El poderoso silencio de Dios como respuesta

Jose R. Hernandez

El silencio de Dios como respuesta

El poderoso silencio de Dios como respuesta

0
(0)

El silencio de Dios como respuesta | Estudios Bíblicos

Estudios Bíblicos Texto base: Mateo 27:14
Texto de apoyo: Isaías 53:7 – “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca…”

Introducción

En las últimas semanas hemos estado examinando diferentes aspectos del silencio de Dios. Y si algo ha quedado claro, es que ese silencio tiene propósito.

En el primer mensaje, titulado: ¿Cual es el significado del silencio de Dios?,” vimos cómo el hecho de que Dios no hable no significa que Él no esté presente. Aprendimos que aun en el silencio, Él está obrando, y que hay momentos en los que lo que parece ser distancia, es en realidad una forma de acercamiento diferente.

Luego, en el segundo estudio: El silencio de Dios como prueba de fe,” entendimos que ese silencio puede ser un instrumento para refinar nuestra fe. No se trata de que Dios no escuche, sino de cómo respondemos cuando no escuchamos nada. Vimos que la fe verdadera no se prueba cuando todo va bien, sino cuando no sentimos nada… y aún así decidimos confiar.

Después, en el estudio más reciente: El silencio de Dios como proceso de formación espiritual,” vimos que muchas veces ese silencio es parte de un trabajo más profundo. Un proceso que no siempre se entiende al momento, pero que forma carácter, rompe la religiosidad superficial, y nos lleva a una relación más íntima con Él.

Y hoy, llegamos al cierre de esta serie con un enfoque que quizás no muchos esperan. Porque hay ocasiones, y no son pocas, en las que el silencio no es parte de una prueba, ni parte de un proceso sino la respuesta misma. Y eso, por más difícil que sea aceptar, también es parte de Su soberanía.

Vamos a ver cómo esto no es nuevo, ni extraño. De hecho, fue parte del momento más sagrado en toda la historia de la humanidad. Hoy vamos a hablar sobre el momento en que Dios guardó silencio… y con ese silencio, respondió.

I. El silencio de Dios puede ser afirmación, no negación

Cuando hablamos del silencio de Dios, usualmente lo relacionamos con confusión, con espera, o con momentos donde no entendemos lo que está pasando. Pero no siempre es así. Porque hay ocasiones en las que ese silencio no indica distancia, ni prueba, ni siquiera formación. Hay ocasiones en las que Dios guarda silencio como respuesta. Y no como una forma de castigo, sino como una manera clara de afirmación.

Y esto es precisamente lo que vemos en uno de los momentos más solemnes de la vida del Señor. Me refiero al momento en que Él comparece ante Pilato.

a. Jesús sabía que responder sería caer en un juego humano

En Mateo 27:14 leemos lo siguiente:

“Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.”

Ahora bien, ese silencio no fue debilidad. Tampoco fue temor, sino que fue una decisión. Jesús no respondió porque ya había hablado. Él ya había revelado la voluntad del Padre. Ya había enseñado, confrontado, y afirmado quién Él era. Entonces, guardar silencio en ese momento no fue un error, fue fidelidad.

Y aquí hay algo que necesitamos entender: muchas veces nosotros buscamos que Dios nos hable otra vez, que nos vuelva a decir lo que ya sabemos. Queremos sentir algo nuevo, escuchar algo distinto, tener una experiencia fresca. Pero no siempre es así. Hay momentos en los que Dios guarda silencio porque ya nos dio una respuesta, y lo que ahora espera es obediencia.

El silencio del Señor frente a Pilato no fue un acto vacío. Sino que fue una afirmación del propósito. Fue una señal de madurez espiritual. Él no cayó en provocaciones, no se distrajo con argumentos. Él se mantuvo firme, confiando en lo que ya había sido establecido.

Y esto nos habla directamente a nosotros. Porque hay ocasiones en nuestra vida donde oramos y no escuchamos nada. Donde esperamos dirección y lo único que hay es silencio. Pero ese silencio puede ser precisamente la respuesta de Dios. No porque no tenga nada que decir, sino porque ya nos lo dijo, y ahora nos toca actuar conforme a lo que ya fue revelado.

Lo importante aquí es no confundir silencio con ausencia. Porque hay momentos en los que ese silencio no está diciendo “espera”, ni tampoco “no”. Está diciendo: “confía en lo que ya te mostré.”

Y eso nos lleva a ver otra realidad que suele pasar desapercibida. A veces ese silencio también comunica cosas distintas a personas distintas. Al mundo le habla de juicio, y al creyente, de paz.

b. A veces Dios calla porque ya habló, y espera que confiemos

Ahora bien, detengámonos por un momento y pensemos en esto: ¿cuántas veces hemos buscado una palabra nueva de parte del Señor, cuando en realidad ya nos la dio? Porque si somos sinceros, hay momentos donde no es que estemos confundidos, es que no queremos aceptar la respuesta de Dios.

