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La Cantina

Devocionales Cristianos… Reflexiones Cristianas

Eran las 4 de la tarde, algunas personas caminaban hacia los templos y mientras caminaban cantaban, los niños con su Biblias en la mano, y las madres con sus carteras y sus Biblias y algunas con sus pañaleras debían pasar frente al famoso estanco de Doña Juana.

Aquel lugar que tenía olor a orines viejos, y ver un rótulo en el portón mal escrito que decía con su mal ortografía y mala pintura: “Ven por tu trago, solo será uno, y te sentirás feliz”.

Mientras dentro había una barra donde algunos estaban de pie y otros sentados, el mostrador lleno de cervezas y copas medidoras para los octavos de alcohol que servía el cantinero, y una joven con ropa escotada que se encargaba de hablarle al oído a los que estaban más emborrachados, a que siguieran haciendo sus gastos desmedidos sumergidos en aquel alcohol, y en sus casas sus parejas llorando por no tener que comer, y sus hijos sin poder tener para sus cuadernos.

El ambiente en aquel recinto de hombres faltos de entendimiento y llenos de orgullo, exaltando su ego, sus vanas palabras y algunos caminando con su sistema de equilibrio alterado, llenos de lascivia y con sus ropas con mal olor, algunos viendo dobles y sus vomitadas por todo ese lugar no se dejaba esperar, salía doña Juana a trapear con su trapeador hecho de pedazos de toalla color negro.

Algunos que intentaban tocarla por haber perdido sus cabales, eran puestos en su lugar con un golpe de aquel palo del trapeador, y sus palabras que decían: conmigo tenga cuidado, que no está en la iglesia pero aquí se respeta a las buenas o a las malas, no es el primero que le hago el pecho de tabla de pirulines.

Los más sabidos de la conducta de Doña Juana eran más cautos con ella, y sabían que ella iniciaba a los nuevos en sus primeros tragos poniendo a la joven a tomar con ellos al inicio, y después que venían a buscarla encontraban más alcohol y olvidaban a que habían llegado.

La rokola estaba en la esquina con su música estridente, y llena de discos para tener entretenidos a los allí presentes.

Uno de los niños que iban a la iglesia preguntó: ¿que es allí mamá? ¿Por qué hay hombres que están en el suelo? Su madre le tomó las manos y le dijo: en ese lugar está Satanás, usted jamás deberá allí entrar hijo. Su hijo le vio a los ojos y le volvió a preguntar: ¿pero si allí está Satanás por qué ellos están allí mamá?

La madre mientras caminaba solo le dijo: ellos quieren buscarlo hijo, nosotros estamos buscando a Dios y por eso vamos a la iglesia, ellos se quedaron aquí hijo.

El niño le dijo: mamá, pero ¿alguien puede venir aquí a rescatarlos de Satanás?

Ella dijo: no hijo, ellos deben hacerlo por ellos mismos, pues jesus también está allí mismo a la puerta y les hace ver su misericordia y sus promesas al hacerles ver el sol o la luna y ellos no pueden ver por estar más llenos de ellos mismos, solo quieren sentirse felices ellos mismos de esa forma.

El Niño le dijo: si mamá, nunca vendré a este lugar pues aquí me podría yo quedar y nunca más a la iglesia regresar. Ella dijo: ¡huy! Ni tal diga eso hijo, pues allí su padre terminó sus últimos días, y una bala del vecino le cegó la vida y en miseria nos dejó hace varios años, pero Dios ha sido misericordioso.

En ese momento sale doña Juana y dice: ve, y allí va la viuda de aquel que aquí tendido quedó, y a mi mucho dinero me regaló, por andar en estas babosadas y ahora su familia arrastrada. Más no sabiendo doña Juana que sus días también contados están, si del pecado y maldad no se limpia un arduo calor también le espera.

Oseas 4:11 dice: “..La prostitución, el vino y el mosto quitan el juicio….”

Isaías 5:11 “..¿Ay de los que se levantan muy de mañana para ir tras la bebida, de los que trasnochan para que el vino los encienda!..”

Proverbios 23:29-35

¿De quién son los ayes? ¿De quién las tristezas? ¿De quién las contiendas? ¿De quién las quejas? ¿De quién las heridas sin causa? ¿De quién los ojos enrojecidos? De los que se demoran mucho con el vino, de los que van en busca de vinos mezclados. No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece en la copa; entra suavemente, {pero} al final como serpiente muerde, y como víbora pica. Tus ojos verán cosas extrañas, y tu corazón proferirá perversidades. Y serás como el que se acuesta en medio del mar, o como el que se acuesta en lo alto de un mástil. {Y dirás:} me hirieron, {pero} no me dolió; me golpearon, {pero} no lo sentí. Cuando despierte, volveré a buscar más.

© Dr. Mauricio Loredo

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