El amor de Dios

A pesar de esta maldad y enemistad que tenemos hacia Dios (razón por la cual sería perfectamente justo si Dios nos destruye por completo), Él revela su amor hacia nosotros entregando a su Hijo Jesucristo como la propiciación (es decir, el aplacar la justa ira de Dios) por nuestros pecados.

Dios no esperó a que nosotros mejoráramos como una condición para la expiación de nuestros pecados. Más bien, Dios fue condescendiente para tomar forma de hombre y vivir entre su pueblo “Y el Verbo se hizo hombre y habitó* entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14).

Dios experimentó nuestra humanidad — todo lo que significa tener una condición humana y luego se ofreció a sí mismo de manera voluntaria, como una expiación sustituta por nuestros pecados.

Este rescate divino resultó en un acto bondadoso de auto-sacrificio, como lo dice Jesús en el evangelio de Juan: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). Eso es precisamente lo que Dios, en Cristo, ha hecho. La naturaleza incondicional del amor de Dios se hace evidente en otros dos pasajes de las Escrituras:

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:4-5).

En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:9-10).

Conclusión

Es importante señalar que el amor de Dios es un amor que toma la iniciativa; nunca es una respuesta. Eso es precisamente lo que hace que sea incondicional. Si el amor de Dios fuera condicional, entonces tendríamos que hacer algo para ganarlo o merecerlo.

De alguna manera tendríamos que aplacar su ira y limpiarnos de nuestros pecados antes que Dios fuera capaz de amarnos. Pero ese no es el mensaje bíblico.

El mensaje bíblico — el evangelio ¬— es que Dios, motivado por el amor, se conmovió incondicionalmente para salvar a su pueblo de sus pecados.

Siempre un amor incondicional recibiremos de Jehová Dios, por que nada haremos nosotros para merecerlo y ser llamados nuevamente hijos de Dios. Es así que solo debemos dar gratitud al Rey de Reyes por ese gran regalo que nos dio a nosotros a su hijo Jesús.

Mi oración hoy por que cada uno de nosotros recordemos que debemos dar gracias por el amor que es único y es inmerecido de Jehová Dios, pero, nos llena todo y nos hace ser libres de cualquier cadena o condena.

Por esto no debemos permitir que nada, ni nadie, ni circunstancia, ni problema, ni enfermedad o ni el mundo nos permita a cada uno dudar del amor de Dios. AMEN!

© Jackie Prewett. Todos los derechos reservados.

Central de Sermones… Reflexiones Cristianas

Deja un comentario