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Crecimiento personal y autoestima – Parte II

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Veíamos en el artículo anterior como una identidad clara en Cristo es clave para el crecimiento personal, ahora exploraremos más a fondo que es la autoestima y como disfrutar de una sana autoestima. Dios nos habla en su Palabra sobre este tema profundamente ya que su deseo es que desarrollemos todo nuestro potencial, maduremos emocional, psicológica y espiritualmente.

La Autoestima es el valor, estima, opinión e imagen que se tiene de sí mismo. Es una valoración. Hemos escuchado frases como la autoestima buena o mala, baja o alta, positiva o negativa. Necesariamente tenemos que preguntarnos con respecto a cual parámetro se valora la estima personal. Existe un gran abismo en los criterios para definir la autoestima según la Biblia nos enseña y los parámetros del mundo. Antes de conocer a Dios nos valorábamos según los criterios ya establecidos en la sociedad como importantes o deseables, la mayoría cosas transitorias como el poder, el dinero, el nivel social, el éxito profesional o económico, que lamentablemente inflan el yo de muchos que creen “valer” más que otros. Otros hacen lo que sea con tal de no sentirse rechazados o de pertenecer a algún grupo que les dé un sentido de identidad o propósito.

Nuestra autoestima no debe medirse por cuanto nos acepten los demás, de lo que tenemos, o conocemos, ni siquiera de la opinión que tenemos de nosotros mismos en un momento dado. La autoestima del cristiano depende de lo que Dios dice que somos y de los que El ha hecho en nuestra vida. Mi valía depende de que pueda percibir cuan especial soy para Dios, aceptada y amada por El, y que vea objetivamente lo que debo cambiar y mejorar. Nuestro parámetro no es poca cosa, es muy alto: llegar a la estatura de Cristo, andar como él anduvo.

Pablo, luego de evaluar lo que el valoraba antes de conocer al Señor, dijo: “Y ciertamente aún estimo todas las cosas como perdida por amor a Cristo” (Filipenses 3:7) ¿A cuales cosas se refería él? Hablaba de lo que era, sabía y poseía antes de conocer a Jesús como Salvador y Señor. Su posición de autoridad con la que perseguía a los cristianos, su prestigio y poder, su liderazgo, riquezas, estudios, ciudadanías, títulos, convicciones, experiencia, honra, afiliación religiosa, en fin, la lista es larga. El conoció a Alguien que cambio su escala de valores, su forma de ver la vida, y de verse a sí mismo. Lo que es verdaderamente importante y lo que no. No podemos negar que cuando conocemos a Cristo experimentamos una crisis de identidad, tal como lo tuvo Pablo, quien pasó de ser esclavo del pecado a hijo de Dios y coheredero con Cristo.

Ingredientes de una sana Auto estima

La mayoría de las personas quieren tener una buena autoestima sin Dios en sus vidas. Eso no es posible. Se puede creer que se tiene una estima adecuada de sí mismo, inclusive se pude sentir a gusto consigo mismo y satisfecho. Eso no quiere decir que a los ojos de Dios no vivamos en pecado y estemos lejos de reflejar la imagen de Él en nuestras vidas.

Los seres humanos nacemos alejados de Dios en una sociedad con los valores trastocados, donde todo vale y es aceptado, no es extraño que tengamos una imagen hinchada y falsa producto del engaño en el que Satanás tiene al ser humano que vive lejos de su Creador. Estas creencias erróneas les mantienen viviendo una mentira, creyendo ser lo que no son y teniendo como fundamento de su autoestima la soberbia y vanagloria.

La autoestima del creyente que ha hecho a Cristo el Señor de su vida es saludable y refleja:

Seguridad: Descansamos en la confianza que somos hijas de Dios, sabemos que El esta en control de todos los asuntos de nuestra vida. Dios nos protege, provee, nos da la paz para no vivir en temor y ansiedad. Nos acompaña y consuela en tiempos de dificultad. Nos justifica con su perdón y nos reafirma con su amor. Nos da la seguridad de la salvación y vida eterna (Juan 3:16; 2 Cor. 3:4-6)

Humildad: La humildad implica una evaluación realista de nosotros mismos, nuestras fortalezas y debilidades (Rom. 1:3) reconociendo nuestra necesidad de Dios, estando dispuestos a obedecerle y servirle como hizo Jesús (Filp. 2:5-9) Debemos tener presente que por la gracia de Dios somos lo que somos. Recordemos que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes (Stg. 5:6) El orgullo no permite reconocer que Dios es el dador de todo lo bueno que hay en nosotros. Cuando somos orgullosos tenemos una opinión hinchada de nosotros mismos, eso es vanidad, como el fariseo que le daba gracias a Dios porque no era malo como los demás (Lucas 18:9-14) El orgullo es un pecado grave, es rebelión contra Dios. Fue el pecado que hizo caer a Lucifer creía que no necesitaba de Dios, porque podía ser semejante a El (Isaías 14:11-14)

Amor a Dios, al prójimo y así mismo: El que no ama no ha conocido a Dios (1 Juan 4:8) es el fruto más importante del Espíritu. Los cristianos debemos tomar conciencia que somos instrumentos del Espíritu Santo para dar a conocer el amor de Dios al mundo.

