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¿Acaso lo detienen los obstáculos?

El quedar huérfana a los ochos años, quedar sin amparo de nadie y verse obligada a deambular en las calles en procura de alimento y cobijo, jamás doblegó la voluntad de Adriana Lucía Restrepo.

Vagabundear es muy peligroso, más cuando es una mujer quien experimenta esa situación. La noche en particular era un período tormentoso. Vio de todo. Lo que más partía su corazón eran los enfrentamientos de los drogadictos. Se enfrentaban por alucinógenos. Vio morir a un adolescente a manos de un mendigo mayor que lo golpeó hasta la saciedad. Lo acusaba de robarle parte de la marihuana que guardaba en un hueco, debajo de un puente.

En medio de la miseria aprendió a orar. Lo hacía sin mayor coherencia. Clamaba a Dios. Le pedía su respaldo. “No me dejes sumida en esta situación”, repetía. Y la respuesta no se dejaba esperar. Nunca se encontró arrinconada con un peligro contra su integridad física. Alguien aparecía en medio de la oscuridad, como un ángel, y la defendía.

A los trece años una familia le ofreció albergue. Es ayudaba a vender productos del campo en la plaza de mercado. Con lo poco que ganaba, que enfatizo era bien poco, logró estudiar su secundaria y, terminado el ciclo, emprender una formación intermedia.

Firmes por encima de las circunstancias

Adriana Lucía dirige hoy una fundación que ayuda a los indigentes en Lima, Perú. En particular se preocupa por la niñez. Ahora es madre de dos pequeñines. Y en su criterio, en tanto tenga fuerzas, jamás permitirá que un menor viva una experiencia similar a la suya.

Lo que vivió por años testimonió aquél principio bíblico que leemos: “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el SEÑOR me recibirá en sus brazos” (Salmo 27:10). Dios es nuestro protector, aún cuando todos alrededor nos abandonen.

La historia de esta mujer deja dos valiosas lecciones: la primera, que si buscamos la protección divina, el Señor nos responde y guarda nuestro ser. La segunda, que las condiciones difíciles que enfrentemos no constituyen un pretexto para dejarnos vencer en el camino hacia la conquista de los sueños que hayan germinado en el corazón.

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