El Legalismo y el Cristiano

Jose R. Hernandez

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El Legalismo y el Cristiano | Estudios Bíblicos

El Legalismo y el Cristiano Lectura Bíblica: Gálatas 6:14; 1:6

Tema: La Trampa del Legalismo

Introducción

A lo largo de la historia, pocos errores han sido tan dañinos para la fe cristiana como el legalismo. El legalismo es una doctrina que enseña que la salvación se obtiene a través del cumplimiento de reglas, en lugar de por la gracia de Dios. Es una distorsión del evangelio que convierte la relación con Cristo en una carga pesada en vez de un regalo de amor.

El apóstol Pablo fue implacable al denunciar este falso evangelio. En Gálatas 1:6, expresó su asombro ante los creyentes que habían sido engañados:

“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente.”

Este “otro evangelio” no era más que un regreso a las exigencias de la ley, donde el favor de Dios parecía depender de la obediencia humana y no de Su gracia. Pero la Biblia es clara: ningún esfuerzo humano puede añadir nada a la obra de Cristo en la cruz.

Aun así, el legalismo sigue presente en muchas iglesias hoy. Se disfraza de “santidad” o de “obediencia”, pero en realidad es una trampa que esclaviza en lugar de liberar. Cada vez que alguien impone reglas humanas como requisito para la salvación o la aceptación en la iglesia, el evangelio de la gracia queda opacado.

Pero, ¿cómo podemos reconocer el legalismo? ¿Cuáles son sus peligros? ¿Y cómo podemos evitar caer en esta mentalidad que nos aleja de la verdadera libertad en Cristo?

En este estudio bíblico, responderemos estas preguntas explorando lo que la Biblia dice sobre el legalismo, identificando ejemplos de cómo se infiltra en la iglesia y analizando su impacto destructivo en la vida cristiana.

I. ¿Qué Dice la Biblia Sobre el Legalismo?

Para comprender por qué el legalismo es un problema tan grave, primero debemos definirlo claramente. El legalismo es la creencia de que la salvación o el favor de Dios se obtienen mediante el cumplimiento de reglas humanas adicionales a las que Dios ha establecido. No se trata simplemente de obedecer los mandamientos divinos, lo cual es esencial en la vida cristiana, sino de imponer normas extras como requisitos para ser aceptados por Dios.

a) El legalismo en los tiempos de Jesús y Pablo

Este fenómeno no es exclusivo de nuestra era; ya en los tiempos de Jesús y Pablo, el legalismo estaba presente. Jesús confrontó directamente a los fariseos, quienes habían añadido numerosas reglas a la Ley de Moisés, transformando la relación con Dios en una carga pesada e inalcanzable.

En Mateo 23:4, el Señor los denunció con dureza, diciendo:

“Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.”

Los fariseos imponían exigencias que ni ellos mismos podían cumplir, enfocándose en la apariencia externa más que en una auténtica relación con Dios. Su enfoque legalista distorsionaba la verdadera intención de la Ley.

El apóstol Pablo también enfrentó este desafío en la iglesia primitiva. Algunos judíos convertidos al cristianismo insistían en que los gentiles debían seguir tradiciones judías, como la circuncisión, para obtener la salvación. Pero ante esto, Pablo responde con firmeza en Gálatas 2:16:

“Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.”

Aquí, Pablo enfatiza que la justificación ante Dios no se logra mediante obras legales, sino a través de la fe en Jesucristo.

b) La diferencia entre obediencia y legalismo

Es crucial distinguir entre obediencia genuina y legalismo. Dios nos llama a vivir en santidad y a seguir Sus mandamientos, pero la motivación detrás de nuestras acciones marca la diferencia.

La obediencia auténtica surge como una respuesta de amor y gratitud hacia Dios por Su gracia. Jesús lo expresa claramente en Juan 14:15:

“Si me amáis, guardad mis mandamientos.”

En este contexto, la obediencia es una manifestación natural del amor hacia Dios, no una herramienta para ganar Su favor.

