¿Vive con dolor en su corazón al saber que su propia familia, su propia gente no conoce a Cristo? Si usted siente ese dolor déjeme felicitarle. Le aseguro que ese dolor le conduce a orar por ellos, a interesarse por ellos, a buscar la manera cómo alcanzarlos para Cristo. Tenga usted ese dolor acá porque cuando esté en el cielo ya todo eso no sucederá.
III. HAY UN ARDOR PROFUNDO DE ESTA ANGUSTIA
a. Queriendo ser anatema vers. 3ª.
Esta declaración de Pablo es como la cúspide de toda su angustia. Querer hacerse maldición así mismo con tal que su pueblo sea salvado es el gesto más grande que sólo podía ser comparado con lo que hizo Cristo por nosotros, pues él si se hizo maldición para que no muriéramos en ese estado. Pero, ¿qué significa en sí la palabra “anatena?”.
Según la definición de la Biblia significa todo aquello que es maldito y condenado a extinguirse o aniquilarse, sobre todo si tiene que ver con el pecado de la idolatría. El asunto es que esta es una palabra aborrecible. Cuando Israel estaba en la conquista de Canaán se le dijo que no tomaran del anatema cuando tuvieran que enfrentar y dominar a los pueblos vecinos.
Pablo llega a pensar en este extremo si eso contribuye a la salvación de su pueblo. Lo último que deseó es que su nación pereciera de donde también vino la salvación por Jesucristo. Mis amados, esto habla también de la intensidad que debemos sentir cuando pensamos en nuestra gente sin Cristo. No puede ser menos que esto.
b. “Separados de Cristo, por amor a mis hermanos…” vers. 3b.
Fue el mismo Pablo que dijo que estar con Cristo era muchísimo mejor. Sin embargo, escucharle decir que prefería estar separado de Cristo por amor a sus hermanos es un asunto que eleva la más incomprensible paradoja. Que todos sepamos, estar separados de Cristo es encaminarse a una eternidad sin su presencia.
Obviamente Pablo una vez más nos revela su corazón misionero y su pasión evangelística. Cuál era ese pueblo por quien Pablo presenta una especie de extravagancia de su amor. Por un lado considere el hecho que eran sus hermanos de acuerdo a la carne y compañeros de religión.
Pero esta gente eran los mismos que los persiguieron tan severamente, perturbando su obra, inspirando a las multitudes para algún eventual asesinato. ¿No le parece esto un amor realmente extraño? ¿Pero no fue ese acaso el mismo amor que tuvo Cristo por quienes le crucificaron?
IV. HAY UNA AUTENTICIDAD PROFUNDA DE ESTA ANGUSTIA
a. Se base en la verdad de Cristo vers. 1ª.
Así es como comienza Pablo este pasaje. Es como si les dijera: “Si alguna vez yo les he dicho la verdad esta es una de las más fuertes”. Y es como si les enfatizara, diciendo: “No tengo ningún razón para mentirles y que ustedes duden de lo que siento por sus vidas”.
Cuando Pablo se convirtió descubrió otra manera de decir la verdad fuera de la ley, lo cual sabemos que en eso era estricto. Ahora su verdad la dice en Cristo, porque toda su vida gira alrededor de él. Había mucha gente que no le creía.
Su propia nación lo odiaba e inventaban cualquier excusa para sacarlo de sus pretensiones como si fuera un nuevo “mesías” que se había levantado en medio de ellos. Decir que no hay mentira en su afirmación de lo que siente por ellos es un reflejo de la presión que sentía por sus compatriotas.
Bien se puede inferir que la lucha de Pablo con su propio pueblo era de credibilidad. Al igual que lo hicieron con Cristo, lo hicieron también con él. De Jesús se nos dice que “a lo suyo vino, pero los suyos no le recibieron” (Juan. 1:12). Pablo también vino a los suyos con este mismo mensaje, pero tuvo su rechazo. La angustia espiritual por el perdido parte del principio que ahora conocimos a Cristo. Esta es nuestra verdad a ahora.
b. Se basa en el testimonio de la conciencia vers. 1b.
La forma cómo Pablo vivió en su estricto apego a la ley lo convirtió en un hombre a quien otros no podían ver que cambiara. Un fariseo poseía una preparación y orgullo que no podía ser reemplazado por las enseñanzas del “tal Jesús”.
Sin embargo, Pablo era un hombre de principios, palabras y hechos. Él no podía negar lo que le había ocurrido en el camino de Damasco. Él oyó claramente cuando al momento de su conversión se le dijo que él sería un instrumento escogido en las manos de Dios para llevar su evangelio a todas partes, y en esa entrega él dijo después: “A griego y a no griego soy deudor”.
Fue él quien dijo: “No me avergüenzo del evangelio pues es poder de Dios para salvación, al judío primeramente y también el griego”. Pablo entendió que su conversión lo traía de vuelva a su gente. Ellos, al igual que los gentiles, necesitaban del mismo salvador. La angustia espiritual por su gente era una continua confirmación del Espíritu Santo. Él era quien lo guiaba en ese continuo amor por su gente. Si el Espíritu Santo no nos constriñe por el pecador seremos igual que un incrédulo.
CONCLUSIÓN:
La angustia que no es espiritual suele ser causada por ciertos estados de estrés, preocupación excesiva, lo cual no es otra cosa que una gran falta de fe. Hay creyentes que sufren de angustias físicas y emocionales, pero no tienen en lo más mínimo angustia espiritual. ¿De qué estamos hablando? Pues no todos los creyentes llegan a un estado de preocupación por el perdido como lo tuvo Pablo en este pasaje.
¿Por qué Pablo veía que su gente estaba en un gravísimo pecado? Véalo de esta manera. Algunos judíos eran extremadamente morales y extremadamente religiosos, y sin embargo estaban viviendo en un grave pecado. ¿Sabes cuál es el mayor de los pecados? Es estar en enemistad con Dios.
La iniquidad más grande es que el hombre rechace el amor de Cristo.
Dios envió a su Hijo unigénito para morir por los hombres, pero estos lo rechazaron. Ah, esto es peor que rechazar la ley, peor que rechazar el evangelio porque es un insulto personal directo al Dios amoroso; esto es rechazar al Hijo de Dios, Su Hijo único, Su Hijo sangrante y moribundo. Aquí el pecado alcanza su máximo y se sobrepasa en la infamia.
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Iglesia Ambiente de Gracia, Fairfax, VA