Inicio » Predicas Cristianas » La deuda que no se puede pagar

La deuda que no se puede pagar

Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Predica de Hoy: La deuda que no se puede pagar

Predicas Cristianas Lectura Bíblica de Hoy: Romanos 13:1-10 

INTRODUCCIÓN:

Mi hermano, ¿tiene alguna deuda que pagar? Creo que es difícil encontrar a un hombre o mujer en la tierra que no tenga una deuda que pagar. ¿Sabe usted cuántas tarjetas de crédito tiene el americano promedio? Pero más aún ¿sabe usted cuánta deuda acumulada tiene en cada una de ellas?

Las compañías de consolidación de las deudas han llegado a la conclusión (para el caso americano) que una familia promedio pudiera tener hasta 13 tarjetas, con deudas en cada una de ellas.

Un simple detalle con respecto a las tarjetas de crédito nos dice que una familia que tome una cena pudiera terminar costándole 112% más de lo que habría costado si lo pagara a contado. El asunto es que siempre tenemos una deuda aun cuando reducimos al máximo nuestros gastos.

La recomendación del presente texto es que paguemos todo lo que debemos. Una de esas deudas es con el estado. Pablo nos dice que paguemos a todos los que debemos.

Y en el orden de este pasaje aparece la deuda que tenemos con el estado. Lo primero que Pablo nos dice que tenemos que pagar a las autoridades existentes nuestro respeto porque han sido establecidas por Dios (vers. 1).

Estoy consciente lo que significa para muchos el pagar con respeto y sujeción esta deuda con algún estado que nos gobierne, sobre todo si sabemos que el responsable de la crisis económica y social es precisamente el gobierno de turno.

Más aun cuando sabemos que quienes están en eminencia son una partida de corruptos que lapidaron los tesoros de la nación para su propio consumo.

Sin embargo, lo que esta palabra nos insta es a obedecer las autoridades que Dios ha puesto. Quizá ahora usted se pregunte ¿cómo saber que la autoridad que gobierna mi país ha sido puesta por Dios?

¿Es posible que Dios permita que un tirano o dictador sea quien nos gobierne? Pues el texto no nos da lugar para otra interpretación. Se nos manda, pues, a orar por los gobernantes.

Cuando Pablo escribió esta carta no estaba en roma pero iba hacia allá y el emperador que gobernaba era Nerón quien le cortaría después la cabeza. De manera que este texto nos presenta la importancia de pagar todo lo que debemos, incluyendo nuestros impuestos. Pero hay una deuda que no podemos pagar. De ella vamos hablar ahora.

I. ¿CUÁL ES NUESTRA GRAN DEUDA?

1. Es una deuda con el dador más grande (Juan 3:16).

Hay deudas terrenales que no las podemos pagar. ¿Por qué cree usted que existe la figura de una banca rota? Los que pasan por esta experiencia reconocen que las deudas fueron impagables y se declaran en esta condición.

Por lo menos esto llega a ser un gran alivio en países como EE.UU porque luego le da el chance a la persona de recomponer su crédito en un determinado tiempo para luego comenzar otra vez… a endeudarse. Ahora piense un poco en este ejemplo.

Dios nos ha dado todo. A él lo podemos ver como el gran Acreedor de todo lo que tenemos. Nada es nuestro. Todo le pertenece. Por lo tanto lo primero que vemos es que nuestro Dios es el gran dador, ni siquiera es un prestamista.

Dios no nos ofrece tarjetas de crédito porque él no está pensando en hacer crecer sus riquezas. Pero nuestro Dios no hará eso jamás porque él es el Gran Dador.

¿Se ha puesto a pensar que Juan 3:16 tiene una connotación que va más allá de la muerte de Cristo? Si Jesucristo es la razón por la cual todo lo que vemos existió, entonces tenemos con él una deuda imposible de pagar porque él es el más grande dador del amor.

2. Es una deuda con el deudor más cercano (vers. 6).

Ahora vea esta situación. Con la única persona con quien pudiéramos cancelar la deuda sería con mi prójimo. Pero, le pregunto, ¿qué pasaría si canceláramos la deuda de amor con nuestro prójimo?

¿Puedes imaginarte diciéndole a un amigo: «Ya te he amado lo suficiente»? Puede que jamás digamos esas palabras en realidad, pero algunas veces nuestro lenguaje corporal y nuestros gestos las dicen a gritos.

A lo mejor nos cansados y decidimos cancelar esa deuda para no saber más de mi hermano que no me cae bien. El asunto es que podemos llegar hasta ponernos malhumorados, aburridos, inquietos, impacientes, de lo más egoístas, preocupándonos más por el amor que las personas nos deben. Pero cuando se trata de amar, hemos de pagar deudas, no cobrarlas.

El texto bíblico nos recuerda explícitamente que el amaros los unos a los otros es la deuda que yo no debo ni puedo pagar. Mi prójimo es mi deudor más cercano. Esto significa que yo tengo que amarlo todos los días de mi vida. Nunca podrá cancelar esa deuda. Mi amor por él forma parte del segundo y más grande mandamiento.

3. Es una deuda consigo mismo (vers. 9c).

En este asunto del amor y la deuda que jamás se podrá pagar reconocemos la que tenemos con Dios, con nuestro prójimo y la que tenemos con nosotros mismos. Esta última a veces es la más difícil. No siempre nos amamos a nosotros mismos. Piense un poco en lo que acá estamos diciendo. Comencemos por nuestro cuerpo.

Tenemos que empezar amando a nuestro cuerpo tal cual es, sin forzarlo a ajustarse a un modelo que nos han impuesto. Amarlo, cuidarlo y respetarlo por dentro y por fuera, incondicionalmente.

Si comenzamos por acá, además de amar nuestra dignidad y personalidad, entonces quedamos en capacidad de amar siempre sin que se agote esta reserva. ¿Cómo está su tanque del amor? ¿Se ha agotado? ¿Ama a su hermano como se ama así mismo?

Si esta es la deuda que no puede ser pagada, pues no lo haga. El asunto es que cuando uno se ama a sí mismo podrá compartir  amor y en ese compartir hay libertad, respeto, y un profundo crecimiento. En la deuda que no debe ser pagada está mi propio amor. Si cancelo ese amor es porque no me amo a mi mismo.

II. ¿POR QUÉ NO PUEDE PAGARSE ESTA GRAN DEUDA?

1. Porque es más grande que las deudas contraídas (verss. 6, 7).

Observemos este interesante texto. Nos viene del contexto de lo que es nuestra responsabilidad cristiana ante las autoridades que abarca algo que va más allá de la obediencia (verss. 1, 5).

Y es aquí donde aparece el presente texto donde se dan una lista de nuestras reales deudas, las cuales tenemos que enfrentar y las mismas tenemos que pagarlas porque son parte de nuestros deberes como cristianos.

A primera vista el llamado del apóstol es decirle al cristiano que si bien es cierto que hay una deuda que se nos dice que no debemos pagarla, en estas debemos ser ejemplos de pagos a tiempo, sean materiales o de reconocimientos. La que aparece de primero son los tributos e impuesto. ¿Ya pagó sus impuestos? ¿Los ha hecho bien?

Deja un comentario