Profecías Mesiánicas Cumplidas

Jose R. Hernandez

Las profecías mesiánicas

Profecías Mesiánicas Cumplidas

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Las profecías mesiánicas | Estudios Bíblicos

Tabla de Contenido

Introducción

Cuando hablamos de profecías mesiánicas, muchas personas piensan en predicciones detalladas del futuro, como si los profetas fueran adivinos con una habilidad sobrenatural para ver lo que iba a suceder. Esta idea errónea no solo distorsiona la función de la profecía bíblica, sino que también ha dado lugar a falsos maestros que afirman recibir “nuevas revelaciones” sobre el futuro, manipulando a las personas con promesas que Dios nunca dijo.

Por eso, es fundamental entender qué es realmente un profeta en la Biblia y cómo debemos interpretar las profecías mesiánicas. Si no tenemos una comprensión clara de esto, podemos caer en interpretaciones subjetivas que tergiversan el mensaje de la Escritura.

¿Qué significa la palabra profeta en la Biblia?

En hebreo, la palabra profeta es נָבִיא (navi), que significa “portavoz” o “boca” de Dios. Los profetas no hablaban de su propia sabiduría ni hacían predicciones basadas en su conocimiento personal, sino que transmitían exactamente lo que Dios les decía. En ocasiones, este mensaje incluía declaraciones sobre eventos futuros, pero estos no eran predicciones humanas, sino revelaciones divinas que anunciaban lo que Dios haría.

Esto es clave: el profeta no predecía el futuro, sino que comunicaba lo que Dios ya había determinado que ocurriría. Su autoridad no provenía de su propia perspicacia, sino de la palabra que Dios le daba.

Dios mismo establece esta función claramente en las Escrituras. Veamos algunos pasajes donde se usa el término hebreo נָבִיא (navi) para referirse a los profetas:

Éxodo 7:1 – “Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta.” Aquí, la palabra hebrea utilizada es נָבִיא (navi), y lo que se enfatiza es que Aarón sería la boca de Moisés, es decir, su portavoz. Esto refuerza que un profeta es alguien que habla en nombre de otro, no alguien que predice eventos por sí mismo.

Deuteronomio 18:18 – “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.” Aquí se usa nuevamente נָבִיא (navi), mostrando que el profeta no dice lo que él quiere, sino lo que Dios le ordena hablar.

1 Samuel 3:20 – “Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová.” En el texto hebreo, Samuel es identificado como un נָבִיא (navi), lo que significa que él no tenía poder sobre el futuro, sino que Dios lo usaba como Su vocero.

Amós 3:7 – “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.” La palabra נָבִיא (navi) se usa nuevamente aquí para mostrar que los profetas solo podían hablar cuando Dios les revelaba algo, nunca por iniciativa propia.

Jeremías 1:5 – “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.” Jeremías es llamado a ser un נָבִיא (navi), lo que significa que fue apartado para comunicar la palabra de Dios, no para hacer conjeturas sobre el futuro.

Como vemos en estos pasajes, la Biblia deja claro que el profeta es un mensajero de Dios, no un adivino.

¿Cómo se relacionan las profecías mesiánicas con el mensaje profético?

Ahora que entendemos el verdadero significado de profeta, podemos abordar la pregunta: ¿cómo debemos interpretar las profecías mesiánicas dentro de este marco? Si los profetas eran enviados a proclamar el mensaje de Dios y no a predecir eventos por sí mismos, ¿qué significan estas profecías dentro de la historia de la redención?

Las profecías mesiánicas no solo anunciaban la venida de un Salvador, sino que revelaban el carácter de Dios, Su justicia, Su misericordia y Su plan para rescatar a la humanidad. Cada profecía mesiánica debe ser entendida dentro de su contexto, considerando tres factores:

  1. El mensaje original del profeta y su propósito inmediato – ¿Para quién fue dada la profecía y qué mensaje transmitía a su audiencia original?
  2. Cómo la profecía anticipaba la obra del Mesías – ¿De qué manera la profecía señalaba a un cumplimiento mayor en la persona de Cristo?
  3. El cumplimiento de la profecía en la vida, muerte y resurrección de Jesús – ¿Cómo confirmaron los evangelistas y apóstoles que Jesús era el cumplimiento de estas profecías?

