Estudios Bíblicos Prédica de Hoy: Poderosa Historia de la Pascua
Estudios Bíblicos Lectura Bíblica: Mateo 12:40
Tema: La Verdad Oculta sobre la Pascua
Introducción
Cada año, millones de cristianos en todo el mundo celebran la Pascua, convencidos de que están conmemorando la resurrección de Cristo de acuerdo con las Escrituras. Las iglesias se llenan, las familias se reúnen y los niños buscan huevos de colores en una celebración que muchos consideran sagrada. Sin embargo, pocos se detienen a examinar el verdadero origen de esta festividad y cómo ha sido moldeada por la tradición en lugar de la verdad bíblica.
El término “Pascua” tiene diferentes significados según el contexto en que se utilice. En la Biblia, la Pascua original (Pésaj) fue establecida por Dios en Éxodo 12 como un recordatorio de la liberación de Israel de Egipto. Más tarde, Jesús, el Cordero de Dios, murió precisamente durante la celebración de la Pascua judía, cumpliendo su significado profético (Juan 1:29; 1 Corintios 5:7).
Sin embargo, la Pascua cristiana moderna, tal como se celebra hoy, ha sido influenciada por prácticas que no tienen su origen en las Escrituras. A lo largo de los siglos, la Iglesia institucional adoptó ciertos elementos de festividades paganas para facilitar la conversión de los pueblos gentiles, dándoles un revestimiento cristiano. Como resultado, la celebración de la resurrección de Cristo fue mezclada con tradiciones ajenas al evangelio, alejándose del calendario bíblico y de la enseñanza pura de la Palabra de Dios.
Aún más sorprendente es que la creencia popular de que Jesús fue crucificado un viernes y resucitó un domingo no concuerda con las propias palabras del Señor ni con el calendario profético de Dios. Jesús declaró con claridad:
“Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.” (Mateo 12:40)
Esta declaración deja sin fundamento la idea de una crucifixión en viernes, ya que es imposible encajar tres días y tres noches completas en el período entre la tarde del viernes y la madrugada del domingo.
La tradición ha tergiversado los eventos más importantes de nuestra fe. ¿Qué nos dice realmente la Biblia sobre la crucifixión y resurrección de Cristo? ¿Cómo podemos separar la verdad de la tradición y volver a las raíces genuinas de nuestra fe?
En este estudio bíblico, exploraremos con profundidad:
- El verdadero significado de la Pascua bíblica y cómo fue reemplazada por una versión institucionalizada.
- La influencia de festividades paganas en la celebración moderna de la Pascua cristiana.
- La cronología exacta de la crucifixión y resurrección de Jesús, basada en la Escritura y el calendario hebreo.
- La profecía de “tres días y tres noches” y su importancia para confirmar la identidad mesiánica de Cristo.
- Cómo los creyentes pueden volver a la enseñanza bíblica y apartarse de prácticas sin fundamento en la Palabra de Dios.
Es hora de examinar nuestra fe a la luz de la Escritura y dejar de lado tradiciones que han oscurecido la verdad. Acompáñanos en este estudio en el que revelaremos lo que la Biblia realmente enseña sobre la resurrección del Señor y cómo podemos vivir una fe auténtica, fundamentada en la verdad de Dios.
I. El Origen Pagano de la Pascua: ¿Cristianismo o Sincretismo?
“Así ha dicho Jehová: No aprendáis el camino de las naciones… Porque las costumbres de los pueblos son vanidad.” (Jeremías 10:2-3)
A lo largo de la historia, la celebración de la Pascua cristiana ha cambiado drásticamente en comparación con la festividad ordenada por Dios en la Biblia. Aunque la Escritura establece Pésaj como la conmemoración de la liberación de Israel de Egipto y el sacrificio del Cordero Pascual (Éxodo 12), lo que hoy se conoce como “Pascua cristiana” ha adoptado elementos ajenos a la fe bíblica.
Lejos de ser una simple conmemoración de la resurrección de Cristo, la Pascua moderna está influenciada por costumbres y símbolos que tienen su origen en el paganismo. Esto no es una acusación sin fundamento, sino un hecho documentado en la historia del cristianismo. Para comprenderlo, es necesario examinar de dónde provienen ciertos elementos de esta festividad y cómo fueron incorporados en la tradición cristiana.
a. La Conexión con diosas paganas y festividades antiguas
El término “Easter”, que se usa en inglés para referirse a la Pascua, proviene de “Eostre”, una antigua diosa anglosajona de la fertilidad y la primavera. La festividad en su honor se celebraba con conejos y huevos, ambos símbolos de renovación y fertilidad. Esta conexión sugiere que, aunque el enfoque de la Pascua cristiana es la resurrección de Cristo, muchas de sus prácticas han sido influenciadas por cultos antiguos.
