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¡El hábito no hace al monje…!

En la mañana camina de un juzgado a otro ejerciendo su profesión de abogado. Es amable, generoso y honrado, como coinciden en asegurarlo amigos y conocidos.

Casado hace 18 años y con tres hijas, cumple su rol de padre y esposo, separando el tiempo necesario y suficiente para compartir buenos momentos con su familia. ¿Un hombre común y corriente? Por supuesto que si. Sin embargo hay algo que torna diferente a Francisco José Duque. Su vida social y hogareña testimonian que es un cristiano comprometido.

Pero hay un elemento adicional: Francisco José es el segundo obispo colombiano de la Iglesia Anglicana. Fue escogido de manera unánime por laicos y sacerdotes de la comunidad anglicana. Hoy desarrolla en Cartagena, la ciudad amurallada y ventana colombiana hacia el Caribe, una encomiable labor de asistencia espiritual y social, ayudando a los más necesitados. Como profesional, en el día, y como obispo, en la noche, testimonia que es un cristiano donde quiera que se encuentra.

¿Qué es más importante la investidura o el ser?

El cristiano no lo es por la forma como viste, por el vocabulario que usa o por caminar en todo momento con la Biblia bajo el brazo. Se es cristiano por entender y asumir que fuimos rescatados de nuestra mala manera de vivir, por la obra de nuestro amado Señor Jesucristo en la cruz. A partir de ese momento, fuimos hechos nuevas criaturas.

La Biblia explica que: “Donde quiera que vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo” Y también señala que “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo!” (2 Corintios 4:10 y 5:17).

Con más frecuencia de lo que usted se imagina, me llegan cartas de personas que se sienten frustradas porque sus propósitos de cambio terminan en fracaso. El temperamento, las debilidades de la carne, algún hábito peligroso, todo reaparece a pesar de estar tratando de ver un cambio. ¿La razón? Estas personas o tal vez sea su caso, están luchando en sus propias fuerzas.

¿La salida al laberinto? Depender de las fuerzas que nos da el Señor Jesucristo… con su divina ayuda ¡Podremos lograrlo! ¡Emprenda ese camino hoy…! Usted no está solo, Dios le acompaña…

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