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Descubriendo nuevas tierras

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: Descubriendo nuevas tierras

Predica Cristiana Lectura Bíblica de Hoy: Génesis 12:1-9

INTRODUCCIÓN:

Durante muchos siglos los hombres y las mujeres en Europa se daban a la navegación del mar occidental, lo que se conoce como el Océano Atlántico, y veían al sol brillante sobre la superficie de las aguas y se preguntaban si había algo más allá.

Los estudiosos dijeron que aun navegando por el borde del mundo no había más nada. Tanto fue esa creencia que los escudos de la armas de la nación de  España decían: “No hay nada más allá.” Pero un día Cristóbal Colón decidió navegar sobre las ponientes y brillantes aguas del mar.

Comenzó su viaje al atardecer y la gente  esperó su regreso con expectativa.  Finalmente, después de mucho tiempo, aparecieron  las velas y las multitudes gritaban muy emocionadas. Cuando Colón les vio   anunció que había una tierra más allá del mar que era muy rica.

Les dijo “he visto un glorioso paraíso”. El rey de España cambió el lema que hasta ahora tenían y puso uno nuevo, diciendo: “Hay algo más allá.”

Mis hermanos, por muchos siglos innumerables personas se han apostado  junto a la puerta oscura de una tumba vacía y  al descender a ella se habrán  preguntado: “¿Hay algo más allá de las aguas oscuras de la muerte?”.

Bueno,  un día, un joven explorador con treinta y tres años salió con  el sol poniente y descendió a la oscuridad de la aquella fosa. Navegó por el borde del mundo y viajó hasta lo más profundo hablándoles hasta los espíritus encarcelados de los días de Noé (1 Pedro 3:18-19).

Durante ese tiempo hubo un expectación  acerca de lo que pasó con Jesús.  Por último en aquella tercera mañana de su muerte, cuando  el sol comenzó  a brillar en el este, el Hijo de Dios se adelantó y dejó la  tumba y con gran poder declaró: “Hay algo mejor en el más allá.  Es un paraíso más grande donde sólo hay vida. Y allá nos espera un Padre celestial con  los brazos extendidos para limpiar toda lágrima que deja nuestro sufrimiento”.

Hermanos, al igual que Colón y Cristo, nosotros también hemos hecho un viaje hacia una nueva tierra y al final de nuestro encuentro hemos dicho: “Llegamos a la tierra que Dios había preparado”. Así, pues, la aventura de cruzar los mares y descubrir esa nueva tierra es tema que  ocupa nuestra atención  hoy. Veamos  las lecciones de la peregrinación.

I. DESCUBRIR UNA NUEVA TIERRA ES UN ACTO DE  FE

a. La osadía de la aventura (Gn. 12).

Yo no sé si usted se ha puesto a pensar en la osadía de Cristóbal Colón de aventurarse a la conquista de un nuevo mundo con las tres embarcaciones llamadas “la Niña, la Pinta y la Santa María”, tan sólo tiradas por el viento, sabiendo de los peligros propios del mar. Pero así lo hizo. El viaje duró  más de un mes de navegación hacia el Oeste sin ver tierra.

Como era de esperarse  la tripulación   pasaría por   momentos difíciles de los cuales Colón tuvo que sofocarlos en no pocas oportunidades, pero la actitud enérgica y segura del almirante ante lo desconocido, y que en ocasiones los marinos veían algún pájaro volando o alguna rama verde flotando en el mar, hacía indicar la proximidad  de la tierra.

Y aunque si bien es cierto que en la mentalidad de este marinero  surcada  la obtención de nuevas tierras para la corona de España, pero también de “cristianizar” los mundos conquistados, tuvo una gran fe para lograr semejante viaje.

La fe sigue siendo lo que más domina la mente de un inmigrante. Sus sueños están respaldados por esa fe. Abraham tuvo esa fe cuando Dios le dijo que saliera de su tierra (v.1). La fe apunta a algo mejor, no deje que ella se pierda.

b. La determinación de la conquista (Hebreos 11:8-10).

El llamado “Día de la Hispanidad”, conocido también como el “Día de la Raza” o “El Acercamiento de dos Mundos”, nace como un recordatorio del tiempo cuando Cristóbal Colón llegó a la América, especialmente a las islas Bahamas el 12 de octubre de 1492 atravesando el océano atlántico. Aquella fue la fecha cuando nos “descubrieron” según algunos le han dado por llamarnos.