Pero la influencia no se limita solo a las regiones anglosajonas. En Babilonia, se celebraba la festividad de Ishtar, diosa del amor y la fertilidad, con rituales que incluían la observación del equinoccio de primavera. En su mitología, su amante, Tammuz, moría y resucitaba, una historia que guarda ciertas similitudes con la resurrección de Cristo, aunque distorsionada dentro de un contexto idolátrico.
En Roma, la festividad de Cibeles y Atis tenía elementos similares, incluyendo ayunos, procesiones y rituales de muerte y resurrección. No es coincidencia que estos festivales paganos hayan sido absorbidos por la Iglesia institucional siglos después, cuando el cristianismo se convirtió en la religión dominante del Imperio Romano.
b. ¿Cómo llegó esto al cristianismo?
El emperador Constantino, al convertirse al cristianismo en el siglo IV d.C., promovió un proceso de fusión entre costumbres paganas y la fe cristiana. En el Concilio de Nicea (325 d.C.), la Iglesia estableció una fecha fija para la Pascua cristiana, separándola del calendario hebreo y alineándola con el calendario solar romano (Encyclopedia Britannica).
Este cambio tenía un objetivo claro: facilitar la conversión de los pueblos paganos al cristianismo sin exigirles abandonar por completo sus tradiciones. Como resultado, se adoptaron símbolos y costumbres que no tienen base en la Palabra de Dios. En lugar de mantener la celebración bíblica de la Pascua judía (Pésaj), que señala proféticamente la muerte de Cristo, se estableció una Pascua cristianizada con influencias externas.
Este sincretismo resultó en una festividad que no se alinea con la Pascua establecida por Dios en la Biblia, sino con un sistema de adoración que mezcla elementos paganos con el mensaje del evangelio.
c. ¿Qué dice Dios sobre la mezcla de la adoración verdadera con costumbres paganas?
Dios advierte en Su Palabra contra la práctica de adoptar costumbres paganas en la adoración:
“Cuando Jehová tu Dios haya destruido de delante de ti las naciones… guárdate que no tropieces en pos de ellas… diciendo: ¿Cómo servían estas naciones a sus dioses? Yo también haré lo mismo.” (Deuteronomio 12:29-30)
Jesús también condenó la tradición humana que distorsiona la verdad de Dios:
“Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.” (Marcos 7:9)
Si Dios prohibió que Su pueblo adoptara prácticas religiosas de otras naciones, ¿por qué los cristianos han tolerado la mezcla de la verdad bíblica con tradiciones paganas?
Hoy en día, muchos celebran la Pascua sin cuestionar sus orígenes. Pero si nuestra adoración está contaminada por prácticas no bíblicas, ¿realmente estamos honrando a Dios?
En la siguiente sección, exploraremos la cronología real de la crucifixión y resurrección de Jesús, demostrando cómo la tradición del “viernes santo” y “domingo de resurrección” no concuerda con la Escritura.
II. Cronología de la Crucifixión y Resurrección
“Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.”
Uno de los errores más difundidos en la cristiandad moderna es la creencia de que Jesús fue crucificado un viernes y resucitó un domingo. Este calendario no solo contradice la profecía que Jesús estableció sobre Su muerte y resurrección, sino que también ignora la manera en que el tiempo era contado en el contexto judío del siglo I.
La clave para entender la verdadera cronología de la crucifixión y resurrección de Jesús es examinar tres factores:
- Las propias palabras de Jesús sobre cuánto tiempo estaría en la tumba.
- La manera en que los judíos contaban los días y noches en términos proféticos.
- Los eventos narrados en los Evangelios que confirman la secuencia exacta de los hechos.
Siendo así, necesitamos responder con precisión: ¿Cuándo murió Jesús, cuándo fue sepultado y cuándo resucitó?
a. Jesús Profetizó Tres Días y Tres Noches
Desde los primeros días del cristianismo, ha existido una enseñanza errónea que afirma que Jesús murió un viernes por la tarde y resucitó un domingo por la mañana. Esta creencia, repetida por siglos, se ha convertido en un dogma incuestionable para muchos. Pero hay un problema: no encaja con lo que Jesús mismo dijo.