Capacidad de perdonar: Al experimentar el perdón de Dios y su amor que ha sido derramado en nuestros corazones, somos libertadas del resentimiento y nuestra autoestima es sanada. Podemos entonces perdonarnos y perdonar a otros (Mt. 18:2122)

Respeto: Nos valoramos y aceptamos como personas, valoramos nuestras opiniones y decisiones al tiempo que lo hacemos por los demás.

Autenticidad: No practicamos la hipocresía, ni tememos que otros conozcan nuestras debilidades, sabemos que estamos en un proceso de crecimiento. Esto permite que se construyan relaciones sinceras basadas en la honestidad.

Capacidad de logro: Nos sentimos capaces de alcanzar las metas que nos proponemos, emprender grandes proyectos que antes no soñábamos realizar. Agradecemos a Dios quien nos prepara y equipa con dones y capacidades para el servicio al cual nos ha llamado.

Sentido de satisfacción y éxito: Al saber que tenemos un propósito maravilloso y eterno. Que la vida es un don precioso, algo único y valioso. Al hacer las cosas como para el Señor, dando lo mejor de nosotras nos queda el agradable gusto de que se ha hecho la voluntad de Dios. El fracaso en lograr algún objetivo no se entiende, entonces, como algo negativo sino como una lección importante en el proceso de crecer.

Ser lo máximo para Cristo

El apropiarnos de nuestra nueva identidad en Cristo es clave para el crecimiento personal, disfrutar de la libertad que se nos ha dado y tener una sana autoestima. Veamos dos cosas que necesita hacer para lograr esto:

1. Transforme su sistema de Creencias

Lo que creemos determina nuestro comportamiento. Es por eso que debemos modificar nuestra forma de pensar y las creencias equivocadas que afectan negativamente nuestro crecimiento y autoestima. En Romanos 12:2 se nos indica lo siguiente:

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”.

Nuestro sistema de creencias se afianza en lo que valoramos y creemos que es importante para tener paz, éxito, ser feliz, tener seguridad, estima, sentirnos satisfechos y realizados. Por lo tanto, es indispensable para nuestra madurez emocional y espiritual que nos fundamentemos en las Escritura. Dios quiere que tengamos estas cosas, aunque lo principal para Dios es el desarrollo de nuestro carácter a la semejanza de Cristo.

2. Destruya las Fortalezas del enemigo en su vida

En 2 Corintios 10: 4-5 hallamos un alerta para poner en practica:

“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”

La palabra griega que se traduce como fortaleza es “echo” que significa “aferrarse, donde hay una fortificación”. Una fortaleza es cualquier cosa a la que nos aferramos, que termina por aprisionarnos. La palabra “destrucción” implica un poder tremendo. Si enfrentamos una fortaleza en nuestra vida solo con las fuerzas humanas tal vez no lleguemos muy lejos. Es como derrumbar a puños una pared de ladrillo. Hagámoslo con el poder de Dios, con sus armas que son la oración, la confesión, y la alabanza a El.

Pasos para destruir las fortalezas dañinas en su vida:

¿Ha intentado destruir con sus propias fuerzas alguna fortaleza en su vida y se ha sentido impotente y derrotado?

a. Reconozca quien le mantiene cautivo y las fortalezas que hay en su vida: Esas fortalezas son construidas por el engaño del enemigo que nos hace creer que así estaremos protegidas del dolor y el rechazo. El resentimiento y la amargura son fortalezas, al igual que la manipulación, la violencia, los desordenes alimentarios y sexuales, las adicciones, muchos trastornos mentales y emocionales, entre otras.

b. Este de acuerdo con Dios: ¿Qué dice la Palabra de Dios acerca de quien es usted y acerca de sus fortalezas? Derribe los argumentos y las explicaciones equivocadas que se ha dado para mantener esas fortalezas en su vida. Son solo excusas para no cambiar, para no humillarse (2 Crónicas 7:14) Sea honesta consigo misma y con Dios. Si confesamos nuestros pecados El es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9) y sea sanada (Stg. 5:16) Dios nos dice en las Escrituras lo que es bueno para nosotros pensar y hacer para prepararnos para prepararnos para toda buena obra (2 Tim. 3:16-17) Los muros de Jericó fueron derrumbados en respuesta a la obediencia y a la fe de Josué y el Pueblo de Israel. Esto le ayudará a dar un gran paso en reconstruir su auto imagen y restaurar su identidad en Cristo.

c. Someta sus pensamientos a la Verdad: Llene su mente de la Palabra de Dios, aprópiese de las promesas y verdades de Dios, de todo lo que es puro, recto y bueno. Como hijos de Dios tenemos la mente de Cristo si nos sometemos a El (1 Cor. 2:16)

d. Niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y siga a Cristo (Lucas 9:23): Implica no hacer conforme a los deseos de nuestra carne y someter nuestra voluntad a Dios. Es aceptar que estamos en un proceso de cambio, de crecimiento. Podemos descansar en Aquel que obra en nosotros, renueva nuestro hombre interior para que le sirvamos según sea su voluntad.

Conclusión:

Una sana Autoestima es el resultado de nuestra relación y consagración a Dios, es el resultado de asumir nuestra nueva identidad en Cristo como hijos de Dios, no es un fin en sí misma. Nuestro crecimiento personal, valía y estima dependen del grado en que la imagen de Dios se refleja en nosotros, de cómo asumimos la responsabilidad por quienes somos, por nuestras decisiones, y el como llevamos adelante cada día el propósito maravilloso de seguir a Cristo en el ministerio de reconciliación.

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