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María, La sierva del Señor

Reflexiones Cristianas

Reflexiones Cristianas.. Lectura Biblica: Lucas 1:26-38

INTRODUCCIÓN

Seis meses después de que el Ángel Gabriel llevó de parte de Dios un gran mensaje a Zacarías: que su mujer Elisabet daría a luz a Juan el Bautista, recibió otra encomienda: anunciar a María cuáles eran los planes de Dios: que su Hijo nacería de María.

María vivía continuamente en la presencia de Dios, todo el tiempo era consciente del poder de Dios, así que cuando el Ángel se aparece, en lugar de asustarse por su presencia, “se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.” (Lucas 1: 29), no se asustó por ver al Ángel, sino por ser saludada como “Bendita entre las mujeres”, Ella que se creía la más insignificante de todas las mujeres…

¡Qué hermoso saludo! ¡Qué bendición el “hallar gracia delante de Dios”!; Dios sabe lo que hay en nuestro corazón, para Él son evidentes nuestras intenciones más profundas, incluso aquellas que no son siquiera evidentes para nosotros mismos. Él conoce cada rincón de nuestro corazón.

A María la reconoció como “Bendita entre todas las mujeres”. Y según eso que llevamos en nuestro corazón, según nuestras intenciones más profundas, de acuerdo al motor que alimenta todas nuestras acciones, ¿cómo nos llamaría?

¿Qué título tenemos en el cielo? ¿Somos “el convenenciero” que actúa bien sólo si hay una recompensa? ¿Somos “el que hace lo correcto sólo cuando alguien lo ve”? ¿Somos como “el que hace el bien sólo cuando está acompañado de gente buena”? ¿Qué título nos daría el Ángel del Señor?

María recibió un mensaje inmenso, infinito, incomprensible… Ella sería la madre del Mesías, del Hijo del Altísimo, la madre del Hijo de Dios. ¿¡Cómo se puede asimilar en la mente y en el corazón un mensaje de ese tamaño!?

María era un alma especial y el Ángel Gabriel lo sabía. Era diferente de su pariente Zacarías, quien a pesar de ser un hombre piadoso y virtuoso, pidió una prueba: ¿Cómo sé que esto es real, yo soy muy viejo? ¿Cómo sé que Dios es capaz de hacerme este milagro, ya no estamos en edad para concebir? (“¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.Lucas 1: 18).

María, en cambio,  no duda, Ella da por hecho ese milagro, está segura que sucederá como le está diciendo el Ángel, sólo pregunta qué debe hacer para poder concebir al Hijo del Altísimo. Pero ya había dado ese salto de fe.  Sólo pregunta ¿cómo sucederá eso?

¿Qué tiene que hacer para que se cumplan los designios de Dios? No cuestiona, no pone en duda, no se rebela, no le dice al Ángel que tiene sus propios planes. Simplemente da por hecho que la voluntad de Dios se cumplirá también en Ella.

La fe de María en la palabra de Dios es absoluta, es semejante a una certeza.

Pero no es sólo un don del Espíritu Santo. La fe, como todas las virtudes que nos relacionan con Dios, es como una llamada por teléfono: tiene que haber una parte de cada lado. No puede haber un diálogo sin las dos partes: quien llama y quien responde. La fe es una llamada de Dios.

Dios nos marca, nos llama, nos busca… Pero esa llamada se convierte en un diálogo cuando decidimos responderle, cuando descolgamos el teléfono. Y entonces la llamada se convierte en una comunicación de dos vías.

No sirve de nada un puente que sólo está construido a la mitad (la mitad de Dios), porque sin nuestra parte del puente no llegamos a Él. María era bendita entre todas las mujeres porque había tendido su parte del puente y Dios podía comunicarse libremente con Ella.

A eso estamos llamados todos los cristianos a confiar en Dios de que somos capaces de llevar a Cristo en nuestro corazón y llevarlo a los demás. Escuchemos cada día las palabras de Dios que nos invitan a llevar a Cristo y hacer que el mundo lo conozca.

© Miguel Angel Prado. Todos los derechos reservados.

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