Juan 15:1-7
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. 2 Si una de mis ramas no da uvas, Anchorla corta; pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé más. 3 Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho. 4 Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí.
5 »Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada. 6 El que no permanece unido a mí, será echado fuera y se secará como las ramas que se recogen y se queman en el fuego.
7 »Si ustedes permanecen unidos a mí, y si permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará.
En esta parábola Jesús nos dice que somos las ramas de la Vid, que nos “poda”, nos perfecciona, nos guia por el camino estrecho dando fruto a los que guardamos sus mandamientos y a los que practicamos su palabra haciendo la voluntad del “Labrador” Dios.
Si no damos frutos, si simplemente hacemos todo lo contrario a sus mandamientos, a su palabra, permanecemos sin Dios en este mundo y seremos incapaces por nuestros propios méritos de dar algún fruto. Entonces el labrador Dios corta esas ramas que no dan fruto y dicho sea de paso para que no contamine a las otras que sí lo hacen.
Si permanecemos en él y su palabra en nosotros , Jesús nos dice que pidamos los que queramos que se nos concederá.
¿Creo que sin Dios podré lograr lo que me propongo?
¿Permanece la palabras de Dios en mi?
Si doy fruto. ¿Pido a Dios lo que necesito?
