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Preparación de la Vida para el Ministerio

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(1) Mayores cosas que estas

De cierto, de cierto os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre”. (Jn 14:12)

Parece increíble que hayamos sido llamados a compartir en el ministerio de Jesús, pero si tomamos estas palabras con seriedad, entonces podemos esperar involucrarnos en las obras de poder que son más destacables que aquellas registradas en las Escrituras.

(2) Autoridad espiritual conferida

Tal como Jesús ejerció Su autoridad (traducido del griego ‘exousia,’ que significa ‘el derecho de ejercer poder’ o ‘el poder de la autoridad’) bajo la conducción de Su Padre, del mismo modo nosotros ejercemos la nuestra bajo el mismo Cristo. La autoridad espiritual no es una cosa que se pueda tomar o reclamar, es algo dado y que se desarrolla en nosotros.

Nuestra autoridad viene de Cristo, y es una autoridad conferida. Es un don de Dios que se hace una realidad en nuestras vidas y corazones. No conduce al orgullo por un lugar o condición, sino a la seguridad y confianza en nuestros espíritus (Rom. 8:16). Esta fue la clave de la autoridad que Jesús ejerció en las vidas de las personas que lo buscaron. La gente percibió en Él la autoridad del Padre (Mt. 7:28, 29).

Tal autoridad, es la que tenemos en el ministerio, y no está basada en la confianza en nosotros mismos, sino en lo que Jesús puede hacer (Mr. 16:16–18; Col. 3:17). Aquellos que conocen a Jesús y actúan según Su voluntad, pueden hablar y actuar en Su nombre y en Su poder, y pueden llevar a la situación que están ministrando, todo lo que Él es y es capaz de ser.

Siempre que testifiquemos o ministremos a otras personas, se establece que tenemos cierto nivel de autoridad en ellas. Sin esta realidad de lo que es la autoridad personal, no podemos ministrar con resultados a otros. De hecho, a menos que otros reconozcan que tenemos autoridad en una situación dada, no podremos realmente ayudarles. La respuesta o reacción de la gente, nos dirá si realmente tenemos autoridad espiritual o no. Sabemos que tenemos autoridad espiritual de una manera concreta, cuando la gente se somete voluntariamente a nosotros, porque han visto en nosotros la autoridad de Dios.

(3) Autoridad de vida

Autoridad espiritual es autoridad moral. Esto significa que es una autoridad que procede de la vida. Esta se origina no sólo en Dios, sino en la vida de la persona que ejerce la autoridad. Esta autoridad que nos ha sido dada por Dios, puede ser destruida, si es que no camina de la mano con nuestra vida. Debemos ministrar dentro del contexto del perdón y la libertad que Jesús nos da. Cuando hay áreas en nuestra vida que no están sometidas al señorío de Cristo, y en las cuales el diablo ha ganado algún tipo de control, esto debilitará nuestra autoridad y nuestra capacidad para el ministerio.

Lo importante no es solamente lo que decimos, aconsejamos o enseñamos; lo que somos es tan vital como la efectividad de nuestro ministerio. La gente necesita ser capaz de responder a y confiar en nuestra integridad. Por lo tanto, debemos vivir en total concordancia con los principios que enseñamos. Esto es lo que nos da autoridad en la vida, y que a su vez tiene un poderoso efecto en los demás.

Por otro lado, lo contrario a esto tiene un efecto igualmente negativo. Si no hay coherencia en nuestra vida, puede ser que la gente se someta, por causa de la posición en que estamos, pero no será una sumisión de corazón, sino por obligación, lo cual no trae fruto ni unidad en el Cuerpo de Cristo.

Como Jesús, tenemos que estar en paz con Dios y con nosotros mismos para poder ministrar con resultados. Debemos aceptarnos a nosotros mismos y conocer quiénes somos en relación con nuestro Padre celestial. Mucho del afán que observamos hoy en día en el ministerio surge del hecho de que no estamos en paz de esta manera, y por tanto lo que reciben los demás a través de nosotros no es sólo la palabra de Dios, sino todo lo negativo de nuestro interior. En otras palabras, cuando ministramos a otra persona, ésta recibe de nosotros lo que tenemos dentro. Pueden recibir la Palabra de Dios tal como proviene de nosotros, pero si no llegamos a una integridad de vida interior y paz de corazón, sólo obtendrán todo lo malo que viene a través de nosotros y que no es de Dios.

