sara esperaron la promesa, aun cuando parecía imposible.
  • Moisés dejó Egipto, prefiriendo el sufrimiento temporal por la recompensa eterna.
  • Otros héroes vieron victorias, pero muchos también enfrentaron sufrimiento, rechazaron la libertad temporal, y esperaron “una mejor resurrección.”

Aquí nos surge la pregunta inevitable: ¿Qué es lo que sostenía su fe?

La respuesta está en su perspectiva: ellos miraban más allá de lo temporal y confiaban en lo eterno. Su fe no dependía de lo que Dios podía darles en este mundo, sino de quién era Dios.

b. Nuestra Posición en la Historia de la Fe

El versículo dice algo increíble: “Proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.

Esto significa que nosotros—los creyentes de esta generación—formamos parte de esta misma historia de fe. Los héroes del Antiguo Testamento confiaron en las promesas de Dios antes de ver a Cristo. Nosotros, por otro lado, tenemos el privilegio de conocer la obra terminada de nuestro Señor Jesucristo.

Él es la culminación de todas las promesas:

  • Él es el descendiente prometido a Abraham (Génesis 22:18).
  • Él es el Cordero de Dios que Abel anticipó con su sacrificio (Juan 1:29).
  • Él es el Salvador y el Arca que nos rescata del juicio, como en los días de Noé (1 Pedro 3:20-21).
  • Él es el mediador del pacto eterno, la verdadera recompensa de nuestra fe (Hebreos 12:24).

El Señor es quien nos da la fuerza para vivir por fe hoy, así como estos héroes lo hicieron en su tiempo. Como se nos dice en Hebreos 12:1-2: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.

c. Fe Aplicada: Nuestro Llamado Hoy

Mis hermanos, vivimos en tiempos en que nuestra fe está siendo probada cada día. No enfrentamos las mismas circunstancias que Abel, Enoc, o Moisés, pero las luchas espirituales siguen siendo las mismas:

  • ¿Qué vamos a elegir? ¿Lo eterno o lo temporal?
  • ¿En quién confiaremos? ¿En las circunstancias visibles o en el carácter invisible del Señor?
  • ¿Seremos fieles? ¿Permaneceremos firmes aun cuando no veamos resultados inmediatos?

La fe que agrada a Dios es una fe que:

  • Adora con lo mejor, como Abel.
  • Camina con Dios cada día, como Enoc.
  • Obedece a pesar de lo ilógico, como Noé.
  • Deja todo atrás para seguir las promesas del Señor, como Abraham.
  • Espera lo imposible, como Sara.
  • Escoge lo eterno sobre lo temporal, como Moisés.

¿Y tú? ¿Estás dispuesto a unirte a estos héroes de la fe? Porque, aunque sus nombres están escritos en la Biblia, la historia de la fe aún no ha terminado.

Dios sigue escribiendo Su historia con hombres y mujeres dispuestos a creerle, confiar en Su Palabra y perseverar en medio de las dificultades. El apóstol Pablo nos anima en 2 Timoteo 4:7-8: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

d. El Desafío Final: Un Legado de Fe

En el futuro, cuando otros miren nuestra vida, ¿dirán que vivimos por fe? Porque, hermanos, la fe deja un legado. Las decisiones que tomamos hoy:

  • Impactarán a nuestras familias.
  • Inspirarán a la iglesia.
  • Serán un testimonio al mundo de que todavía hay un Dios fiel en los cielos.

Recuerda lo que dice el Señor en Apocalipsis 2:10: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” Dios nos llama a ser héroes de la fe en nuestro tiempo. No porque seamos perfectos, sino porque confiamos en el que es perfecto. La misma fe que sostuvo a Abel, a Enoc, a Noé, a Abraham, a Sara, a Moisés, y a tantos otros, es la fe que puede sostenernos a nosotros hoy.

¿Estás listo para caminar en fe? ¿Estás dispuesto a confiar en las promesas del Señor, aun cuando no puedas ver el final del camino?

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

Central de Sermones … Estudios Bíblicos

¿Qué tan útil fue esta publicación?

¡Haz clic en una estrella para calificarla!

Jose R. Hernandez
Autor

Jose R. Hernandez

Pastor jubilado de la iglesia El Nuevo Pacto. José R. Hernández; educación cristiana: Maestría en Teología. El Pastor Hernández y su esposa nacieron en Cuba, y son ciudadanos de los Estados Unidos de América.

Deja un comentario