La entrada triunfal de Cristo en Jerusalén

David N. Zamora

La entrada triunfal de Cristo en Jerusalén

La entrada triunfal de Cristo en Jerusalén

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La entrada triunfal de Cristo en Jerusalén | Estudios Bíblicos                                          

Introducción

El Domingo de Ramos marca el inicio de la Semana Santa, y en este día recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Este evento está lleno de simbolismo y significado. Jesús, montado en un humilde asno, fue recibido por la multitud con ramas de palma y gritos de alegría, proclamándolo como el Mesías prometido.

Este evento se encuentra registrado en los cuatro evangelios, cada uno aportando detalles únicos sobre el evento. Nosotros hoy usaremos la versión de Lucas, donde vemos cómo este momento no solo cumple las profecías, sino también redefine lo que significa ser un líder y un rey en el Reino de Dios: humildad, servicio y paz. Es un día para reflexionar sobre quién es Jesús para nosotros y cómo respondemos a su llamado.

Objetivos de la Lección.

  1. Comprender el contexto bíblico y profético de la entrada triunfal: Los estudiantes aprenderán cómo este evento cumple las profecías del Antiguo Testamento (como Zacarías 9:9) y su importancia dentro del ministerio de Jesús.
  2. Reflexionar sobre el significado del liderazgo humilde de Jesús: Analizarán cómo la elección de entrar en Jerusalén montado en un asno, muestra su carácter de servicio y paz, en contraste con las expectativas de un Mesías político o militar.
  3. Aplicar las lecciones de adoración y reconocimiento a Jesús en la vida diaria: Los estudiantes explorarán cómo el ejemplo de la multitud que proclamó “¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor!” (Lucas 19:38) nos inspira a rendir a Jesús honor y obediencia en nuestro día a día.

Lectura en Clase: Lucas 19:28-40

I. COMENTARIOS A LUCAS 19:28-38

    La entrada triunfal en Jerusalén, que tuvo lugar el domingo antes de la Crucifixión, constituyó la consumación de la profecía del profeta Zacarías que fue pronunciada por el profeta unos 400 años antes de que tuviera lugar. Y se cumplió hasta en sus más mínimos detalles. “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9:9).[1]

    Todo el que venía a Jerusalén para la fiesta anual de la Pascua había oído hablar de Jesús de Nazaret. Era un nombre que resonaba entre los presentes. Por un tiempo, el ánimo del pueblo estaba a su favor, y su impacto era innegable. Su fama se había extendido rápidamente gracias a sus poderosas enseñanzas, las sanidades extraordinarias, los milagros asombrosos y los prodigios que realizaba.

    Según relatan los evangelios, la gente estaba a lo largo del camino alabando a Dios con fervor, agitando ramas de árboles y tendiendo sus mantos en un gesto de reverencia y celebración, a medida que Jesús pasaba montado sobre un pollino. Y gritaban con júbilo diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! (Mateo 21:9), expresando su reconocimiento al Mesías.

    Esta expresión Hosanna, es la forma griega de un término hebreo que significa «¡Salva ahora!» o «¡Salva, te rogamos!»  Era la expresión (Salmos 118:25 hebrea) pronunciada en alta voz por las congregaciones en el templo durante las Fiestas de la Pascua y los Tabernáculos, como respuesta al cántico del «Gran aleluya» (Salmos 113-118) entonado por uno de los sacerdotes.[2]

    En otras ocasiones Jesús había optado por apartarse de la multitud, retirándose al desierto o a lugares solitarios (Mateo 4:1-11;14:22-23; 26:36-39; Marcos 1:35-37; Lucas 6:12-13). Incluso, al realizar sanidades, pedía con frecuencia a las personas que no divulgaran lo sucedido (Mateo 9:27-30; 16:20; Marcos 1:40-44; 5:41-43; 8:22-26). No obstante, esta vez todo es diferente; en su entrada triunfal a Jerusalén, Jesús no solo permite, sino que acepta abiertamente la atención y la publicidad, cumpliendo así con las profecías y mostrando una faceta que anticipa los eventos decisivos que están por venir.

    Es que el Señor sabía que había llegado la hora en que iba a morir por los pecadores en la Cruz. El Cordero de Dios iba a ser sacrificado. Y antes de entregarse como sacrificio deseaba llamar la atención de toda la nación judía hacia sí mismo. Por lo tanto, convenía que los ojos de todo Israel estuvieran fijos en Él, porque este gran acontecimiento, no iba a tener lugar en una esquina.

