La última cadena

III. JESÚS ROMPE LAS CADENAS DE LA LOCURA PONIENDO AL HOMBRE EN SU JUICIO CABAL

a. Transfiriendo la inmundicia (verss. 11-12)

Imagínese la escena. El hombre con sus demonios está arrodillado a los pies de Cristo. Le están rogando que nos los mande al infierno todavía, y es así como Jesús les concede la petición y hace una trasferencia de la inmundicia. Recordemos que los demonios son inmundos y ellos requieren de la inmundicia para seguir viviendo.

Una de las cosas sorprendentes que nos revela este pasaje es que el hombre podría ser la criatura más depravada que existe. ¿Por qué decimos esto? Este hombre había una “legión” de demonios (vers. 9). Una legión romana consistió alrededor de 6.000 soldados. Hagamos cálculos. Había 2,000 cerdos en esa manada.

Eso sale a tres demonios por cerdo. Como cada uno de ellos no pudieron soportar la presencia de los demonios en su cuerpo, se suicidaron. ¿Puede imaginarse a un solo hombre siendo la morada de tanta inmundicia?

¿Hasta dónde el pecado puede llevar a la depravación al ser humano?  ¡Gracias a Dios por el amor sin límites y la compasión sin fin del Salvador! ¡Alabado sea el Señor porque no hay casos sin esperanza! El peor de los hombres Dios lo transforma para mejor.

b. Trayendo al hombre al juicio cabal.

El hombre de esta historia cambió de razón. Porque, ¿qué es el hombre cuando su razón es destrozada, y se convierte en morada de demonios o está llena de tormentos emocionales?

Jesús no solo hizo que este hombre se sentará, se vistiera, sino que ahora lo llevado a su juicio cabal. Ver a este hombre en su juicio cabal nos indica que había recuperado la razón, la personalidad.

Por mucho tiempo aquellos seres del infierno se habían adueñado de lo más preciado en el hombre: su razón y conciencia.  Los hombres con trastornos emocionales y mentales son candidatos para los siquiatras, las drogas y hasta los manicomios. Pero, ¿cómo ve Jesús a las personas? Los hombres ven a un borracho, ¡Él ve a un diácono!

Nosotros vemos a un drogadicto, ¡Cristo ve a un predicador! Nosotros vemos una ramera, ¡Él ve una integrante del coro! ¡Así es como cambian las vidas cuando vienen a Jesús! Él toma lo que tú le entregas y lo convierte en algo mucho más precioso. La mente de aquel hombre ahora tiene el Espíritu de Dios. ¡Qué cambio tan grande!

IV. JESÚS ROMPE LAS CADENAS DEL OPRESOR PARA CONVERTIR AL HOMBRE EN UN MISIONERO

a. “Vete a tu casa, a los tuyos y cuéntales…”.

Jesús rechazó la petición del hombre de ir con él. En cambio, Jesús lo envió de vuelta a su casa para contarles a otros lo que el Señor había hecho por él. Y esa tarea fue la finalmente hizo. ¿Puedes imaginarte cómo debe haber transcurrido aquella escena?

La gente lo ve venir. Se encogen de miedo. Los niños se esconden detrás de sus madres. Las puertas se cierran de golpe, y las personas corren con miedo de esconderse del loco. ¡Pero espere! Es cierto, es el mismo, pero está cambiando. Todavía tiene las cicatrices en su cuerpo, pero su mirada es diferente.

Él no está gritando, está predicando acerca de un hombre llamado Jesús. Él no está corriendo como un hombre salvaje, él está calmado y sano y está hablando de cómo Jesús ha tenido misericordia de él. Él no está desnudo, él está vestido y en paz y cambiado. 

La gente escucha su historia y se emocionan; algunos sin duda son salvados. ¡Qué diferencia la hace Jesús al entrar en la vida! Notamos, pues, que este hombre después de haber sido un esclavo de Satanás con un espíritu inmundo, ahora el Señor lo ha convertido en un misionero de su evangelio.

b. Comenzó a publicar cuán grandes cosas hizo Dios…

Mis amados, la gente podrá discutir con nosotros acerca de nuestras doctrinas y nuestras prácticas, ¡pero no pueden refutar nuestros testimonios! ¡Nada es más poderoso que el testimonio de una vida cambiada! Es el testimonio de una vida cambiada lo que hará que otros vengan al Señor.

¿Podrá usted hablar de su testimonio, diciendo: grandes cosas han hecho el Señor conmigo? Este hombre pasó de ser un morador de los sepulcros a un embajador de Cristo a las ciudades.

Un total de 10 ciudades conocieron de su testimonio. Es un hecho que donde los hombres no quieran recibir a Cristo en persona, él tiene sus testigos para que hagan su obra.

Es un hecho que cuando alguien es transformado por el poder de Dios, nadie lo detendrá de ser un testigo fiel. ¿Puede imaginarse como misionero a las diez ciudades (Decápolis) al que vivía en un cementerio? 

La primera razón por la que Cristo ha cambiado nuestras vidas es para que seamos testimonio y bendición para otros.  Lo inmundo en el hombre lo avergüenza, la presencia de Cristo lo dignifica porque grandes cosas él ha hecho en nosotros.

CONCLUSIÓN:

Esta historia tiene elementos extraordinarios. Jesús hizo un viaje exclusivo a ese lugar solo por un hombre. Vea la forma como los habitantes de la región le pidieron que se fuera, contrario a otras provincias (los samaritanos, por ejemplo) que le pedían que se quedara.

Jesús no dejó que el hombre libre le siguiera. Esto nos indica que aun cuando Cristo fue rechazado, su obra de amor y gracia hecha en un infeliz humano, no podía ser rechazada. En unas pocas horas Jesús hizo un misionero a quien nadie, por su propia condición perdida, le daría la bienvenida.

En primer lugar, este hombre fue un misionero a su propia gente. La obra de cambio necesita ser probada primero en los de la casa. A ellos hay que contarles “cuán grandes cosas ha hecho el Señor”. El resultado no podía ser otro: “y todos se maravillaban”. En esto radica el reconocimiento de lo que Jesús hace.

La obra del diablo produce asombro, terror y vergüenza. En la obra de Cristo la gente se maravilla y terminan dándole la gloria a Dios. Cuando alguien se convierte a Cristo, la gente verá a un hombre “sentado, vestido y en su juicio cabal”. ¿Ha sido así transformada tu vida?

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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