Por otro lado, el legalismo implica intentar obtener la aceptación divina mediante el cumplimiento de reglas adicionales y tradiciones humanas. Este enfoque se basa en el esfuerzo humano y puede conducir al orgullo espiritual y a la hipocresía. El legalismo desvía la atención de la gracia de Dios y la coloca en las acciones externas del individuo, en lugar de en la obra redentora de Cristo.

Charles Spurgeon, conocido como el “Príncipe de los Predicadores” y una de las figuras más influyentes en la predicación evangélica del siglo XIX, advirtió con firmeza sobre este peligro, declarando:

“Sábete, legalista y formalista, que tu relación con Cristo no pasa de ser como la de cualquier pagano; y aunque hayas sido bautizado en su bautismo, te hayas sentado a su mesa y hayas oído predicaciones cristianas, no tienes suerte ni parte en este asunto; no más que un católico o un mahometano, a menos que confíes solamente en la gracia de Dios y seas heredero según la promesa.” Fuente: “¡Ay de ti, legalista!” – Charles Spurgeon

Con esta afirmación, Spurgeon desenmascara la falsa seguridad que ofrece el legalismo. No importa cuántos rituales religiosos se sigan o cuántas normas externas se cumplan, si la confianza del creyente no está únicamente en la gracia de Dios, su fe es superficial y vacía.

c) El peligro de seguir “otro evangelio”

El legalismo no es simplemente una práctica inofensiva; representa una distorsión peligrosa del mensaje del evangelio. Pablo advierte en Gálatas 1:6-7:

“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.”

Añadir requisitos humanos a la salvación pervierte la pureza del evangelio de Cristo. Este “otro evangelio” desvía a los creyentes de la verdad y los encadena a un sistema de obras que no puede salvar.

Es fundamental reconocer que la salvación es un regalo de la gracia de Dios, recibido por medio de la fe en Jesucristo, sin adiciones humanas. Cualquier enseñanza que sugiera lo contrario debe ser rechazada, ya que compromete la esencia misma del mensaje cristiano.

II. ¿Cuáles Son Algunos Ejemplos de Legalismo en la Iglesia?

El legalismo no es un problema exclusivo del pasado. A lo largo de la historia y hasta el día de hoy, muchas iglesias han caído en este error, estableciendo reglas y tradiciones humanas como si fueran mandatos divinos. Aunque cada congregación es diferente, hay ciertas señales comunes que revelan una mentalidad legalista.

a) Reglas externas que reemplazan la transformación del corazón

Uno de los rasgos más evidentes del legalismo es su enfoque en las apariencias externas en lugar de en la transformación interior por el Espíritu Santo. En muchas iglesias, la vestimenta, el comportamiento, e incluso la manera de hablar de una persona se convierten en indicadores de espiritualidad.

Jesús confrontó este tipo de hipocresía en Mateo 23:25-26:

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.”

El problema no es la vestimenta en sí misma, ni ciertas normas de comportamiento, sino el hecho de que se utilicen como estándares de espiritualidad, en lugar de enfocarse en la transformación del corazón. Nunca podemos olvidar que Dios no mira lo externo; Él examina las intenciones y la verdadera fe del creyente.

b) Tradiciones humanas elevadas al nivel de mandamiento divino

Otro ejemplo de legalismo es cuando las tradiciones de los hombres se imponen como si fueran mandatos de Dios. Digo esto porque hay iglesias donde ciertas prácticas no establecidas en la Biblia se convierten en requisitos incuestionables.

Jesús denunció esta actitud en Marcos 7:8-9:

“Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres (…) Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.”

Cuando una iglesia enseña normas como si fueran doctrinas fundamentales, y deja de lado la enseñanza bíblica en favor de sus propias reglas, entonces ha caído en el legalismo.

c) Enseñar que la salvación depende de obras y no de la gracia

La manifestación más peligrosa del legalismo es cuando se enseña que la salvación depende del esfuerzo humano y no de la gracia de Dios.

