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Reflexiones Cristianas.. ¿Qué es lo que en verdad vale?

Reflexiones cristianas: ¿Qué es lo que en verdad vale?

¿Qué haces aquí? Le pregunté con mucho respeto y él antes de contestarme, bajó su cabeza como avergonzado me respondió: he recibido todo lo mejor en la vida, recibí una buena educación, he gozado de los altos estratos, he estado en las condecoraciones que me hacían y muchos deseaban estar a mi lado, ahora todo es muy diferente.

Mi mal, me ha confinado a estar aquí en esta cama, nunca pensé que esta cama fuera mi mejor compañera, a pesar que para cambiar las sábanas deben levantarme y algunos lo hacen con desprecio.

Me he dado cuenta en esta estadía en este lecho que no vale de nada tu gran educación que puedas llegar a alcanzar, no vale tu posición social, no vale tus muchos lenguajes que manejes, no valen las muchas destrezas que poseas, pero creo que la juventud es lo que te dice que eso es lo que vale y en verdad, así puede ser si lo bien aprovechas en esa etapa tan difícil de poder reflexionar y etapa de rebeldía, pero como te repito en esta cama, este colchón, hablan a mi conciencia y me dicen: solo nosotros te hemos quedado ayudando y los que se apiaden de ti.

Era todo un maestro en la ingeniería, y sé hablar 5 idiomas y 3 dialectos indígenas, y de nada de eso pienso, sino en lo que realmente vale en la vida, me he dado cuenta que el verdadero valor de las cosas no esta en el tener o llegar a ser, sino en lo que puedas dar a los demás de una manera desprendida pensando en el dador de la vida, y ahora que quisiera dar ya no puedo, y aunque quisiera transmitirle esto a otros, no se acercan a causa de mi fetidez, mis tejidos están con mal olor o fétidos como dicen los médicos, y dicen que tengo una tal bacteria de pseudomona que causa este olor que tú estás respirando y no sé cómo me soportas.

Yo traté de decirle algo, pero me levantó su mano como para que yo no hablara y prosiguió: anhelo tanto que me lean una porción de este libro que tengo aquí, me lo trajo un niño de 10 años este Nuevo Testamento y recuerdo que me dijo: aquí está la nueva ciudad verdadera que no hay dolor, no hay más lágrimas señor.

Cada vez que pienso en esas palabras de ese niño lloro y lloro, y me recuerdo de mis días desmedidos gastando en sexo, alcohol, juegos de azahar era todo lo que me motivaba que llegara cada fin de semana, ahora veo que todo eso pasó y mi cuerpo está decaído, mi espíritu aún está aquí dentro y no tengo esa paz ni ese contentamiento.

El comenzó a llorar y no pudo seguir hablando, y mientras yo sostenía aquella olla de agua que había sido hervida y ahora estaba tibia me arrodillé y comencé a lavar sus úlceras, y traté de hacerlo suave y me dijo: debes remover esas costras más fuertes por favor, y le dije: no, porque va a doler mucho.

El se sonrió y me dijo: si no la remueves de nada me servirá, es necesario que duela muchas veces para que el mal salga.

Yo entonces comencé a hacer lo que él me dijo y yo meditaba en esas palabras de ese hombre y al terminar de lavar sus úlceras y traté de quitar ese tejido verde que estaba apoderándose de todas las lesiones, y me di cuenta que debía hacerlo con algún bisturí para mayor efectividad y pensé, él tiene razón, aunque duela pero debe ser removido.

Ahora me disponía a leerle ese pequeño Nuevo Testamento y me di cuenta que él no podría leerlo jamás por su visión afectada y comencé a leerle:

Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. 2 Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 3 Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; 
4 y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. 5 Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. 6 Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? 7 Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. 8 Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. 9 Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. 10 Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11 Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, 12 diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. 13 Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? 14 Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. 15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? 16 Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.Mateo‬ ‭20:1-16‬

Al terminar de leer, él estaba llorando y me contagió su estado de ánimo y me dijo: eso es suficiente, estar trabajando en Su viña, estar dentro, no hay otra cosa mejor, que gran oportunidad servirle al rey de reyes y Señor de señores.

Algunos de esos trabajadores se molestaron por el tiempo que habían trabajado de manera remunerada, y otros que trabajaron tan poco como ser una hora comparado con ellos que habían estado todo el día, ellos discutiendo con el dueño sobre dinero, más no sabiendo que lo más importante era trabajar dentro y eso les garantizaba tenerlo todo.

Pues ese patrón era alguien especial y no vieron su generosidad que era en ese momento beneficiando a unos, y no pensaron en que lo más importante era que ese hombre era un generoso en verdad y si era así era porque estaba fuera de las reglas terrenales y practicaba otro tipo de justicia y eso es lo más importante, pero mira a qué tiempo
Me di cuenta.

Yo miraba aquel momento como uno de gran aprendizaje de ese hombre encamado y dije: Señor tú nos enseñas.

Continuara …

© Mauricio Loredo. Todos los derechos reservados.

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