Las preguntas de salvación

Julio Ruiz

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Bosquejos Biblicos - Jesús, la puerta de Salvación

Las preguntas de salvación

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Predicas Cristianas

Predicas cristianas predica de hoy: Las preguntas de salvación

Predicas cristianas lectura bíblica de hoy: Romanos 10:8-15

INTRODUCCIÓN:

La vida pareciera estar determinada por preguntas y respuestas. Cada una de ellas tendrá que ver con mi condición personal, mi familia, mis estudios, mi trabajo y mi futuro. Las más comunes pudieran ser qué hago en esta vida, para qué vine al mundo, por qué vivo en esta condición.

Si no he tenido una familia normal o feliz, me preguntaré por qué no pude escoger una familia mejor, por qué mi padre no fue otro hombre, por qué tengo una familia disfuncional. En la medida que crezco me tendré que preguntar qué profesión tendré para vivir, qué oficio haré para sustentarme.

En el aspecto sentimental, sabiendo la trascendencia de formar una familia, me preguntaré con quién me casaré, cuál será la persona con quien compartiré el resto de mi vida. Y así vendrán otras preguntas de cuyas respuestas pareciera venir nuestra felicidad.

Sin embargo, la pregunta, o las preguntas acerca de dónde pasaré la eternidad son las últimas que el hombre se hace o simplemente no la hace. El hombre tiene un afán por vivir en lo temporal sin importarle lo eterno. Para algunos es prioritario asegurarse cómo vivir en la tierra que vivir en cielo que no conoce. Y es por eso que Pablo en este pasaje de Romanos 10 va a confrontarnos con las preguntas más importantes que el hombre debe hacerse.

Los versículos 13 y 14 de este texto determinan mi destino eterno. Si quiero vivir una eternidad al lado de mi buen Dios y salvador Jesucristo debo responder a estas preguntas. Pero también si quiero vivir una eternidad separa de él pues no le daré importancia a ninguna de estas preguntas. Quiera el Señor por lo que él ya ha hecho para salvarnos que usted mi amado amigo se detenga y responda a las más importantes preguntas que debe responder el ser humano.

I. HAY UNA REQUISITO DEL ALMA EN LA PRIMERA PREGUNTA DE SALVACIÓN

1. Confesar con la boca (vers. 8).

Se ha hecho muy popular entre los cristianos y aún no cristianos el asunto de la confesión, pero no de los pecados, que ha traído la llamada “corriente del nuevo pensamiento” que no es otra cosa que un movimiento filosófico que comenzó en el siglo 19, que incluye la metafísica de la Nueva Era, el yoga, positivismo oriental con una gran incidencia en la fe cristiana.

De modo, pues, que se ha popularizado en grado extremo entre los creyentes de hoy el término “yo declaro”, “yo decreto”, “yo ordeno” o “yo confieso”. Así que no es extraño que alguien le esté ordenando a su enfermedad se le quita, que alguien le declara que tendrá una casa nueva, que alguien le decrete amor y felicidad a granel o que alguien confiese que usted se casará este año si es soltero.

Pero la verdad es que nada de esto encontramos en la Biblia.

Este texto ha sido mal interpretado. Se supone que alguien ejerza su fe y agarre lo que Pablo está diciendo: “Cerca de ti está palabra… la palabra de fe”. Así que los “confesadores” toman este texto fuera de su contexto y lo usan muy mal.

2. Con la boca se confiesa para salvación (vers. 9, 13).

He aquí un asunto muy importante en el tema de nuestra salvación. Debemos confesar con nuestros labios lo que respecta a nuestra salvación, más que la confesión de lo que nosotros podemos hacer por otros. De esta manera, lo que este texto dice respecto a esa palabra que está cerca es la necesidad de confesar a Jesucristo como el Señor. ¿Escucha usted con frecuencia esta confesión? ¡No!

Para los creyentes del primer siglo confesar a Cristo como el Señor era exponerse a una muerte.

La aparición de Jesucristo como un nuevo señor que sustituiría al Cesar planteada un sacrificio que definiría quién era un auténtico cristianado. La confesión acá no era un simple reconocimiento a Dios como soberano de todo lo que existe.

Hemos de recordar que hasta los demonios creen y tiemblan (Stg. 2:19). Cuando Cristo vino ellos lo confesaron al reconocerlo como el Cristo. El asunto acá es confesarlo para salvación. Mucha gente utiliza el nombre de Jesús en vano pero no lo confiesan para salvación.