Esto puede presentarse de muchas maneras:

  • Imponer requisitos adicionales para la salvación (bautismo obligatorio para ser salvo, seguir ciertas reglas, practicar determinadas ceremonias).
  • Enseñar que un creyente puede perder su salvación si no cumple ciertos estándares.
  • Enfocarse en las “obras de justicia” como condición para ser aceptado por Dios.

Pablo enfrentó esta enseñanza en Colosenses 2:20-22:

“Si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni toques? (En conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres).”

La salvación no es por obras, sino por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo. Cualquier enseñanza que agregue requisitos adicionales al evangelio desvía a los creyentes de la verdad y los ata a un sistema de esclavitud religiosa.

d) Un ambiente de juicio y condenación en la iglesia

Las iglesias legalistas suelen tener una cultura de juicio, donde los creyentes son medidos según estándares humanos en lugar de por su relación con Cristo. En estos ambientes, los errores y fallas no se ven como oportunidades de crecimiento y restauración, sino como razones para criticar, excluir y condenar a otros.

En Romanos 14:10, Pablo advierte contra esta actitud:

“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.”

El legalismo no solo carga a los creyentes con reglas innecesarias, sino que crea un ambiente de temor y culpa en lugar de amor y restauración.

En cada generación, el legalismo ha tratado de infiltrarse en la iglesia, robando la libertad del evangelio y poniendo cargas que Dios nunca pidió. Pero la Biblia es clara: nuestra relación con Dios no depende de reglas humanas, sino de la gracia de Cristo.

En esta sección he expuesto algunos de los ejemplos más comunes de legalismo en la iglesia actual. Pero, ¿qué consecuencias tiene vivir bajo un sistema legalista? En la siguiente sección, exploraremos el peligro del legalismo y cómo puede afectar la vida espiritual de un creyente.

III. El Peligro del Legalismo

El legalismo no solo es un error doctrinal, sino una amenaza real para la vida espiritual de un creyente. Cuando la fe se reduce a un sistema de reglas y normas humanas, se pierde la esencia del evangelio. En lugar de experimentar la libertad en Cristo, los creyentes quedan atrapados en un ciclo de culpa, temor y orgullo espiritual.

Pablo advirtió a los gálatas sobre este peligro en Gálatas 5:1:

“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.”

El legalismo es un yugo que esclaviza en lugar de liberar. No solo afecta la relación con Dios, sino que también deforma la comunidad de creyentes y el testimonio cristiano.

a) Produce una falsa sensación de justicia propia

Uno de los efectos más dañinos del legalismo es que engendra orgullo espiritual. Cuando una persona cree que su obediencia a ciertas normas la hace más aceptable delante de Dios, comienza a compararse con los demás y a medir su espiritualidad en base a su desempeño religioso.

Este problema es algo que Jesús expone claramente en la Parábola del fariseo y el publicano en Lucas 18:11-12:

“El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.”

El fariseo creía que su cumplimiento de la ley lo hacía superior a los demás. Pero Jesús dejó claro que Dios no se agrada del orgullo religioso, sino de un corazón humilde.

b) Genera temor y esclavitud espiritual

Si bien algunos se sienten superiores debido al legalismo, otros viven en constante temor e inseguridad. Cuando se enseña que la salvación depende del desempeño del creyente, este desarrolla una relación con Dios basada en el miedo y la ansiedad.

1 Juan 4:18 nos dice:

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor.”

El evangelio de Cristo es un mensaje de libertad y amor, no de esclavitud y condenación. El legalismo distorsiona el carácter de Dios, presentándolo como un juez implacable en lugar de un Padre amoroso.

c) Destruye la unidad en la iglesia

El legalismo no solo afecta a nivel personal, sino que divide a la comunidad cristiana. En lugar de fomentar el amor y la gracia entre los hermanos, crea un ambiente de juicio y exclusión.

Pablo reprendió esta actitud en Romanos 14:3:

“El que come, no menosprecie al que no come; y el que no come, no juzgue al que come, porque Dios le ha recibido.”