Pero estudiosos de la historia consideran que Cristóbal Colón no sería el primero en haber hecho un viaje para descubrir un nuevo mundo más allá de Europa, pues al parecer ya otros lo habían intentado, sobre todo los vikingos y algunos pueblos asiáticos.

Sin embargo  fue el viaje de Colón el que dio  a conocer por primera vez en Europa la existencia de ese nuevo continente, todo por la determinación de ir más allá de las fronteras donde se vive. En la mente de un explorador impera la determinación. Pero la determinación tiene su mejor aliada en la fe. Por supuesto que la  fe que conquista de acuerdo a  la Biblia, apunta más a lo celestial que a lo terrenal (Hebreos 11:10).

II. DESCUBRIR UNA NUEVA TIERRA ES UN ACTO DE  ESPERANZA

a. El sueño americano (Hebreos 11:9).

En la mente de los exploradores antiguos, al estilo de Cristóbal Colón, estaba muy clara la esperanza de encontrar riquezas en las tierras exploradas para ser traídas a los tesoros de sus reyes. El poder descubrir nuevos mundos contemplaba la posibilidad de mejorar la vida de la nación que conquista.

Por supuesto que cuando se descubrió la América, con todo ese mundo exuberante que el mismo Colón narra en sus cartas de las tierras conquistadas, lo que todos veían y ponderaban era haber llegado a una especie de “tierra prometida”. En la historia que  Cristóbal Colón escribió muestra las bondades de todas las tierras.

Habla de cuán ricas eran para la agricultura, la ganadería y cómo estaban dotadas de minerales como el oro que podía ser llevado a España. Y esa es la mentalidad del que viaja en la búsqueda de mejores condiciones para su vida.

El llamado “sueño americano” siempre está latente en todo aquel que emigra hacia otro continente. Es una esperanza para mejorar su condición de vida. Y esto es  legítimo y bíblico (Romanos 8:23-24). En cada inmigrante hay una esperanza.

b. Lo que está en la otra orilla (2 Corintios 3:12).

En 1892 se cumplieron 400 años del desembarco de Cristóbal Colón en América. Para celebrar semejante fecha se erigió un monumento a la memoria de Colón en su ciudad natal de Génova, Italia, en el centro de una de sus plazas públicas donde está rodeado de flores y arbustos.

Es una gran pieza de  mármol de doce metros de altura. La obra fue diseñada de tal manera que pudiera colocársele debajo los cuatro grandes eventos en la vida de aquel incansable hombre de los mares. Uno de los que más se destaca es el que simboliza la esperanza de este hombre.

El símbolo tiene que ver con el acto de surcar los mares más allá de la orilla de España de manera de  conquistarlos para los reyes. Cristóbal Colón se preparó para ese viaje.

Cuando tenía  cuarenta años ya se conocía muy bien el océano pacífico; tal conocimiento le  permitirá después  adentrarse en aquellos mares y llegar hasta esas tierras por él desconocidas. La esperanza sigue siendo una de las virtudes imperecederas del alma (1 Corintios 13:13). Esa es la fuerza que mueve al inmigrante. Nunca la pierda.

III. DESCUBRIR UNA NUEVA TIERRA ES UN ACTO DE INCERTIDUMBRE

a. Enfrentando lo desconocido (Rut 1:16).

Los que hemos inmigrado a otros continentes dejando atrás nuestras vivencias, familias, amigos y la cultura de la patria que nos vio nacer; y luego ser insertados en un nuevo suelo con una nueva lengua y nuevas costumbres, pasamos por el tiempo de los cambios.

Los recuerdos de aquella vida hogareña donde los vecinos se conjugaban con la familia en el saludo espontáneo, entre los comentarios y los chistes de las cosas más triviales y aun en las tertulias que podían llevar hasta la media noche, alimentan en los momentos de soledad la nostalgia por el hogar dejado.

No son pocos los momentos cuando hemos  querido regresar, sobre todo cuando al enfrentar lo desconocido de de este “nuevo mundo”, siento que soy para mis vecinos un extraño con otro idioma y con otra cultura.

La incertidumbre es propia del inmigrante. Y el desafío es mayor cuando en tierra extraña llego a descubrir que no soy el mismo que fui en mi país. Que tendré que enfrentar trabajos para los cuales no estudié y convivir con gente a quien no conocí. Pero es allí donde la resolución de Rut debe imperar: “… tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios’ (Rut 1:16).

b. Confiando que todo saldrá bien (3 Juan 2).