Para entender a profundidad las profecías mesiánicas, exploraremos tres aspectos fundamentales:

  1. La naturaleza de las profecías mesiánicas – ¿Cómo diferenciamos una profecía mesiánica de otras profecías? ¿Cómo se originaron y qué propósito tenían dentro del contexto del Antiguo Testamento?
  2. Las principales profecías sobre el Mesías en el Antiguo Testamento – Analizaremos pasajes clave como Génesis 3:15, Isaías 7:14, Miqueas 5:2, entre otros, y veremos cómo cada uno aporta un aspecto fundamental de la identidad del Mesías.
  3. El cumplimiento de las profecías en la vida y obra de Jesús – Veremos cómo el Nuevo Testamento confirma que Jesús es el cumplimiento de las profecías mesiánicas y cómo los evangelistas y apóstoles usaron las Escrituras para demostrarlo.

A medida que avancemos en este estudio, veremos que las profecías mesiánicas no fueron casualidades ni coincidencias. Fueron declaraciones divinas que apuntaban directamente a Cristo, confirmando que Él es el centro del plan de redención.

I. La naturaleza de las profecías mesiánicas

Al profundizar en las profecías mesiánicas, es esencial comprender su esencia y propósito. Los profetas en la Biblia no eran simplemente videntes o adivinos; eran mensajeros de Dios, encargados de transmitir Su voluntad al pueblo. Dentro de sus mensajes, Dios reveló Su plan redentor, en el cual la promesa del Mesías ocupaba un lugar central.

Las profecías mesiánicas no fueron declaraciones aisladas sobre la llegada de un Salvador. Formaron parte de una revelación progresiva que Dios proporcionó a Su pueblo a lo largo de la historia. A través de diversos profetas, Dios anunció con certeza lo que ya había determinado: el envío del Mesías para redimir a la humanidad de su pecado.

Para profundizar en la naturaleza de las profecías mesiánicas, examinemos tres aspectos clave.

a. La profecía mesiánica en el contexto del Antiguo Testamento

Las profecías mesiánicas deben entenderse en su contexto histórico y teológico. Dios reveló Su plan de salvación en momentos específicos de la historia de Israel, a menudo durante períodos de crisis, apostasía o desesperanza. En estas situaciones, las profecías mesiánicas servían para recordar al pueblo la fidelidad de Dios y Su promesa de redención.

Desde el inicio de la humanidad, Dios reveló Su plan de salvación debido a la condición pecaminosa del hombre. La primera profecía mesiánica aparece en Génesis 3:15, inmediatamente después de la caída de Adán y Eva. En este pasaje, Dios le dice a la serpiente:

“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”

Este versículo, conocido como el protoevangelio, contiene la primera revelación de un Redentor. Dios anunció lo que ya había determinado desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4-5): la victoria del Mesías sobre Satanás. La profecía revela que vendría uno que destruiría el poder del pecado y de la muerte, aunque sufriría en el proceso.

A lo largo del Antiguo Testamento, Dios fue añadiendo más detalles a esta revelación. En Génesis 22:18, Dios promete a Abraham que en su simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra. En Génesis 49:10, se profetiza que el cetro no se apartará de Judá, indicando que el Mesías vendría de esta tribu. 2 Samuel 7:12-13 revela que el Mesías sería un rey del linaje de David. Isaías 7:14 anuncia que nacería de una virgen, y Miqueas 5:2 especifica que su nacimiento sería en Belén. Finalmente, Isaías 53 describe al Mesías como un siervo sufriente.

Estos pasajes demuestran que las profecías mesiánicas no fueron eventos aislados, sino parte de una revelación progresiva a lo largo de la historia de Israel.

b. El propósito de las profecías mesiánicas

Dios reveló las profecías mesiánicas con un propósito profundo. En la Biblia, la profecía cumple funciones fundamentales.

