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Las Remembranzas de Manuel

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Manuel quien estaba haciendo remembranzas sobre su carrera que ahora tenía, la cual le había costado su vida misma, estaba con su taza de café negro, humeante y se veía su color que era apetecible.

El recordó el momento del pulpero cuando no le dio fiada una pluma que necesitaba para el día de su examen, y no pudo encontrar una en toda la casa, pero finalmente Dios le puso a un compañero que tenía una pluma extra ese día del examen, pues si compraba la pluma se quedaba sin el pasaje del día.

Recordó cuando cerró la puerta de su casa, y cada domingo buscaba donde ir a almorzar pero sin un peso en la bolsa, y se preguntaba: ¿Dónde voy ahora? Por no decir ¿a quien le voy a pedir un plato de almuerzo sin que lo sepan?

Un día terminaron esas preguntas, cuando decidió entregarse a Jesucristo como su Señor y salvador personal, en aquel templo, donde empezó a visitar, una familia le dijo: Manuel, le gustaría ir con nosotros los domingos a almorzar a nuestra casa, será nuestro invitado cada vez que venga con nosotros.

Manuel estaba sorprendido, que aún sin tener dinero, Dios sabía su verdadera necesidad y ahora una familia le abría las puertas de aquella casa, donde uno de sus habitantes antes de habitarla, le solicitó un día luz a Manuel para poder hacer sus trabajos, parecía que ese pequeño favor se multiplicó al estar en los caminos de Jesus.

También escribió en sus remembranzas, cuando no tenía ni un céntimo para sacar la copia de su libro de finanzas para estudiar durante esa semana.

Era irónico pensar que no tenía para el libro de finanzas, sin embargo el mensaje estaba implícito: “todo tiene un costo en la vida.”

Se paró en aquel poste de su casa y meditaba: en el pantalón que le regalo un día don Efraín, y luego todos en el barrio sabían de ese regalo por boca de don Efra como le decían.

Recordaba en ese preciso momento cuando su vecino le decía, ya es hora de pagar el cuarto, pues me debe dos meses más y yo sé lo he pagado, no se me haga el chanchito.

Atiborrado por aquella escena de la comida donde el ahorrarse un tiempo de comida y no digerirla para su nutrición, mejor escapaba de comprar ese tiempo, y pensaba en su problema gástrico que adquirió por no tener suficiente recursos.

Recordaba después cuando fue a aquella comunidad de personas de escasos recursos para hacer una encuesta sobre los déficits de los pobres, y se dio cuenta de la riqueza que en verdad tenían los pobres de las comunidades, pues tenían un corazón generoso, que compartieron aquella sopa de gallina india y con dos tortillas, y ver sus tenis que no se podían resbalar en aquel piso de tierra y las paredes de adobe de aquella casa, con aquel viento que entraba por la ventana grande que estaba en la sala, y las pláticas de esa familia que decían: esperamos que la lluvia venga para poder tener una cosecha de frijolitos que tenemos en el solar el cual era una tarea, ver esa familia que tan solo necesitaba un poco más de extensión de tierra y sería una familia que estaría en otro nivel de vida, ya que compartían lo poco que tenían volviéndolos ricos de verdad, no como aquel rico que habiéndole pedido para un lápiz y cuaderno dijo: No mantengo haraganes ni pobres.

Una frase que penetraba hasta lo profundo del alma, donde estar parado en la pobreza le daba otro matiz a aquel estudiante, donde sus altas calificaciones le hacían que otros voltearan a ver su figura, donde otros con más comodidad repararan en aquel joven sin valor social.

Todo esto venía a la mente ese día de recibir su alto grado en finanzas, ahora podía entender lo que en verdad significaba la palabra finanzas, la cual el había definido como: “Fin a las ansias “

Ahora era el tiempo de recogerá, era el tiempo de poner a trabajar su cerebro aun más, y pensaba: como puedo ayudar a otros, pues aún están allá aquel pulpero, aún están allá todos ellos esperando por muchos más que deben recorrer el camino que he cruzado, y ahora valoro como una gran riqueza que viene del cielo, no para venganza, sino como un tesoro que se lleva en el corazón para poder hacer un mundo mejor que el que había dejado atrás.

Mientras tomaba el último sorbo de café y vio el fondo, recordó de inmediato cuando él y sus amigos habían tenido que poner un calcetín y poder colar el café de antaño en aquella casa compartida con otros bastiones ahora en el país, ya que no tenían para poder comprar por aquella pequeña cantidad esa bolsa de colar como le llaman, algunos no entenderían está parte porque siempre tuvieron una percoladora eléctrica, no se les gastaba sus zapatos por andar en las 4 ruedas las cuales eran para gastarse por los pies del que la manejaba.

Ese recuerdo de ese fondo del café trajo ese maravilloso recuerdo, ahora su recuerdo que más sobresalió, fue el de ser invitado de honor a comer a esa linda casa de la cual Manuel no se sentía digno y poder entender el verdadero compartir en amistades que Dios ahora le regalaba, era como decir: Manuel, una vez que me encuentras, ya tu vida nunca será más la misma, pues ahora eres mi hijo, yo me encargaré de todas tus necesidades, yo me encargaré de todos los detalles solo se te pide una cosa: Se fiel a Jesucristo, no te apartes de sus caminos y veras que todo te sonreirá, no importa que sea tiempo de sol o lluvia, tormentas o vientos, lo importante es que no olvides el amor desinteresado, ese amor viene de arriba para poder enseñar a otros lo que debes hacer.

Manuel se levantó al sorber su último trago de esa taza y vio a las montañas que se veían desde su casa que ahora tenía y decía entre labios sin perder de vista la montaña a varios kilómetros de allí aquella cita que dice: “Alzaré mis ojos a los montes, dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová que hizo los Cielos y la tierra…” Salmos 121:1-2

© Mauricio Loredo

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