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Mensajes Cristianos Predica de Hoy: Los jóvenes y la juventud de hoy

Mensajes Cristianos Lectura Bíblica de Hoy:No desprecien la juventud. Sé ejemplo de los creyentes en la palabra, en la conducta, en el amor, en el espíritu, en la fe y en la pureza.” (1 Timoteo 4:12). 

Introducción

Una reflexión para aquellos que se ocupan de los jóvenes. El abismo entre adolescentes y adultos parece más grande que nunca. Transponer este abismo es un de los mayores desafíos de nuestra generación. Superar este desafío es de extrema importancia.

Cuidar de los jóvenes cristianos es todavía una tarea que el Señor nos ha encomendado

Pero, ¿cómo comprender la juventud de hoy? ¿Por qué los jóvenes parecen cada vez más distantes de aquellos que conocíamos? ¿Cual es el verdadero camino cristiano para tratar con los jóvenes? Estas son las preguntas que perseguiremos en nuestra reflexión.

¿Quien es el adolescente?

Nunca podemos olvidar que la adolescencia es uno de los momentos más complicados de la vida. Todos fuimos adolescentes un día. No es difícil recordar.

La adolescencia es un período lleno de confusión, dudas y enfrentamientos. El adolescente ya no es más un niño, pero todavía no es considerado un adulto. Él no está ni aquí ni allí. Está en el medio.

El trato con los adolescentes tampoco es fácil. Esto ocurre por dos motivos básicos: primero, porque no existe una fórmula universal para tratar con ellos; segundo, porque la adolescencia es aún una invención muy nueva, del comienzo del siglo XX.

Los adolescentes son la expresión más pura de un mundo nuevo. En verdad, ellos son justamente el puente entre el viejo y el nuevo – y hoy, más que nunca.

¿Qué ha cambiado en la juventud?

La juventud cambió. Esto no se niega. Si preguntas a alguien de, por ejemplo, 70 años de edad acerca de su juventud, escuchará un relato muy parecido con lo de alguien que tiene 60, 50 o mismo 40 años.

Sin embargo, si haces la misma pregunta a un joven de 25 y otro de 20 años, oirá dos narrativas casi totalmente distintas sobre la adolescencia que tuvieron. El adolescente que hoy tiene 15 o 16 años no tiene nada que ver con lo que tenía la misma edad en la primera década de nuestro siglo.

Si haces la pregunta a un maestro de una escuela cualquier, que trabaja con adolescentes todos los días, las diferencias entre los jóvenes de hoy y de ayer se queda aún más claras. Él probablemente te va a decir que la característica más evidente es que hoy las cosas cambian muy rápido.

Si ya era difícil manejar los abismos generacionales entre los adolescentes nacidos en dos décadas diferentes (de los años 1980 y de los 1990), hoy basta solamente dos o tres años de distancia para que todo cambie. Los que nacieron en 2000 están más lejos de los que nacieron en 2005 que aquellos que nacieron en 1980 con relación a los de los años 1950.

¿Qué pasa aquí?

El rasgo fundamental de los nuevos tiempos no es tanto los cambios con respecto al pasado, pero la velocidad asombrosa con que las cosas cambian. Para muchos padres, no es posible acompañar el ritmo frenético de los cambios. Esto también sucede con los maestros, psicólogos y mismo con los pastores.

En este sentido, hay dos conductas imprescindibles en el trato con los jóvenes: cambiar la relación que tenemos con el tiempo y dejar de lado las viejas lentes por la que veíamos el mundo. Sin esto, es todavía imposible comprender la juventud de hoy. Y, indudablemente, con respecto a la juventud de hoy, todo ha cambiado.

Las diferencias entre los jóvenes de hoy y de ayer

El joven de hoy no posee las mismas referencias temporales que poseíamos antes. Para la mayoría de ellos, casarse con 20 y pocos años, tener hijos e constituir una familia ya no hace ningún sentido. Quizás lo haga a los 30 o 40, pero no a los 20.

Por otro lado, 20 años ya es tarde para comenzar la carrera profesional en los días de hoy. A los 30, el joven espera ser gerente de la empresa, tener un buen salario y viajar por el mundo dos veces por año. Por supuesto, sin salir de la morada de los padres.

Actualmente, ingresar en la vida adulta no tiene nada que ver con lo que tenía antes.

Además, el adolescente del siglo XXI no ve diferencia entre el mundo real y el virtual. Lo que se pasa en las redes sociales es lo mismo que se pasa en su vida social.

Un comentario cariñoso de una madre en la red social de su hijo puede ser tan embarazoso cuanto un beso en la puerta de la escuela. Así como un bullying virtual es tan peligroso cuanto un bullying en la escuela.

En la misma medida, los jóvenes crean una imagen de sí mismos y de sus vidas que es todavía idealizada e imposible. El fracaso, la tristeza y las dificultades no son permitidos en este mundo. Por esta razón, muchas de las angustias juveniles son engullidas en seco. Y esto es mucho más peligroso.

Educar adolescentes y jóvenes adultos es una batalla muy dura en los días de hoy. Por un lado, sabemos más de ellos. Por otro, no sabemos casi nada.

Ahora bien, ¿cómo podemos actuar ante esta nueva realidad?

¿Qué decir a los jóvenes?

La Biblia nos ayuda a encontrar la palabra que debemos dirigir a los jóvenes. Si el joven quiere ser gerente de la empresa, pero tiene problemas para elegir una carrera, tenemos que enseñar sobre la tranquilidad, pero también sobre la necesidad de moverse.

Aprendimos: “Hermanos, yo mismo no juzgo tener alcanzado o que sea perfecto, pero prosigo para ver si lo alcanzo, pues que también ya fui alcanzado por Cristo Jesús” (Filipenses 3:13). También aprendimos: “Por nada estés ansiosos. Que sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” (Filipenses 4:6). Para la juventud de hoy, tenemos que enseñar a proseguir siempre y sin ansiedad.

Si el joven hace poco caso de constituir una familia, todavía no consigue salir de la morada de los padres, tenemos que enseñar que la familia es importante, pero aún más importante es cultivar su propia familia. Esto está conforme la palabra que dice: “Por eso un hombre deja su padre y su madre, se une a su mujer y ellos se tornan una solo carne.” (Génesis 2:24). Tenemos que enseñar el camino natural de la vida.

Si el joven se queda todo el tiempo en las redes sociales, tenemos que enseñar la importancia de las habilidades sociales reales. Esto, sabemos desde del pasaje que dice “Traten con sabiduría los de fuera; sepan cómo aprovechar el tiempo el presente. Que vuestra palabra sea siempre agradable, sazonada con sal, de modo que sepan cómo conviene responder a cada uno.” (Colosenses 4:5-6). Tenemos que enseñar cómo sazonar de la vida.

Por fin, no podemos nunca olvidar de nuestra tarea para con los jóvenes. Así el Señor nos enseñó: “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” (Proverbios 22:6).

© Julio Torres. Todos los derechos reservados.

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