    La muerte de nuestro Señor Jesucristo fue tan ampliamente conocida y un acontecimiento tan público, que ni el más ateo del mundo, puede negar que Jesucristo, el Hijo de Dios hubiera muerto en una cruz. Porque Dios ordenó los acontecimientos de tal manera que dicha negación fuera imposible.[3]

    El propio Señor Jesucristo dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Juan 12:32).

    Para anunciar que Él era en realidad el Mesías, Jesús escogió el tiempo cuando todo Israel estaría congregado en Jerusalén, un lugar en el que una gran multitud lo vería, una forma por la cual mostraría que su misión era inconfundible (cf. Gálatas 4:4).[4]

    Los evangelios significan que las multitudes estaban entusiasmadas. Creían equivocadamente que Jesús sería el líder nacional judío que restauraría la nación a su gloria inicial, y los libertaría de la opresión del gran Imperio Romano.

    Tras la multiplicación de los panes y los peces, la multitud quedó tan impresionada que quiso hacer a Jesús su rey por la fuerza. Pero Jesús, al percibir sus intenciones se retiró solo al monte para evitarlo. (Juan 6:15). En lugar de cumplir con las expectativas de un reino terrenal, Él redefinió la expectativa mesiánica, enfocándose en un reino espiritual y no terrenal, como Él mismo afirmó: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36).

    Y es sumamente importante que el concepto que tengamos de Dios influye profundamente en nuestras expectativas hacia Él. La forma en cómo concebimos a Dios influye profundamente en nuestra capacidad de construir una relación firme y perdurable con Él. En Hebreos 4:16 se nos recuerda que, al comprender su naturaleza y acercarnos con confianza a su trono de gracia, podemos experimentar plenamente su gracia y misericordia. Sin embargo, hay personas que poseen una visión equivocada de Dios, lo que afecta su capacidad de experimentar plenamente su amor y propósito.

    Algunas personas, incluso dentro de las iglesias, ven a Dios como un ser supremo cuya misión es atender todas sus necesidades y problemas sin importar si hay compromiso con Él. Creen que Dios está obligado a solucionar sus problemas económicos, arreglar sus crisis familiares, sacarlos de estados emocionales deprimentes, darles salud, garantizar su protección sin importar las circunstancias, defenderlos de sus enemigos y hacer justicia contra quienes se les oponen. Sin embargo, estas mismas personas no están dispuestas a establecer un compromiso genuino con Dios.

    Y en estos últimos tiempos hemos visto como algunos movimientos neopentecostales han transmitido la imagen de un Dios obedeciendo órdenes desde la tierra. Te ordeno Señor que ahora mismo sanes…. Espíritu Santo te ordeno que ahora mismo liberes…que bautices…

    El concepto erróneo de un Dios manipulable que responde a órdenes humanas; un Dios que tiene que salir corriendo para cumplir las profecías de los mal llamados profetas; o que debe satisfacer los impulsos (arrebatos) emocionales de quienes le gritan y le instruyen sobre qué hacer y cómo hacerlo, no guarda relación alguna con lo que la Biblia enseña acerca de la relación entre criatura y Creador. Tampoco corresponde a lo que la Biblia revela sobre la soberanía divina

    El profeta Isaías pone de relieve que Dios es absolutamente soberano, incomparable y no depende de la guía o instrucciones de ninguna criatura. “¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la prudencia? He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo.” (Isaías 40:13-15).

    El pasaje de Isaías 40:13-15, junto con otros textos bíblicos, desarma de manera contundente la idea de un Dios manipulable, sujeto a los caprichos humanos. El apóstol Pablo, al citar este mensaje del profeta Isaías, reafirma la doctrina de la soberanía divina en su carta a los Romanos (Romanos 11:34-36) y en su primera carta a los Corintios (1 Corintios 2:16), subrayando que Dios opera desde una sabiduría y autoridad supremas, absolutamente inaccesibles al entendimiento humano.

    Que el Espíritu Santo nos guíe y nos libre de torcer o acomodar las Escrituras conforme a nuestras ideas, criterios o conceptos personales. Toda nuestra vida debe estar sometida a la verdad absoluta de Dios, revelada en Su Palabra. Jesucristo, en Mateo 7:21, enseñó que únicamente quienes obedecen los mandamientos del Padre celestial tienen derecho a entrar y disfrutar del reino de Dios.

