El resto de este pasaje se enfoca en la gran defensa del puro evangelio que deja claro que la única justificación del hombre para con Dios es a través de la fe en su Señor Jesucristo. Nadie más conoció la ley como Pablo. Su vida fue un fiel reflejo de justificar todas sus acciones por la ley.
Pero cuando conoció a Cristo él supo que ya no estaba bajo su yugo. La reprensión hecha a Pedro tenía como propósito devolver del error, confusión y simulación en la que había caído. Este es el final de toda reprensión. La hipocresía debe ser combatida de esta forma. La hipocresía tiene que ser rechazada.
IV. LO QUE NOS LIBRA DE ESTA TENDENCIA PECAMINOSA
a. Morir junto con Cristo (vers. 20).
Por muchos años Pablo vivió para él y para su religión. Nada más entraba en su vida, sino solo eso. Sin embargo, cuando iba camino a Damasco, respirando muerte y amenazas, murió “juntamente con Cristo”. Pablo vivió con su lado oscuro. La ignorancia en la que vivió lo hizo ser un hombre fanático de sus creencias y enemigo de quien atentaba contra ellas.
Pero un día Cristo entró a su vida, y ese lado oscuro fue lleno con su presencia, por eso ahora escribe con esta autoridad. Si seguimos la reprimenda que Pablo hizo contra Pedro, este texto tenemos que aplicarlo a él y por supuesto a nosotros. Uno de los asuntos más terribles y difíciles en la vida es morir a nosotros mismos. Por lo visto, Pedro no había muerto del todo a pesar de tanta experiencia al lado con su Maestro.
La simulación es la más palpable demostración que no hemos muerto al yo, y si esto es así, entonces, tampoco podré decir que estoy muerto con Cristo. Honestamente hablando, este es el asunto más serio al que nos enfrentamos. No estaré viviendo la esencia del evangelio hasta que no esté completamente muerto con Cristo. Esto significa sacrificio.
b. Considerar la obra de la gracia en mi (vers. 21).
El radicalismo de Pablo en este asunto lo lleva a defender lo que ahora tiene y no en lo que él vivió. Pablo vivió por muchos años bajo la ley, pero cuando se encontró con Cristo, se encontró con la gracia, su nuevo sistema de vida y la única manera de entender que la ley mostró el camino a la gracia.
Por eso este texto es tan importante al momento de tratar el asunto de la hipocresía. Pablo, al recordar que el problema de Pedro fue volver a los rudimentos de la ley, especialmente al tema de la circuncisión, introduce su más enérgica resolución: “No desecho la gracia…”. Si esto hiciera, dice él, que sentido tuvo la muerte de Cristo. Esto es lo que Pedro no pudo ver en su simulación.
Lo único que ahora Pablo hace respecto a la ley es lo que afirma en el texto anterior: “Porque yo por la ley soy muerto para la ley…”. Mis amados, cada vez que le doy cabida a la simulación, sea parecida a la de Pedro, o la que haga por mi propia conducta pecaminosa, estoy desechando la gracia, y si desecho la gracia, desecho el sacrificio de Cristo. No seamos, por lo tanto, una vergüenza para la gracia. No vivamos una doble vida.