El silencio de Dios como proceso de formación espiritual

Jose R. Hernandez

Proceso de formación espiritual

El silencio de Dios como proceso de formación espiritual

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El silencio de Dios como proceso de formación espiritual | Estudios Bíblicos

Estudios Bíblicos Texto base: Isaías 45:15
Texto de apoyo: Deuteronomio 8:2 “Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová… para afligirte, para probarte…”

Introducción

Antes de entrar al tema de hoy, quiero que recordemos brevemente lo que aprendimos en el estudio anterior titulado: “El silencio de Dios como prueba de fe.” En ese mensaje vimos cómo hay momentos en la vida cristiana donde, aunque seguimos buscando a Dios con sinceridad, Él parece guardar silencio. Aprendimos que ese silencio no siempre es señal de castigo, ni de abandono, sino que es una manera en la que el Señor prueba la fe genuina, como lo hizo con Job, y también con Pedro.

Ahora bien, hoy vamos a explorar otra dimensión de ese mismo silencio. Porque no solamente se trata de una prueba, sino que también puede ser parte de un proceso de formación espiritual.

Y cuando hablo de formación, no estoy hablando de simplemente aprender algo nuevo o sentir algo bonito. Sino que me refiero a esos momentos donde Dios trata con nosotros más allá de lo visible. Momentos donde hay cosas en nuestro interior, es decir, actitudes, pensamientos, y formas de ver la vida que Él quiere corregir. Y la verdad es que no es fácil. Porque uno ora, busca dirección y todo parece igual. Y ahí uno empieza a preguntarse: ¿Será que no me está oyendo? ¿Será que me equivoqué?

Pero lo cierto es que muchos de nosotros hemos estado en ese tipo de momento. Y si no lo has vivido todavía, te aseguro que tarde o temprano tendrás que enfrentarlo.

Hay momentos en los que hacemos lo correcto. Buscamos al Señor, y nos mantenemos firmes. Pero aun así, no hay respuesta. No hay dirección clara. no hay cambios visibles. Y ahí es donde muchos se cansan, o se enfrían, porque asumen que si Dios no responde rápido, es porque se alejó. Pero esto no es verdad. Dios no se aleja de nosotros, nosotros somos los que nos alejamos de Dios (Jeremías 2:5; Isaías 59:2; Mateo 28:20).

La realidad es que en muchos casos, el silencio de Dios es parte del proceso de formación espiritual. Es en ese silencio donde el Señor rompe ciertas estructuras internas. Donde elimina el ruido exterior para que aprendamos a escucharle de verdad. Donde comenzamos a depender de Su carácter más que de Su voz audible.

Y es exactamente de eso que vamos a hablar hoy. Hoy vamos a ver cómo ese silencio que tanto incomoda, puede convertirse en el escenario que Dios está usando para formarnos a Su manera.

I. Dios se oculta para que lo busquemos más

Antes de que alguien piense que esto suena extraño o fuera de lugar, quiero que lo miremos con calma. Porque la Biblia lo dice de forma clara. En Isaías 45:15, el profeta declara: “Verdaderamente tú eres Dios que te escondes, Dios de Israel, que salvas.” Y lo interesante aquí no es solo que lo diga un profeta, sino lo que implica: que Dios guarda silencio, y que en ocasiones, Dios se oculta.

¿Y por qué haría eso un Dios bueno? ¿Por qué permitiría que uno lo busque con sinceridad y no reciba respuesta inmediata?

La respuesta está en lo que Él quiere formar.

a. “Verdaderamente tú eres Dios que te escondes…”

Ahora bien, lo que debemos entender es que este versículo no fue escrito en un tiempo de tranquilidad. Isaías hablaba en medio de promesas de restauración, pero también de juicio. El pueblo no entendía lo que Dios estaba haciendo. No era evidente. No era lógico. Y eso es parte del punto. Porque cuando el silencio de Dios se presenta, muchas veces viene acompañado de confusión. Pero ese silencio no niega Su presencia, sino que demanda una búsqueda más profunda.

Dios no se esconde por crueldad, sino por propósito. Porque cuando uno tiene que buscar, uno presta atención. Uno se enfoca, uno comienza a filtrar lo que antes ignoraba. Y esa búsqueda aunque a veces frustrante es donde comienza el proceso de formación espiritual. Dios no forma por ruido; Dios forma en el silencio.

b. El proceso forma intimidad y no solo religiosidad

Vamos a ser claros. Ir a la iglesia, orar, y leer la Biblia todo eso es bueno. Pero hay quienes lo hacen por costumbre, por cultura, o por sentimiento. Y aunque Dios puede usar esas cosas, Él no se conforma con actos externos. Él busca intimidad. Dios quiere que lo conozcamos, no solo que le hablemos. Y muchas veces, para llegar a eso, Dios guarda silencio. Porque cuando no sentimos nada, es cuando descubrimos si lo estamos buscando por quien es, o por lo que da.