Primero, revela el carácter de Dios. Cada profecía mesiánica muestra aspectos de Su fidelidad, justicia y amor. Dios no dejó a Su pueblo en la oscuridad; les proporcionó señales claras sobre Su plan de salvación.

Segundo, las profecías fortalecen la fe del pueblo de Dios. Fueron dadas en tiempos de crisis para recordar a Israel que Dios tenía un plan. Por ejemplo, en Isaías 7:14, la profecía del nacimiento virginal se entregó en un momento de incertidumbre política, asegurando al pueblo que Dios cumpliría Sus promesas.

Tercero, las profecías proporcionan señales para reconocer al Mesías. Dios no envió al Mesías sin previo aviso. A lo largo de las Escrituras, ofreció pruebas claras sobre cómo sería Su venida, para que cuando Él llegara, aquellos que conocían la Palabra pudieran identificarlo.

Estas funciones demuestran que la profecía mesiánica no solo anuncia el futuro, sino que forma parte del plan de Dios para guiar y redimir a Su pueblo.

c. La certeza del cumplimiento profético

Dios siempre cumple Su palabra. En Isaías 46:9-10, Él declara:

“Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo porvenir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero.”

Este pasaje muestra que Dios no hace predicciones, sino que revela con absoluta certeza lo que ha decretado desde la eternidad.

El cumplimiento de las profecías mesiánicas en la vida de Jesús es una de las mayores pruebas de la veracidad de las Escrituras. Cada detalle anunciado sobre el Mesías se cumplió exactamente en la persona de Cristo.

El teólogo Charles Spurgeon, conocido como el “príncipe de los predicadores”, enfatizó la importancia del cumplimiento de la profecía. En su sermón titulado “Sermón No. 3559, “El Corazón Traspasado de Jesús“, Spurgeon señaló cómo incluso las acciones de aquellos que desconocían las profecías cumplían el plan divino. Al referirse al soldado que perforó el costado de Jesús, Spurgeon comentó:

“La terquedad del soldado, que se debatía en medio de la indecisión y del capricho, hizo cumplir así ambas profecías de las que debió de ser completamente ignorante.”

Este pensamiento resalta que las profecías mesiánicas no son vagas ni imprecisas, sino que apuntan directamente a la persona de Cristo y se cumplen incluso a través de acciones humanas aparentemente aleatorias.

II. Las profecías mesiánicas en el Antiguo Testamento

Las profecías mesiánicas no surgieron en el vacío. Fueron dadas en momentos específicos de la historia, dentro del contexto del pueblo de Israel y su relación con Dios. A lo largo del Antiguo Testamento, Dios reveló estas profecías progresivamente, en diferentes épocas y por medio de distintos profetas, con el propósito de confirmar Su pacto y dirigir a Su pueblo hacia la esperanza del Mesías.

Para comprender mejor la relevancia y profundidad de las profecías mesiánicas, debemos examinar tres aspectos clave:

  • a. El contexto histórico y teológico en el que fueron dadas
  • b. Los principales profetas que anunciaron la venida del Mesías
  • c. El cumplimiento de estas profecías en la persona de Cristo

Cada uno de estos puntos nos ayudará a ver la coherencia del plan divino y a entender cómo las profecías mesiánicas fueron preparaciones directas para la llegada del Salvador.

a. El contexto histórico y teológico de las profecías mesiánicas

Las profecías mesiánicas fueron reveladas en períodos de crisis, idolatría, invasiones extranjeras y exilio. Cada vez que el pueblo de Israel se alejaba de Dios, Él enviaba un profeta para llamar al arrepentimiento y recordarles Sus promesas. En estos mensajes, Dios no solo advertía sobre el juicio, sino que también revelaba Su plan de redención a través del Mesías.

Desde los días de Abraham, pasando por la esclavitud en Egipto, hasta los reinados de David y Salomón, Dios habló a Su pueblo. A medida que Israel enfrentaba pruebas, Dios iba revelando más detalles sobre el Redentor prometido.