    II. ¿Qué vieron los judíos realmente en Jesús, el día de la entrada triunfal a Jerusalén? 

    Los judíos vieron en lugar de un rey conquistador, a un pobre y humilde rabino que cabalgaba sobre un asno rodeado por una multitud de simples campesinos.[5] Por eso cuando llegó a ser evidente que Jesús no cumpliría con sus esperanzas político—social, entonces se volvieron en su contra y muchos de los que gritaban ¡Hosanna!, después deseaban que le crucificaran, gritando ante Pilato ¡Crucifícale! El rechazo a Jesús por los judíos fue evidente.

    El apóstol Juan comenta en su evangelio “Vino a su propio mundo, pero los suyos no lo recibieron. Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios.” (Juan 1:11,12 DHH). Para aquellos judíos, Jesús no parecía un invencible conquistador, sin embargo, una semana más tarde resucitaría corporalmente de entre los muertos, tras vencer a la muerte y al infierno.

    Es lamentable que aún hoy tantas personas tengan un concepto tan limitado de Jesús. Lo perciben únicamente como un hombre común, un judío más, un buen maestro o moralista con principios éticos y sociales profundos, pero sin reconocerle ninguna prerrogativa divina. Este punto de vista los lleva a rechazarlo a Él y, con ello, a rechazar también su evangelio, que es la puerta a la vida eterna.

    Muchos rechazan a Jesús y a su evangelio porque eligen continuar en una vida licenciosa, cargada de pecados y vicios, sin desear someterse a la voluntad de Dios que Jesucristo vino a revelar. Esclavos del alcohol, el tabaquismo, la droga, el sexo depravado, la homosexualidad, el lesbianismo, la violencia, la idolatría y otras manifestaciones de pecados.

    Jesús resumió esta actitud claramente en Juan 3:19-20, cuando afirmó que “los hombres aman más las tinieblas que la luz, porque sus obras son malas, y no vienen a la luz para que no sean expuestas.”

    Pero hay gozo en el corazón y paz en el alma de aquellos que han encontrado en Jesús el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6), que no se avergüenzan del evangelio porque es poder de Dios (Romanos 1:16), sino que testifican en todo lugar que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:11).

    III. COMENTARIOS DE LUCAS 19:39, 40.

      Los fariseos consideraron que la multitud blasfemaba, cuando decían de Jesús: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” (Mateo 21:9). Es la razón por lo que le dicen a Cristo: “Maestro, reprende a tus discípulos” (Lucas 19:39).

      Estos líderes fariseos no querían a alguien que compitiera y trastornara su poder y autoridad, y no querían una sublevación que tuviera que sofocar el ejército romano, lo cual se convertiría en un conflicto político con el imperio. Estos líderes no estaban interesados en la verdad. Su única preocupación era proteger sus propios intereses (Juan11:47-53).

      De ahí que pidieron a Jesús que calmara a su gente. Pero Jesús dijo que, si la gente callaba, aun las piedras clamarían.

      a. ¿Por qué se expresó así el Señor ante las exigencias de los fariseos?

      No porque quisiera instituir un reino político poderoso, sino porque su interés estaba en establecer el Reino eterno de Dios en el corazón de los hombres, y era esta una razón más que suficiente para la gran celebración de todos en aquella significativa fecha en la fiesta de la Pascua.

      A lo largo de los años, ha habido, hay y seguirán existiendo personas que intentan obstaculizar la predicación del evangelio, y siempre les molestará el crecimiento de la iglesia de Jesucristo.

      Al inicio de la formación de la iglesia, los discípulos de Cristo fueron traídos ante los líderes religiosos judíos, quiénes los “llamaron y les ordenaron terminantemente que dejaran de hablar y enseñar acerca del nombre de Jesús” (Hechos 4:18 NVI).

      La respuesta de Pedro y Juan fue contundente y decisiva “— ¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en vez de obedecerlo a él? ¡Júzguenlo ustedes mismos! Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”. (Hechos 4:19, 20 NVI).

      El Imperio Romano, tras una tolerancia inicial del cristianismo, como si este fuera nada más que una secta del judaísmo, cambió a una actitud cada vez más hostil. Cuando Nerón buscó en el año 64 d.C. a alguien a quien culpar por el incendio de Roma, decidió acusar a los cristianos, quienes, según el historiador Tácito, eran malqueridos, y declaró religión ilícita en Roma al cristianismo, comenzando una ola de persecución que cobró miles de vidas de cristianos que se negaban a rendir honor al César y a no negar su fe en Jesucristo. Fue el emperador Constantino I el Grande quien optó por contemporizar con el cristianismo, y acabó creando un imperio cristiano (306-337 d.C.).

      c. ¿Por quién puede venir la persecución a los cristianos?

