La verdadera espiritualidad

II. La verdadera espiritualidad es un estilo de vida santo y piadoso

La verdadera espiritualidad tiene connotaciones morales (Gálatas 5:19-21).

Las obras que produce la carne, es decir, la naturaleza carnal heredada de Adán, son nocivas, inmorales y destructivas (leer los versículos).  Estas prácticas caracterizan a alguien que está dominado por la carne y por lo consiguiente no es heredero del reino de Dios. 

De este estilo de vida es precisamente de donde nos rescató el Señor.  Todos nosotros somos ejemplos vivos del cambio que Dios operó, transformando nuestra manera de vivir, de un estilo egocéntrico y buscador de deleites, a otro que vive de una manera agradable ante sus ojos.

Como puede apreciarse, la verdadera espiritualidad abarca un área mucho más amplia que simplemente los cultos realizados en el lugar de reunión.

La verdadera espiritualidad tiene connotaciones morales, ya que involucra apartarse de las viejas prácticas que antes nos caracterizaban y en las cuales nos regocijábamos.

La verdadera espiritualidad consiste en manifestar el fruto del Espíritu Santo en el diario vivir (Gálatas 5:22-23).

Cuando uno recibe a Cristo, entre otras bendiciones, viene ser  templo  del Espíritu Santo, el cual mora permanentemente en uno.  El Espíritu de Dios tiene el calificativo “Santo” no sólo porque es santo, sino también porque lo que toca o habita lo hace santo, incluido el creyente. De ser completamente caracterizado por las obras de la carne, ahora el creyente viene a demostrar en su conducta diaria el fruto del Espíritu.

Una simple mirada a estas nueve manifestaciones del fruto del Espíritu nos deja ver que lo que Él produce es precisamente un carácter similar al de Jesucristo.

Un carácter así nos permitirá tener buenas relaciones con todo tipo de personas, dar un testimonio impactante ante los incrédulos de la obra que Dios hace en la vida de uno que ha recibido a Cristo como su Salvador, y sobre todo, agradar a Dios en todo lo que hagamos, digamos o seamos.

Es, pues, el fruto del Espíritu Santo, y no los dones lo que demuestra una verdadera espiritualidad en la vida del creyente en Cristo.  El fruto tiene que ver con nuestra manera de ser y los dones con nuestro ministerio dentro de la iglesia.

Es posible ser muy activo en la iglesia, y sin embargo tener un estilo de vida inmoral, y por ende un testimonio que eche por el suelo todo lo que hagamos o digamos.  El deseo de Dios es que demostremos una verdadera espiritualidad en nuestro diario vivir y en todas nuestras relaciones personales.

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