Cuando los creyentes comienzan a juzgarse unos a otros basados en reglas humanas en lugar de la verdad de la Palabra de Dios, se rompe la unidad en Cristo.

d) Un problema que ha afectado la historia de la iglesia

A lo largo de la historia, el legalismo ha sido una de las principales causas de división dentro del cristianismo. En el siglo XVI, durante la Reforma Protestante, Martín Lutero se enfrentó al sistema religioso de su tiempo, que había caído en un tipo de legalismo institucionalizado.

Lutero se dio cuenta de que la iglesia medieval había añadido numerosas exigencias para la salvación, como la venta de indulgencias y la imposición de obras religiosas para obtener el favor de Dios. Esto llevó a la famosa publicación de sus 95 tesis en 1517, donde proclamó que la salvación es por la gracia de Dios mediante la fe, y no por obras.

El impacto de la Reforma fue profundo porque liberó a muchas personas de la esclavitud de un sistema basado en méritos humanos. Sin embargo, el legalismo no desapareció, sino que siguió adoptando nuevas formas a lo largo de los siglos, infiltrándose en diferentes denominaciones y movimientos cristianos.

Incluso en tiempos más recientes, ciertos movimientos religiosos han impuesto reglas sobre la vestimenta, la música, e incluso el acceso a la educación, haciendo de la fe una serie de restricciones en lugar de una relación transformadora con Dios. Cada vez que la iglesia ha caído en el error del legalismo, la gracia ha sido oscurecida y la verdadera libertad en Cristo ha sido reemplazada por un conjunto de normas humanas.

El legalismo es un enemigo silencioso que puede infiltrarse en la vida de cualquier creyente o iglesia. No solo desvía a las personas del evangelio, sino que destruye la libertad, la alegría y la verdadera comunión con Dios.

Ahora que hemos visto los peligros del legalismo, surge una pregunta clave: ¿Cómo podemos identificar una iglesia legalista? En la siguiente sección, exploraremos las señales de advertencia para evitar caer en este tipo de congregaciones.

IV. ¿Cómo Identificar una Iglesia Legalista?

Hasta ahora hemos visto que el legalismo es una trampa peligrosa que desvía a los creyentes del evangelio de la gracia y los esclaviza bajo reglas humanas. Pero, ¿cómo podemos reconocer si una iglesia ha caído en el legalismo? No todas las iglesias que enfatizan la santidad o la disciplina son legalistas, pero hay ciertas señales que pueden alertarnos cuando una congregación ha adoptado esta mentalidad.

a) La salvación se presenta como algo basado en reglas y no en la gracia

Una de las primeras señales de una iglesia legalista es su enseñanza sobre la salvación. Si una congregación enseña que la salvación depende de ciertas obras, rituales o normas humanas en lugar de ser un regalo de Dios por medio de la fe en Cristo, ha caído en el legalismo.

Pablo dejó esto claro en Efesios 2:8-9:

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”

Cuando la salvación se presenta como algo que debe “ganarse” mediante esfuerzo humano, el mensaje central del evangelio es distorsionado.

b) Se imponen normas humanas como requisitos espirituales

Otra característica de una iglesia legalista es que establece reglas no bíblicas y las presenta como mandamientos divinos. En lugar de enfocarse en la transformación del corazón, pone su énfasis en el cumplimiento de normas externas.

Esto puede incluir:

  • Códigos de vestimenta estrictos como requisitos de santidad.
  • Prohibiciones de actividades no mencionadas en la Biblia (como el uso de ciertos estilos musicales o tecnología).
  • Prácticas religiosas obligatorias que no tienen fundamento en la Escritura.

Jesús condenó esta actitud en Mateo 15:9:

“Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.”

