Inicio » Devocionales Cristianos » El día de las madres

El día de las madres

Reflexiones Cristianas

Un día de las madres, es esperado por muchos luego de 364 días, sin embargo creo que ese día después de 364 días de mostrarle obediencia, respeto puedes en verdad decirle que tienes amor en verdad por ella, pues el amor es acción, no son lo que te han vendido o hecho creer que es flores, rosas, palabras, una llamada después de que te has olvidado de ella en meses, una licuadora, una estufa etc. No quiero herir tus sentimientos, solo quiero decirte que tu regalo te delata.

Solo debes meditar unos minutos y ponerte a pensar que tipo de hijo o hija has sido en verdad, y si no has sido lo que ella ha esperado, solo dile que te perdone y que quieres ser siempre un buen hijo o hija; que tus acciones de ahora en adelante serán diferentes para con ella, y desde ese momento ella sentirá que ese vaso de agua, esas flores, esa olla, esa estufa, etc. sea cual sea tu regalo físico en verdad tendrá sentido para ella. Porque una madre lo que desea es saber que su hijo o hija quiere ser una persona real, sincera, honesta con Dios y consigo mismo o misma.

Ellas son tan especiales, que con el gesto más sencillo se gozan con sus hijos e hijas. Una madre un día expresó: Yo cuanto quisiera que mi hijo se metiera en una caja de regalo y con una gran chongo y se me regale por completo. Ese deseo me dejó pensando y me hizo también reflexionar que cual es el verdadero regalo que ellas desean.

Entregarse a uno mismo, porque es lo más valioso que puede haber y al entregarse a si mismo entonces hasta los gestos más sencillos de esos hijos serán un olor fragante a esas madres, los regalos u obsequios que ellos puedan llevar serán solo manifestaciones de que ellos están ya entregados por completo.

Lo que dan no les pesa en su corazón para nada, es solo un simbolismo de que ellos están gozosos de poder estar también en ese día de agasajo nacional e internacional en sintonía.

La madre verdadera es alguien tan especial, es lo más parecido a Dios sobre la faz de la tierra, ama lo que salió de sus entrañas, a quien sintió, cuidó de el o ella durante nueve meses en su vientre (matriz) evitaba aquello que era dañino a su bebé. Esas largas caminadas o trabajos forzados que le fueron impuestos incluso en sus trabajos, o en su misma casa, y los hacía con tanto amor para poder llegar a su momento de develar su nueva criatura que había concebido meses atrás.

Al verse frente a su nueva descendencia eleva una plegaria de agradecimiento a Dios por esa nueva criatura que está contemplando, que estuvo oculto por nueve meses y que solo el ultrasonido le daba una sombra de lo que venía dentro, era ese réglalo de Dios mismo, que le obsequiaba para que sus días en la tierra sean de más gozo y que tenia que cuidar, educar, enseñar y transmitir esos valores eternos a esa nueva criatura.

Esa misma criatura una vez crecida toma sus propias decisiones, decide si obedecerle o no por su libre albedrío que tiene y por ser ahora independiente, olvidando todo aquel tiempo cuando era frágil, cuando necesitaba ese pecho materno o esas latas de leche que con gran sacrificio ella obtenía para que su hijo o hija creciera fuerte saludable.

Esas diligencias a establecimientos de salud para ver por qué la fiebre a su bebé, por qué esa diarrea, por qué esas ronchas, por qué esa pérdida de peso, por qué ese llanto ensordecedor, a pesar de no haber suficiente dinero, todo eso con el ingrediente del amor, la madre sale muchas veces con las oraciones en su boca y también con la pena de decir a sus vecinos que por favor le presten para llevar a su hijo al doctor o al centro público o un jalón en la paila, con todo ese polvo, esas salidas de la montaña en las noches o en las madrugadas o en las grandes ciudades que una vez fueron montañas, nadie escapa a ese hecho tan esencial para darle vida a alguien.

Pero ahora que ese alguien ha crecido ya olvidó todo aquello que en verdad ha hecho que ahora el mismo se jacte de quien en verdad es, que no necesita a su madre, que ahora el trabaja o se hizo un gran técnico o profesional o jornalero y crea engañadamente que ya no se debe obedecer a su madre ni cumplir con ella.

Olvidando el mandamiento con promesa: “Honra a tu padre y madre Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” Efesios 6:2-3

Muchos desean larga vida pero olvidan ese mandato precioso, el cual no es un sentimiento, es una orden que baja del cielo para honrar a seres tan especiales y en este caso las maravillosas madres.

Disfrútales, recuerda que ella le pide a Dios cada día por ti, porque eres ese ser especial que Dios le regaló y ella con mucho amor hizo crecer, con esa disciplina y consejo lo cual va en el paquete del amor por si no lo sabían.

No fui el mejor hijo, pero ella hizo de mí un gran hijo al encomendarme en sus oraciones a Dios cada día de su vida sabiendo que lo que ella sembrara sus hijos un día lo cosecharían y por eso ella decía, no descombren por donde pasen, más bien traten de ir sembrando.

Gracias por esa madre que Dios me réglalo un día y ahora está en su presencia, en la orquesta de Dios, disfrutando el panorama ahora.

Gracias Señor Todopoderoso por darme la vida física por medio de mi madre y darme la oportunidad del nuevo nacimiento por medio de tu Hijo Jesucristo, “de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra.” Efesios 3:15

© Dr Mauricio Loredo. Todos los derechos reservados.

Central de Sermones… Reflexiones Cristianas

Deja un comentario