En el aspecto teológico, las profecías mesiánicas están profundamente arraigadas en los pactos de Dios. A lo largo de la historia bíblica, Dios estableció pactos con hombres clave, y cada uno contenía promesas que apuntaban al Mesías.

A Abraham, Dios le dijo que en su simiente serían benditas todas las naciones de la tierra (Génesis 22:18). A Moisés, le anunció que levantaría un profeta como él, que hablaría con autoridad divina (Deuteronomio 18:18). A David, le prometió que de su linaje vendría un Rey eterno (2 Samuel 7:12-13).

Cada uno de estos pactos no era una promesa aislada, sino parte de un diseño perfecto. Dios estaba revelando progresivamente la identidad y misión del Mesías.

El contexto en el que fueron dadas las profecías mesiánicas demuestra que Dios no improvisó Su plan de salvación. Desde la primera profecía en Génesis 3:15 hasta las detalladas descripciones en los profetas mayores y menores, cada palabra apuntaba a Cristo.

Ahora que hemos visto el contexto en el que estas profecías fueron reveladas, es importante examinar quiénes fueron los profetas que Dios usó para proclamar la llegada del Mesías.

b. Los principales profetas que anunciaron la venida del Mesías

Desde el principio, Dios fue revelando Su plan redentor de manera progresiva, usando a profetas como instrumentos para anunciar la llegada del Mesías. Sus mensajes no eran simples predicciones, sino revelaciones divinas que manifestaban el propósito eterno de Dios. Cada profecía mesiánica fue dada en momentos específicos de la historia de Israel, cuando el pueblo enfrentaba crisis, idolatría o desesperanza.

Los profetas, al transmitir la palabra de Dios, no inventaban mensajes ni hablaban por sí mismos. La Escritura deja claro que solo comunicaban lo que Dios les revelaba, como se ve en Amós 3:7:

“Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.”

Dios levantó diferentes profetas en distintas épocas, cada uno aportando un nuevo detalle sobre el Mesías. Algunos hablaron de Su sufrimiento y victoria, otros de Su linaje y nacimiento, y otros de Su reinado futuro.

Entre todos los profetas del Antiguo Testamento, tres se destacan por la claridad y profundidad con la que describieron al Mesías.

  • Isaías presentó la dualidad de Su sufrimiento y gloria.
  • Miqueas reveló el lugar exacto de Su nacimiento.
  • Zacarías mostró detalles sobre Su rechazo y posterior triunfo.

Sus mensajes no solo fortalecieron la fe de Israel en tiempos de crisis, sino que, siglos después, sirvieron como prueba irrefutable de que Jesús es el Cristo prometido.

Isaías: El profeta que anunció Su sacrificio y gloria

Isaías es considerado uno de los profetas más influyentes en la teología mesiánica. Su ministerio ocurrió en una época en la que Judá estaba dividido espiritualmente. El pueblo practicaba rituales religiosos, pero su corazón estaba lejos de Dios. Confiaban más en alianzas militares que en la protección del Señor.

Dios le reveló a Isaías una visión impactante sobre el Mesías. No sería un conquistador militar ni un líder político, como muchos esperaban, sino un Siervo que sufriría por los pecados del mundo.

Uno de los pasajes más impactantes se encuentra en Isaías 53, donde se describe con exactitud el sufrimiento de Cristo en la cruz:

“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Isaías 53:5, RVR1960)

Este versículo muestra la sustitución penal, la doctrina que enseña que Cristo tomó el lugar del pecador. Su muerte no fue un accidente ni un martirio, sino un sacrificio expiatorio. Cada azote, cada herida, tenía un propósito redentor.

Pero Isaías no solo habló del sufrimiento del Mesías, sino también de Su gloria. En Isaías 9:6-7, anunció que el mismo Siervo sufriente reinaría sobre toda la creación:

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isaías 9:6, RVR1960)

Aquí vemos dos verdades fundamentales: el Mesías sería un niño nacido en la tierra, pero al mismo tiempo sería Dios eterno. Su reino no tendría fin y traería verdadera paz.