Es ahí donde nuestra fe deja de ser una rutina y empieza a volverse relación. Porque solo en el silencio aprendemos a reconocer la voz interna, esa voz que no necesita estruendo, pero que transforma todo. Y ese tipo de conexión no se construye en la emoción. Se construye en el proceso.

c. Cuando Dios guarda silencio, nos está invitando a ir más profundo

Esto no siempre se nota al principio. De hecho, muchos se confunden. Piensan que si no sienten a Dios, es porque algo está mal. Pero en muchos casos, el silencio no es rechazo, es invitación. Una invitación a dejar lo superficial y entrar en lo espiritual. A soltar las fórmulas y aferrarse a la fe. A depender no de una respuesta audible, sino de una verdad interna.

Y cuando eso comienza a suceder, cuando dejamos de buscar solo lo visible y empezamos a caminar por convicción, entonces estamos en formación. No es una formación teórica, es una formación que duele, pero que produce fruto. Un fruto que permanece.

Y esto nos lleva al segundo punto del estudio, porque ese crecimiento no solo se queda en el nivel de la búsqueda. Ese silencio también profundiza la raíz espiritual.

II. El silencio profundiza la raíz espiritual

Ya vimos que cuando Dios guarda silencio, no es para alejarnos, sino para provocarnos a buscarlo con sinceridad. Pero hay algo más que sucede en medio de ese silencio, algo que a simple vista no se nota, pero que es absolutamente esencial en el proceso de formación espiritual: Dios está profundizando nuestras raíces.

A veces queremos ver resultados por fuera, bendición, cambios, respuestas, pero lo que Dios está trabajando es por dentro. Y eso, en gran parte, sucede en silencio.

a. Como las raíces de un árbol que crecen hacia el agua en sequía

Cuando un árbol enfrenta sequía, no se rinde. No deja de vivir, sino lo que hace es buscar. Sus raíces comienzan a extenderse más allá de lo normal. Profundizan. Porque si no encuentra agua superficial, tiene que encontrarla en lo profundo.

Y eso mismo pasa con nosotros. Cuando el alma siente sequía, cuando no hay respuesta, no hay emoción, no hay “agua visible”, ahí es cuando el corazón comienza a estirarse en fe. No por impulso, sino por necesidad. No por lo que siente, sino por lo que sabe.

El creyente maduro no es el que siempre está rebosando de emoción, sino el que ha aprendido a extender sus raíces cuando la tierra está seca. Es en esa extensión donde Dios moldea carácter, templanza, y resistencia espiritual.

b. Dios formó a Israel por el desierto

El texto dice: “Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón…”

Este pasaje no habla de destrucción, habla de propósito. Dios llevó a Su pueblo al desierto, no por descuido, sino por diseño (Éxodo 13:18). Y en ese desierto hubo silencio. Hubo hambre (Éxodo 16:3). Hubo espera (Éxodo 24:18). Pero también hubo formación (Deuteronomio 8:3).

Dios no quería simplemente sacar a Israel de Egipto. Él quería sacar a Egipto de Israel. Él quería cambiar la manera en que pensaban, en que dependían, en que adoraban. Y para eso, no bastaba con milagros. Hacía falta silencio.

Porque los milagros impactan, pero el silencio forma.

c. La fe que crece en el silencio, se mantiene en la tormenta

Una raíz profunda no depende del clima. Un árbol bien enraizado no cae con cualquier viento. Y lo mismo pasa con el creyente cuya vida espiritual ha sido formada en medio del silencio de Dios. Esa persona no necesita señales diarias para mantenerse firme. ¿Por qué? porque esa persona no vive de impresiones, vive de convicción.

Y aunque nadie disfruta esos momentos porque, seamos sinceros, no es fácil caminar sin ver, orar sin escuchar, esperar sin entender, es en ese terreno donde Dios edifica algo que permanece. Porque el silencio de Dios, cuando es parte de Su plan, nunca es pérdida. Es inversión.

Y cuando entendemos eso, entonces estamos listos para aprender algo más: que ese silencio no solo profundiza, también nos enseña a obedecer aunque no entendamos.

III. El silencio enseña obediencia sin explicación

En el caminar con Dios, hay momentos donde entendemos el propósito, donde todo tiene sentido. Pero también hay momentos donde no hay claridad, ni señales, ni respuestas. Y sin embargo, Dios sigue esperando obediencia. Porque uno de los frutos más maduros que se producen en el proceso de formación espiritual es justamente ese: aprender a obedecer, incluso cuando Dios guarda silencio.

No se trata de actuar por impulso, ni por emoción, sino por convicción. Es ahí donde se separa el creyente emocional del creyente formado.

a. Jesús mismo aprendió obediencia por lo que padeció

Para que entiendan bien lo que les estoy tratando de decir, fijémonos bien en lo que encontramos en Hebreos 5:8 cuando leemos:

“Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.”