Cuando los fariseos exigieron una señal que probara su identidad, Jesús respondió con una profecía específica: “Así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.”
Esta es la única señal que Jesús dio para confirmar su mesianismo. No fue casualidad. Tres días y tres noches. No dijo “dos noches y un día” o “parte de tres días.” Su declaración fue clara y precisa.
Ahora bien, ¿pueden tres días y tres noches caber entre un viernes por la tarde y un domingo por la mañana? Matemáticamente, es imposible. Eso sumaría apenas un día y medio.
Jesús fue claro en al comparar su tiempo en la tumba con la estadía de Jonás en el vientre del gran pez: “tres días y tres noches”. La frase utilizada aquí no deja espacio para interpretaciones simbólicas o para la idea de contar solo parte de un día. En el pensamiento judío, una expresión como “tres días y tres noches” se refiere a un período completo de 72 horas, sin excepción.
Para reforzar esta idea, podemos analizar otros pasajes que confirman la duración exacta:
Marcos 8:31: “Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.” La frase “después de tres días” refuerza la idea de un período completo, no de una fracción de tiempo.
Juan 2:19: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” Aquí Jesús se refiere a la duración específica en la que su cuerpo permanecería en la tumba.
Si Jesús hubiera sido crucificado el viernes y resucitado el domingo, estaríamos hablando solo de un día completo (sábado) y dos noches (viernes por la noche y sábado por la noche), lo que claramente no concuerda con la profecía que Él mismo dio. Entonces, si la enseñanza tradicional está equivocada, ¿cuál es la verdad?
b. ¿Cuántas Horas Hay en un Día Según la Biblia?
La Biblia proporciona claridad sobre la duración de un día. Génesis 1:5 dice: ‘Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.‘
Analicemos sus partes:
“Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas Noche” – Esta parte establece las definiciones básicas. Dios nombra al período de luz “Día” y al período de oscuridad “Noche”. Esta es la distinción esencial entre las dos mitades de un ciclo de 24 horas.
“Y fue la tarde y la mañana un día” – Esta es la parte crucial para entender la duración de un día. La Biblia Reina-Valera 1960, como muchas otras traducciones, usa la frase “la tarde y la mañana”. Esta frase indica una secuencia: primero la tarde (oscuridad), luego la mañana (luz). Este orden es importante porque, en el pensamiento hebreo, el día comenzaba al atardecer. Así, la tarde precedía a la mañana.
La combinación del nombramiento de la luz y la oscuridad y la secuencia “tarde y mañana” define un “día” como un ciclo completo que abarca tanto la oscuridad como la luz. Si bien no se indica explícitamente “24 horas”, la implicación es una rotación completa de la Tierra, el período desde una puesta de sol hasta la siguiente. El uso repetido de esta frase, junto con la numeración de los días (día primero, día segundo, etc.), refuerza la idea de un período de 24 horas.
Fuentes Judías que Confirman el Método de Contar los Días
Además de la evidencia bíblica, fuentes judías antiguas confirman que el pueblo judío del siglo I contaba los días de acuerdo con el modelo “de tarde a tarde”.
Según el Talmud de Babilonia, el día comienza en la tarde y se extiende hasta la tarde siguiente, siguiendo el patrón de la creación en Génesis 1:5. Berakhot 2a menciona esta práctica en el contexto de la oración nocturna del Shemá, confirmando que los judíos contaban sus días de atardecer a atardecer.
El historiador judío Flavio Josefo explica que los judíos contaban sus días desde la puesta del sol hasta la siguiente puesta del sol. En Antigüedades Judías 1.3.9, menciona que esta costumbre se derivaba de la creación, donde la tarde precede a la mañana.
Estos testimonios refuerzan la precisión del relato bíblico y confirman que Jesús hablaba en términos de la manera en que los judíos contaban el tiempo en Su época. Así, cuando Él declaró que estaría “tres días y tres noches en el corazón de la tierra”, lo hacía conforme al método judío de contar el tiempo, lo que excluye la posibilidad de una crucifixión en viernes y resurrección en domingo.
