¿Cómo salvar tu matrimonio?

De esto podemos notar algo que es de vital importancia: el Señor no desea que los cristianos se divorcien por cualquier clase de motivo, de hecho, a menos que no sea porque alguno de los cónyuges ha infringido la ley de Dios y ha caído en las redes del adulterio, no hay ningún fundamento válido en la Palabra de Dios para para que los matrimonios se rompan.

Fíjense en lo grave que es para Dios el divorciarse por cualquier cosa

En Mateo 19:9 dijo Cristo: “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera“. Pero tal vez te desesperes y digas: ¿cómo hago entonces si estoy atrapado en una relación matrimonial infeliz? ¿Acaso estoy obligado a permanecer en esta situación?

Un detalle que es bastante cierto y que muchas veces pasamos por alto cuando vemos que ha fracasado el matrimonio es que el fracaso matrimonial en sí, es un síntoma bastante claro de que la pareja no está llevando una espiritualidad saludable; sino que se encuentran en un estado espiritual lamentable debido al descuidar las cosas que deberían de estar haciendo para que el Señor los bendiga y poder así tener éxito.

Esto que decimos está en armonía con lo que dejó escrito por inspiración el Señor en 1 Timoteo 3:5 “pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?”

De todas maneras, no te desanimes hermano, ha habido muchísimos casos de personas que estaban a punto de romper su matrimonio y aún así encontraron una salida a sus problemas y hoy en día sus matrimonios son maravillosos, son felices, disfrutan de matrimonios verdaderamente unidos por el simple hecho de comenzar a seguir las instrucciones que nos ha dado el Señor para llevar una vida matrimonial enriquecedora y satisfactoria.

No encuentran pareja en la Iglesia para el matrimonio

A veces hay hermanos que se desesperan porque no encuentran pareja en la Iglesia y terminan casándose con personas del mundo, esto ha llevado a que a la larga tengan muchísimos problemas maritales.

Entre ellos vivir en un hogar dividido, tener profundas diferencias a la hora de criar a los niños, y, entre otras cosas, lo más probable es que el cónyuge mundano termine siendo infiel, lo cual añade muchísima frustración y tristeza además de producir baja autoestima e incluso un sentimiento de decepción tan profundo que lleve a la a la depresión y a la desesperanza.

Si esto te está pasando, no te desesperes, vamos a leer juntos un consejo para las cristianas pero que también es útil para los varones de Dios, se encuentra en 1 Pedro 3:1-2Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa.”

Por eso, si mantienes una conducta cristiana ejemplar, esto hará que tu cónyuge te admire y sienta motivación de unirse a ti para servir al Señor hombro a hombro.

Conclusión:

Por lo tanto hermanos, no se desesperen si están teniendo problemas matrimoniales. Por muy difícil que les parezca la situación,  por muy duras que le parezcan las circunstancias, hay buenas razones para no tirar la toalla y para no darnos por vencidos, sino para luchar por salvar esta sagrada institución como lo es el matrimonio ya que es el origen de la familia y ha sido fundado por Nuestro Señor, razón por la cual debemos valorarlo y debemos verlo como lo que es: un privilegio, un don de Dios.

Esfuérzate de corazón por complacer al Señor desde ya y en todo momento, así verás cumplidas en tu vida las palabras del profeta en Nehemías 8:10el gozo de Jehová [será] vuestra fuerza”.

A pesar de los problemas queridos hermanos, y de nuestras imperfecciones o de las imperfecciones que tenga nuestra pareja, debemos tener muy presente que si seguimos las sanas instrucciones que nos ha dado el Señor mediante su Santa Palabra, sin duda alguna cosecharemos el éxito, la felicidad y por supuesto tendremos la satisfacción y la alegría de ver que valió la pena el esfuerzo.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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