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Dios de perdón

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INTRODUCCIÓN

La palabra perdón proviene del latín y se compone del verbo “donare” y el prefijo “per”. Lo cual es como una redundancia del verbo donar o regalar. Y es que el perdón es un presente que otorga el ofendido, que decide no hacer justicia, decide olvidar y hacer a un lado el derecho de cobrar por una deuda o por una ofensa.

Si en algún momento te sientes indigno y pecador y te pesan las culpas que hayas cometido contra el Señor, esta reflexión es para ti. Porque  nuestra posición ante Dios siempre será de indigencia, y de carencia, pero también de debilidad y la mayoría de las veces de infidelidad, porque incluso el justo cae siete veces (Proverbios 24:16).

Por eso, uno de los atributos característicos de Dios es el perdón; su relación con nosotros sus hijos, criaturas imperfectas, es siempre de perdón e indulgencia: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.” (Isaías 43:25).

1. Es Dios de reconciliación

Confiar en el amor de Dios significa verlo como un Padre de reconciliación. Por eso dice en su Palabra: “Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí” (Isaías 44:22). No importa cuán grandes sean nuestros pecados y debilidades, Dios siempre está dispuesto a perdonar y a acercarnos a Él. Porque Dios siempre perdona al pecador que se humilla (1 Reyes 21:27).

El perdón de Dios es un perdón completo porque se olvida de nuestras ofensas como lo dijo el profeta: Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34). El Señor nos anima con su Palabra a reconocernos indigentes y necesitados de su perdón, porque el amor de Dios y su misericordia es más grande que nuestras ofensas.

2 Dios perdona y se dedica a hacer beneficios

Por supuesto que le duelen nuestras ofensas, igual que cualquier padre se sentiría ofendido por una falta de respeto de su hijo. Pero un momento dura su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría (Salmos 30:5).

Así que hay que acercarse a Dios con la confianza de que Él “es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (Efesios 2: 4-5). Si nos arrepentimos de corazón y nos humillamos ante Él, el enojo de Dios quedará opacado por su misericordia; la justicia quedará anulada por el perdón. Y finalmente con su corazón de Padre nos aliviará, porque Él mismo dice: “Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos” (Oseas 14:5).

Así que, como única condición para recibir su amor y su perdón, es nuestro arrepentimiento, reconocernos pecadores ante Él, que es la santidad infinita. Pero no habrá un arrepentimiento sincero si no va acompañado de un verdadero propósito de enmienda o sea, una decisión firme de no ofenderle nunca más. Y mientras más sincera sea esta decisión, más nos podremos acercar a Dios. No es suficiente con dolernos por las ofensas que le hayamos hecho a Dios, será necesario el compromiso de elegir sus obras antes que las obras del demonio.

Conclusión

El corazón de Dios se derrite ante nuestro arrepentimiento, porque es un Padre bueno, y hemos de que confiar en la compasión de Dios, como el leproso que le dijo: “si quieres, puedes limpiar” mi alma, como a él de su enfermedad (Mateo 8:2).

La otra condición que Cristo nos pone para recibir el perdón, y que es justamente la novedad que nos anuncia en el Evangelio es esta: Dios nuestro Padre está dispuesto a perdonar nuestras ofensas, tanto como nosotros estemos dispuestos a perdonar a los que nos ofendan  (Mateo 6:12); de esta manera, la reconciliación con Dios, pasa a través de la reconciliación con nuestros hermanos, nuestros amigos e incluso nuestros enemigos.

© Elena Torres. Todos los derechos reservados.

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