Justificación de la crucifixión el viernes y resurrección el domingo
Algunos intentan justificar la idea de una crucifixión el viernes y resurrección el domingo apelando a una supuesta regla judía llamada “Miktzat HaYom KeKulo” (una parte del día cuenta como un todo). Según esta lógica, si Jesús murió el viernes, aunque fuera por unas pocas horas antes del anochecer, ese “pedazo de día” contaría como un día completo. ¿Es esto bíblico? No.
De hecho, el Señor mismo nos dice cuántas horas tiene un día: “Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas?… ” (Juan 11:9a)
Como podemos ver, el Señor nos dice claramente que un día completo se compone de un período de luz (12 horas) y un período de noche (12 horas), sumando 24 horas. Cualquier intento de forzar la idea de que un fragmento de día cuenta como un día completo contradice directamente la enseñanza de la Escritura.
Y aún más problemático: la Biblia no aplica la regla “Miktzat HaYom KeKulo” en contextos históricos ni proféticos. Este principio es usado en leyes rabínicas sobre el duelo (Shivá) y los votos nazareos, pero jamás en la narración de eventos reales o en profecía. Repito, no existe ninguna evidencia de que se haya usado para medir días completos en relatos históricos o profecías bíblicas.
Un análisis más detallado de las Escrituras demuestra que cuando la Biblia menciona “tres días y tres noches”, se está refiriendo a un período literal y completo de tiempo:
- Ejemplo en Ester 4:16 y 5:1: Ester pide que el pueblo ayune por ella tres días y tres noches. Luego, entra a la presencia del rey “al tercer día”, lo que indica un período literal de tres días completos.
- El relato de Jonás (Jonás 1:17): Jonás estuvo en el vientre del gran pez por tres días y tres noches, y esta es la señal que Jesús usó para explicar cuánto tiempo estaría en la tumba.
El uso consistente de la expresión “tres días y tres noches” en la Escritura refuerza la idea de que este período debe entenderse de forma literal y no mediante la interpretación rabínica posterior de días fraccionados.
Así que, si aceptamos la lógica de que “una parte de un día cuenta como un día entero”, entonces cualquier profecía en la Biblia que mencione días específicos quedaría sin sentido. ¿Por qué? Porque podríamos reducir cualquier período a la mitad o a un cuarto y seguiría contando como completo.
Hermanos, “Dios no es Dios de confusión” (1 Corintios 14:33a). Dios no habla con imprecisión (Números 23:19). Así que cuando la Biblia habla de tres días y tres noches, significa exactamente eso.
c. La secuencia exacta de los hechos
Ahora que hemos establecido la importancia de la literalidad de los “tres días y tres noches,” examinemos las evidencias bíblicas y el contexto histórico-cultural que nos ayudan a reconstruir la secuencia de los eventos que rodearon la crucifixión y resurrección de Jesús.
Es fundamental reconocer que existen diferentes interpretaciones teológicas sobre la cronología general, pero si aceptamos la literalidad de “tres días y tres noches,” la evidencia apunta a una conclusión específica. La pregunta sobre el día exacto de la crucifixión sigue siendo un tema de estudio y debate entre los eruditos bíblicos, pero la literalidad de “tres días y tres noches” nos lleva inevitablemente a una conclusión específica.
i. El día de la crucifixión
Los Evangelios nos dicen que Jesús murió “cerca de la hora novena” (Mateo 27:46, Marcos 15:34, Lucas 23:44). En el sistema de tiempo judío, la “hora novena” correspondía aproximadamente a las 3:00 PM.
Después de su muerte, José de Arimatea pidió el cuerpo de Jesús a Pilato y, junto con Nicodemo, lo preparó rápidamente para su sepultura (Juan 19:38-42). Como se acercaba un gran día de reposo, era necesario enterrarlo antes del atardecer, ya que al ponerse el sol comenzaba el 15 de Nisán, un día sagrado en la Fiesta de los Panes sin Levadura (Levítico 23:6-7). La Ley mosaica prohibía que los cuerpos permanecieran colgados en el madero durante un día sagrado, lo que obligaba a actuar con rapidez para llevar a cabo la sepultura antes de la puesta del sol.
Así que Jesús fue sepultado antes del atardecer, aproximadamente a las 6:00 PM, cumpliendo así con los requisitos de la ley judía. Una vez colocado en la tumba, una gran piedra fue rodada a la entrada, sellándola completamente.