Cuando las tradiciones humanas se convierten en mandamientos obligatorios, se está sustituyendo la Palabra de Dios por normas inventadas por el hombre.

c) Se fomenta una cultura de juicio y condenación

Las iglesias legalistas tienden a crear un ambiente de crítica y control, donde los creyentes son constantemente evaluados y juzgados por su comportamiento externo. En lugar de enfocarse en el amor, la restauración y la gracia, se promueve una cultura donde se teme el juicio de los demás más que el juicio de Dios.

Romanos 14:13 nos exhorta:

“Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.”

En una iglesia legalista, los creyentes pueden sentirse atrapados en un ciclo de culpa y temor, en lugar de experimentar la libertad y el gozo de la vida cristiana.

d) Se enfatiza más la apariencia externa que la transformación interna

El legalismo siempre ha estado obsesionado con la apariencia externa. Una iglesia legalista pone más énfasis en cómo una persona se viste, cómo habla o qué hábitos tiene, que en la verdadera transformación de su corazón.

Sin embargo, la Biblia es clara en que Dios no se enfoca en lo externo, sino en la condición del corazón. En 1 Samuel 16:7, el Señor le dijo a Samuel:

“Porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.”

Cuando una iglesia pone más énfasis en la vestimenta, las normas externas y las apariencias en lugar de en el crecimiento espiritual real, ha perdido de vista la verdadera obra de Dios en la vida de los creyentes.

El legalismo puede infiltrarse sutilmente en cualquier iglesia, sin que los creyentes se den cuenta de inmediato. Por eso, es crucial examinar las enseñanzas de una congregación y asegurarnos de que están fundamentadas en la gracia y la verdad del evangelio.

Habiendo visto cómo identificar una iglesia legalista, solo queda una pregunta: ¿Cómo podemos evitar caer en el legalismo en nuestra propia vida espiritual?

En la siguiente sección, veremos cómo vivir en la gracia de Dios sin caer en extremos de legalismo o libertinaje.

V. Viviendo en la Gracia de Dios: Cómo Evitar el Legalismo

Hasta ahora hemos visto los peligros del legalismo y cómo identificarlo en la iglesia. Pero, ¿cómo podemos asegurarnos de vivir bajo la gracia de Dios sin caer en los extremos?

Por un lado, está el legalismo, que convierte la fe en una lista de reglas pesadas. Por otro, está el libertinaje, que usa la gracia como excusa para vivir sin compromiso.

La Biblia nos llama a vivir en libertad en Cristo, pero una libertad que nos transforma, no que nos esclaviza de otra manera.

a) La gracia no es una licencia para pecar

Uno de los errores más comunes es pensar que si no estamos bajo la ley, entonces podemos vivir como queramos. Este fue un problema en la iglesia primitiva, y Pablo lo confrontó directamente en Romanos 6:15:

“¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.”

La gracia de Dios no nos libera para pecar, sino para vivir en obediencia por amor. No seguimos a Cristo porque tenemos que hacerlo, sino porque queremos hacerlo.

El reformador Martín Lutero, en su obra La libertad del cristiano, explicó la relación entre gracia y transformación de esta manera:

“Un cristiano es un señor libre sobre todas las cosas y no sujeto a nadie; un cristiano es un siervo dispuesto en todas las cosas y sujeto a todos.” Fuente: La libertad cristiana, página 14.

Lutero enseñaba que la gracia nos hace libres, pero esta libertad nos lleva al servicio, no al pecado. La fe genuina no permanece pasiva, sino que se manifiesta en una vida de amor y servicio.

b) La obediencia fluye de una relación con Cristo, no de la presión religiosa

El legalismo impone reglas sin relación con Dios. Pero la verdadera obediencia es una respuesta de amor a la obra de Cristo.

Jesús mismo nos mostró esto en Juan 14:15:

“Si me amáis, guardad mis mandamientos.”

Esto significa que la obediencia no es un requisito para ser salvos, sino una evidencia de nuestra relación con Dios. Un cristiano maduro no obedece para ganar el favor de Dios, sino porque ya lo tiene.

