Los asientos disponibles

Si Jesús nos concediera todos los deseos, pronto se haría evidente que deseamos fama o poder, y que no queremos beber su copa ni pasar su bautismo; así que con frecuencia sería una ruina que respondiera nuestras oraciones. Pero él nos ama y dará a su pueblo sólo lo que es bueno para ellos.  La espada de Pedro y no la toalla de Jesús es lo que se pone en evidencia cuando se opta por la silla de la ambición en lugar del asiento de la cruz.

La silla de la cruz tiene clavos, la silla de la ambición, placer. Los apóstoles estaban dispuestos a ser parte de los sufrimientos del Señor, pero primero pensaban en la ambición de las sillas terrenales. Estaban dispuestos a tomar la copa y su bautismo, pero no perdían de vista la ambición para disfrutar del mismo placer que ostentan los que están en eminencia.

¿O acaso no podemos imaginarnos que los discípulos aspiraban a esa posición para salir de su condición de pobreza? ¿No tenían ellos derecho de ocupar un puesto en el “gobierno” de Jesús? ¿A caso no se perfilaba él como el mejor y más grande gobernante? Solo que ellos habían cometido algunos errores de cálculos porque Jesús nunca habló de un reino terrenal. No habían entendido, como Pedro cuando trató de persuadir a Jesús de enfrentar el sufrimiento, que él tenía que ir a la cruz.

No podemos reinar con Cristo si primero no tomamos el asiento de la cruz. Jesús les ofreció un reino, pero después del sufrimiento. Aun siendo creyentes somos amantes de la comodidad y no muy dados al sacrificio. En no pocas ocasiones peleamos más por nuestros derechos que por el privilegio del servicio. El asunto es que la cruz tiene clavos, mientras que la silla de la ambición es una invitación al placer.

III. LOS ASIENTOS DISPONIBLES DE JESÚS  NO SON LOS MISMOS   ASIGNADOS POR EL PADRE

a. Lo que piden no puedo darle (vers. 40ª).

Cuando Jesús escuchó la petición de estos discípulos simplemente dijo: “No sabéis lo que pedís”. Cuántas veces el Señor habrá dicho lo mismo de nosotros. Con esto él pone de manifiesto que hay oraciones que difícilmente serán contestadas porque tienen el elemento del egoísmo y de alguna ambición personal.

Fue Santiago quien dijo: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:3). Que bueno que el Señor no siempre responde a algunas de nuestras oraciones porque no nos harían ningún bien. El principio es simple, no debemos pedirle a Dios donde él ya ha dicho “no”.

Ilustración: “buenas días…  pastor Ruiz…quisiera comentarle, algo… mi novio es casado, mas no conmigo, es creyente de la palabra. El tiene dos hijas con su esposa, pero la esposa lo trata mal, como si fuera un perro, el trabaja para ella y sus hijas, pero el solo da y no recibe nada de ellas, ella sabe que yo soy su novia, yo sé que el vive en pecado, también se que Dios perdona. Yo también creo en la palabra más no la practico. Sé que es lo bueno y que es lo malo. Pero ¿sería pecado si él se divorcia de ella, y se casara conmigo”? ¿Cómo piensa usted que Dios responderá a todo esto?”

b. Reservados por Dios.

Lo que Jesús les dice a sus discípulos es que la decisión final sobre los asientos de la derecha o de la izquierda es potestad del Padre celestial. En esto hay algo sublime. Jesucristo, el Hijo de Dios, siempre doblegó su voluntad a la del Padre.

Él no pasó por alto lo que él estaba pensando. Los discípulos le pidieron a Jesús algo que estaba reservado para aquellos a quienes el Padre lo había preparado. Una cosa es muy cierta en esto, Dios ha destinado esos puestos para aquellos que no los aspiran, para aquellos que no tienen egoísmo, ni soberbia, ni otra cosa que no sea el honrar y servir al Señor.

Allí no se podrán sentar los creyentes altivos, soberbios, que no tienen a los demás como superiores así mismo. Aquellos son puestos reservados por el Padre eterno. ¡Oh, bienaventurados aquellos a quienes el Padre celestial invite a sentarse allí!