Al analizar el día de la crucifixión, es fundamental entender el contexto del “día de preparación” mencionado en los Evangelios (Juan 19:31, Marcos 15:42, Lucas 23:54). Este término se refiere al día anterior a un día de reposo. La dificultad radica en que muchas personas asumen que este reposo era el sábado semanal, pero Juan 19:31 aclara que se trataba de un “gran día de reposo,” lo que indica que no era el sábado semanal regular, sino un día de reposo especial vinculado a la Fiesta de los Panes sin Levadura.
En el idioma griego original del Texto Receptus, Juan 19:31 dice:
“ἦν γὰρ μεγάλη ἡ ἡμέρα ἐκείνου τοῦ σαββάτου” (ēn gar megálē hē hēmera ekeinou tou sabbatou).
Traducción: “porque aquel día de reposo era de gran solemnidad”
Este versículo señala que este “sábado” era “grande”, lo que implica que era un día de reposo festivo y no el sábado semanal ordinario. Esta distinción es clave para entender la cronología de la sepultura y resurrección de Jesús.
ii. El “gran día de reposo”
La Fiesta de los Panes sin Levadura comenzaba el 15 de Nisán y tenía una duración de siete días (Levítico 23:6). Según la Ley, el primer día de esta festividad era un día de reposo especial, un mo’ed (מוֹעֵד), lo que significa un tiempo señalado por Dios para una santa convocación. Levítico 23:4 menciona:
“Estas son las fiestas solemnes de Jehová, las convocaciones santas, a las cuales convocaréis en sus tiempos:”
El uso de la palabra mo’ed en este contexto enfatiza que este día de reposo era independiente del sábado semanal y debía observarse de manera solemne. Esta es la razón por la que en Juan 19:31 se le llama “gran día de reposo.” Era un día de descanso sagrado en el cual no se permitían trabajos, de manera similar al sábado semanal, lo que explica por qué todos los preparativos, incluyendo el entierro de Jesús, tenían que completarse antes del atardecer del miércoles.
Este detalle es crucial para comprender la cronología exacta de la sepultura y resurrección de Jesús. La suposición tradicional de que Jesús murió en un viernes se basa en la idea de que el día de reposo mencionado en los Evangelios se refiere al sábado semanal. Sin embargo, al examinar el texto griego y la práctica judía, queda claro que este reposo era el 15 de Nisán, el primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura.
iii. La única conclusión posible (dada la literalidad de “tres días y tres noches”)
Si tomamos literalmente las palabras de Jesús en Mateo 12:40, donde declara que el Hijo del Hombre estaría “tres días y tres noches en el corazón de la tierra”, la única posibilidad que cumple con esta afirmación es que la crucifixión ocurrió un miércoles antes del atardecer. Cualquier otra fecha no encajaría con el período de tres días completos y tres noches completas en la tumba.
La única conclusión posible es Jesús fue crucificado el miércoles 14 de Nisán alrededor de las 3:00 p.m. como ya hemos hablado, y sepultado antes del atardecer; es decir alrededor de las 6:00 p.m. Ya que en esa misma tarde comenzaba el jueves 15 de Nisán, un gran día de reposo, el primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura. Jesús permaneció en la tumba tres días y tres noches completas, resucitando el sábado por la tarde, antes de la puesta del sol.
Para mayor claridad, la secuencia de eventos sería la siguiente:
Miércoles (14 de Nisán): Jesús muere alrededor de las 3:00 PM y es sepultado antes del atardecer.
Jueves (15 de Nisán – Gran día de reposo): Primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura. Jesús permanece en la tumba, cumpliendo la primera noche y el primer día.
Viernes (16 de Nisán – Día ordinario): Las mujeres compran especias y preparan los ungüentos (Marcos 16:1). Jesús permanece en la tumba, cumpliendo la segunda noche y el segundo día.
Sábado (17 de Nisán – Sábado semanal): Último día completo en la tumba. Antes del atardecer, Jesús resucita, cumpliendo exactamente tres días y tres noches.
Domingo (18 de Nisán – Primer día de la semana): Al amanecer, las mujeres llegan al sepulcro y lo encuentran vacío. Jesús ya había resucitado el día anterior, antes de la puesta del sol.
iv. Importancia de la interpretación literal de “tres días y tres noches”
La única forma de conciliar las palabras de Jesús con la cronología bíblica es aceptar la literalidad de “tres días y tres noches.” Como les mencione anteriormente, algunas interpretaciones han intentado sugerir que la frase puede referirse a una parte de tres días, basándose en el principio rabínico “Miktzat HaYom KeKulo”, que sostiene que cualquier parte de un día puede contarse como un día completo. Sin embargo, como les explique, este principio no se aplica en narraciones históricas de tiempo específico y, además, contradice el énfasis literal que Jesús mismo hizo.
