El significado espiritual de la risa

II. La risa del pecador

No son pocos los casos de personas que, ante la mirada pública, experimentan un abrupto declive tras haber gozado de una notable prosperidad. Antes de su caída, muchos de estos individuos miran a su alrededor riendo y convencidos de tenerlo todo.

Luego se descubre que se trataba de gente envuelta en negocios o en relaciones bastante turbias.  Entre estos casos destacan aquellos relacionados con políticos, empresarios o, incluso, miembros de comunidades religiosas. Todos ellos, pudiendo llevar una vida recta, obraban con maldad; pero, aun así, reían. 

Una vida alejada de Dios inevitablemente conduce a las tinieblas, por más alegre que pueda parecer quien sigue ese camino. Así sucede con el empresario que ríe satisfecho en su entorno profesional, pero que, por ejemplo, lava dinero derivado de actos criminales.

También con el político que desvía fondos públicos destinados previamente al abastecimiento de las poblaciones vulnerables de su país. Asimismo, el líder religioso que utiliza su figura para inducir a su comunidad a obrar de forma pecaminosa. Por eso dice Salomón que tras esa risa con la que estos hombres parecen desfilar por la vida, habrá un profundo pesar (Cf. Proverbios 14:12-13). 

Cuando Salomón escribió Eclesiastés, se proponía, entre otras cosas, hacer una retrospectiva de su vida. Pero esa mirada al pasado iba centrada a un periodo particular: uno en el que ese había entregado a la disipación total.

Todos aquellos que encaminan su vida en medio del caos de la mundanidad creen que todo se traducirá en risa y placer. Pero Salomón, cuya sabiduría era conocida durante su reinado más allá de las fronteras de su imperio, rebate completamente esa creencia. La risa del necio no es más que un sinsentido y su placer, estéril (Cf. Eclesiastés 2: 2). 

 III. La risa de Dios 

La risa puede ser para muchos un gesto positivo, de amabilidad, cordialidad o simpatía. Pero, para sus enemigos, la risa de Dios debería ser un signo de total temor, pues es el preludio de su ira (Cf. Salmos 2: 4). Su risa también es una muestra diciente de su poder sobre aquellos que creen poder prosperar sin su voluntad (Cf. Salmos 37:13). 

En conclusión, espiritualmente hablando, la risa es un reflejo de la presencia de Dios en nuestras vidas. Ese reflejo se proyecta desde nuestro interior cuando conducimos nuestra vida de acuerdo a la palabra de nuestro Señor.

La aparente felicidad de aquellos que viven apartados de Dios, sin embargo, no es más que un falso reír. Tras su presunto regocijo habrá pesar y dolor, pues solo en Cristo podemos ser felices. Profundo temor deberían sentir, no obstante, quienes se declaran enemigos de Dios, pues Él se reirá de ellos antes de someterlos con su poder.

© Julio Torres. Todos los derechos reservados.

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