Es como cuando oramos pidiéndole dirección, pero en el fondo, ya sabemos lo que Él nos mostró la última vez. Lo que pasa es que queremos otra señal, otra confirmación, quizás algo que suene diferente. Pero no es porque Él no haya hablado, es porque Dios guarda silencio para ver si vamos a caminar por lo que ya fue dicho.

Pensemos en lo que ocurrió con Jesús frente a Pilato. Él no habló, y no respondió a las acusaciones. ¿Y por qué? Porque ya había declarado quién era. Ya había enseñado el propósito del Reino. Ya había anunciado su muerte y su resurrección. Él no se quedó callado por miedo ni por indecisión, sino que guardó silencio porque no tenía que más nada que decir. Y eso nos habla a nosotros con claridad. ¿por qué digo esto?

Lo digo porque muchas veces, cuando sentimos que el silencio de Dios nos rodea, no es porque esté lejos, ni porque esté enojado, sino porque ya habló. Y ahora, como buen Padre, está esperando que pongamos en práctica lo que nos dijo.

La realidad es que en ocasiones muchos de nostros nos parecemos a un niño que después de recibir instrucciones, que sigue preguntando lo mismo para ver si el padre cambia de opinión. Pero Dios no es hombre para decir una cosa hoy y otra mañana. Como se nos dice claramente en Números 23:19 cuando leemos:

“Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”

Así que si la respuesta de Dios ya fue dada, entonces lo que sigue no es pedir otra respuesta, sino que es obediencia. Y tal vez esa es la razón por la cual no sentimos una palabra nueva. Porque Él no está repitiendo lo mismo, sino que Él está esperando que lo pongamos por obra.

Entonces, si en este momento estás orando, buscando una dirección específica, pero lo único que sientes es silencio, quizás sea hora de detenerte y preguntarte: ¿Estoy caminando conforme a lo último que el Señor me dijo? ¿Estoy obedeciendo, o simplemente esperando que me diga algo distinto porque no quiero aceptar Su voluntad?

Porque cuando Dios guarda silencio, no siempre es para probar, ni para formar, ni para corregir. A veces guarda silencio porque Su respuesta ya fue entregada. Y ahora nos toca a nosotros demostrar que confiamos, aunque no haya una emoción nueva que lo respalde.

II. El silencio puede ser un juicio para el mundo y una paz para el creyente

Cuando hablamos del silencio de Dios, tendemos a enfocarnos solamente en cómo nos afecta a nosotros como creyentes. Pero si observamos con atención el testimonio de Jesús ante Pilato, podemos ver que Su silencio tenía otro propósito. No era solo una señal de obediencia, ni simplemente una afirmación personal. Fue también una declaración silenciosa al mundo entero.

a. El silencio de Jesús revela Su entrega total

El evangelio de Mateo nos dice que mientras Jesús era acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, “no le respondió ni una palabra” (Mateo 27:14). Ese detalle no puede pasarse por alto. No fue un descuido ni una estrategia improvisada, sino una decisión llena de intención.

Él sabía exactamente lo que estaba haciendo. No habló, porque ya había hablado con su vida. No se defendió, porque su obediencia pesaba más que cualquier argumento. No necesitó justificar lo que estaba por suceder, porque ya había demostrado con hechos lo que venía a cumplir.

Ese silencio confundió a los que lo observaban. El gobernador “se llenó de asombro”. El pueblo no entendía. Pero lo que parecía debilidad era, en realidad, evidencia de una entrega total al Padre. Jesús no explicó; se sometió.

Y si eso fue cierto para Él, ¿qué significa cuando Dios guarda silencio con nosotros justo en los momentos donde sentimos que más necesitamos una palabra?

Muchas veces, ese silencio no es juicio ni abandono. Es como si Dios dijera: “Ya te hablé. Ahora quiero ver si vas a caminar por fe.” A veces, cuando sentimos que Dios guarda silencio, no es porque no haya respuesta, sino porque ya fue dada y ahora nos toca creer.

b. Isaías 53:7 muestra que el silencio fue Su obediencia perfecta

El profeta Isaías, siglos antes de que Jesús naciera, escribió lo siguiente:

“Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.”

Eso no es solo una descripción profética. Es una declaración de carácter. El Señor no calló por resignación, sino por obediencia. No era falta de palabras; era claridad de propósito.

Y ese principio sigue vigente. Hay momentos en los que el silencio de Dios no es señal de ausencia, sino confirmación de que Su voluntad sigue en marcha. Aunque no escuches algo nuevo, Su dirección permanece. Aunque no sientas algo fuerte, Su presencia no se ha ido.