Otros intentos de interpretación sugieren que la expresión “después de tres días” permite una crucifixión en viernes y una resurrección el domingo, pero esto no armoniza con la frase exacta de “tres días y tres noches” utilizada por Jesús.
La cronología de la crucifixión y resurrección de Jesús es un tema que ha sido debatido durante siglos. Sin embargo, si tomamos las palabras de Jesús en su sentido más claro y directo, la única conclusión posible es que fue crucificado un miércoles y resucitó un sábado antes del atardecer. Cualquier otra interpretación no se ajusta a su propia profecía ni a la forma en que los judíos contaban los días.
Este análisis nos muestra que la Palabra de Dios es precisa y sin contradicciones, y que la muerte y resurrección de Jesús ocurrieron de acuerdo con el tiempo establecido por el Padre, cumpliendo exactamente lo que había sido profetizado.
III. Volviendo a la Enseñanza Bíblica: Separando la Verdad de la Tradición
“Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.” (1 Corintios 5:8)
Hemos examinado cómo la Pascua fue establecida por Dios, cómo Cristo la cumplió con Su sacrificio y cómo la Iglesia primitiva comprendió su verdadero significado. También hemos visto cómo, con el paso de los siglos, la celebración fue distorsionada por tradiciones humanas, alejándose del modelo bíblico. Ahora, la pregunta es inevitable: ¿qué hacemos con este conocimiento?
Es fácil indignarse al descubrir cuánto se ha alejado la tradición de la Escritura, pero Dios no nos llama a reaccionar con enojo o condenación, sino con fidelidad y discernimiento. Nuestro deber no es debatir sobre fechas ni festividades, sino vivir la realidad de la resurrección de Cristo cada día. La cuestión central no es si debemos o no celebrar un día específico, sino cómo podemos honrar a Cristo con una adoración que sea fiel a Su Palabra.
a. La verdadera celebración de la Pascua bajo el Nuevo Pacto
En el Antiguo Testamento, la Pascua era un evento anual instituido por Dios mismo (Éxodo 12), pero era una sombra de lo que habría de venir (Colosenses 2:16-17). Cuando Jesús celebró Su última Pascua con los discípulos, Él redirigió el enfoque de la conmemoración. No les dijo que siguieran celebrando la Pascua como en los tiempos de Moisés, sino que lo recordaran de una manera completamente nueva.
“Tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.” (Lucas 22:19)
Cristo no nos mandó a observar la Pascua judía, sino a recordarlo a Él. La Pascua fue un símbolo profético del sacrificio del Cordero de Dios, pero una vez cumplida en Cristo, la conmemoración cambió de un evento histórico a una relación viva con Él.
Pablo lo explicó claramente cuando dijo: “Porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura… sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:7-8). Cristo es nuestra Pascua viva, y la verdadera celebración de Su sacrificio no ocurre en una fecha específica, sino en una vida consagrada a Él.
b. Evitando los dos extremos: Tradición Vacía vs. Legalismo
Cuando los creyentes descubren que la Pascua cristiana ha sido contaminada con tradiciones no bíblicas, algunos reaccionan con un rechazo total, evitando cualquier conmemoración de la resurrección de Cristo. Otros, en cambio, insisten en volver a la observancia de la Pascua judía bajo la ley mosaica, creyendo que es la única manera correcta de recordar el sacrificio del Señor. Ambos enfoques son erróneos.
Pablo advirtió contra el legalismo religioso cuando escribió: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Colosenses 2:16-17). La Pascua judía era una sombra que apuntaba a Cristo. Ahora que Él ha venido, nuestra fe no puede estar atada a los símbolos del Antiguo Pacto.
Ignorar completamente la importancia de recordar Su resurrección también es un error. Pablo dejó claro que la resurrección de Cristo es el fundamento mismo de nuestra fe: “Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1 Corintios 15:14). El problema no es recordar la resurrección, sino la forma en que se hace. Cristo nunca ordenó una celebración anual específica de Su resurrección, pero sí estableció la Cena del Señor como un recordatorio continuo de Su sacrificio y victoria sobre la muerte (Lucas 22:19).
