Resolviendo el dolor de la perdida

Más adelante, una noche en que Rhonda esta arropándola en la cama, Desiree anunció:

-Mamá, quiero morirme para estar con papá.

¡Ayúdame, Dios mío! Dijo Rhonda. ¿Qué más puedo hacer?

¿Que podemos hacer, cuando alguien o nosotros mismos experimentamos una perdida tan grande? Ningún ser humano se escapa a la experiencia del dolor de una perdida. Perder a alguien o algo es parte de nuestra existencia y a lo largo de la vida sufrimos muchas pérdidas. Una pérdida origina dolor.

Cada persona percibe de manera diferente sus pérdidas.

La mayoría de las pérdidas aparecen como negativas para el que las experimenta: la muerte de un ser querido, la pérdida de bienes materiales y/o enfermedades limitantes. Sin embargo otras pérdidas se reconocen más difícilmente.

Ya que no derivan en principio de hechos desagradables: las pérdidas originadas por el crecimiento, los cambios de situación; el nacimiento de un hijo, pérdida de independencia y libertad -el traslado de casa, de ciudad. Todo cambio, positivo o negativo, implica una pérdida y la necesidad de hacer un duelo.

Estamos convencidos que solo cuando alguien muere, es cuando experimentamos el dolor de una perdida; pero esta experiencia es solo la más característica; pero como ya lo mencione anteriormente, todo cambio en la vida acarrea una perdida y por lo tanto un dolor. Los especialistas nos dicen que el duelo (Dolor) tiene al menos 5 etapas, que de ser bien trabajadas se puede resolver el dolor de haber perdido algo o a alguien.

Pero además la Biblia nos enseña en este día que Jesús es un elemento fundamental en el proceso de recuperar la esperanza cuando se ha sufrido una perdida. Hoy les animo a que juntos descubramos en la Palabra de Dios como Jesús ayudo a una familia a recuperar la fe, la dicha, la esperanza, después de haber perdido a un ser querido.

I. Lo resolvemos cuando lo compartimos con Jesús (vers. 3)

“Enviaron pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo”

Betania se ubica a tan solo 3 kilómetros de la ciudad de Jerusalén, y es donde vive una familia muy especial. María, Martha y el más joven, llamado Lázaro. Esta familia ocupaba un lugar muy especial en el corazón del Señor Jesús.

Y es precisamente a esta familia a la que la desgracia toca la puerta de sus vidas. La Biblia nos dice que un día Lázaro enfermo (vers. 1), no se nos dice exactamente de que, pero si podemos entender que debió ser una enfermedad importante que ponía en riesgo la vida de Lázaro.

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