II. HAY UNA CONDICIÓN INEVITABLE EN LA SEGUNDA PREGUNTA DE SALVACIÓN

1. Creer en el corazón (vers. 9b).

Hay en este texto algo extraordinario. Cuando uno revisa las creencias de la gente en sus ídolos, santos o vírgenes, pronto se da cuenta que allí lo que hay es una creencia intelectual. Y si bien es cierto que hay una devoción hacia el objeto inanimado, tal creencia no baja al corazón porque este ese lugar será el que responderá al toque del Espíritu y dará como resultado una afirmación interna respecto a la salvación a la que está haciendo llamado.

¿Por qué decimos esto? Porque el texto nos dice que yo debo creer en Dios no como algo abstracto y como algo general como lo hace tanta gente. En todo caso hablamos de creer en Dios como el único que hizo posible que su Hijo regresara de la tumba y ahora viva para siempre.

Creer en el corazón es también arrepentirse de los pecados de modo que al confesar a Cristo también confieso lo malo que hay en mí y me apropio por fe de lo que él hizo en la cruz para perdonarme y salvarme.

Creer en el corazón es poner sacar todo aquello donde él se ha inclinado y llenarlo con la presencia del salvador. Esta es una condición inevitable que responde a la pregunta acerca del creer.

2. Todo aquel que en él creyere (vers. 11).

La cita que hace Pablo nos viene de Isaías 28:16 y 49:23. Lo primero que nos presenta este texto es una invitación universal. Nadie está exento de llegar a ser salvo. Y esto es bueno decirlo porque si bien es cierto que la elección divina es parte de lo tiene que ver con su soberanía, lo cierto es que Dios extiende una invitación a todos los hombres para que vengan al arrepentimiento y sean salvos.

Este pasaje como ningún otro nos muestra que tanto judíos como gentiles están dentro del plan de Dios para la salvación. Dios es rico para con todos los que le invocan. El apóstol Juan sugiere que la única manera de llegar a ser hijo de Dios es a través de la fe (Juan 1:12), pero además que en la universalidad del amor de Dios, él deja claro que la única manera de ser salvo es que el hombre crea en Dios (Juan 3:16). No hay otra condición sino esta.

La gente podrá creer en muchas cosas más, pero si no cree en el Señor no habrá salvación. He aquí el asunto más importante respecto al tema de la salvación. Hay una condición inevitable para la salvación y esa es creer. La incredulidad será lo que llevará a los hombres a la separación eterna.

III. HAY UNA PACIENTE ESPERA EN LA TERCERA PREGUNTA DE SALVACIÓN

1. Hay un Dios de quien no se ha oído (vers. 14 c).

En el mensaje anterior cuando hablamos de la soberanía de Dios en el asunto de la elección para la salvación, y por cuanto nadie sabe quiénes son los elegidos, tenemos que saber que cubrir la necesita de oír acerca de Dios. La gente está escuchando muchas cosas y tomando decisiones, pero necesariamente no escuchan al Dios verdadero.

A muchos les pasa como a los discípulos de Juan el Bautista cuando se encontraron con Pablo en Éfeso (Hechos 19). Pablo les hizo una pregunta por demás interesante: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis” (vers. 2). La respuesta de aquel grupo fue: “Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”.

Esta respuesta es la misma de mucha gente. La pregunta “cómo oirán” sugiere un estado de ignorancia, de desconocimiento acerca de quién es Dios, el Hijo y el Espíritu Santo.

Es cierto que vivimos en una cultura donde el nombre de Dios y de Cristo se menciona con mucha frecuencia, pero no es más que una expresión de asombro, de alegría, de afirmación y hasta donde se toma su nombre en vano. Por lo tanto esto no significa que la gente ha oído acerca de Dios. La gente tiene que oír de Jesús.

2. Los oídos del alma (vers. 14b).

No podemos pretender que la gente crea sin que primero haya escuchado. Una de las oraciones que con frecuencia hacemos es: “Señor salva al perdido”. Pero el perdido no se salvará hasta que escuche con claridad cuál es el mensaje. En este mismo texto el apóstol dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, la palabra de Dios” (vers. 17).

El asunto que despierta la fe en una persona es cuando oye una palabra de esperanza, de cambio, de amor y de aceptación. Nadie será tan malo para rehusar una palabra sazonada, cuyo meta es levantar, restaurar y dignificar en lugar de aquellas cuyo propósito sería  de criticar, juzgar y condenar. Para creer hay que oír. Hay que despertar la comezón de oír.

Una de las grandes barreras con la que se enfrenta la evangelización que urge ser quebrantada es que la gente finalmente escuche la palabra de Dios.

Pero hay un pánico al pensar que  no nos oirán cuando le hablemos. La pregunta es ¿y cómo creerán en aquel de quien no han oído? Yo quiero pensar de este texto que el Espíritu Santo ya ha preparado corazones para que oigan la palabra de Dios. Los oídos del alma son los únicos que podrán escuchar a Cristo.

