(Jn 5:3) En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua;
(Jn 5:4) porque un ángel del Señor descendía de vez en cuando al estanque y agitaba el agua; y el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera.
(Jn 5:5) Y estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
(Jn 5:6) Cuando Jesús lo vio acostado allí y supo que ya llevaba mucho tiempo en aquella condición, le dijo: ¿Quieres ser sano?
(Jn 5:7) El enfermo le respondió: Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras yo llego, otro baja antes que yo.
(Jn 5:8) Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla y anda.
(Jn 5:9) Y al instante el hombre quedó sano, y tomó su camilla y echó a andar.
(Jn 5:14) Después de esto Jesús lo halló en el templo y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te suceda algo peor.
ILUSTRACIÓN CENTRAL DEL TEMA:
LA CURACIÓN DE UN PARALITICO
Víctor es un hombre recto, honesto (quizás demasiado sincero) y servicial. Es diacono y ujier principal de una iglesia cristiana, fiel como pocos a su pastor, correcto en el trato con los demás hermanos, puntual y siempre está pendiente a detalles como: Abrir y cerrar las puertas, contar la ofrenda, es líder y miembro del grupo consejero del pastor, y siempre participa en todos los actos que la iglesia emprende o participa: Bien sea de jóvenes, tareas de evangelismo, células o cualquier acto en que su iglesia se involucra. Por cierto se me olvidó mencionar que Víctor es paralítico desde hace 38 años, por un accidente de tráfico.
La iglesia en la que Víctor sirve se llama “lugar de misericordia” (Betesda), esta sitiada en la calle de las ovejas y la iglesia está en el portal número 5. El interior de esta iglesia es similar a la nuestra, solo que con la particularidad de que entre la primera fila de asientos y el estrado había una especie de estanque horizontal de más o menos 2 losas de ancho, el cual usaban para bautizar.
A esa iglesia habían venido varios evangelistas de renombre a predicar, a estos siervos de Dios les solían acompañar señales poderosas del poder de Dios, habían sido sanados: ciegos, cojos y paralíticos.
En estas campañas, los siervos de Dios o mensajeros de su palabra (ángeles), hacían que la gente tocara el agua del estanque, que usaban para bautizar, y eran sanados por el poder de Dios.
Víctor siempre se auto-compadecía de sí mismo y desde su puesto principal de ujier de la iglesia, pensaba que con el no funcionaría, con cierto temor él pensaba ¿porque Dios me elegiría a mi?, pensaba que su destino era seguir así hasta el día de su muerte, sinceramente el no creía que su clamor fuera escuchado en dos palabra se resignó.
Víctor aunque firme por fuera y con un semblante que inspiraba confianza, siempre sonriente por dentro estaba abatido, pensando y resignándose a recordar que sus años habían sido mal gastados se sentía sin ningún valor porque el pecado había lisiado su cuerpo y su alma.
Cierto día llegaba a la iglesia un siervo de Dios con fama de hacer señales, prodigios y milagros, el siervo de Dios se llamaba Jesús Manuel. Cuando llego a la iglesia, Víctor como de costumbre salió a recibirlo en su silla de ruedas:
· Buenas tardes, Dios lo bendiga –-Dijo Víctor.
· Buenas tardes, igualmente –-Contesto Jesús Manuel.
Víctor lo miro, y aunque la mirada de Jesús Manuel era una mirada como de fuego, es decir la mirada de una persona que está completamente segura que lo va hacer, Víctor siguió con su semblante inmaculado, y empezaron a andar para adentro de la iglesia.
· Observo que está usted en una silla de ruedas –Dijo Jesús Manuel.