La profecía de Isaías presenta dos momentos clave en la obra del Mesías. En Su primera venida, vendría a sufrir y redimir. En Su segunda venida, regresará para reinar en gloria.

Miqueas: El profeta que reveló el lugar de Su nacimiento

Miqueas profetizó en una época de corrupción y opresión en Israel. Los jueces aceptaban sobornos, los ricos explotaban a los pobres y la idolatría estaba en su punto más alto.

En medio de este contexto oscuro, Dios le reveló un rayo de esperanza:

El Mesías no nacería en Jerusalén, la ciudad capital, sino en Belén, una aldea pequeña y poco importante.

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.” (Miqueas 5:2, RVR1960)

La frase “desde los días de la eternidad” confirma que el Mesías no sería un hombre común, sino el mismo Dios encarnado.

Este versículo se cumplió con exactitud en el nacimiento de Jesús. Cuando los magos llegaron a Jerusalén preguntando por el Rey de los judíos, los sacerdotes y escribas confirmaron que Belén era el lugar profetizado (Mateo 2:5-6).

La profecía de Miqueas resalta la soberanía de Dios. Aunque Belén era insignificante, Dios escoge lo débil para manifestar Su gloria. Cristo nació en humildad, pero Su autoridad es eterna.

Zacarías: El profeta que anticipó Su rechazo y triunfo final

Después del exilio en Babilonia, los judíos regresaron a Jerusalén, pero estaban desanimados. La ciudad estaba en ruinas, el templo destruido y la gloria de Israel parecía haberse perdido.

Dios usó a Zacarías para recordarles que el Mesías vendría. En una de sus visiones, describió con exactitud cómo el Mesías sería recibido y luego rechazado por Su propio pueblo.

“Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu Rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.” (Zacarías 9:9, RVR1960)

Esta profecía se cumplió literalmente cuando Jesús entró a Jerusalén montado en un asno (Mateo 21:4-5). El pueblo lo aclamó como Rey, pero días después, ese mismo pueblo pidió Su crucifixión.

Zacarías también profetizó Su traición por treinta piezas de plata:

“Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata.” (Zacarías 11:12, RVR1960)

Mateo 26:14-16 muestra que Judas traicionó a Jesús exactamente por ese precio, cumpliendo la profecía con exactitud.

El mensaje de Zacarías nos muestra dos realidades. Primero, Cristo sería rechazado y traicionado. Pero segundo, Su victoria estaba asegurada. En Zacarías 14:9, Dios promete que al final, el Mesías reinará sobre toda la tierra.

Dios dirigió la historia para cumplir Su plan

Cada detalle revelado por Isaías, Miqueas y Zacarías se cumplió de manera exacta en Jesús.

La venida de Cristo no fue un evento aislado, sino el cumplimiento de un plan divino trazado desde la eternidad.

Dios usó a los profetas para revelar:

  • El sufrimiento y gloria del Mesías (Isaías).
  • El lugar preciso de Su nacimiento (Miqueas).
  • Su entrada triunfal y Su traición (Zacarías).

Estos detalles no solo confirman la identidad de Jesús como el Mesías, sino que también prueban la absoluta fidelidad de Dios.

Ahora que hemos analizado cómo Dios reveló Su plan a través de los profetas, es esencial examinar cómo estas profecías se cumplieron en la vida de Cristo.

C. El cumplimiento de estas profecías en la persona de Cristo

A lo largo de los siglos, los profetas anunciaron con precisión la venida del Mesías. Cada profecía apuntaba a un futuro cumplimiento que, a su debido tiempo, se manifestó en la persona de Jesucristo. No fueron palabras al azar ni mensajes ambiguos; eran declaraciones divinas concretas y detalladas, que Dios reveló para que Su pueblo reconociera al Salvador prometido.

