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“El viejo molinero, solito se quedó…”

Mateo 7:7-8Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrir

Mateo 6:33  – Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

Si de tradiciones se trata, la Iglesia Bautista ha tenido buenas y malas tradiciones. Y creo que una de las más queridas ha sido; ya sé! – me dirá usted- ¡los himnos selectos evangélicos de tapa roja! Nooo… frío, frío.  Bueno, entonces son las largas y duras asambleas! Tampoco.  Pero, no se desanime, pruebe una más, a ver? ¡La imbatible Escuela Dominical! Lo lamento pero perdió sus chances.

¿Se la digo? Prepárese, ahí va: ¡hablo del fomento de la comunión y el amor entre hermanos en Cristo!

¡Sí! aunque Ud. le parezca loca mi proposición, lo creo profundamente; pues la Iglesia de mi niñez y de mi juventud (allá por Bahía Blanca primero, y por Olivos después), marcaron a fuego esto de amar a los hermanos y esperar lo mejor de ellos. Me encantan las siguientes citas bíblicas que hablan de esto:

1 Pedro 1:22 – Puesto que habéis purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro.

1 Pedro 3:8 – Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos como hermanos, con afecto entrañable, humildes.

Y todo esto me lleva a un recuerdo. A los sociales que se armaban luego de una celebración especial en la Iglesia Bautista de Olivos, siendo yo adolescente (para fomentar justamente ese “tiempo extra” de disfrutar estar juntos!)

Ahí estaba José Luis, el “alma mater” de la fiesta.  Único en ocurrencias y como organizador de juegos y prendas – que era lo que más disfrutábamos todos.

Era la época de amoríos tempranos (porque queda mal decir “de levante” ¿viste?), altamente monitoreados por padres y hermanos guardabosques; así que había que ingeniársela para tratar de mostrar “algún interés” (traducido: arrimar el bochín) y ver si uno no “rebotaba” en el intento de conquistar “a la mejor del grupo”.

Por ese entonces, se jugaba al “Viejo Molinero” , un pícaro juego – que aunque viejo – permitía un espacio muy efectivo para el enganche de novias y novios.

Así que, no veíamos la hora de comenzar el juego, cuya gracia consistía en que hubiese mayor número de muchachos que de chicas, de manera que al terminar de cantar la canción del molinero, lograr una pareja y, oh casualidad! quedar tomado de la mano de la chica que uno más gustaba (de más está decir la sensación de “winner” que uno sentía en esos momentos! Ja ja! ¡que tiempos!).

La canción del Viejo Molinero decía algo así:

El viejo molinero, solito se quedó
Y día tras día se entristeció…
Buscaba una esposa que le ayudará a trabajar
Y con la bolsa en la mano salió a buscar…

Buscando la hallarás, buscando la hallarás…
Tendrás que andar buscando pero al fin la encontrarás!

Bueno, como testimonio de este juego, puedo decir que busqué y busqué y finalmente encontré esposa! (¿o ella me atrapó?, no sé… Ja ja!) dejando de estar solito hace 25 años.  ¿Qué tal?

Hoy deseo resaltar en este devocional, una enseñanza que tenía el Viejo Molinero: “el buscar, para hallar”, que ni más ni menos es una promesa que Dios hace, y que es uno de los textos del día de hoy. Mateo 7: 7-8 es una promesa y también una palabra profética.

El Pr. Carlos Mraida enseña lo siguiente, acerca de Palabras Proféticas que nos son dadas. Preste atención; él dice:

“La palabra profética es una palabra de autoridad. Es un decreto en el mundo espiritual que crea nuevas realidades.

La palabra profética que Dios dá…, requiere de nuestra participación. Cuando se recibe una palabra profética, inmediatamente y prioritariamente deberíamos preguntar: ¿qué tengo que hacer yo para que esta promesa se cumpla?

El cumplimiento de parte de Dios está asegurado porque Dios es siempre fiel. Él cumple siempre lo que promete; a uno luego, le toca hacer su parte”

Interesante ¿verdad? Pues, por más que Dios nos promete:

• que se nos dará…
• que hallaremos…
• que se nos abrirá…

Nada sucederá a menos que pidamos, busquemos y llamemos

Y sabiendo Dios, que las situaciones son muchas veces apremiantes, la Palabra nos dá la clave del éxito, animándonos a buscar primeramente el reino de Dios y justicia, para que todas las demás cosas nos sean dadas como añadiduras (Mateo 6:33 – Segundo texto del devocional).

La Nueva Versión Internacional traduce este pasaje de la siguiente manera:

Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten

Esto me hace pensar, en tomar ventaja de mis pesares en esta jornada, y obligarme a buscar a Dios en mi búsqueda-pedido-llamada, – primeramente y antes – que mi búsqueda-pedido-llamada! (parece una redundancia pero no lo es…)

Así que decido: me conviene, a mi vida (a mi alma, a mi ser entero…) buscar en Dios la respuesta a mis necesidades, mis luchas, mis afanes… sabiendo que lo de hallar; y al hallarlo, adorarlo, contemplarle, amarle y servirle… pues sospecho que al lado de él, hoy recibiré mi recompensa!

Qué más puedo decir? , excepto, hacer una oración y decirle a mi Señor:

¡Señor, te estoy buscando! sorpréndeme! y tómame de la mano! Sólo así seré feliz y recrearé aquella satisfacción de ese juego de juventud, donde me sentía un “winner”!

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