Hay una fábula que quisiera contarle. Hace mucho tiempo atrás se cuenta que existía una guerra entre las aves y los ratones, y que en medio de este conflicto se encontraba un murciélago. Cuando los ratones iban ganando, este escondía sus alas, para confundirse entre ellos, y cuando las aves tomaban ventaja en la batalla, este murciélago abría las alas y se confundía entre ellas.
Hasta que un día en una feroz y definitiva batalla, la cual definiría la guerra, sucedió que en medio del fervor del combate, un ratón preguntó: ¿ha visto alguien al murciélago?, una de las aves dijo: lo vi hace unos minutos, y combatía a favor de nosotros en contra de los ratones. Entonces un ratón dijo: él también estaba peleando a mi lado a nuestro favor. Aquí fue donde se detuvo la batalla, y tanto aves como ratones buscaban al murciélago. Al encontrarlo, el murciélago no sabía si abrir las alas o esconderla, y de momento se aliaron las aves y ratones para perseguir al murciélago.
El murciélago voló con toda sus fuerza, huyendo y se escondió en una cueva oscura; se dice que por eso es que el murciélago vive solo y escondiéndose en estos lugares.
Hay cristianos, Ministro y líderes que no están claramente definidos en su posición, ya que no tienen una identidad clara de lo que se es en Cristo, y no saben en qué lugar estar, y siempre cambian por las diversas corriente doctrinales.
“…Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. 9 No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas…” Hebreos 13:8-9