Cuando Jesús inició Su ministerio, dejó claro que Él era el cumplimiento de lo que los profetas habían hablado. En la sinagoga de Nazaret, al leer un pasaje de Isaías que describía la misión del Mesías, proclamó:

“Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.” (Lucas 4:21, RVR1960)

Estas palabras fueron revolucionarias. Jesús no estaba diciendo que en el futuro se cumpliría la profecía, sino que en Su persona, en ese momento preciso, las promesas de Dios se estaban haciendo realidad.

Para comprender la profundidad del cumplimiento profético en Cristo, examinemos tres aspectos esenciales:

  • El cumplimiento de las profecías sobre Su nacimiento y origen
  • El cumplimiento de las profecías sobre Su ministerio y misión
  • El cumplimiento de las profecías sobre Su sufrimiento, muerte y resurrección

El cumplimiento de las profecías sobre Su nacimiento y origen

Las profecías mesiánicas revelaron detalles específicos sobre el nacimiento del Mesías, incluyendo Su linaje, el lugar donde nacería y Su naturaleza divina.

Nacido en Belén, según la profecía de Miqueas

El profeta Miqueas había declarado con precisión el lugar del nacimiento del Mesías:

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.” (Miqueas 5:2, RVR1960)

Esta profecía se cumplió literalmente cuando Jesús nació en Belén. Mateo 2:1 confirma este hecho, y los sacerdotes y escribas, cuando Herodes les preguntó dónde nacería el Cristo, citaban exactamente esta profecía (Mateo 2:5-6).

Nacido de una virgen, según la profecía de Isaías

El profeta Isaías había declarado que el Mesías nacería de una virgen:

“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.” (Isaías 7:14, RVR1960)

En Mateo 1:18-23, el evangelista explica que María concibió por obra del Espíritu Santo y que este milagro era el cumplimiento exacto de la profecía de Isaías.

Del linaje de David, según la profecía de 2 Samuel 7:12-13

Dios había prometido a David que su descendencia gobernaría eternamente:

“Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.” (2 Samuel 7:12-13, RVR1960)

Los evangelios de Mateo y Lucas muestran que Jesús era descendiente directo de David (Mateo 1:1-17; Lucas 3:23-38).

El cumplimiento de las profecías sobre Su ministerio y misión

El ministerio de Jesús no fue improvisado. Cada enseñanza, cada milagro, cada acción cumplía lo que Dios había declarado siglos antes.

Un mensajero prepararía Su camino, según la profecía de Isaías

Isaías profetizó que antes de la llegada del Mesías, un mensajero prepararía Su camino:

“Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.” (Isaías 40:3, RVR1960)

Esta profecía se cumplió en la persona de Juan el Bautista, quien predicaba en el desierto y anunciaba la llegada de Cristo. Mateo 3:1-3 confirma que Juan era el cumplimiento de esta profecía.

Sería luz para las naciones, según Isaías 9:1-2

Isaías también profetizó que el Mesías traería luz a los que vivían en tinieblas:

“El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.” (Isaías 9:2, RVR1960)

En Mateo 4:12-16, el evangelista señala que Jesús comenzó Su ministerio en Galilea, cumpliendo exactamente esta profecía.

El cumplimiento de las profecías sobre Su sufrimiento, muerte y resurrección

Rechazado por Su pueblo, según Isaías 53:3

Isaías profetizó que el Mesías no sería recibido con honor, sino rechazado:

“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.” (Isaías 53:3, RVR1960)

Este rechazo se cumplió en la crucifixión. Juan 1:11 lo dice claramente:

“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.”

Traicionado por treinta piezas de plata, según Zacarías 11:12-13

Zacarías había profetizado el precio exacto de la traición del Mesías:

“Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata.” (Zacarías 11:12, RVR1960)

Mateo 26:14-16 confirma que Judas traicionó a Jesús por exactamente treinta piezas de plata, cumpliendo esta profecía con precisión.

Su resurrección anunciada, según Salmo 16:10

El Salmo 16:10 profetizaba que el Mesías no quedaría en la tumba:

“Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción.” (Salmo 16:10, RVR1960)

Pedro, en Hechos 2:31, confirma que esta profecía se cumplió en la resurrección de Cristo.