Recordar la resurrección es central para nuestra fe, pero debemos hacerlo de una manera bíblicamente fundamentada, sin mezclarla con tradiciones añadidas por el hombre. El creyente no necesita celebrar un día en particular, pero tampoco debe descuidar la centralidad de la resurrección en su vida.
El equilibrio bíblico está en conmemorar a Cristo con gratitud y fidelidad, sin rituales impuestos por hombres ni cargas legalistas. La verdadera adoración no depende de una festividad, sino de una vida transformada por el poder de la resurrección.
c. Cómo debe conmemorar la Pascua un creyente en verdad
Si queremos honrar la obra de Cristo, necesitamos separarnos de las tradiciones humanas que no tienen fundamento en la Escritura. No necesitamos festividades diseñadas por la Iglesia institucional, ni conejos, huevos de Pascua o rituales añadidos a lo largo de los siglos. La verdadera adoración no depende de símbolos externos, sino de una relación genuina con Dios.
En lugar de adherirnos a costumbres humanas, debemos volver a la enseñanza de la Palabra. Jesús nunca instituyó celebraciones anuales de Su resurrección, sino que estableció la Cena del Señor como un recordatorio constante de Su sacrificio y victoria sobre la muerte.
Hermanos, no se trata de marcar una fecha en el calendario, sino de vivir cada día con la certeza de que Cristo ha resucitado y está vivo en nosotros. Pablo nos exhorta a vivir en la semejanza de Su resurrección, recordándonos que, así como fuimos plantados juntamente con Él en la semejanza de Su muerte, así también lo seremos en la de Su resurrección (Romanos 6:5).
Además de vivir en la realidad de la resurrección, debemos enseñar la verdad con amor y paciencia. Muchos creyentes han crecido dentro de la tradición sin cuestionarla, simplemente porque nunca se les ha enseñado otra cosa. Nuestra responsabilidad no es condenar, sino guiar con amor, llevando a otros a un entendimiento más profundo de la Escritura. No estamos llamados a disputas religiosas, sino a proclamar la verdad con gracia y sabiduría.
d. La Pascua es más que una fecha: Es una vida resucitada en Cristo
El problema con las tradiciones religiosas no es que existan festividades, sino cuando estas eclipsan la verdad del Evangelio. Jesús enseñó a la mujer samaritana que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque el Padre busca a los que le adoran de esta manera (Juan 4:23).
Cristo no nos llamó a seguir rituales, sino a vivir en comunión con Él, en espíritu y en verdad. Nuestra celebración no debe estar en una festividad, sino en el hecho de que Cristo ha resucitado. Esa es la única verdad que importa.
Conclusión
Hoy hemos recorrido un camino de profundo análisis bíblico e histórico. Desde la Pascua establecida por Dios en el Éxodo hasta su cumplimiento perfecto en Cristo, hemos visto cómo esta celebración fue diseñada como una revelación del plan redentor de Dios. También hemos examinado cómo, con el paso de los siglos, la tradición humana reemplazó la verdad bíblica, transformando la conmemoración de la resurrección en una festividad influenciada por el sincretismo religioso.
El estudio de la Escritura nos ha mostrado que Cristo es nuestra Pascua y que Su sacrificio y resurrección no son eventos que deban ser reducidos a una fecha en el calendario, sino una verdad que transforma nuestra vida diaria. Si de verdad creemos que Él ha resucitado, nuestra vida debe reflejar esa realidad en todo momento, no solo en un día señalado por la tradición.
Jesús dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama” (Juan 14:21). Amar a Cristo es vivir conforme a Su verdad, sin añadir ni quitar nada de Su Palabra.
Hoy tenemos ante nosotros una decisión. Podemos seguir la inercia de la tradición sin cuestionarla, o podemos examinar todas las cosas a la luz de la Escritura y retener lo bueno (1 Tesalonicenses 5:21). No se trata de rechazar por rechazar, sino de buscar con sinceridad lo que realmente glorifica a Dios.
Nunca olvidemos que la Pascua es más que una festividad. Es un recordatorio del sacrificio de Cristo y Su victoria sobre la muerte. Si Él es nuestra Pascua, nuestra vida debe reflejar Su resurrección cada día.
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.” (Romanos 6:11)
Cristo ha resucitado. ¡Esa es la única verdad que necesitamos celebrar!
© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.