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El divorcio en el pueblo de Dios

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Agradecemos a los lectores la visita a estas paginas como también su participación opinando acerca de estos temas. En esta ocasión estamos dando respuesta a la petición formula por uno de los hermanos lectores sobre algunos de los aspectos del divorcio.

El divorcio no es de modo alguno una vía correcta para resolver los problemas del matrimonio, sino una consecuencia de un corazón endurecido hacia Dios y después endurecido contra el cónyuge. Por esta razón los cristianos debemos ser muy cuidadosos al elegir nuestra pareja antes de llegar al matrimonio, porque recordemos que lo que Dios unió, no puede el hombre separar bajo ninguna circunstancia. Dios hizo el varón y la hembra para que se unieran, dejando al padre y a la madre, en una sola carne por lo que a partir de esta unión no serian dos sino uno.

Los cristianos no debemos tomar una decisión absoluta en esta elección de la pareja.

Mas bien permitamos que sea el Señor quien la haga. Nosotros tenemos que presentarle al Señor lo que hemos elegido, conversar con El y obedecer. Pedirle que si esa pareja no es su propósito que no lo permita; pero si lo es que la bendiga.

No podemos equivocarnos en este paso creyendo en valores externos porque la verdadera belleza se lleva por dentro. La belleza, el dinero son valores que si bien no podemos decir que sean malos , tampoco podemos decir que sean decisivos y equivocarnos en esto puede costarnos una irreparable ruptura nunca justificada por Dios.

Ahora bien, cuando ocurren cosas indecentes en el matrimonio, las cuales no son necesariamente la intervención de una tercera persona que viene ilícitamente a formar una nueva pareja con uno de los cónyuges, sino que también puede ser violencia domestica, falta de respeto, continuo engaño en los ingresos de la casa para darle un uso inmoral y otras razones las cuales todas son adulterios y no solo la primera, el miembro afectado de la pareja puede entregarle al compañero carta de divorcio. (Ver Deuteronomio 24:1-4). Sin estos motivos la separación no será nunca la voluntad de Dios y Jesucristo fue muy claro cuando dijo: Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio. (Mateo 5: 32).

No aconsejamos que si en la pareja este ocurriendo adulterio, de cualquier índole, permanecer los cónyuges vana e hipócritamente unidos, sabiendo que entre ellos ya no hay amor y que por lo tanto ese matrimonio ya no funcionaria. Pienso que en estos casos la separación es preferible.

Como tanto para el hombre como para la mujer, la soledad no es recomendable por lo sujeto a tentaciones que estaríamos, creo que lo mejor resultaría no rechazar una relación seria que nos lleve a un matrimonio en santidad, considerando muy bien que los factores que motivaron el anterior fracaso no incidan nuevamente y para eso, tendrá que estar Dios por el medio.

En ocasiones una pareja se destruye porque uno de los miembros le ha planteado al otro que simplemente ya no lo ama, entonces el formase una nueva pareja con este ultimo, también estaría en adulterio.

Mi consejo para no llegar a estos inevitables extremos es: ser sabios en el espíritu de Dios, orar mucho por la relación que se va a contraer y finalmente obedecer la palabra del señor para no tener que caer en una segunda vuelta. El que ha conocido la vida, sabe que no hay pareja mas feliz, que aquella que empezaron una vez y nunca se separaron. Que Dios los bendiga en su matrimonio.

© Antonio J. Fernandez. Todos los derechos reservados.

4 comentarios en «El divorcio en el pueblo de Dios»

  1. PIENSO QUE EL HOMBRE EN SU MUNDO NATURAL PUEDE QUEBRANTAR LA LEY DIVINA, PERO DEBE TENER EN CUENTA QUE EL QUEBRANTAMIENTO DE ESTA LEY LE VA A TRAER CONSECUENCIAS NEFASTAS EN SU VIDA ESPIRITUAL.

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  2. Quiera el Señor levantar ministerios que enarbolen la bandera de la familia como cimientos de la sociedad, con principios y valores Cristianos, sobre todo llenando en los corazones jóvenes el amor y el temor reverente hacia Dios a fin de forjar matrimonios sólidos y que perduren en el tiempo, gracias a Dios por su ministerio, y añada frutos abundantes.

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