IV. HAY UN URGENTE LLAMADO EN LA CUARTA PREGUNTA DE SALVACIÓN

1. Tiene que haber alguien que les predique (vers. 14 d).

Mis amados, el evangelio no podrá llegar a los hombres a través de alguna operación sobrenatural. Somos nosotros los responsables del mensaje. La gente no sabrá del Salvador a menos que se les hable de Él. Nadie conocerá acerca del poder que tiene el evangelio para cambiar una vida a menos que alguien le hable de él.

La gente necesita oír del evangelio de una manera verbal, o que regalen un folleto, algún libro, algún mensaje.

Por la vía que sea la gente necesita que alguien les predique. Pregúntese algo. ¿Qué tanto usamos las redes sociales para llevar el mensaje a la gente que no lo conoce? ¿No le dice algo el hecho que usemos más el Facebook o el WhatsApp para hablar de cosas tan triviales sin anunciar el evangelio?

Así que alguien debe dar a conocer al hombre el mensaje de Cristo, pues, ¿cómo creerá en aquel de quien no ha oído, y cómo oirá sin haber quién le predique? Usted no necesita tener el don de la evangelización para dar a conocer el mensaje. El Señor lo que nos ha dicho es que seamos testigos. Pero el testigo tiene que decir que fue lo que pasó; tiene que hablar lo que vio o le sucedió. Eso debemos hacer. Esta es una tarea de la iglesia del Senor.

2. Alguien que esté dispuesto sin muchos dones.

No dice: “¿Y cómo oirán sin haber un doctor de teología que les predique?” No dice: “¿Y cómo oirán sin un predicador popular que les predique?” ¡Oh, amados!, algunos de nosotros habríamos estado perdidos si no hubiéramos podido ser salvos sin oír a un hombre de grandes habilidades. Yo conocí del Señor a través de un pastor humilde que predicaba acerca de Cristo y hacía con mucha frecuencia el llamado a venir adelante.

Una noche escuche uno de esos mensajes, no recuerdo lo que dijo, pero algo en mí me impulsó a venir a Cristo y entregarle me vida. Venía por mucho tiempo oyendo de él el mensaje pero no fue sino hasta aquella noche que entendí la necesidad de un salvador.

Alguien tiene que hablarle a la gente y tú no tienes que ser un teólogo para hacerlo. Si no sabes cómo hacerlo, pregunta a alguien que lo sepa hacer y conviértete en un auténtico testigo. Cada cristiano tiene que producir a otro cristiano. Jesús dijo: “Me seréis testigos… hasta lo último de la tierra”. Es lo único que debemos hacer.

CONCLUSIÓN:

El predicador Spurgeon llamó a este texto “Toda la Maquinaria de la Salvación”. En su parte introductoria dijo: “En nuestro texto hay cuatro necesidades sobre las que Pablo insiste. Orar a Dios, invocando Su nombre, salvará al hombre; pero primero, no se puede orar rectamente sin fe: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?”

Pero, en segundo lugar, no hay fe sin oír: “¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?” En tercer lugar, no se puede oír sin un predicador: “¿Y cómo oirán sin haber quién les predique?” Y en cuarto lugar, y por último, no hay predicación efectiva sin ser enviados: “¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?”.

La esencia, pues, de estas preguntas es que el hombre sin Cristo está perdido a menos que ore confesando su nombre. Pero para que esto ocurra se requiere de otro hombre que vaya y le diga cómo hacerlo.

Déjeme darle esta promesa cuando usted va y la habla a otros acerca de esta “palabra de fe que predicamos”. Así nos recuerda la promesa: “!!Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (vers. 15). Esto es lo que cuenta para la eternidad. Amén.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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Julio Ruiz
Autor

Julio Ruiz

Pastor en Virginia en los Estados Unidos, con 42 años de experiencia de los cuales 22 los dedicó en Venezuela, su país de origen. Otros 9 años los dedicó a pastorear en Vancouver, Canadá y los últimos 9 años en Columbia Baptist Church en su ministerio hispano, donde estuvo hasta agosto del (2015). A partir de octubre del mismo año (2015) comenzó una nueva obra que llegó a constituirse en iglesia el 22 de mayo de 2016 bajo el nombre de Iglesia Bautista Ambiente de Gracia en la ciudad de Burke, Virginia. El pastor Julio es Licenciado en Teología y ha estudiado algunas cursos para su maestría en Canadá. Además de haber sido presidente de la convención bautista venezolana en tres ocasiones, también fue profesor del seminario teológico bautista. El pastor Julio por espacio de unos 18 años publica sus sermones y artículos por estos medios. Es casado con Carmen Almera Ruiz y tiene tres hijas y una nieta: Laura, Oly, Sara e Isabella. Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251-6590.

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