Creciendo en el propósito

Pero esta limpieza y selección será sobre aquellos que decidan bautizarse no solo de hecho. Este texto nos deja ver que es más poderoso el acto hacia el que es bautizado, teñido, el que cambia su esencia en Espíritu Santo y Fuego que el que hace el acto de arrepentirse sin dejar de ser necesario.

¿Saben por qué? Porque el que se arrepiente es el ser humano, pero día a día, vuelve y cae sobre su propia miseria, pero cuando Cristo, el poderoso viene y te bautiza en Espíritu Santo y Fuego, ya no vuelves a ser el mismo, quedas teñido, sumergido, anegado, quedas transformado, lo que había malo es apartado de ti, quemado, despojado y te hace libre.

No hubo sensacionalismo en el discurso de Juan, no hubo distorsión del propósito, no vino a hacer sentir bien a las personas. Vino solamente y anunció el propósito.

De este mensaje me produce dos retos:

El primero, es darme cuenta de:

¿Estoy caminando hacia el propósito? Tus hijos, tu casa tu familia caminan en el propósito? No puedes pensar que si tu hijo tiene un llamado de adorador, debas permitirle estar tocando en los bares nocturnos “pastor pero es que necesita trabajar”. No puedes pensar que si como esposos tienen un llamado a las naciones, no prestes tu servicio en la iglesia con los más necesitados.

No puedes pensar que si tienes el llamado de pastor, de apóstol, de maestro, pasen y pasen los años y ni el discipulado, liderazgo, ni seminario (es que leo mucho, veo la tele, me las se todas).  No podemos pensar que si queremos colocar vallado a nuestro alrededor, ni el diezmo o la ofrenda traigamos a la casa del Rey.

Camina en el propósito y haz que los tuyos caminen en el propósito.

Y el segundo interrogante, es si realmente ¿Estas dentro del propósito?

Nuestro propósito en Dios se cumple en la medida que nuestros pasos se dirijan por el camino verdadero que es Cristo.

Te sumergiste en un bautismo de agua solamente donde diste frutos de arrepentimiento y quizás has vuelto a caer día a día y luchas con las debilidades de la carne?

¿Por qué no dejar que sea Él quien te bautice con el Espíritu Santo y Fuego?

Que seas sumergido, anegado, teñido, transformado. Una vez recibas el toque del bautismo con el Espíritu Santo y fuego, tus pasos serán alineados y no podrás volver a atrás.

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