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Trabaja para Dios y no para los hombres

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Los cristianos como seguidores de Cristo, estamos llamados a trabajar con excelencia a ser esforzados y valientes, porque todo lo que hagamos con nuestras manos seamos empleados, independientes o estemos en el hogar, lo hacemos para Dios y no para los hombres.

En la palabra de Dios en (Colosenses 3:23) encontramos que se nos dice: “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo”. (NVI)

Los seres humanos tenemos la tendencia a no estar conformes con lo que tenemos,  y esto produce que en muchas ocasiones se presente el desanimo. Por ejemplo, porque no estamos contentos con el jefe, salario, o el trabajo en general que estamos realizando, en muchas ocasiones nos desanimamos, y comenzamos a sufrir. Pero para evitar que esto suceda, debemos de seguir el consejo que la palabra de Dios nos ofrece, y realizar nuestro trabajo con integridad de corazón, y por respeto al Señor.

El Señor es quien nos recompensara según nuestra conducta, es decir si lo hacemos bien nos enaltecerá y si no, entonces obtendremos producto de nuestra propia maldad. (Colosenses 3:24-25).

En Proverbios 6:6-11 el Señor nos invita a que seamos como la hormiga que siembra y recoge sus frutos en todo tiempo, porque la pereza puede acarrear pobreza. Y en la palabra de Dios en Eclesiastés 10:4 también encontramos que se nos dice: “Si el ánimo del gobernante se exalta contra ti, no abandones tu puesto. La paciencia es  el remedio para los grandes errores…”.  En otras palabras, cuando el desanimo trate infiltrar tu vida, entrégale al Señor las injusticias, para que sea Él quien te de la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7).

Nunca te prestes para juzgar a los  demás o participar de comentarios o chismes, (Proverbios 11:13), quien dice ser tu amigo o compañero puede traicionarte, porque quien anda murmurando revela secretos  (Proverbios 20:19).

He conocido hermanos, personas que por su diligencia, sabiduría, y compromiso en el trabajo, han logrado sobrepasar a personas que tienen mucho más estudio; estos son dones que el Señor les da y que saben aprovechar al máximo.

Los empresarios buscan ahora personas que tengan disposición y actitud para realizar una labor.   Pero la humildad no se debe perder en ningún momento. El Señor nos ha dado dones y talentos que debemos trabajar no solo para nuestro beneficio, sino en el de los demás (1 Pedro 4:10-11).

Independientemente del rol que estemos ejerciendo, cada uno de nosotros debe ser un líder, en el manejo efectivo del tiempo, si ya conocemos por ejemplo lo que debemos hacer, no esperar a que alguien más deba recordarlo y ser proactivos, no llevar problemas al jefe sin una posible solución.

Las personas que van más allá de lo que deben hacer, son los primeros que son ascendidos, les gusta lo que hacen, y su compromiso es dar lo mejor de sí mismos para aportar con sus habilidades a su entorno.

Hemos pasado por crisis económicas, y muchas empresas deben tomar la dolorosa decisión de recortar personal, lo he vivido varias veces y algo que siempre persiste es que no prescinden de las personas que hacen excelente su trabajo; nadie es indispensable, pero se vuelven necesarios por el gran aporte que realizan a la organización.

Dios conoce tu esfuerzo y muchas veces no es recompensado en los hombres, pero en el Señor tendrás tu recompensa.  Dios asciende por meritocracia y si eres un trabajador honrado en llegar temprano, cumpliendo tus funciones y dando tu milla extra, te dejara o propiciara un cambio porque buscara que estés cada vez mejor.

Busca siempre capacitarte y mejorar tus habilidades, hazte parte de lo que el Señor quiere para nosotros, compite contigo mismo y no comparándote con los demás.

Es aconsejable estar ocupado, y que mejor con lo que nos gusta.  Enfócate en cumplir tus metas y que sea Dios tu guía perfecta para que cumplas Su voluntad.

Cuando vivimos en comunidad no siempre puedes escoger con qué tipo de personas quieres rodearte, pero ora que sea Dios dándote sabiduría; discernimiento, para saber manejar las diferentes situaciones que se presentan cuando convivimos en un entorno laboral.

Nuestro Señor, siempre tenía una respuesta amable (Proverbios 15:1) y sabia ante las dificultades.  Ahora se le llama tener inteligencia emocional, es tener dominio propio (Gálatas 5:22-23) es uno de los frutos que obtenemos del Espíritu Santo.

El trabajo es una bendición, no una obligación y Dios quiere que seamos felices.  Examina cuidadosamente que te gusta hacer, y nunca te sentirás que estarás trabajando.

¡Dios los bendiga!

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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