      La persecución a los cristianos puede provenir de diversas fuentes, como gobiernos autoritarios que ven la fe como una amenaza a su control sobre ciertos aspectos sociales, culturales o políticos; grupos extremistas que rechazan otras creencias, o incluso de entornos sociales donde el cristianismo es una minoría. A menudo, esta persecución surge del miedo, la incomprensión o el deseo de mantener el poder.

      IV. COMENTARIOS DE LUCAS 19:41-44.

        Lucas relata que, al acercarse a Jerusalén y contemplarla, Jesús lloró por ella. Los habitantes habían ido demasiado lejos, rechazando la oferta de salvación de Dios a través de Jesucristo, aun cuando era Dios mismo quien los visitaba.

        Con profunda tristeza, el Señor miraba hacia el futuro cercano, y esa visión le hizo llorar. Los principales líderes religiosos de su pueblo ya habían decidido qué hacer con el Hijo de Dios. Este hecho llevó a Jesús a expresar un profundo lamento sobre la ciudad de Jerusalén.

        “—Oh, si comprendieras la paz eterna que rechazaste —dijo con la voz quebrada por el llanto—. Pero ya es demasiado tarde. Tus enemigos te rodearán de vallado y te sitiarán y te irán estrangulando hasta que caigas en tierra con tus hijos dentro. No dejarán en ti piedra sobre piedra, porque rechazaste la oportunidad que Dios te brindó.” (Luc 19:42-44)

        El Señor había visitado la ciudad de Jerusalén con su ofrecimiento de salvación. Pero la gente lo rechazó. No tenían lugar para Él en su programa. 

        La expresión de Lucas 19:44, “porque rechazaste la oportunidad que Dios te brindó”, en la profecía de Jesús sobre Jerusalén, sirve como una advertencia para todos nosotros. Nos recuerda la importancia de estar atentos a la visitación del Señor, tal como lo señala también Lucas 12:54-56.

        La profecía de Jesús sobre Jerusalén que se registran en Lucas 19:43-44, se cumplió aproximadamente 40 años después de ser pronunciada, con la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. por las fuerzas romanas bajo el mando del general Tito. Este evento marcó un trágico momento en la historia del pueblo judío, cuando el templo fue destruido y gran parte de la ciudad quedó en ruinas. La precisión de las palabras de Jesús no solo destaca su visión profética, sino también el profundo dolor que sintió al anticipar el sufrimiento que vendría.

        CONCLUSIONES

        Del momento en que Jesús contempla la ciudad de Jerusalén y llora por ella, podemos aprender valiosas enseñanzas para nuestra vida espiritual:

        1. Aun en medio de las luchas y pruebas, nunca debemos rechazar a Cristo, nuestro único y suficiente Salvador. En Él se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento, revelando el plan perfecto de Dios para nuestra redención.
        2. De la misma manera en que Jesús, al entrar a Jerusalén montado en un pollino, reflejó su carácter de servicio y paz, mostremos al mundo el amor de Dios que nos capacita para servir en lugar de ser servidos.
        3. Si aquella multitud, con fervor, gritó “¡Hosanna al Hijo de David!” al ver a Jesús entrar en Jerusalén, ¡cuánto más nosotros, que hemos sido redimidos por el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, debemos dar gloria y honra al que perdonó nuestros pecados, salvó nuestra alma y nos dio esperanza de vida eterna! 

        NOTA. Puedes añadir o ignorar cualquier comentario. Siéntete libre de hacer otras aplicaciones. Dios te use. Shalom. Pastor Zamora

        [1] Hayford, Jack W., General Editor, Biblia Plenitud, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1994.

        [2] Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1998.

        [3] Ryle, J. C. (2002–2004). Meditaciones sobre los Evangelios: Lucas (E. F. Sanz, Trad.; Vol. 2, p. 346). Editorial Peregrino.

        [4] Biblia del diario vivir (electronic ed., Lc 19:35). (2000). Editorial Caribe.

        [5] Hayford, Jack W., General Editor, Biblia Plenitud, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1994.

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        David N. Zamora
        Autor

        David N. Zamora

        Ministro Ordenado de las Asambleas de Dios y Pastor Principal de la Iglesia Misionera de Tampa. Con títulos en Teología y Biblia de EDISUB e ISUM. Casado con Raquel Gonzalez

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