Reconstrucción Espiritual en Tiempos de Crisis

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Reconstrucción Espiritual en Tiempos de Crisis | Mensajes Cristianos

Mensajes Cristianos Texto Base: “Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien.” Nehemías 2:18

Tema: La reconstrucción comienza con esperanza, acción y dependencia total de Dios

Introducción

Hay cosas que uno no puede explicar con palabras. Uno las vive… y punto. Yo recuerdo cuando escuché por primera vez lo que Nehemías hizo. No tenía cargo importante. No era pastor, ni profeta. Solo era un hombre al que le dolía ver la ciudad de Dios en ruinas.

Y me impactó eso… que no todos lloran por lo mismo. Algunos ven ruinas y se acostumbran. Pero hay otros —pocos— que cuando ven ruinas, se les parte el alma. Nehemías fue uno de esos. No se quedó diciendo “qué lástima”, ni culpando al pasado. No. Él oró, se movió… y actuó.

Yo me he preguntado muchas veces: ¿qué haríamos nosotros si estuviéramos en su lugar? Mejor dicho… ¿qué estamos haciendo ahora que todo a nuestro alrededor parece estar derrumbado?

Y hoy, con la ayuda del Señor, quiero mostrarte que no todo está perdido. Porque si Dios levantó a Jerusalén desde los escombros, también puede levantar tu vida… tu casa… y tu fe.

I. No se puede reconstruir lo que no se está dispuesto a mirar

(Nehemías 2:11–13)

Nehemías llegó a Jerusalén y no armó un alboroto. No hizo anuncios, ni buscó atención. Lo primero que hizo fue mirar en silencio. Caminó de noche. Vio los muros. Vio las puertas quemadas. Y guardó silencio.

Eso me dice mucho. Hay gente que no quiere mirar. Prefiere decir “todo está bien” aunque esté rodeado de ruinas. Pero uno no puede levantar nada si primero no reconoce que algo se cayó. ¿Me está entendiendo?

A veces no queremos admitir que la fe se nos ha enfriado… que el matrimonio ya no es lo que era… que llevamos años cargando un dolor que no confesamos a nadie. ¿Y sabe qué? Eso no se arregla solo. Hace falta valor para decir: “sí, esto está mal… pero con Dios, esto se puede levantar.”

Nehemías no se quedó llorando. No culpó a otros. No perdió el tiempo en lamentos. Observó. Entendió. Y preparó su corazón para actuar.

“Vosotros veis el mal en que estamos” (vers. 17)

Eso mismo Dios nos está diciendo hoy. Mira bien. No para desesperarte. Sino para que empieces a levantar lo que ya no puede seguir caído.

II. Levántate, aunque nadie más quiera hacerlo contigo

(Nehemías 2:17–19)

Después de observar, Nehemías no se quedó callado. Llamó al pueblo y les dijo: “Levantémonos y edifiquemos.” No les gritó, no los avergonzó. Les habló como uno más. Como alguien que también estaba dolido, pero decidido.

Y el pueblo… respondió. Se levantaron. Y empezaron a trabajar. Pero no pasó mucho tiempo antes de que aparecieran los de siempre: los burlones, los negativos, los que no hacen nada pero critican todo.

Sanbalat, Tobías y Gesem… tres nombres que representan lo mismo que enfrentamos hoy: la burla, el desprecio, el espíritu de “¿y tú quién te crees para cambiar algo?”. Siempre que uno decide reconstruir, se levantan voces que intentan derribarte antes de que pongas el primer ladrillo.

Y aquí es donde muchos fallan. Porque quieren edificar, pero les duele demasiado que los critiquen. O quieren cambiar, pero solo si todos los aplauden.

Hermano, hermana… si vas a esperar la aprobación de todos, nunca vas a hacer nada grande para Dios.

“Siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse” (Proverbios 24:16)

Es que no se trata de cuántas veces caíste… sino de cuántas veces te atreviste a decir: “Con Dios, todavía se puede.”

Y si hay que levantarse solo, se levanta solo. Porque Dios no abandona al que pone las manos en la obra con fe.

III. Cuando Dios está contigo, hasta las ruinas pueden prosperar

(Nehemías 2:20)

Nehemías escuchó las burlas. Vio la oposición. Sintió el peso de lo que venía encima. Pero no se dejó intimidar. No se rebajó a discutir con los escarnecedores. Su respuesta fue clara y con autoridad:

“El Dios de los cielos, Él nos prosperará…” (v.20)

Mira, eso no es orgullo. Eso es confianza en quien lo envió. Nehemías sabía que esa obra no era de él. Era de Dios. Y cuando la obra es de Dios, los enemigos pueden hablar… pero no pueden frenar lo que el cielo ya decidió bendecir.

¿Cuántas veces hemos dudado porque no vemos el apoyo? ¿Cuántas veces hemos querido tirar la toalla porque no tenemos recursos, fuerza o ánimo?

Pero aquí está la verdad que sostiene al justo: la esperanza no está en lo que se ve, sino en quién nos llamó.

“Cristo en nosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27)
“Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza” (Salmos 71:5)

Yo no sé por qué etapa estás pasando. Pero sí sé esto: si te aferras al Señor, si decides reconstruir aunque estés temblando por dentro, Dios no te dejará solo.

La esperanza, mi hermano, no es una emoción bonita. Es una decisión valiente. Es decir: “Señor, no entiendo todo, pero confío en que Tú me vas a sacar adelante.”

Y Él lo hará.

Conclusión

No todo está perdido. Aunque eso sea lo que vean tus ojos.

Los muros de Jerusalén estaban por el suelo. El templo, hecho polvo. La gente, desanimada. Pero Dios no había terminado con su pueblo. Y tampoco ha terminado contigo.

Nehemías no era un experto. No era un hombre poderoso. Era solo alguien que decidió ponerse de pie, aún con lágrimas en los ojos. Y eso bastó. Porque cuando uno se levanta con fe, el cielo respalda con poder.

Tal vez hoy estás rodeado de ruinas. Ruinas en la casa. En el alma. En la fe. Pero Dios no te trajo hasta aquí para dejarte viendo los escombros. Él te está llamando a levantarte… y edificar.

“Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos.” (2 Corintios 4:8–9)

Llamado final

Hoy es el día. No mañana. Hoy.

Dios te está diciendo: “No mires más lo que se cayó… mira lo que yo puedo volver a levantar.”

No necesitas tener todas las respuestas. Solo necesitas hacer lo que hizo Nehemías: reconocer, levantarte, y confiar.

Así que ahí donde estás, dile al Señor con sinceridad: “Señor, estoy listo. No quiero vivir entre ruinas. Quiero reconstruir. Quiero avanzar. Y sé que Tú vas conmigo.”

Y si decides dar ese paso… no tengas miedo. Porque el Dios de los cielos, Él te prosperará.

Levántate. Y edifica.

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