(4) Confianza de espíritu

Este es un factor muy importante en lo que a autoridad espiritual se refiere. La falta de confianza dentro de nosotros es una de las mayores razones por las que muchos cristianos no pueden ministrar con autoridad. El diablo hará cualquier cosa para ir minando nuestra confianza en nosotros mismos y en Dios, ya sea promoviendo el pecado premeditadamente, tentándonos a la queja, a tener un espíritu crítico, o a actuar carnalmente. Estos ataques a la integridad y paz de nuestros corazones son para tirar abajo nuestra confianza y para contaminarnos, de manera que el poder de Dios no pueda fluir a través nuestro. Cuando caminamos en integridad y en armonía con nuestra vida y mensaje, se gestará una tremenda sensación de libertad y confianza dentro de nuestro espíritu que a su vez permitirá que fluya el poder y la autoridad de Dios a través de nuestras vidas.

(5) Un corazón sumiso

Ya hemos visto el ejemplo de Jesús viviendo en completa sumisión a su Padre. No es una cuestión de someterse a alguien, sino de estar bajo la autoridad de un corazón dispuesto a servir. Pero lo sorprendente de esto es que Jesús no sólo se sujetó al Padre, sino también a quienes lo rodearon, y esto en función y en el sentido de servirlos. Jesús no suspendió definitivamente sus poderes para juzgar y nunca se sometió innecesariamente a aquellos que tenían deseos egoístas, sino que fue tal Su relación con Su Padre, que su corazón siempre fue sensible al cómo y dónde el Padre quería que Él sirviera (Jn. 5:19, 30; Mt. 20:25–28).

El verdadero quebrantamiento y humildad de corazón son las marcas distintivas de una auténtica autoridad espiritual. La mansedumbre es la clave principal para entender la autoridad. La verdadera mansedumbre viene de la persona cuyo corazón y voluntad están totalmente sometidos a la voluntad de Dios. Moisés fue un hombre de este tipo. Toda su vida estuvo dedicada a Dios y a observar Su voluntad cumplirse en las vidas de un grupo desobediente de personas que estaban a su cargo (Números 12:3).

Pablo podía reclamar cualquier calificativo requerido para el apostolado, sin embargo fue este mismo corazón dispuesto a servir el que estuvo en la raíz de su propio ministerio (1 Co. 9:19). Note, la mansedumbre no anula al juicio. Existe una tendencia en la iglesia actual a confundir el amor de Dios en toda su fortaleza, con un gran sentimentalismo que pretende amar a todos y perdonar todo.

Tenemos que estar seguros de qué es lo que significa sumisión y corazón de siervo. Un corazón de siervo no es:

► Permitirnos estar bajo el dominio de factores negativos, que terminarán por borrar todo vestigio de autoridad espiritual en nosotros. Estos factores pueden ser: falsa enseñanza, errores, actitudes equivocadas, problemas en las relaciones. Un corazón de siervo no puede tolerar estas cosas.

► Ser demasiado blandos hacia la flojera, la apatía espiritual, el desorden y la falta de disciplina.

► Estar sujeto a un espíritu mezquino o actitud crítica.

► Hacer alarde de una falsa humildad y andar siempre proclamando lo indigno que somos, presentando una fachada de falsa modestia. El corazón de siervo no tiene como cimientos, la auto condenación o denigración personal.

► Negar aquellos dones y ministerios que Dios nos ha dado en el poder de su Espíritu Santo.

Si debemos ministrar efectivamente, debemos tener una adecuada confianza en lo que somos en Cristo Jesús y lo que somos con respecto al llamamiento de Dios en nuestras vidas. Las personas que tienen un corazón sometido y de siervo son aquellas que han aceptado que están en Cristo y se ven debidamente identificadas con Él. ¡Con respecto a Él no somos nada, pero al mismo tiempo somos todo en Él!

© Salvador Cruz. Todos los derechos reservados.

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