Comenzando el año sabiamente

b. “Y aleja de ti la iniquidad de los labios” (vers. 24b).

Salomón utiliza tanto la perversidad como la iniquidad para referirse a dos grandes males que son desatados por la lengua. Las dos palabras representan la esencia misma del pecado, pero en su nivel más degradado.

Lo inicuo y perverso corresponde a lo profano y llega a ser la antítesis de todo lo santo.  Así que debemos tener cuidado con lo que decimos y pensamos por el daño que causamos. “He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!”.

Recordemos lo que dijo el Señor: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45). Si mi corazón está lleno de gratitud, alabanza y bondad, ¿qué se imagina que hablará la boca? ¿Y qué tal si fuera lo contrario?

Hagamos este ejercicio. Suponga que ahora que estamos por finalizar el año alguien le pagara cien pesos por cada palabra amable que usted dijo a otros, y le hubiera cobrado cincuenta pesos por cada palabra poco amable que dijo a otros, ¿cuál sería su balance al final del año?

La lengua nos fue dada para que seamos buenos mayordomos de ella. El apóstol nos recuerda a través de los efesios que fuimos creados “para la alabanza de su nombre”. Amados en lugar de tener una lengua perversa o inicua, tengamos una santa.

III. SABIDURÍA PARA MIRAR LO QUE ES CORRECTO

a. “Tus ojos miren lo recto…” (vers. 25ª).

Sin duda esta es la comisión más difícil que se le asignó a otro importantísimo órgano del cuerpo. Después que Eva vio “que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos” y cedió a la tentación de comer lo prohibido y también Adán, los ojos humanos quedaron mirando para “todos lados”. No es necesario ahondar mucho en el tema sobre lo que miran nuestros ojos para darnos cuenta de la importancia que ellos “miren lo recto”.

Lo más fácil, sobre todo en este cibernético mundo es que nuestros ojos miren lo torcido. El pecado, el mundo y Satanás saben cómo explotar la sensibilidad de los ojos.

La mejor manera para que nuestros “ojos miren lo recto” es poniendo nuestra mirada en Jesús, “el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:1-2). ¿Qué sucedió cuando Pedro quiso caminar sobre el mar así como Jesús lo estaba haciendo?

Si bien es cierto que él fue el único que tuvo fe, pues ciertamente comenzó a caminar sobre el mar, pronto también se hundió porque no siguió mirando a Jesús sino a las gigantescas olas que se levantaban sobre él. ¿Qué nos enseña todo esto? Que Jesús es nuestra mirada correcta. Todo lo que queda fuera de él nos conducirá en otra dirección.

b. “Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante” (vers. 25b).

Se ha dicho que el hombre es el único ser que fue hecho para mirar hacia arriba. ¿Ha notado que la mayoría de los animales andan como la cabeza hacia abajo en busca de algo?

Esto puede explicar por qué Dios desea que todos aquellos que tenemos conocimiento y conciencia de él volquemos nuestra mirada hacia arriba.

El salmista decía: “Alzaré mis ojos a los montes ¿de dónde vendrá mi socorro?” (Salmos 121:1), y su misma respuesta fue: “Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos” (vers. 2).

El mundo está lleno de muchas distracciones para la vida. Las cosas materiales están diseñadas para que nuestros ojos se vayan tras ellas y pronto seamos parte de ese mundo consumista. Qué decir de todo ese mundo sensual donde ya no queda nada a la imaginación.

La lucha para que nuestros “párpados” no ofendan al Señor cada día se hace muy cuesta arriba. La determinación de Job quien hizo” pacto con sus ojos” (Job 31:1) debería ser una buena aplicación. Pablo de igual forma nos exhorta a “poned vuestra mirada en las cosas de arriba, donde está Cristo sentado”.

IV. SABIDURÍA PARA EXAMINAR LA SENDA DE LOS PIES

a. “Examina la senda de tus pies…” (vers. 26ª).

Ahora hablamos de los pies. ¿Está contento con los pies que tiene? Bueno sepa que son ellos lo que al final mueven su cuerpo. Por cierto, no le ponga tanto peso para que los pobres no trabajen más de la cuenta. Los pies son los que nos conducen finalmente.

Ellos son los “cómplices” de nuestros deseos. Tiene que saber que en los trescientos sesenta y cinco días del año (a menos que haya estado en cama), ellos fueron fieles cumpliendo la orden del cerebro.

En el asunto del andar espiritual, los pies se enfrentan a una continua decisión, pues “hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12).

La advertencia del profeta era: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma” (Jeremías 6:16). 

Así como nos hacemos exámenes físicos, examinemos con frecuencia la senda de nuestros pies. El salmista conocía muy bien la importancia de caminar rectamente delante de la presencia de Dios, porque por él “son ordenados los pasos del hombre, Y él aprueba su camino” (Salmos 37:23). Por este conocimiento que Dios tiene de nuestros pasos debemos examinar nuestras sendas. Él nos trazó el camino para que andemos por él.

b. “Aparta tu pie del mal” (vers. 27).

La manera cómo esto puede darse es no desviarnos ni a la derecha ni la izquierda según la misma recomendación del texto (vers. 27). La presente oración da por sentado que hay una asechanza permanente del mal en la vida del creyente. El camino a la santidad, que nos conduce a la presencia de Dios, está plagado de maldad.

Cuando David habló del conocimiento íntimo que Dios tenía de él, a tal punto de decir que su embrión fue visto por él, oró al Señor para ser examinado profundamente: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno” (Salmos 139:16, 23-24).

Hay un solo camino que el creyente debe transitar, el “camino abierto” que Jesús hizo al morir en la cruz por todos nuestros pecados, pero también el camino estrecho. ¿Dónde lo llevan sus pies? ¿Por qué senda anda? ¿Cómo fueron sus pasos en el año que termina?

CONCLUSIÓN: 

Al entrar en el nuevo año habrá cosas que desconocemos, de allí la importancia de aplicar y guardar estos sabios consejos. El llamado de este texto es a considerar detenidamente el valor de lo que debe ser mejor guardado. 

No importa que usted se esfuerce en presentar una apariencia de piedad, si usted no guarda lo que más importa para preservar su vida espiritual lo demás será “metal que resuena” que “hace ruido y nada más”.

Pero si al contrario decidimos guardar nuestro corazón, lengua, ojos y pies para honrar al Señor entonces probaremos que “la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18). Nadie le detendrá en este nuevo año si así vive. Amén.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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