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Respeta para que te respeten

Devocionales Cristianos… Mensajes Cristianos

Cuando el embajador del Congo se bajó de su carro de diplomático para cortésmente ayudar a salir a Churry, un grupo de personas esperaban con curiosidad para ver el ilustre personaje al cual se le rendía pleitesía; pero cuando apareció la infeliz mujer, ruidosas, burlonas y prolongadas carcajadas se hicieron eco.

El embajador con una extraordinaria fineza y contraatacando a los ridículos payasos que se mofaban, se inclinó ante la dama en una reverencia sin igual, dejando perplejo a los burladores quienes no encontraron otra salida que callarse y bajar la cabeza avergonzados.

Nadie espere que cuando se desprecia a otro, por su condición humilde o por algún defecto, Dios lo va a premiar, por el contrario, siempre habrá capacitado a un tercero para que lo avergüence de una forma tan simple que jamás podrá sospechar.

Se dice que en una ocasión, José Martí fue invitado a cenar por un cubano dueño de un restaurante en Nueva York para que hablase acerca de los planes de liberación de Cuba.

Se puso una elegante bajilla que incluía hasta enjuagatorios con agua y una sección de limón para que cuando los comensales se embarraran las puntas de los dedos de grasa, se desgrasaran frotándolos en el líquido.

Pero un invitado que no sabía lo que era un enjuagatorio, al final de la cena, tomó el recipiente y se lo bebió creyéndolo una limonada. Los más próximos a él se ocultaron unos tras otros y zorramente se burlaron.

Martí, que lo había observado todo, con un gesto frío y decidido, tomó su enjuagatorio y se bebió el agua con limón en solidaridad con el humilde caballero desconocedor de la existencia de un enjuagatorio. De inmediato se produjo un silencio sepulcral en la mesa. Hasta que uno de los que estaba a su lado, preocupado le preguntó: -¿Por qué te bebes eso, si tú sabes que es un enjuagatorio? –y él con otra pregunta le respondió: -¿Por qué reírnos de alguien cuya desgracia consiste en no saber lo que es un enjuagatorio?.

Una vez más podemos ver que cuando respetamos a otros, especialmente si éstos son personas humildes, nos hacemos respetar, y que Dios tiene, al mismo tiempo, alguien listo para abochornar al inconsciente.

El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. Juan 8:7.

Todos allí tenían pecados tan grandes o mayores que aquella mujer que terminaría su vida de una manera inhumana –apedreada-y nadie se miraba a sí, sino a ella; pero Jesucristo la respetó, la comprendió y la perdonó, y al resto no le quedó otra que retirarse.

Dice el refrán: “respeta para que te respeten”; pero cuando lo hagas, no lo hagas sólo mirando a los de arriba, porque eso es lo que hacen los hipócritas, mira también a los de abajo.

© Antonio J. Fernández. Todos los derechos reservados.

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