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Los deudores y sus actitudes

Reflexiones Cristianas

Papá, papá, ¿me cuentas una historia?

Si hijo, claro.

Te contaré la historia del gran deudor.

Se dice de un hombre don Fulano se va a llamar, que vivía en una gran opulencia, tenía autos, casas, lotes de terrenos, caballerizas extensas, muchos trabajadores, cuentas bancarias elevadas, pero nadie sabía que él tenía una gran deuda, pues todo lo que tenia se lo debía a un gran magnate que poseía todo y era un multimillonario de verdad, no solo por su dinero, sino porque tenía un gran amor y había prestado a muchos, pero el día que este hombre multimillonario, dijo que quería reunir y empezar a cobrar cuentas adeudadas mando a llamar a don Fulano y le dijo:

Fulano, sabes, tienes una gran deuda conmigo, veo que te das el lujo de pasearte por todos lados, con tus mejores atuendos y perfumes, tienes tantos trabajadores a los cuales explotas, pues tus ganancias que has producido son para darte más placer y orgullo, no das al necesitado que te pide, por tanto he decidido que en vista que la deuda es impagable, deberás pagar tu y toda tu familia en la carcel, pues te olvidaste de lo esencial de lo que era la riqueza y su propósito.

Don Fulano se arrodilló y dijo: te ruego oh señor, que me des tiempo, yo lo pagaré ten compasión de mi y mi familia, yo cambiaré mi actitud ante mi deuda contigo.

El multimillonario le observó su actitud y con el ceño fruncido le dijo: está bien, esta bien, te perdonaré esta deuda a través de un plan que tengo con los que me deben, deberás seguir estas instrucciones que dejaré establecidas y te las haré saber.

Don Fulano expresó: si, si lo que tú decidas haré.

Entonces Fulano, salió de la presencia de aquel hombre de tanto poder y autoridad sobre todos y lo primero que hizo fue, llegar a la casa de José el pintor y al bajarse de su elegante auto, se bajó, sus zapatos de charol que brillaban por la intensidad de la Luz del Sol, y se paró frente a la puerta de aquel pintor y su hija de 13 años le abrió la puerta al saber quien era, entonces el con gran voz en cuello y con su rostro enrojecido y casi colérico preguntó: ¿donde está el que me debe? Dile a tu padre que venga de inmediato ese haragán y bueno para nada. La jovencita, al escuchar esa forma ruda de hablar, comenzó a temblar y le dijo: Si, si, Don don Fulano, le hablaré.

La pequeña, fue hasta el lecho de su padre y le dijo: papá, papito, y comenzó a llorar, y entre sollozos le dijo: afuera esta don Fulano, y me gritó y quiere verte.

El le preguntó: ¿y tu mamá está allí en la cocina? Ella contestó, no papi, ella fue a traer la medicina para tu dolor.

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