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Conquistando la montaña

La ví, imponente, majestuosa, hermosa pero desafiante, hasta para el alpinista más experimentado, allí estaba, retando con su grandeza a ser conquistada con todos sus peligros, obstáculos y desafíos.

Al pie de la montaña, miles anhelan la cumbre, todos hablan y presumen de cómo subirla, en unos segundos todos la recorren de abajo hasta arriba con su mirada, pero pocos son los valientes que se preparan dispuestos a subirla y conquistarla. Muchos se conforman solo con la ilusión y se dicen: algún día lo intentaré. Que triste, es más fácil estar satisfecho con el nivel donde se encuentran, que decidir crecer. Otros que decidieron subir, emprendieron el camino cuesta arriba con el sueño de llegar, no importando si se es el primero o el último, el caso es llegar.

Durante el camino hay varios niveles, lugares donde descansar y renovarse para continuar, algunos, ya cansados se detienen y deciden no seguir subiendo, contentos con lo que ya han logrado, ya no quieren pagar el precio, el sacrificio es demasiado y los beneficios parecen ser muy pocos, se conforman a mirar como otros continúan subiendo con voluntad firme e inquebrantable.

Podemos elegir quedarnos sentados, sobran los pretextos para no seguir, el desaliento puede ser tan grande que nos impida ver la gloria de la cumbre. Para los que abandonan el reto sobran los lugares, pero para el determinado, para el apasionado, para el soñador, no hay descanso que lo tiente, un nivel solo es un descanso para tomar nuevas fuerzas, para renovar las esperanzas, para corregir la estrategia, pero nunca para cambiar ni abandonar la meta.

La cumbre no es para cualquiera, es para los que saben que el gozo viene a través de la lucha, para los que saben que la victoria y el desistir no son compatibles. Los que se quedaron, no tendrán nada que contar, solo podrán decir: por poco y lo logre, pero en ello no hay satisfacción alguna. Los que decidieron seguir, saben bien a donde van, algunos nunca han estado arriba, pero sin duda sabrán distinguir cuando ya estén arriba.

Las criticas y las palabras de desánimo se recuerdan en los momentos más difíciles: “No podrás… estas loco, no lo lograrás…” pero lejos de desanimar, el coraje motiva a los apasionados, los alienta para llegar y los esfuerzos se concentran en la conquista de la montaña.

Cuando al fin se llega a la cumbre, son mucho menos de los que iniciaron, menos pero de un calibre mayor, forjaron en su carácter valores trascendentales, los cuales solo los que llegaron pueden comprender, los triunfadores hablan de disciplina, de alegría, de sacrificio, de retos vencidos, de obstáculos superados de la gran satisfacción que da el éxito, de recuerdos motivantes, y de lecciones invaluables.

En la cumbre no hay quejas, solo compañerismo, es un lugar sumamente agradable, vista increíble, bello paisaje, aire fresco y puro, y sobre todo se goza de sentimientos satisfactorios. Pero esos sentimientos vienen solo después del éxito, después de alcanzar la meta, después de ver realizados los sueños, resultado de constancia, arduo trabajo para llegar a la cumbre, ese gozo solo puede disfrutarse cuando se ha usado todo el potencial que Dios ha dado, ese sentimiento de triunfo es grande cuando se ha visto recompensado todo el sacrificio hecho, alegría de saber que todos los talentos y energía fueron sabiamente administrados. Se han disfrutado tantas emociones y experiencias que ya nada parece imposible, todo esta al alcance y nunca, nunca más se podrá pensar que hay montaña imposible de conquistar. ESA MONTAÑA FUE HECHA PARA SER CONQUISTADA.

La vida es como esa montaña, la cumbre es la visión que el líder debe anhelar apasionadamente para poder vencer todos los retos que implica llegar a la cumbre.

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