Jesús no solo cumplió estas profecías en Su nacimiento, ministerio y muerte, sino que Sus discípulos y la iglesia primitiva también testificaron de este cumplimiento. Para ellos, las Escrituras del Antiguo Testamento eran prueba irrefutable de que Jesús era el Mesías prometido.

Ahora, en la siguiente sección, exploraremos cómo los apóstoles y la iglesia primitiva usaron las profecías mesiánicas para predicar el Evangelio y demostrar que Jesús era el Cristo anunciado desde antiguo.

III. La Confirmación Apostólica de las Profecías Mesiánicas

Las profecías mesiánicas no solo anunciaban la venida del Mesías, sino que revelaban el carácter de Dios, Su soberanía y Su fidelidad en la historia de la redención. Para los apóstoles y la iglesia primitiva, la enseñanza más importante era que Jesús no fue un accidente en la historia, sino el cumplimiento perfecto del plan divino revelado en las Escrituras.

El reto de los apóstoles no fue solo proclamar que Jesús era el Mesías, sino demostrarlo con base en las Escrituras del Antiguo Testamento. No usaron discursos persuasivos ni apelaciones emocionales, sino que establecieron la verdad mediante un análisis profundo de las Escrituras y la dirección del Espíritu Santo.

El apóstol Pedro enfatizó la importancia de esta verdad cuando escribió:

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro.” (2 Pedro 1:19, RVR1960)

Aquí, Pedro no presenta la profecía como algo opcional, sino como una prueba absoluta e innegable de la veracidad del Evangelio.

Para entender cómo los apóstoles confirmaron que Jesús era el Cristo, examinemos tres aspectos fundamentales:

  1. Jesús mismo confirmó que las Escrituras hablaban de Él
  2. Los apóstoles predicaron el cumplimiento profético como el eje del Evangelio
  3. El Espíritu Santo guió a la iglesia primitiva en la correcta interpretación de las profecías

a. Jesús mismo confirmó que las Escrituras hablaban de Él

Jesús explicó la profecía en el camino a Emaús

Uno de los momentos más reveladores después de la resurrección de Cristo ocurrió en el camino a Emaús. Dos discípulos caminaban desalentados porque no entendían cómo podía ser posible que el Mesías hubiera muerto. En su mente, la crucifixión contradecía la idea de un Mesías victorioso.

Jesús les dijo:

“¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” (Lucas 24:25-26, RVR1960)

Luego, les abrió las Escrituras:

“Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.” (Lucas 24:27, RVR1960)

Este pasaje es crucial porque muestra que Jesús mismo enseñó que todas las Escrituras hablaban de Él.

Jesús confrontó a los fariseos con la profecía mesiánica

En otro momento, Jesús reprendió a los fariseos porque rechazaban su testimonio a pesar de que las Escrituras lo confirmaban:

“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” (Juan 5:39, RVR1960)

Esto demuestra que el problema no era la falta de información, sino la falta de revelación espiritual.

b. Los apóstoles predicaron el cumplimiento profético como el eje del Evangelio

Después de la resurrección, los apóstoles no se basaron en experiencias personales para predicar, sino en las Escrituras del Antiguo Testamento.

El sermón de Pedro en Pentecostés

El primer sermón cristiano en Hechos 2 es un ejemplo claro de cómo los apóstoles usaban la profecía como prueba absoluta.

Pedro citó el Salmo 16:10 para demostrar la resurrección del Mesías:

“Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.” (Salmo 16:10, RVR1960)

Luego explicó que David no estaba hablando de sí mismo, sino de Cristo:

“Vi al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido.” (Hechos 2:25, RVR1960)

Pedro no inventó una nueva doctrina, sino que mostró que Dios ya había profetizado la resurrección del Mesías siglos antes.

Pablo usó las profecías para predicar a judíos y gentiles

Pablo, antes de su conversión, persiguió a los cristianos porque no creía que Jesús cumpliera las profecías. Sin embargo, después de su encuentro con Cristo, se convirtió en el mayor defensor del cumplimiento profético.