La historia de Cristóbal Colón no terminó bien. Al final se convirtió en un pobre gobernador de las nuevas tierras y los colonos venían regularmente para reclamarle. La situación para él fue tan crítica que el rey de España tuvo que enviar a un hombre llamado Bobadilla para hacerse cargo de lo que estaba pasando.

Él fue el hombre que se encargó de encadenarlo y llevarlo así de regreso al país de donde salió para conquistar. Por suerte la reina tuvo compasión de él y le quitó las cadenas.

Se dice que Colón mantuvo esas cadenas en su casa por el resto de su vida y al final pidió que al morir las enterraran juntamente con él. Este fue el triste final para el hombre que conquistó nuestro continente y a quien le debemos el llamado “descubrimiento de América”.

La ambición tiene este alto precio.  Su historia al final nos enseña que nuestro viaje a otra tierra, aunque esté lleno de incertidumbres, el único propósito debiera ser buscar la prosperidad bajo la dirección divina. Que no sea solo una prosperidad material sino la del alma. Esa es la que al final buscamos.

IV. DESCUBRIR UNA NUEVA TIERRA ES UN ACTO DE ENCARNACIÓN

a. El amor por la gente (Romanos 10:14).

Aunque muchos no lo calificarían así por ser un hombre de trasfondo católico al servicio de los reyes de España, algunos historiadores creen que Cristóbal Colón fue un hombre profundo en sus convicciones religiosas.

Y si bien es cierto que su ambición le dominó al final, como harían la mayoría de los exploradores que vinieron a América, Colón tenía el concepto de llevar la cruz de Cristo a todos los indígenas de las regiones conquistadas.

Cuando se presentó delante de la reina Isabel para hacer su primer viaje en el que hubo el “encuentro entre dos mundos” había en él una determinación como si se tratara del más celoso misionero  de servir a Dios y beneficiar a la humanidad con el evangelio de Cristo.

Así que cuando le habló a la reina de su fe y esperanza, el  rostro de la reina se encendió con entusiasmo y le dio su bendición, pero también los recursos para el viaje.

Por supuesto que la forma como Colón “evangelizó” a los indígenas no fue la adecuada, pues trataron de imponer a Cristo por la fuerza, sin embargo las tribus conquistadas conocieron  de un Dios  que se encarnó y murió por ellos. El amor por la gente y no la ambición al dinero es lo que debe movernos.

b. La gente vale más que el oro (Salmo 8:3-5).

Esta verdad queda confirmada en este precioso salmo. El hombre sigue siendo la “corona de la creación”. La historia de la conquista de nuestro continente por lo que hoy se celebra el “Día de la Hispanidad” puso de manifiesto que hubo muchos hombres ambiciosos que no les importó la gente que vivía allí, generando con esto una destrucción y enfrentamiento de nuestros indígenas por los “invasores” como posteriormente les llamaron.

La actitud avasalladora de los que nos “descubrieron” tuvo un repudio y un fuerte rechazo que se transformó en una legítima defensa. Los que nos cuentan la historia nos hablan de la valentía de aquellos insignes guerreros que prefirieron morir antes que rendirse para mantener el patrimonio de sus tierras  y de sus hijos.

Cuando descubro otro mundo mi intención no debiera ser cómo aprovecho el sistema y la gente para sacarle beneficios, sino qué puedo hacer para bendecir al país que me recibe. Eso se llama encarnación.

CONCLUSIÓN:

Los que hemos emigrado a otro continente sabemos que esta no es nuestra patria final.  Los antiguos héroes de la fe, de acuerdo al testimonio de Hebreos 11, no tuvieron un hogar fijo porque esperaban la ciudad “cuyo arquitecto y constructor es Dios”.

Así que los que buscamos la Patria mayor donde pasaremos la eternidad, estamos persuadidos que ese es el hogar para nuestra residencia final. Momentos antes de morir Jesús  consoló a sus discípulos con la  más incomparable promesa, cuando dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo  os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros… para que donde yo esté vosotros también estéis”.

Tal promesa nos emplaza a vivir en este mundo como “peregrinos y extranjeros ” con rumbo al hogar eterno. Pero para lograr eso, el mismo Jesús dijo: “Nadie viene al Padre sino es por mí”. ¿Tiene usted seguridad de ese hogar eterno? Aquel ya no será el “Hogar de mis Recuerdos”,  sino el hogar de mi salvación.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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