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El viejo de la esquina

Reflexiones Cristianas

Reflexiones Cristianas.. Texto Biblico:Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. 13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Filipenses 4:12-13)

La misma esquina, el mismo anciano, la misma hora, la misma ropa. Siempre que miraba hacia ese lugar todos esos detalles en medio de una ciudad que estaba tan cambiada o modernizada, al ver al anciano con esos mismos elementos allí me trajo a mi infancia y me concentré en ese hecho y decidí ir a hablar con dicho anciano.

Mientras caminaba a esa esquina, no niego que era poco de nervios los que me invadieron, ya que pasé por muchos años esa misma calle y nunca me había detenido a hablar con él. Ahora me dirigía a él. Me paré frente a él y me senté en la misma acera y eso le llamó la atención y me preguntó: ¿qué se le ofrece?

Yo me terminé de acomodarme en la acera y le dije: lo he visto aquí por muchos años y al verle hoy después de tantos años que han pasado me hace recordar mi niñez, mientras venía a tomar el bus o cuando pasaba a pie por aquí, y veo siempre que usted está el mismo, veo el mismo saco o se parece al que antes cargaba y no se quise venir a saludarle y le traje esto, es atún y este pan creo que le gustará, solo debe abrirlo por aquí.

El anciano observó minuciosamente la lata de atún y me dijo: siempre las he visto en las vitrinas del súper, pero nunca me he comido una de estas, es algo que siempre deseaba comer. Mis lagrimas comenzaron a caer mientras él decía eso y me di cuenta que nunca es tarde para visitar al enfermo o necesitado mientras hay vida, hay esperanza.

Sin decir palabra él comenzó a poner de inmediato el atún dentro del pan y comenzó a orar y me dijo: discúlpeme, solo hablaré con mi Proveedor y Salvador porque trajo pan a mi mesa y no tenía para comer ahora mismo. Yo asentí y él inclinó su cabeza y oró la oración de alimentación más corta que he escuchado pero me hizo llorar.

“Padre Gracias siempre por esto que me hace tan feliz y viene de ti, bendícelo en Jesús Amen” (Salmos 107:8-9).

Mientras él comía me dijo: ¿sabía usted que las personas están siendo vigiladas? Yo no esperaba un tipo de comentario así y le dije, bueno, si la tecnología nos observa ahora.

Saboreando el atún él me dijo: las personas son ignorantes en muchas cosas, las personas sencillamente no creen. Yo le pregunté: ¿Ud. cree o tiene fe? El me dijo: más de lo que te imaginas. Y reconozco que fui grosero al preguntarle: ¿y por qué siempre ha vivido en miseria ?

El dejo de saborear el pan y me vio a los ojos con una mirada tierna y respondió a mi ignorante pregunta. Yo le pedí a Dios vivir así y que me enseñara a vivir, pues fui un joven con dinero y pasaba en lupanares desde adolescente porque mis padres me daban todo fácilmente y eso fácil me llevó a las drogas y alcohol. Mis padres se llegaron a avergonzar de mi y supe que mi tiempo en aquel hospital psiquiátrico no fue nada fácil, pero aprendí una cosa: la mente es algo que debemos cuidar.

Yo estoy en estas condiciones para dar testimonio a muchos que les fascina el dinero y están sedientos de más y más, y al final se quedan con las manos vacías y pierden lo más importante su alma cuando mueren sin Jesús. Aquí en esta esquina han pasado tantos milagros que no tiene idea, pero los veo yo a diario y los demás no pueden ver porque no creen. Así que, ¿no sé si respondí a tu pregunta?

Yo poco avergonzado estaba recibiendo de ese hombre una gran lección. El que parecía no tener tenía más que yo, y supe que en la abundancia muchas veces hay ceguera, y en la escasez hay fe para vivir

Ese día aprendí tanto tanto que solo me puse a orar, y lloré porque ese indigente me testificó y me espero todos esos años para que yo llegara a ese lugar, y dos meses después aquel hombre falleció. Ahora que veo esa esquina ya no es la misma, pero tengo los mejores recuerdos de ese lugar al cual Dios me dirigió y me hizo valorar de aquel hombre de la esquina.

La misma esquina, el mismo anciano, la misma hora, la misma ropa solo era para poderme testificar un día.

© Dr. Mauricio Loredo. Todos los derechos reservados.

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