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El bastón torcido

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Cuando le pregunté por qué conservaba ese bastón torcido colgando en una de las paredes de la sala me respondió:

-Lo hice con mis propias manos, al llegar de España me convertí en un buen carpintero y quise hacer ese bastón para tenerlo para siempre.

-¿No podría haber escogido un palo más derecho para el bastón?.

-No, tenía que ser ése, porque lo fui a buscar a España.

Yo era entonces un niño, muy curioso; pero a fin de cuentas un niño. No comprendía que mi tío Herminio Ferreras fuera tan lejos a buscar un palo torcido para hacer un bastón habiendo tantos derechos en Cuba y así se lo hice saber: -Pero, ¿no hay palos derechos en España?. Entonces no tuvo otra salida que contarme la historia.

-Yo salí de España para Cuba siendo apenas un jovencito –me contaba él pausadamente –mi padre me encargó tres cosas: que fuera honrado, trabajador y emprendedor. Yo se lo prometí y mientras caminaba dejándolo atrás, de vez en cuando me volvía echándole una mirada y allí estaba él dándome un saludo de despedida con la mano derecha al tiempo que se sujetaba a la rama de un pequeño árbol con la izquierda.

Hizo una larga pausa, sacó un pañuelo y se enjugó los ojos que derramaban unas sinceras lágrimas, mientras yo esperaba con absoluta atención. Por fin, un poco más calmado, continuó.

-Efectivamente, llegué a Cuba y trabajé mucho honradamente como mi padre me había pedido. Hice trabajos muy duros y sólo ganaba para mis pequeños gastos. Pasaron años y yo continuaba trabajando duro. En todo este tiempo no pude visitar a España y mi padre murió. Perseverando en el trabajo, conseguí empezar en una carpintería de aprendiz. Llegué a ser un buen carpintero y algunos años después emprendí en un negocio de mueblerías y así levanté un modesto capital. Esto me permitió viajar a España para ver el resto de la familia. Allí estaba el árbol, aquél desde donde mi padre me despedía asido a uno de sus pámpanos. Corté exactamente del que él se sujetaba y pude ver que estaba tan torcido, que auque mis manos expertas lo trabajaran finamente, siempre quedaría torcido; pero eso no me importaba, yo sólo quería un recuerdo de mi padre y el gajo, fue mi preferido. Me lo traje a Cuba y lo transformé en ese bastó torcido que ahora tú estás viendo.

Herminio mi tío paró de hablar para mirarme fijamente y continuó diciéndome: -lo más bonito de la historia es que yo nunca me aparté de los consejos de mi padre y fui un gran emprendedor llegando a tener muchos negocios que me permitió amasar una buena fortuna; pero lo que más feliz me hizo, fue poderlo honrar como padre, siendo obediente a sus palabras. Ese bastón no tiene nada especial como no sea el recuerdo de haber cumplido.

Yo me sentí tan conmovido con lo que mi tío me contaba que después de su muerte, me llevé el bastón a casa y lo tuve conmigo hasta mi salida de Cuba y hoy recuerdo esta historia con el siguiente versículo bíblico: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”. Éxodo 20:12.

Mi querido lector, me gustaría que este domingo 18 de junio, que es EL DÍA DE LOS PADRES, tengas presente esta historia para que honres a tu padre. Si tus relaciones con él no son buenas, si está distante de ti, si ya no vive entre nosotros, cualquiera que sea la situación, que lo que tú hagas sirva para honrarlo.

© Antonio Fernandez. Todos los derechos reservados.

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