Su método evangelístico siempre fue el mismo:

“Y Pablo, como acostumbraba, entró a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo.” (Hechos 17:2-3, RVR1960)

Pablo no se basaba en emociones ni en experiencias. Abría las Escrituras y demostraba que Jesús era el cumplimiento de la profecía mesiánica.

c. El Espíritu Santo guió a la iglesia primitiva en la interpretación de las profecías

Los apóstoles no llegaron a sus conclusiones por su propio razonamiento. Fue el Espíritu Santo quien les abrió el entendimiento y les permitió ver cómo todas las Escrituras apuntaban a Cristo.

Jesús prometió que el Espíritu Santo revelaría la verdad

Antes de ascender al cielo, Jesús les hizo una promesa crucial:

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad.” (Juan 16:13, RVR1960)

Esto significa que la interpretación correcta de la profecía mesiánica no depende de la inteligencia humana, sino de la revelación del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo abrió los ojos de los discípulos

Después de la resurrección, Jesús hizo algo determinante:

“Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras.” (Lucas 24:45, RVR1960)

Este versículo muestra que el verdadero entendimiento de la profecía mesiánica solo es posible cuando Dios abre los ojos espirituales de una persona.

Por eso, en Hechos 2, cuando el Espíritu Santo descendió en Pentecostés, los apóstoles comenzaron a predicar con autoridad, porque ahora comprendían plenamente cómo todas las profecías apuntaban a Jesús.

A lo largo de este estudio, hemos visto que Jesús no fue un líder religioso más, sino el cumplimiento exacto de cada profecía mesiánica.

La pregunta ahora es: ¿Cómo nos afecta esto hoy?

Conclusión

La Respuesta a las Profecías Mesiánicas

Las profecías mesiánicas no son solo un testimonio de la soberanía de Dios sobre la historia, sino una invitación personal para cada uno de nosotros. Dios habló, cumplió Su palabra, y nos ha dejado sin excusa. Jesús no fue simplemente un gran maestro o un líder religioso; Él es el cumplimiento de cada palabra profética que Dios reveló desde el principio.

Si Dios cumplió al pie de la letra cada profecía sobre el primer advenimiento de Cristo, podemos estar absolutamente seguros de que cumplirá las profecías sobre Su regreso.

Pero esto no es solo conocimiento intelectual. Nos confronta. Nos obliga a una decisión. No podemos simplemente admirar el cumplimiento profético como un hecho histórico interesante. Debemos decidir qué haremos con Cristo.

La misma pregunta que los judíos hicieron en Pentecostés sigue siendo la pregunta más importante hoy:

“Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37, RVR1960)

Dios no deja la respuesta en ambigüedades. Nos llama al arrepentimiento y a la fe en Su Hijo:

“Arrepentíos y creed en el evangelio.” (Marcos 1:15, RVR1960)

Jesús vino primero como el Cordero para redimir, pero regresará como el León para reinar. Su segunda venida es inminente. Y si todas las profecías mesiánicas se cumplieron en Su primera venida, entonces podemos estar seguros de que las profecías sobre Su regreso también se cumplirán.

La gran pregunta es: ¿estamos preparados?

El cumplimiento de la profecía no es solo una evidencia de la veracidad de la Escritura, sino una advertencia misericordiosa de Dios. Nos muestra que Su paciencia tiene un propósito:

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3:9, RVR1960)

Dios nos ha dado todas las pruebas. Nos ha hablado a través de Su palabra. Nos llama hoy a creer.

Las profecías mesiánicas no fueron escritas solo para que las estudiemos, sino para que respondamos a ellas con fe y obediencia.

El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía (Apocalipsis 19:10).

La profecía apunta a Cristo. La pregunta es: ¿nuestra vida también?

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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Jose R. Hernandez
Autor

Jose R. Hernandez

Pastor jubilado de la iglesia El Nuevo Pacto. José R. Hernández; educación cristiana: Maestría en Teología. El Pastor Hernández y su esposa nacieron en Cuba, y son ciudadanos de los Estados Unidos de América.

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