Se cuenta una historia, que un día un hombre que regresaba de su trabajo cansado se encontró con un perrito en su camino. Tal animalito estaba totalmente mal herido sus golpes y heridas eran demasiado graves, sin pensar un solo minuto más ese hombre tomó a ese perrito en sus manos y lo llevó a su hogar lo curo, vendo sus heridas.
Al pasar el tiempo el animalito sano. Un día llegó el hombre a su casa y cuál fue su sorpresa que aquel perrito que él había curado ya no estaba. Él se enfureció de tal manera que dijo perro mal agradecido.
Pasaron los días y una noche se oyó un golpe en su puerta entonces fue a ver quien era. Su sorpresa fue que era el perro, pero una sorpresa más grande que ya no venía solo, sino que traía a otro perrito igual que él cuando él estaba herido, aquel hombre no pudo más y lloro.
Reflexión: Dios así mismo quiere que seamos nosotros, que no solamente nos conformemos con nuestra salvación y ya, sino que vayamos por más personas como nosotros cuando Él vino a nuestras vidas.
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” Mateo 28:19