Hermanos, esto es profundo. Aquí no se esta hablando de un profeta, un apóstol o un discípulo. Aquí estamos hablando del Hijo de Dios. Estamos hablando del que es uno con el Padre (Juan 1:1; Juan 10:30; Juan 14:9). Y aun así, fue formado en obediencia a través del sufrimiento.

Y si Él, siendo perfecto, pasó por ese proceso, ¿cuánto más nosotros?

Dios no nos está preparando para momentos cómodos. Nos está formando para permanecer, para servir, y para representar Su nombre aun cuando no entendamos lo que Él está haciendo. Y eso no se aprende en la emoción. Se aprende en el silencio.

Según el léxico de Blue Letter Bible, la palabra griega traducida como “obediencia” en Hebreos 5:8 es “ὑπακοή” (hupakoē), que significa “atender, escuchar y someterse con disposición”. Fuente: Blue Letter Bible Lexicon

Así que no se trata de solo cumplir una orden, sino que es hacerlo desde una actitud de rendición. Eso es precisamente lo que se forma cuando Dios calla: sumisión voluntaria, no obediencia forzada.

b. No siempre entenderemos el porqué, pero debemos confiar en el quién

Hay preguntas que no tendrán respuesta inmediata. Hay situaciones que no se explican con lógica. Pero la formación espiritual no depende de que todo tenga sentido, sino de saber en quién hemos creído. Porque cuando Dios guarda silencio, no es el momento de dudar de Su carácter. Es el momento de afirmarlo.

Pedro lo vivió. Después de negarlo, no entendía por qué había fallado tan gravemente. Pero fue ese mismo Pedro el que, con el tiempo, llegó a escribir:

“para que sometida a prueba vuestra fe… sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:7).

Pedro aprendió que el silencio no es el final, sino que es parte del trato. Y nosotros también tenemos que aprender a vivir con la tensión de no entender todo, pero obedecer igual.

c. No hay crecimiento sin silencio

Vamos a decirlo claro: el crecimiento real nunca ocurre en la comodidad. Ni en lo predecible. Dios forma en la espera. Forma en la incertidumbre. Forma en los “¿por qué?” sin respuesta.

Y muchas veces, cuando miramos atrás, nos damos cuenta que los momentos donde más crecimos fueron justamente aquellos donde no sentíamos nada, pero decidimos mantenernos firmes.

El proceso de formación espiritual no siempre viene con explicaciones, pero siempre viene con propósito. Y cuando aceptamos ese proceso, aunque duela, y aunque incomode, entonces estamos listos para ver cómo ese silencio puede ser la herramienta que Dios está usando para llevarnos a otro nivel de madurez.

Y con esto, nos preparamos para concluir este estudio, pero antes de hacerlo, vamos a hacer una pausa y considerar lo que todo esto significa para nuestro caminar diario.

Conclusión

Hermanos, el Señor nos ha hablado algo claro a través de este mensaje, esto es: que cuando Dios guarda silencio, no es por descuido, es por diseño. El silencio de Dios no significa ausencia, significa intencionalidad. Es en ese silencio donde nos confronta, nos moldea, y nos transforma. El proceso de formación espiritual que Él inicia en nuestra vida no se mide por lo que sentimos, sino por lo que permanece.

Así que no ignores ese silencio, y no te desesperes en la espera. Cada momento de silencio, donde quizás no veamos las respuestas es una oportunidad para crecer en obediencia, profundidad y dependencia real de Dios.

Hoy quiero invitarte a que no huyas del silencio. No corras del desierto, no des por terminado lo que Dios apenas está comenzando. Si estás en medio de un silencio prolongado, no preguntes solamente “¿por qué?”, pregunta también “¿para qué?”. Porque detrás de ese silencio hay un propósito eterno.

Recuerda que Dios formó a Moisés en el desierto, a Elías en la cueva, y a José en la cárcel. Y si hoy tú sientes que Dios guarda silencio, tal vez es porque estás siendo formado, no castigado. Estás siendo afinado, no rechazado. Estás siendo plantado más profundo, no abandonado.

Así que levántate con fe. Aférrate al proceso de formación espiritual. Y aunque no entiendas todo, confía en Aquel que nunca pierde el control. Porque cuando Dios calla, Él sigue obrando. Cuando Él oculta Su rostro, sigue extendiendo Su mano. Y cuando guarda silencio, Él está hablando más de lo que imaginas.

No estás solo. Estás en las manos del Alfarero. Y Él jamás deja a medias la obra que comenzó.

En nuestro próximo estudio, vamos a concluir esta serie con algo que quizás no esperas. Hablaremos de ese momento donde el silencio de Dios no es parte del proceso, ni una prueba, sino la respuesta misma. Espero que estés con nosotros.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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Autor

Jose R. Hernandez

Pastor jubilado de la iglesia El Nuevo Pacto. José R. Hernández; educación cristiana: Maestría en Teología. El Pastor Hernández y su esposa nacieron en Cuba, y son ciudadanos de los Estados Unidos de América.

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