Así que esos puestos tienen una inscripción que dicen: “RESERVADOS”. Trabajemos, no tanto para aspirar la silla de la voluntad humana, sino para honrar al Señor en todo; y si alguno fuera elegido por la voluntad divina para ese asiento, entonces aquel será el día más glorioso para creyente alguno.

IV. LOS ASIENTOS DISPONIBLES DE JESÚS TIENEN LA MARCA DEL SERVICIO

a. Los que gobiernan se enseñorean (vers. 42).

La intervención de Jesús era necesaria para que no se rompiera la unidad de los apóstoles. Al llamarles a reflexión sobre lo que estaban pidiendo les mostró la diferencia entre la grandeza de su Reino y el reino de este mundo. El Señor Jesucristo nos enseña que el hombre sin Dios se hace señor de los demás hombres, y llega al colmo de esclavizarlos como si fueran animales.

Vea la forma despótica de tantos gobernantes. La historia es testigo fiel de cómo el hombre ha llegado a enseñorearse de sus semejantes a grado tal que ha cometido las más terribles atrocidades para gobernar sobre otros hombres. El principio de Jesús es totalmente distinto. No es la revolución de igualdad que muchos proclaman.

Los que procuran gobernar tienen en su mente el uso del poder para controlar, supervisar y seleccionar a los suyos. Los que llegan a gobernar tienen a pasarles factura a sus adversarios. Otros, abusando del poder, acallan la disidencia para lograr sus proyectos políticos. Jesús les advirtió a sus discípulos que así no era su “gobierno”. Él no había venido para ser servido, sino para servir. El mismo ejemplo deberían llevarlo sus discípulos. Que la iglesia se olvide de ejercer gobierno terrenal.

b. Los que sirven, enaltecen (verss. 43-45).

Para los que piensan que Jesús fue un revolucionario al mejor estilo de los pasados o los modernos, estos versículos lo sacan de semejante equipo. Jesús no fue ningún revolucionario como los gobiernos de izquierda lo han catalogado. Él simplemente fue el Mesías prometido, el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios. Vea con detenimiento cada una de estas palabras. Mire la forma cómo el Señor nos enseña que los cristianos no buscamos el señorío sobre los demás, sino el poder servir para enaltecer.

Las enseñanzas de Jesús parecen una paradoja: “El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor”. Así no es como el mundo ve este asunto. También dijo: “El que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos”. Esto parece un absurdo en un mundo de tanta competencia. ¿Quién quiere ser “siervos de todos”?

Pregúntele a la gente de Hollywood. Pregúnteles a los ricos, a los deportistas, a los políticos. ¡Nadie quiere ser un servidor de otro! Pero en el reino de Cristo todos tenemos que ser servidores. En la iglesia del Señor no hay tal cosa como una cadena de mando, sino verdaderos “diáconos”. Para que no haya dudas de esto, mire al Señor lavando los pies a ellos (Juan 13).

CONCLUSIÓN:

¿Cuál es la esencia de este pasaje? ¿Por qué Jesús les ofreció otros “asientos”, en lugar de las “sillas” que ellos pidieron? Hay dos enfoques muy distintos en el camino a Jerusalén. Jesús ve la cruz que le está esperando, mientras que Juan y Jacobo ven los tronos que les aguardan. ¿Pero qué vieron los otros diez?

Ellos vieron a Jacobo y a Juan.  No vieron a Jesús. Se enfurecieron y se molestaron con Juan y Jacob. ¿Por qué? Porque ellos llegaron primero a Jesús con la petición. Ellos querían lo mismo y estaban furiosos porque sus compañeros se les habían adelantado. ¿No explica muchas veces esto nuestra ira?

Nos molestamos porque alguien pensó en ello antes de que lo hiciésemos nosotros. Nuestro Modelo en el servicio dijo: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir… y dar su vida”. Un eslogan de un partido político cristiano decía: Gobernamos para servir. El verdadero cristiano dice: Deseo siempre servir para que Dios sea el que gobierne.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA

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