Charles Spurgeon, el predicador del siglo XIX, escribió en su sermón “Unanswered Prayer” No. 3344:

“He was not heard, that we might be heard. The ear of God was closed against Him for a season, that it might never be closed against us.”

Traducción: “Él no fue escuchado, para que nosotros pudiéramos ser escuchados. El oído de Dios se cerró contra Él por un tiempo, para que nunca se cerrara contra nosotros.”

Spurgeon no habla de emociones. Habla de convicción. De esa certeza que no depende de señales nuevas, sino que descansa en lo que Dios ya ha dicho y hecho.

Así que si hoy sientes que Dios está en silencio, hazte esta pregunta: ¿ya te habló? ¿Ya te mostró qué hacer? Porque si la respuesta es sí, entonces ese silencio es precisamente la evidencia de que estás caminando dentro de Su voluntad.

Y esta comprensión nos prepara para el siguiente punto. Porque ese mismo silencio que afirma y sostiene también cumple un propósito mayor: confirmar el cumplimiento perfecto del plan profético de Dios.

III. El silencio puede ser el cumplimiento profético

Cuando hablamos de la respuesta de Dios, muchas veces la imaginamos como una voz clara, una instrucción directa, una confirmación audible. Pero si entendemos bien las Escrituras, veremos que hay momentos en los que el silencio de Dios no es una pausa, ni una ausencia, ni un misterio. Es cumplimiento. Es la continuación exacta de lo que ya había sido anunciado.

a. Jesús estaba cumpliendo lo escrito

En Isaías 53:7, el profeta dijo que el Siervo sufriente no abriría Su boca. Que sería llevado como cordero al matadero, sin defenderse, sin resistirse, sin hablar. Esa profecía no era simbólica. Era literal. Y se cumplió palabra por palabra cuando Jesús estuvo ante Pilato y no respondió ni una sola acusación.

No fue casualidad. Fue cumplimiento. Fue exactitud divina. Cada segundo de silencio de Jesús era parte del plan que el Padre había establecido desde antes de la fundación del mundo. Dios guarda silencio, no porque se ha olvidado de Su pueblo, sino porque Su Palabra está siendo cumplida con precisión.

Y esto debe confrontarnos: muchas veces, al enfrentar el silencio del cielo, pensamos que Dios se ha alejado. Pero ¿y si en lugar de eso, estamos presenciando el momento exacto en que lo que Él prometió está ocurriendo, aunque no lo veamos todavía?

b. No hay contradicción entre silencio y soberanía

Es fácil pensar que si Dios calla, es porque algo está fuera de control. Pero la cruz nos enseña lo contrario. Dios estaba en completo control, incluso cuando Su Hijo fue entregado injustamente. El silencio de Jesús no era un signo de derrota. Era una manifestación de soberanía.

La soberanía de Dios no siempre grita. A veces guarda silencio. Pero ese silencio no es vacío; es voz profética. Es cumplimiento en tiempo real. Es Dios diciendo: “Yo estoy aquí. Estoy obrando. Aunque no hablo, estoy cumpliendo Mi palabra.”

Y eso tiene implicaciones profundas para nuestra vida hoy. Porque si estamos viviendo una etapa donde parece que no hay respuesta, donde la voz de Dios se ha apagado, puede que no estemos en una pausa… sino en un cumplimiento. Puede que estemos caminando exactamente por donde Él nos dijo que camináramos, y el silencio solo confirma que la Palabra que recibimos antes sigue vigente.

c. Cuando Dios guarda silencio, puede estar diciendo: “Confía, ya he hecho mi obra.”

Esto es crucial: el silencio de Dios, en ciertos momentos, no es una señal de que aún no ha hecho nada, sino de que ya lo hizo. Es como si dijera: “No hablo, porque no necesito agregar nada más. Mi obra está completa. Solo te toca creer.”

Ese tipo de silencio es incómodo para quienes dependen de sensaciones, pero es una paz profunda para los que viven por fe. Porque aunque no haya emoción, ni palabra nueva, ni evidencia inmediata, el alma puede descansar en la verdad de que la respuesta de Dios ya fue dada.

Y esa certeza transforma cómo enfrentamos la espera. Ya no buscamos una confirmación diaria. No pedimos una señal constante. Aprendemos a caminar sabiendo que si Dios guarda silencio, puede ser porque Su plan se está cumpliendo exactamente como fue escrito.

III. El silencio puede ser el cumplimiento profético

Cuando hablamos de la respuesta de Dios, muchas veces la imaginamos como una voz clara, una instrucción directa, una confirmación audible. Pero si entendemos bien las Escrituras, veremos que hay momentos en los que el silencio de Dios no es una pausa, ni una ausencia, ni un misterio, sino que es cumplimiento. Es la continuación exacta de lo que ya había sido anunciado.

a. Jesús estaba cumpliendo lo escrito

En Isaías 53:7, el profeta dijo que el Siervo sufriente no abriría Su boca. Que sería llevado como cordero al matadero, sin defenderse, sin resistirse, sin hablar. Esa profecía no era simbólica, sino que era literal y se cumplió palabra por palabra cuando Jesús estuvo ante Pilato y no respondió ni una sola acusación.

