¡Decídase a cambiar hoy con ayuda de Dios!

1. Cambiar – Evaluar en qué estamos fallando

Cuando vamos a un sitio, cualquiera que sea, donde hay un olor penetrante, el primer impacto sin duda es de desagrado, pero conforme pasa el tiempo nos acostumbramos. Termina por no afectarnos. Igual el pecado; al comienzo nos causará inquietud, pero luego nuestra conciencia se cauteriza.

Es importante reconocer que, en nuestras fuerzas y razonamiento, no es fácil reconocer en qué estamos fallando. El profeta describió esta situación: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.” (Jeremías 17:9-10)

Por esa razón es necesario que hagamos un alto en el camino y, con honestidad, nos evaluemos. Sin duda descubriremos que estamos cometiendo errores en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y, por ende, con nuestra familia y aquellos entre quienes nos desenvolvemos. Un segundo paso es:

2. Cambiar es reconocer que no vamos a ninguna parte

Tal como vamos, no llegaremos a ninguna parte. Eso es evidente. El pecado no conduce a nada bueno; es como una espiral sin fondo. Por ese motivo, si está motivado a cambiar, reconozca que debe cambiar de dirección tal como recomendó el rey Salomón: “El simple todo lo cree; mas el avisado mira bien sus pasos.” (Proverbios 14:15)

Una vez que tomamos conciencia de que el camino en el que nos desplazamos no es el más apropiado, por el daño que nos causamos y a los demás, es importante asumir la necesidad de reorientar nuestro andar, como lo aprendemos en la Biblia: “El avisado ve el mal y se esconde; Mas los simples pasan y reciben el daño.” (Proverbios 22:3)

Cuando ha avanzado en los anteriores puntos, tome nota de un tercer paso:

3. Determinarnos a cambiar

Si nos tomamos un espacio de tiempo para leer el capítulo 15 del Evangelio de Lucas, encontraremos la historia del hijo pródigo. Se apartó de su padre, desperdició su vida, la salud y los recursos que tenía con un comportamiento desenfrenado. Pero un día hizo un autoexamen que le llevó a descubrir que iba camino al abismo:

Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.” (Lucas 15:17-19)

Arrepiéntase. Todo puede ser diferente en su existencia. Recuerde: ¡Usted tiene la oportunidad de cambiar y emprender una nueva vida! Basta que reconozca delante de Dios su pecado, se arrepienta, reciba a Jesucristo en su corazón y se comprometa—radicalmente—a renunciar a todo aquello que le ata a su pecado de maldad. No es en sus fuerzas sino en las de Dios. ¡Podrá lograrlo!

¡Tome la decisión de cambiar hoy!

La decisión de cambiar debe tomarla hoy. No deje pasar la oportunidad que Dios le ofrece. Recuerde que gracias al sacrificio del Señor Jesús en la cruz, toda su maldad quedó borrada. Es un regalo para su existencia, pero es usted y nadie más que usted, quien debe tomarlo de manos del Padre celestial.

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