A lo largo de la historia, muchas iglesias han confundido la obediencia con el cumplimiento mecánico de normas. En el siglo XVII, los puritanos enfatizaron la importancia de la santidad, pero algunos llevaron esto a extremos de legalismo, convirtiendo la fe en un sistema de reglas. Sin embargo, la obediencia verdadera no es una carga, sino una respuesta de amor.

c) La verdadera libertad está en Cristo, no en la autosuficiencia

El equilibrio entre gracia y obediencia solo puede lograrse en Cristo. Pablo explica esta realidad en Gálatas 2:20:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

Cuando vivimos dependiendo de Cristo, y no de nuestro esfuerzo, evitamos el legalismo. Y cuando seguimos su ejemplo y no nuestra carne, evitamos el libertinaje.

El peligro del libertinaje no es nuevo. Desde los tiempos de la iglesia primitiva, algunos falsos maestros promovieron la idea de que la gracia permitía vivir sin restricciones. Judas 1:4 advierte sobre esto:

“Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios.”

La gracia de Dios no solo nos salva, sino que nos cambia.

d) Crecer en la gracia junto a una comunidad sana

Evitar el legalismo y el libertinaje no es algo que hacemos solos. Dios nos ha dado la iglesia para crecer juntos en la fe.

Colosenses 3:16 nos exhorta:

“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría.”

Una iglesia saludable no se enfoca en imponer reglas humanas, ni en promover un evangelio sin compromiso. En lugar de eso, ayuda a sus miembros a crecer en amor, gracia y verdad.

Conclusión

Volviendo al Evangelio de la Gracia

El legalismo y el libertinaje son dos extremos peligrosos que pueden alejarnos de la verdadera libertad en Cristo. Uno nos encadena a reglas humanas, el otro nos aleja de la santidad.

Sin embargo, la Biblia nos enseña que la vida cristiana no se trata de vivir bajo un sistema de reglas, sino de una relación con Cristo basada en la gracia y la fe. Nuestra salvación no depende de lo que hacemos, sino de lo que Él ya hizo por nosotros en la cruz.

Gálatas 5:1 nos recuerda:

“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.”

Esta libertad no significa que podemos vivir como queramos, sino que ahora vivimos en respuesta a Su amor. Una fe auténtica nos transforma, nos mueve a obedecer por gratitud, y nos impulsa a amar a los demás con el mismo amor con el que fuimos amados.

Cada uno de nosotros debe evaluar su propia vida espiritual. ¿Estamos confiando en reglas humanas para sentirnos aceptados por Dios? ¿O hemos usado la gracia como una excusa para ignorar Su voluntad?

El llamado es claro: regresar a la pureza del evangelio, confiar solo en la gracia de Dios y vivir una fe que refleje el amor y la verdad de Cristo.

Si este estudio ha traído convicción a tu corazón, toma un momento para reflexionar y orar. Pide a Dios que te ayude a vivir en Su gracia, evitando los extremos del legalismo o del libertinaje, y que te guíe a una relación más profunda con Él.

Que nuestro caminar sea un reflejo del evangelio verdadero: un evangelio de libertad, amor y transformación en Cristo.

© José R. Hernandez. Todos los derechos reservados.

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Jose R. Hernandez
Autor

Jose R. Hernandez

Pastor jubilado de la iglesia El Nuevo Pacto. José R. Hernández; educación cristiana: Maestría en Teología. El Pastor Hernández y su esposa nacieron en Cuba, y son ciudadanos de los Estados Unidos de América.

4 comentarios en «El Legalismo y el Cristiano»

  1. Me gusta la pagina , sin embargo encuentro desatinos en el estudio o sermón respecto al legalismo…no lo he leído completo pero con lo que leí al principio me di cuenta de una cosa: hay dos o tres denominaciones, presbiterianos, bautistas y algunos pentecosteces que tienen esta doctrina…

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  2. Excelente estudio me identifico totalmente con esta enseñanza muchas gracias por compartirlo y ayudar a combatir ese mal tan grande que es el legalismo. Dios los bendiga.

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