II. HAY UN SOLO HOMBRE QUE TOCARÍA LO DESECHADO
a. “Vino a él un leproso, rogándole…” (vers. 40).
Hay una observación que debe ser hecha acá. Este leproso no podía ir a un sacerdote porque no había sido curado. La ley decía que si la persona recibía sanidad de su enfermedad entonces se presentaría al sacerdote con alguna ofrenda para que éste lo declarara sano, por lo tanto, él no podía acercarse a un sacerdote porque estaba inmundo.
Pero tampoco este leproso podía acercarse a algún rabino porque nadie mejor que ellos para saber y enseñar acerca de este asunto que la ley decía, y seguramente eso era parte de las enseñanzas. Pero esta historia cambia. Aquel hombre en su desesperación tomó la iniciativa de fe y vino a buscar a Jesús. Algo lo movió a tomar esta decisión tan valiente.
Lo que este sabía que tenía que oír de la gente, pero ahora él mismo rompe esa barrera y viene a Jesús, rogándole que lo sane, que lo libre de esta opresión. Qué vio ese hombre en Jesús como rabino que lo motivó a venir a él. Mis amados, Jesucristo sigue siendo el único hombre que puede tocar lo intocable y sanar lo incurable.
b. “Si quieres, puedes limpiarme” (vers. 40b).
Esta es la oración más corta y la más poderosa que puede hacer alguien que desea cambiar su vida. El Señor siempre quiere sanar y salvar al que otros han desechado. Nada levanta más el deseo del Señor por libertar al cautivo que verlo acercarse y suplicar por su limpieza.
Esta oración admite un estado que debe ser cambiado. Reconoce que hay sobre sí mismo un poder que lo esclaviza, una tortura que no puede que persigue todo el tiempo. Pero, sobre todo, la persona que vive esa condición reconoce que hay un solo ser que puede cambiar el estado de miseria y de inmundicia donde nos conduce la vida.
Pero la oración plantea una decisión que involucra su fe en el Señor. Para nadie es un secreto que tenemos a mucha gente que sabe que vive en la inmundicia, pero lo último que quiere es ser sanado. El pecado tiene la característica de seguir engañando al pecador y hacerle ver que no tiene necesidad de buscar la salvación.
Spurgeon habló de esto: “Tenemos un buen número de leprosos entre nosotros, con la palidez de su enfermedad grabada sobre sus frentes… no lamentan su perversidad, ni quieren ser limpiados de ella”. Algunos de ellos no están fuera del campamento, pueden vivir con nosotros, pero no desean ser limpiado.
c. “Y Jesús… extendió la mano y le tocó…” (vers. 41).
Un asunto que era altamente conocido entre los judíos era que quien tocara a un leproso se volvía impuro. Entonces, ¿qué hace Jesús ante esta situación? Vamos a verlo de esta forma. Jesús tenía el poder para sanar sin necesidad de tocar a la persona. En algunos casos simplemente dio la orden y la persona fue sanada, como el caso del siervo del centurión.
Pero el texto dice que Jesús tuvo misericordia de él. La acción del leproso que reveló una profunda fe lo dominó. Cuando escuchó el ruego de aquel hombre se acercó para tocarlo y sanarlo.