Bueno se trata nada menos que entrar por esa fe a la gracia. Es decir, la justificación de nuestro fe en Cristo nos hizo acreedores para entrar a una dimensión que se llama “gracia”.
En el libro a los Hebreos nos encontramos que existe un trono de la gracia (Hebreos 4:16), y en su invitación de acercarnos a él no podrá haber otra manera si no es por medio de la fe a través de Jesucristo.
El otro gran resultado de la justificación es que cada creyente llega a ser parte de lo que ahora sabemos que existe además de la ley, eso es, la gracia.
Jesucristo es el único puente que nos lleva a esa gracia. Jesucristo es nuestro Pontificador y gran Mediador para entrar ahora a ese trono. Vea lo que podemos encontrar acá. La exclusión del hombre del Edén lo hizo un ser que camina en pecado y su destino eterno queda prefijado por su misma desobediencia.
b. El resultado de la paz con Dios vers. 1.
Otra de las cosas que hace la justificación por la sangre es llevarnos a “la paz con Dios”. Esto plantea que antes de llegar a disfrutar de nuestra salvación hemos estado enemistado con Dios.
De esto se deduce que si cualquier enemistad con el hombre es una posición que rompe una relación, trayendo muchos sentimientos encontrados, cuanto más será estar enemistado con Dios.
Pero, ¿qué significa estar enemistado con Dios? En esto tenemos que admitir que el hombre natural es un enemigo de Dios cuando hace las cosas que son propias de su naturaleza caída, viviendo en sus delitos y pecados, llegando a vivir en la más fragrante condición de espaldas al temor de Dios. Esa condición lo mantiene fuera de su presencia como Adán.
Pero la mente carnal, incluyendo la de un creyente, puede llegar a ser enemiga de Dios. Eso fue lo que nos dijo Pablo en Romanos 8:7. Vea esto. Cuando usted no tiene deseo de amar y adorar Dios pudiera ser que otras cosas han ocupado su mente y eso ahora es enemigo de Dios. Así que usted debe disfrutar de Romanos 5:1, porque la justificación elimina la culpa, llevándonos a la paz.
c. El resultado de gloriarse en la gloria de Dios vers. 2.
El apóstol Pablo nos va a decir una y otra vez porque no vale la pena gloriarse en nosotros mismos, y menos aquellos que lo hacían en las obras de la ley. Pero él si tenía una gloria que la proclamaba y la hacía suya: la gloria de Dios.
Anteriormente habíamos leído que todos los hombres son pecadores y están destituidos de gloria de Dios.
Pero cuando somos justificados por su sangre ahora podemos “gloriarnos en la esperanza de la gloria de Dios”. Toda esta oración es significativa. Ahora si somos acreedores de una gloria personal. Ahora si podemos gloriarnos, pero vea cómo y en qué. Antes teníamos una esperanza, pero era muerte. Ahora es una esperanza viva.
Ninguna otra gloria podrá ser más anhelada sino la que nos espera. Pablo nos dirá también que los padecimientos actuales no son comparados con esa gloria que ha de manifestarse.
Eso lo ha hecho la justificación por fe a través de su sangre. Los hombres aman las glorias terrenales y pasajeras, el creyente ama la gloria eterna, la que nunca se marchita.