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La llave de lo imposible

Tres hombres se unieron cuando se dirigían a un reino muy lejano, los motivos por los que querían ir allá eran muy diferentes, pero de la misma intensidad todos añoraban cruzar la puerta de aquel majestuoso reino.

Después de mucho andar palparon de cerca su anhelo ya casi hecho realidad; se encontraban frente a la puerta que les permitiría entrar, solo que frente a ella se encontraba un viejo guerrero que la custodiaba, notaron que la puerta era extremadamente alta, media unos diez metros aproximadamente, también notaron que era muy ancha y pesada prácticamente inamovible.

Mirándose a la cara comentaron es ilógico que intentemos entrar por la fuerza, ese hombre que custodia parece ser un guerrero muy experimentado, y aunque los tres lucháramos contra él, lograría vencernos, además si lográramos vencerlo como haríamos para abrir esa gran puerta.

Después de pensarlo decidieron acercarse y conversar de manera pacífica con el guardián y preguntarle acerca de la forma en que ellos podrían entrar, el hombre les dijo que les permitiría a cada uno hacer un intento individual de atravesar la puerta, y los ayudaría a cada uno en cuanto le fuera posible.

Así el primero de ellos pensó que podría pasar por encima de los diez metros de longitud de la puerta, y busco unas ramas que le sirvieran de escalera; el guardián lo ayudó a conseguirlas y colocarlas frente a la puerta, el hombre emprendió el ascenso pero a mitad del camino las ramas se rompieron haciendo que fallara en su intento.

Era el turno del segundo este pensó que podía derribarla, así que se hizo de un gran tronco fuerte y pesado que le permitiría causar un gran impacto en la puerta, pero ni aun con la ayuda del guardián pudo mover ni un milímetro la puerta de su lugar.

El tercer hombre no tenía ningún plan, y mirando al guardián le dijo: estoy convencido que la única forma de abrir la puerta es teniendo la llave que la abre, y estoy seguro que tu puedes ayudarme a encontrarla, el guardián cayó por un momento y recordó su promesa de ayudarlos en lo que le fuera posible; después de sonreírse le dijo precisamente la tengo aquí debajo de mi armadura, y de luego de sacarla se la entregó y aquel hombre pudo entrar.

Así como esa pequeña llave puedo abrir esa gran puerta que impedía que los sueños de aquellos hombres se cumplieran es nuestra fe en Jesús, solo una pequeña porción de fe en él puede hacer que lo imposible se haga posible, cuando le creemos a Jesús nos movemos en el mundo de lo imposible haciéndose posible.

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