No fue casualidad, fue cumplimiento, fue exactitud divina. Cada segundo de silencio de Jesús era parte del plan que el Padre había establecido desde antes de la fundación del mundo. Dios guarda silencio, no porque se ha olvidado de Su pueblo, sino porque Su Palabra está siendo cumplida con precisión.

Y esto debe confrontarnos: muchas veces, al enfrentar el silencio del cielo, pensamos que Dios se ha alejado. Pero ¿y si en lugar de eso, estamos presenciando el momento exacto en que lo que Él prometió está ocurriendo, aunque no lo veamos todavía?

b. No hay contradicción entre silencio y soberanía

Es fácil pensar que si Dios calla, es porque algo está fuera de control. Pero la cruz nos enseña lo contrario. Dios estaba en completo control, incluso cuando Su Hijo fue entregado injustamente. El silencio de Jesús no era un signo de derrota, era una manifestación de soberanía.

La soberanía de Dios no siempre grita. A veces guarda silencio. Pero ese silencio no es vacío; es voz profética. Es cumplimiento en tiempo real. Es Dios diciendo: “Yo estoy aquí. Estoy obrando. Aunque no hablo, estoy cumpliendo Mi palabra.”

Y eso tiene implicaciones profundas para nuestra vida hoy. Porque si estamos viviendo una etapa donde parece que no hay respuesta, donde la voz de Dios se ha apagado, puede que no estemos en una pausa sino en un cumplimiento. Puede que estemos caminando exactamente por donde Él nos dijo que camináramos, y el silencio solo confirma que la Palabra que recibimos antes sigue vigente.

c. Cuando Dios guarda silencio, puede estar diciendo: “Confía, ya he hecho mi obra.”

Esto es crucial: el silencio de Dios, en ciertos momentos, no es una señal de que aún no ha hecho nada, sino de que ya lo hizo. Es como si dijera: “No hablo, porque no necesito agregar nada más. Mi obra está completa. Solo te toca creer.”

Ese tipo de silencio es incómodo para quienes dependen de sensaciones, pero es una paz profunda para los que viven por fe. Porque aunque no haya emoción, ni palabra nueva, ni evidencia inmediata, el alma puede descansar en la verdad de que la respuesta de Dios ya fue dada.

Y esa certeza transforma cómo enfrentamos la espera. Ya no buscamos una confirmación diaria. No pedimos una señal constante. Aprendemos a caminar sabiendo que si Dios guarda silencio, puede ser porque Su plan se está cumpliendo exactamente como fue escrito.

Conclusión

Al llegar al final de esta serie, hay algo que debe quedar claro: el silencio de Dios nunca es un accidente. No es descuido. No es indiferencia. Es intención. En cada escena que hemos visto desde el sufrimiento, la prueba, hasta la cruz, ese silencio tenía propósito. Tenía dirección.

Dios guarda silencio cuando ya ha hablado, y espera confianza. Guarda silencio para formar convicción en lugar de dependencia emocional. Guarda silencio porque Su plan sigue avanzando, incluso cuando nosotros no oímos una palabra.

Tal vez tú estás en ese lugar ahora. Oraste. Esperaste. Y no pasó nada. Todo sigue igual. Pero escucha: el hecho de que no escuches una respuesta de Dios, no significa que no haya una. Tal vez ya la dio. Tal vez la está cumpliendo. Tal vez te está diciendo: “Camina, que ya te hablé.”

Este no es el momento de correr en busca de otra señal. Es el momento de recordar. Volver a lo que ya sabes. Aferrarte a lo que ya viste, ya creíste, ya viviste.

Porque si algo hemos aprendido a lo largo de esta serie, es que Dios no necesita hablar todos los días para seguir siendo fiel. Su silencio también puede ser Su respuesta. Y si Él calla, es porque confía en que tú también puedes confiar.

Así que hoy, no te desesperes en el silencio. Habla menos. Recuerda más. Confía siempre.

Dios está obrando, incluso cuando no lo dice.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

Central de Sermones | Estudios Bíblicos

¿Qué tan útil fue esta publicación?

¡Haz clic en una estrella para calificarla!

Jose R. Hernandez
Autor

Jose R. Hernandez

Pastor jubilado de la iglesia El Nuevo Pacto. José R. Hernández; educación cristiana: Maestría en Teología. El Pastor Hernández y su esposa nacieron en Cuba, y son ciudadanos de los Estados Unidos de América.

Deja un comentario